Partida Rol por web

Un pasillo más en la Universidad. Como todos, alargado y con aulas a los lados, al igual que diferentes taquillas. Nada os decía qué camino tomar, si a la derecha o a la izquierda, nada os decía qué sería lo seguro... Pero teníais que tomar una decisión de manera inmediata, pues el pistolero estaba tras vosotras.

Ainhoa seguía nerviosa. Nunca se había sentido tan desorientada por su facultad, pero es que estar a oscurar y con un asesino a su espalda era algo que nunca había vivido. Preguntar a Beatriz era absurdo pues la chica estaba claramente acojonada, así que lo mejor iba a ser tomar las decisiones por ella misma. Tirando del brazo de la muchacha, prefirió tomar el camino de la izquierda, algo le decía que ese sería el lugar correcto.

Beatriz se dejó guiar, no tenía ganas de pensar. No tenía ganas de correr y mucho menos de decidir sobre el futuro de otra persona. No señor, ese peso recaería ahora sobre los hombros de Ainhoa.
Cuando esta decidió que irían a la izquierda hizo una pequeña plegaria, aún esperaba que Dios, en su infinita misericordia se apiadose de ellas, a fin de cuentas sólo se habían desviado un poco de lcamino correcto.

Vamos...Vamos—musitó Sabina. Sígueme, se por donde ir. Sabina agarró a Martin por la cintura para que se apoyase en ella al caminar.La chica estaba terriblemente asustada pero, con Martin haciendo el tonto no podía permitirse gritar y chillar como una nena.

Estaba intentando prestar atención a las palabras que se escuchaban del pasillo. Oía algo del decano muerto, y de que les había visto. No se dónde nos estábamos metiendo pero la cosa se complicaba bastante. 

Miro a Hellín, para ver si ella advierte algo más que yo. 

Buscando la seguridad, Ainhoa giró a la izquierda, arrastrando con ella a Beatriz. Algo le decía a la muchacha que la tranquilidad volvería en ese pasillo, y así parecía... Al menos al principio.

Los pasos a sus espaldas ya no parecían acercarse, de hecho, habían desaparecido. ¿El pistolero se había dado a la fuga? Quizá había encontrado otro camino para llegar hasta ellas, pero, al menos, podían respirar tranquilas durante, al menos, unos segundos.

Pero esos segundos pasaron como si nunca hubieran existido. Alejadas de vosotras, una puerta empezó a abrirse lentamente. Paralizadas, no pudisteis pensar ni reaccionar, sólo quedaros atontadas, temiendo lo peor... Y lo peor estaba llegando

Una sombra apareción el umbral de la puerta, alargándose por instantes. Asustada por si era otro de los malos, quisiste retroceder, pero el miedo te detuvo. La sombra, al principio deformada, fue tomando nitidez. Tu mente te debía jugar una mala pasada, pues no era posible.

Un payaso. No, no un payaso cualquiera. Era él. Estaba claro. No podías dejar de mirar su sombra. Se reía de tí. Allí estaba, iba a ir a por tí y a por Beatriz. Le haría lo mismo a tu nueva amiga, lo mismo que en el pasado, mientras tu miras y te torturas por no poder hacer nada

El conserje. Le habíais escuchado miles de veces, os saludaba, se quejaba de que le pisábais el suelo mojado, por no tirar la basura en su lugar... Y ahí estaba. Hablando con alguien, seguramente por teléfono, sobre vosotros.

Y ahora, sabía que estabais por allí. Y además, el decano parecía estar muerto. El conserje queria dejaros en paz, pero no parecía haberlo conseguido. ¿Qué podría pasar?

¡Sabía que tarde o temprano llegaría! Dijo gritando a Beatriz. Pero no esperaba que fuera precisamente aquí. Ainhoa estaba acojonada al ver aquella sombra, la había atormentado miles de veces en sus pesadillas y jamás había logrado borrar ese recuerdo de su memoria. ¿No decían que la memoria era selectiva y tendía a olvidar aquellas cosas que nos hacían daño? Parecía que Ainhoa con esa sombra no. Agarró a su amiga del brazo y tiró de ella en sentido opuesto al que habían ido. No dejaré que te pase nada, en serio. ¡A ti no! Forcejeó con la chica para retroceder, tirando fuerte de su brazo. No podía creerse lo que estaba viendo en aquel lugar. No creía que él fuera a ser el causante de todo. ¿Cómo sabía que podía encontrarla allí?

Le devuelvo la mirada a Ricardo, con los ojos abiertos de par en par y una cara que expresa terror. La voz... Aquella voz la conocía.

¿Qué debíamos hacer?

Salgo al pasillo como un impulso, buscando respuestas.

Era él, el maligno. Estaba ante ellas y lo primero que quiso hacer fue huir, pero... ¿acaso no dijo Dios que los piros de corazón no habrían de temer pues Él estaría a su lado?
-
Creo en Dios,
Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo,
Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y
gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Vírgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado,
muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre
los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha
de Dios, Padre Todopoderoso.
Recitó al principio con voz temblorosa y un poco más clara al final.No se movía, a cada instante esperaba que el maligno se abalanzase sobre ellas causándoles la peor de la muertes...

El terror estaba allí, saludándoos con su maligna sonrisa y haciéndose paso en el interior de vuestros corazones. El rostro de la maldad no estaba vuelto hacia vosotras, sólo podíais ver su perfil, hasta que...

El sonido de un arma a vuestras espaldas parece ser como una ducha de agua fría, devolviéndoos a la realidad. Aterradas, os giráis lentamente hasta que comprobáis que os han dado alcance. Un hombre, alto y corpulento, de cabello castaño, con una gabardina que le llegaba hasta las rodillas, y que no mostraba ningún gesto de compasión ni comprensión, os apuntaba con su pistola.

Y una voz llegó, procedente de vuestro terror. Pero, al mirar, allí sólo había una mujer pelirroja, delgada y con tacones, vestida todo de negro. Se llevó la mano al bolsillo y sacó su móvil Hemos atrapado a dos, a una gorda y a otra que le gusta rezar un susurró salió del aparato mientras ella respondía nos las llevamos al despacho del decano, date prisa.

La mujer os apuntó con su propia pistola y dijo Vosotras primero, señoritas

Unas voces llegaron del otro lado de la puerta

¡Sabía que tarde o temprano llegaría! Pero no esperaba que fuera precisamente aquí.  No dejaré que te pase nada, en serio. ¡A ti no!

 

 

  Creo en Dios,
  Padre Todopoderoso,
  Creador del cielo y de la tierra.
  Creo en Jesucristo, su único Hijo,
  Nuestro Señor,
  que fue concebido por obra y
  gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Vírgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado,
muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre
los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha
de Dios, Padre Todopoderoso.

Hemos atrapado a dos, a una gorda y a otra que le gusta rezar... Nos las llevamos al despacho del decano, date prisa... Vosotras primero, señoritas.

 

 

A través de la puerta os llegó de nuevo la voz

¿Que habéis atrapado a dos? ¿Una gorda y otra religiosa? No hagáis nada hasta que llegue

Tras unos segundos de silencio, el hombre comenzó a andar.

Pobres niñas, qué puedo hacer...

Ainhoa finalmente se terminó de acojonar. Sintió un dolor en su pecho y otro en su estómago. Todos sus músculos se contrajeron para llenarla de una tensión que ni el propio payaso que había imaginado le ocasionaban. Una cosa era asustarse de lo que se imaginaba o de lo que se creía ver y otra mucho más diferente era encontrártela delante de tus propias narices. No podía creérselo pero allí estaban, no sabía de dónde habían salido, ni cuantos más como ellos habría, pero lo que había jurado que eran imaginaciones suyas ahora se habían hecho realidad. Efectivamente, en aquella universidad había más gente a parte de ellos. Y ni siquiera eran rostros conocidos, ni tampoco podía comprenderse qué hacían allí. Fuera como fuese, Ainhoa no pudo ni sentirse molesta porque la llamaran gorda, tenía tanto miedo que esas palabras a las que estaba tan acostumbrada ni le preocuparon, lo que sí era saber qué querían de ellas y qué es lo que harían.

Por si acaso, Ainhoa se llevó las manos a la nuca y agachó la cabeza. No quería morir, así que no tenía ninguna intención de ponerle las cosas más difíciles a esos dos... ¿ladrones, asesinos?... a esos dos.

El momento de oir las últimas palabras que salían de la boca del conserje, habían capturado a Beatriz y Ainhoa, mierda. Veo como Hellin hace un impulso y se levanta hacía la puerta, quería escapar. 

Susurrando para que me escuche. - ¿que haces, ven aquí, espera a que se aleje y vemos si podemos escapar de aquí. Le estaba sobre pasando la situación y no se lo podía reprochar nada, había actuado con mucha valentía las horas antes.