Partida Rol por web

Atravesáis las puertas adentrándoos en la ciudad de Hagendorf y el aspecto que muestra no es mejor que el de la periferia de donde venís. Casa quemadas, comercios saqueados o destruidos, cadáveres en las calles, destripados en el suelo, ahorcados en las ventanas o clavados boca abajo en las paredes de adobe con extraños símbolos surcando su carne y completamente desangrados.

Buri os lleva por las calles que parece conocer de antemano, serpenteando entre ellas hasta llegar a la primera plaza, donde se congregan gran parte de las huestes del ejército enemigo.
Desde la relativa seguridad de las sombras podéis ver muchos guerreros norses con pinturas o incluso tatuajes en honor al dios de la matanza Khorne. También veis demonios, demonios alados que surcan los calientes cielos iluminados por las llamas de la ciudad agonizante. Arremeten contra los muros de la ciudadela y de vez en cuando un defensor cae presa de sus garras o es empujado hacia afuera, cayendo desde gran altura.

También algún demonio cae presa de las flechas y los arcabuces que son disparados desde sus murallas, con la esperanza de que aplaste a algún soldado norse al caer. Pero la victoria está lejos de ser verdad. Arriba, en las mumrallas, podéis ver una luz cegadora y familiar que arenga a los hombres a continuar la lucha. Es el alto sacerdote Alförd Jacobsen, reforzando junto a los supervivientes del Wellen Brecher la muralla y llevando la última esperanza a los hombres de Hagendorf.

Solamente tenéis dos rutas a seguir hasta el arsenal; atravesar las dos plazas atestadas de demonios y guerreros norses o escabulliros entre las callejuelas acercándoos demasiado al puerto, donde Buri sabe, que aquellos que permanecen allí, están ansiosos de entrar en combate buscando víctimas a las que destripar.

- Atravesar las plazas es imposible y un suicido. - Comentó lo evidente abre sus compañeros. - Sólo nos queda callejear y esperar no encontrarnos con demasiados enemigos...

Lo que también esperaba era que sus llegaban al arsenal, encontraran algo útil en su interior. Podía ser que los defensores ya hubieran recogido el armamento de antemano o podía ser que hubieran sido los miembros de la horda del caos, quienes lo hubieran saqueado. Sólo les quedaba ir a comprobarlo.

- ¿Vamos? - Les preguntó al resto.

"estoy con Marius, las plazas estarán ocupadas por los hideputas, así que no son un buen lugar, sobre todo si tienen a esos asquerosos seres" digo a mis compañeros mientras señalo a los demonios, estaba a costumbrado a enfrentarme a seres de este mundo, no a los de una enloquecida realidad, "Maestre Buri, ve guiandonos al arsenal"

Mordrak siguió a sus compañeros sin apenas decir palabra alguna, estaba un poco absorto en sus pensamientos y pensando en lo que les depararía el futuro. Al llegar y ver semejante espectaculo de guerra algo dentro de él se removió, aún así no dudó ni un instante - Es cierto que atravesar la plaza puede parecer un suicidio, aunque a su vez podríamos aprovechar ese pensamiento, nadie nos buscaría en la plaza, aunque como alguien nos viera estariamos muertos, así que yo voto por lo que han dicho mis compañeros - asintió a la pregunta de Marius - Que Solkan nos proteja para destruir a estos seres... - susurró levemente.

Buri observó la plaza y conjeturó un juramento en silencio. Sus ojos estaban afilados mientras que observaba la blasfemia llevarse a cabo en las calles principales de la ciudad. Ya llegaría el momento de enviar la ofensiva de vuelta al enemigo, pero mientras tanto debían conseguir todo lo que el cuartel pudiera ofrecerles.

—Tomaremos el camino largo... —Fue lo único que dijo antes de señalar con la cabeza del hacha el extenso callejón que llevaba a un laberíntico tramo de callejuelas que les terminarían llevando a los barracones de la milicia. Era bastante probable que encontrasen un grupo de norses en su camino, pero también podrían encontrar uno de aquellos pozos de invocación donde los invasores habían convocado a sus vomitivos demonios.

Sea como fuere, el enano estaba listo para darle muerte a lo que sea que se cruzase en su camino.

El elfo miro con cara de asombro de que todos pensaran lo mismo que el -Wow, por fin coincidimos en algo- se dijo en voz alta, con tal asombro de que los mortales pensaran por vez primera como gente decente. -Bien, les sigo... dijo ajustandose bien las armas y el escudo.

En sus manos, el arco y una flecha sostenida como si de un puñal se tratara.

-Les parece si hacemos una posición defensiva? donde dos se ponen frente a mi, otros dos detras de mi... esto da muchas ventajas tacticas a la hora de defendernos y obviamente lo mas importante, es que estamos unidos- dijo retirándose el sudor de la frente con el pulgar de la mano que sostenia el arco.

-¿o tienen otra idea?-

- Quizás Mordak quede demasiado expuesto. No es un guerrero avezado en el cuerpo a cuerpo. - Intervino Marius. - Pero coincido en que no debemos separarnos. Juntos somos más temibles, eso es una evidencia que no admite debate.

Listos y dispuestos avanzáis por las calles laterales con precaución. El rugido de la batalla se aleja un poco mientras os dirigís hacia el oeste, muy cerca del puerto.
Son momentos de tensión. Si os pillan seguramente esteis en desventaja, nadie vendrá a ayudaros y seguramente moriréis allí, en Hargendorf, muy lejos de vuestro hogar.

Se oyen unos gritos antinaturales y un de repente demonio pasa volando por encima vuestro en dirección al puerto. Juraríais que lleveba a un hombre entre sus garras, vivo. El pánico os inunda en un momento crucial. Buri comienza a jurar en voz más alta de lo recomendable. Eldillor tensa el arco recitando en elfo alguna plegaria a sus antiguos dioses mientras Marius se pega a la pared de tal modo, que el choque de su armadura contra la pared es como un estruendo metálico que os pareció más ensordecedor que el ruido de batalla que dejáis atrás.

Solo Luis y Mordrak se han mantenido en silencio, sin moverse para nada puesto que el demonio pasó sin advertir vuestra presencia, sin duda deleitándose en los oscuros apetitos de la carne del pobre hombre que llevaba en sus garras.

Entonces, desde algún lado, oís un sonido que no podéis identificar...

-¡Psssss!-

Buri observa al magno demonio y no puede evitar perjurar y levantar el hacha preparado para el inminente choque. Balbuceó algo sobre como tenían las de perder si no se movían con más presteza y luego se empezó a tranquilizar cuando se dio cuenta de que la bestia alada no volvería. No obstante, los pelos de su nuca volvieron a erizarse cuando sus oídos detectaron un sonido proveniente de su propia espalda.

-¡Aquí, rápido!.- Dice una voz apremiante pero apenas percepctible, que sale desde una de las casas desvalijadas a vuestra derecha. Veis la cara del teniente Krastensen asomar por una de las puertas indicándoos con un movimiento rápido de la mano que le sigáis al interior.

observo al ser demoniaco, la verdad es que estos seres daban un asco sin igual, pero había conseguido contener las ganas de gritar, estaba deseando volver a enfrentarme a orkos en vez de con estos seres y su siervos, pero me sorprende cuando un hombre de la nada nos hace callar y veo al teniente, por lo cual, sin perder apenas unos segundos, me acerco agilmente y entro en la casa, "teniente, ¿como es que no está usted en el bastión resistiendo?" le pregunto una vez dentro de la casa.

Eldilor ya estaba hastiado con tanto demonio por doquier, las plegarias que salían de sus labios eran mas en son de pedir a los dioses que vinieran a prender fuego a esta ciudad infestada. Aun así... el elfo no se podía mentir, miedo tenía y este le tenía perplejo ante semejantes cosas.

Siempre pensó vivir de la gloria en las batallas, pero esta experiencia, estaba probando ser toda una odisea en comparación con lo vivido en el bote.

De su ensimismamiento, le despertó aquel susurro que salía de un escurridizo humano, que seguro se escondía de una triste realidad. No dijo nada y solo escucho a sus compañeros, esperando a ver sus actos y seguro de acompañarles si se aventuraban a ver y conversar con aquella sombra.

El hechicero se mantuvo impasible ante aquel ser del averno que voló sobre el grupo, bien porque no era algo que le impresionaba o porque en sus estudios hubiera aprendido cosas sobre ellos, aunque lo más probable era sencillamente que la adrenalina de su cuerpo ni siquiera le diera un respiro para plantearse lo que sucedía, fuera lo que fuera su rostro no denotaba ningún tipo de temor, aunque a duras penas denotaba emoción alguna, por lo que resultaba algo confuso.

Avanzó con la espada en la mano y enseguida escucharon la voz  del teniente, escuchó al hombre y enseguida se acercó a él siguiendo por detrás a su grupo. Una vez llegaron junto al teniente se quitó el sombrero para recolocarselo un poco puesto que empezaba a taparle angulo visual, aún así permaneció detrás, sin decir palabra alguna, en completo silencio.

Aquellos demonios le atormentarían en sus pesadillas hasta el fin de sus días, no obstante, no estaba dispuesto a morir ahí. No había llegado su hora, pero para sobrevivir, no le iba a quedar más remedio que luchar y enfrentarse seguramente a alguna de aquellas bestias aladas del caos.

Fuera como fuera, encontrándose inmerso en sus pensamientos, escuchó un chasquido describiendo un rostro conocido llamándoles. Ver el rostro del teniente le llenó de esperanza. Podía ser que aquel hombre tuviera un plan. Uno mejor que el suyo al menos y mucho menos desesperado. Corrió junto a él.

- ¡A sus órdenes! - Le susurró.

De pronto su cara cambia, mutando a una forma sensual pero a la vez repugnante de lo que sería una mujer con cuernos. Su cuerpo también muta enseñándoos primero unas largas piernas de mujer acabadas en pezuñas, alas de murciélago, pechos sugerentes completamente al descubierto con un brazo derecho deforme y acabado en una horripilante garra.

-Ven conmigo, guapo...- De alguna manera, su voz es como un afrodisíaco que os impulsa a no apartar la vista de ella, sintiendo como la sangre comienza a calentar vuestras mejillas. -..y te prometo que nunca olvidarás haber yacido con nosotras.-

Por la espalda y a traición, tres mujeres diablo os atacan con sus garras lanzando sensuales gritos de placer.

Me seguía sorprendiendo que el teniente no estuviera en la muralla, pero de todas maneras, era bueno tener una cara amiga, me sentía mas tranquilo con la tranquilidad que irradiaba, pero eso solo duro hasta que se desenmascara y se descubre que no es mas que una ilusión, y eso era una trampa, puede que el verdadero teniente este en el muro de la ciudadela o estos abominables seres ya lo hayan matado.