Partida Rol por web

Beatriz se quedó perpleja. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, como si fuera un manantial, mientras en su mente se agolpaban los recuerdos de cada una de las veces en que había dudado de su fe. Estúpida, eso es lo que era, ahí mismo delante de sus ojos, el maligno se había transformado en una especie de agente de la cía pelirroja.
Lo único que tenía claro es que de esa ya no se libraban, su fin estaba cerca. Entre lágrimas elevó la vista hacia arriba buscando algún tipo de señal divina ,mientras seguía a Ainhoa y a aquellos entes demoníacos qeu les apuntaban con pistolas.

Martin cogió del hombro a Sabina. Al tiempo que se llevaba el indice de la otra mano a la boca indicando silencio.

Esas dos voces...

Martín se había recuperado algo del shock. Pero todavia estaba desorientado. Únicamente el instinto de supervivencia guiaba ahora. Debían esconderse o salir aunque con un poco de suerte podrían haber pasado desapercibidos. La vena de la sien del chico palpitaba de tal manera ante la tension que le hacia temblar levemente la cabeza. Sudores frios comenzaban a aparecer a la altura del cuello. Despues de todo, si no sabían cuantos eran, todavia había una oportunidad.

Casi por instinto Martín deslizo la mano del hombro a la boca de Sabina y lentamente la forzó a agacharse de manera que se camuflaran con las mesas. Al fin y al cabo al ir los dos de negro todavía tendrian una oportunidad si no les dieran ningun tipo de señal que los atrajera.

Sabina se zafó con fuerza de la mano de Martín y le lanzó una mirada furibunda. Ella no iba a gritar ¿quien se creía que era? La chica se sintió bastante ofendida por el acto en sí. Como si ella fuese una niñita llorona. Como si no le hubiese tocado a ella cargar con él...

Vuelve a taparme la boca como si fuese una niñata histérica y te calzó una hostia, niñato. 

Quizás no hablase, pero el significado su mirada era lo suficientemente elocuente. Con confianza en si misma se arrastró hacia afuera de la mesa. Le daba absolutamente igual lo que pensase el chaval pero iba a hacer lo que tenía en mente. Sabina se deslizó hasta detrás de la puerta y se pegó a la pared. Decir que la chica se movía como un ratón era poco. A juzgar por el sigilo y por como se ocultaba entre los obstáculos, parecía que la chica se había dedicado a asaltar casas en lugar. De este modo llegó a un lugar privilegiado para poder saltar encima de quien  abriese la puerta. Entre siseos, gestos y vocalizaciones la chica intentó que Martín comprendiese lo que iba a hacer. Asaltar  a quien entrase para dar la oportunidad a sus tres compañeros de salir de allí. Al fin y al cabo, ella no tendría ningún problema en esconderse de nuevo.

Me tranquilizo un poco, por un momento el ser cadáver viviente había aparecido en mis pensamientos y me había cegado de golpe.

A punto de abrir la puerta, vuelvo hacia atrás y me coloco al lado de Ricardo de nuevo.

- Tienen a Beatriz y Ainhoa... Debemos hacer algo...- Le susurro, sentada encima suyo e intentando mantener la calma, como si nada malo estuviera pasando.

La mujer caminaba delante de vosotras, con la pistola levantada y echando ojeadas por encima de su espalda para seguir vigilándoos. Por detrás, el hombre no dejaba de apuntaros. Cualquier movimiento en falso podría suponer un final trágico y doloroso.

Caminasteis por el pasillo y torcisteis a la derecha para subir por las escaleras. Las cosas no eran tan sencillas como pensábais que iban a ser. ¿Entrar y robar el examen? ¿Os merecía la pena pagar tan caro?

Con pasos rápidos, el conserje se marcha de allí. Seguramente haya hecho caso a la llamada y hubiera acudido al lugar donde estaban Ainhoa y Beatriz. Ahora teníais dos opciones: Huir de allí, aprovechando el momento y abandonando a su suerte a vuestras compañeras, o pensar algún plan para rescatarlas.

Como si Sabina fuese la hija de las sombras, se movió por ellas como si se hubiese fusionado con ellas. Y, con pocos pasos, pero ágiles, se situó tras la puerta. Desde su posición, la muchacha empezó a hacer gestos a Martin, declarando sus intenciones. El chico, que parecía muy espeso, le costó enterarse, pero al final, pareció entenderlo.

Cuando los pasos pasaron de largo por la puerta, la muchacha abrió lentamente, sin hacer ruido. Al mirar al exterior, vio quién había retenido a sus compañeras.

Al principo de la fila, caminaba una mujer pelirroja, delgada y con tacones, vestida toda de negro, con la pistola preparada para atacar, mirando a todos lados. En el centro, Ainhoa y Beatriz. Cerrando la marcha, y con la pistola apuntando a las espaldas de las otras dos, un hombre, alto y corpulento, de cabello castaño, con una gabardina que le llegaba hasta las rodillas.

Al llegar al siguiente piso, os hizo girar a la izquierda. Ese pasillo lo reconocías perfectamente. Allí estaban los despachos de diferentes profesores y, en el fondo, el despacho del decano.

Si algo llamaba poderosamente la atención, es que la puerta estaba abierta y una luz débil iluminaba levemente. Allí donde daba la luz en el suelo, parecía señalar a un charco denso y oscuro. Y pronto descubristeis a qué se debía.

Allí, en el suelo, estaba el decano. Media cabeza reventada por lo que parecía un disparo en la sien.

Ainhoa no se había imaginado que aquella historia acabaría así. Pensaba que todo eso iba a ser más sencillo de lo que estaba siendo. No podía creerse que por tratar de salvar su futuro académico había puesto en peligro el resto de su futuro y su vida. Todo había salido mal, muy mal. Y si en algún momento se distrajese alguno de ellos, Ainhoa saldría corriendo todo lo que pudiera, porque necesitaba salir de allí con vida y escapar. El examen ya no era importante, ya nada más importaba.

Después de unos momentos de desesperación Beatriz comenzó a ver las cosas con más claridad. Se secó las lágrimas de la cara con el dorso de la mano e irguió su postura.
Todo aquello no era más que una prueba y ella la superaría, nunca más cedería ante la presión de los burdos engaños del demonio pelirrojo que caminaba delante de ellas.No, jamás volvería a flaquear su fe en el Señor, pues "aunque camine por valles tenebrosos Él me guiará"...
No se rendiría, no mostraría temor ante aquellos seres infernales; o al menos, no mientras sólo siguieran caminando...

Después de escuchar la voz como se aleja, me acerco a Hellin, y le cojo con delicadeza la cabeza con mis manos, la miro fijamente y le pregunto. 

- Tenemos dos opciones claras, o salimos de aquí y nos olvidamos lo que ha pasado o vamos a buscar a nuestros compañeros, pero para esto último, necesito que estes tranquila. Espero un momento para ver su reacción, sus gesto, su semblante. Si vamos, tienes que estar al 100 % segura y ver si podemos salvarlas. Noto su respiración muy cerca de mí, me golpean sus suspiros en mi cara, y todo eso me hace sentir bien. 

Esta chica... De estar acojonada pasaba a querer pasar a la acción. La adrenalina se apoderó de Martín y le permitió moverse con mas agilidad, o mas bien sin tantos dolores.

Estaba claro lo que Sabina iba a hacer. Algo estúpido, poco efectivo y que quizás les costaría la vida. La chica parecía olvidarse del hándicap con el que contaba Martín. Así que deslizándose entre las mesas el chico llegó hasta la mesa del profesor para ocultarse bajo ella.

Con lo fácil que hubiera sido preparar una trampa... Maldita sabina seguro que era de las que metía los dedos en el enchufe aunque le dijeran que no lo hicera solo para ver que pasaba...

...Un momento...

Debajo de la mesa en la que se encontraba Martin vio una torre de ordenador perteneciente al ordenador del profesor. Primeramente desconecto el cable de alimentación de la corriente y acto seguido de la torre. Sacó su navaja y cortó el conector. Acto seguido comenzó a pelar gran parte del cable para que quedara al descubierto.

Si Sabina no es lo suficientemente estúpida, Todavía habra tiempo de atar el cable al pomo y electrificar la puerta. Si no habra que pensar con rapidez.

Mientras analizaba con cuidado la situación, Sabina miró los movimientos de Martin y adivinó (mas o menos) lo que iba a hacer. Era un buen plan, si no fuera porque el grandullón podía decidir abrir la puerta de una patada en lugar de con la mano. No obstante, aunque hiciese eso seguía teniendo su cuchillo, y mientras se acercaba podía intentar sorprenderlo lo suficiente como para que soltase la pistola. Y si el par de chivatas actuaban como era debido, podían intentar enfrentarse a la perra pelirroja, que tenía cara de haberse inyectado botox en cada músculo de su cuerpo.

La chica chasqueo los dedos y levanto la mano señalando que había dos personas...convirtiendo despues la mano en una vulgar imitación de una pistola. Además, aquel par de ... llevaban ropa incómoda. Una patada en las piernas que metiesen a la de los tacones y estaría en el suelo. En cuanto al de la gabardina...indudablemente parecía más peligroso. Esperaba que el plan de Martin funcionase.
Sacando de la mochila la pequeña radio que había usado antes, se acercó con sigilo al marco de la puerta y la arrojó con todas sus fuerzas contra la cabeza del hombre. había sido un buen tiro. De los que destrozaban una radio y de los que también dejaban atontados. Sin embargo la chica no se detuvo a comprobar si su tiro había alcanzado al objetivo o no; mientras la radio volaba volvió a meter la cabeza y cerró la puerta (presumiblemente electrificada) con el pie. Si le había dado en la cabeza o no, no era importante, lo importante era atraerlos a la trampa. Con el cuchillo en la mano la chica volvió a ocultarse*  procurando quedar cerca por si las cosas se ponían feas. 

Por un segundo, la chica se imagino al hombre cayendo electrocutado. Ella cerrando la puerta de nuevo mientras la pelirroa buscaba la fuente del desvanecimiento del hombre...y posando la mano de nuevo en el pomo. Pero aquello era demasiado bonito para ser verdad, por lo que la chica simplemente deseo con todas sus fuerzas que Ainoha y Beatriz supiesen reaccionar.
 

¡PAF! sonó de pronto tras vosotras. Sin poder evitarlo, os girásteis al ver lo que ocurría. El hombre estaba con una rodilla en el suelo, llevándose la mano que no tenía la pistola a la cabeza. En el suelo, una especie de radio rota, que a Ainhoa le resultaba familiar, como si la hubiese visto antes esa misma noche.

¡Joder! susurró el hombre, moviendo la mano e incorporándose. Con algo de sangre la levantó para que la mujer pelirroja la viera No estamos solos, esos niñatos me han lanzado este chismo agregó, dando una patada a la radio

¡Abre todas las puertas! Si quieren jugar con los mayores, que se atrevan a dar la cara dijo la mujer, sin dejar de apuntaros, se fue a la primera puerta y la abrío. Sin mirar dentro, dijo Si queréis que vuestras amigas vivan unos minutos más, salid ya