Partida Rol por web

Martin debe haber salido ya. Él es el que activó la alarma de incendios... Sabina parecía enfadada y no era para menos. Se había pasado la noche pendiente de cuidarlo y de soportar sus tonterías de superioridad para que luego no hiciese nada de nada. La impresora llamó la atención de la joven que incrédula miró a Ainoha ¿De verdad estaba ahí el examen?¿O qué es eso?

La pregunta de Sabina la sacó de su aislamento mental. Había pasado varios minutos tratando de desencriptar las claves del ordenador y de buscar toda la información posible hasta que lo logró. Cuando la impresora se puso a imprimir todo, borró el historial de búsqueda, borró todos los archivos imprimidos recientemente y después pasó uno de sus pañuelos por el teclado del ordenador, de la impresora o todo lo que había estado manipulando.

Al notar el sonido de la alarma más alto se giró hacia sus compañeras que parecían haberles liberado. Entonces fue cuando escuchó la pregunta de su compañera, ¿me estás diciendo que llevo todo el rato corriendo pensando que nos íbamos a quemar viva y ahora saltas con que la alarma era un señuelo? eso era lo que había supuesto en un principio, pero estaba tan nerviosa y alterada que ya no sabía ni lo que decía.

Dobló todos los papeles y los guardó en su bolso. Guiñó un ojo a Sabina para confirmarle que lo había conseguido, y después lo metió todo en su bolso. ¡Lo había conseguido!

¡Larguémonos de aquí! ¡En cuanto estemos solas y lejos podremos hablar de todo lo que hay aquí! Gritó eufórica mientras daba un golpecito a su bolso.

-Ainhoa tiene razón, si ya han salido todos vámonos de este sitio. Fuera ya seguiremos hablando...
Se dirigió junto con Ainhoa a la salida de emergencia más cercana, estaba claro que ya habían alargado su estancia en la universidad más de lo deseado. Además, ¿Y si volvían los de las armas? Beatriz no podía dejar de pensar en el decano, tirado en el suelo de su despacho como si fuera un gato atropellado en medio de la carretera. Ella no quería morir, y no quería seguir allí, si el resto pensaba en quedarse allí dentro podían hacerlo sin ella.
 

No pudiste evitarlo. Gritaste, gritaste como nunca lo habías hecho. Ricardo siempre había significado algo más que un amigo para tí. Quizá no para una relación seria, pero era Ricardo... Y ya no lo iba a ser nunca.

Te llevaste las manos a la cabeza e, inconscientemente, tiraste de tu cabello. No sabías por qué, pero el dolor te ayudaba a tranquilizarte, o eso pensabas. Realmente, te habías arañado la cara, te costaba demasiado respirar y tus ojos estaban hinchados por la gran cantidad de lágrimas que salían por ellos. Y los gritos... los gritos superaban la alarma de incendios.

El conserje quedó atrás. No os preocupásteis por él, y él no pidió ser ayudado. Su mirada no se apartaba del cadáver del decano, pero su rostro no demostraba culpabilidad. Realmente, no había ningún tipo de sentimiento en él, pero algo extraño pasaba... Con el destornillador en la mano, como si un demonio le hubiese poseído, empezó a clavarselo al cuerpo, haciendo que la poca sangre que le pudiera quedar saliera de su torso.

Corristeis, sin tener que preocuparos por el ruido, por los cojos o por gente que se quedase atrás. De pronto, los planos de la Universidad aparecieron en vuestras mentes y sabíais perfectamente por dónde salir. Tras recorrer el camino en menos de un minuto (aunque os pareció una eternidad), llegasteis a la salida de emergencia. La puerta se abrió con tanta facilidad que pareció que os estaba esperando.

Al fin, el exterior. El ruido de la alarma quedaba atrás, aunque siguiese resonando en vuestros oídos. El miedo y los peligros quedaron fuera. La noche pareció calmaros, tranquilizaros...

Un grito de dolor atravesó la noche, más alto incluso que la alarma.

Era Hellín. Una rápida mirada por la zona la descubrió, detrás de un coche, gritando como si estuviese loca. Ella no os había visto.

Antes de salir corriendo hasta Hellín, Ainhoa sacó su teléfono móvil. Estaba realmente nerviosa y preocupada. No sabía que debía hacer, pues seguramente la muchacha de la que llevaban horas sin saber de ella, estaría en peligro por culpa de la pelirroja y su acompañante, y si se acercaban hasta ella, era más que probable que les hicieran algo a ellos también. Pero si no lo interrumpía a tiempo, posiblemente la matarían. No habían dudado antes, no lo iban a hacer ahora.

Comprobó si su teléfono tenía cobertura o no, y ahora que estaba fuera confiaba en que pudiera hacer una última llamada. Era hora de llamar a la policía y avisar de todo lo que había sucedido allí. Ellos se habrían colado en la universidad, pero no era tan grave como todo lo que habían descubierto. ¡Y encima ella tenía muchas pruebas que acusaban al decano de lo corrupto que era!

Me incorporo notando como mi cuerpo tiembla y voy hacia donde antes estaba la moto que había marchado, con la respiración entrecortada y con un pánico interno que impedía que me concentrara "¿Qué hago ahora? Y no solo ahora... Si salía de esta ¿Qué iba a ser de mi sin Ricardo? 

Miro mi mano y noto que tengo un matojo de mi pelo en ella, el cual me lo había arrancado por los nervios. Me derrumbo en el suele de nuevo y me encojo lo máximo, aterrada y desesperada por primera vez en mi vida por ver a un policía. 

Huyendo por una de las salidas de emergencia, allí estaban Ainhoa, Beatriz y Sabina.

- Estáis...- Quería decir vivas, pero por un momento pensé que era una ilusión, o incluso sus fantasmas. Así que me quedo detrás de ellas intentando concentrarme. 

Helena...¿Helena estás bien? ¿Has visto a Ricardo?¿O a Martin? la chica agarró a la punky de los hombros dispuesta a zarandearla si no reaccionaba. Ya habría tiempo de contarle que habían visto al decano asesinado por dos psicópatas. ¿No habrás visto a una furcia recauchutada y pelirroja?

- Los han...- Intento decir mientras sollozo y pienso si serán ellas realmente o no. Pero, realmente ¿Qué más daría a estas alturas si hablo con personas reales o no? - Han muerto.- Digo finalmente, viniéndome la sonrisa de Ricardo a la mente y pensando que jamás la volvería a ver. - Están aquí fuera, sus cuerpos... 

- Sí que he visto a esa mujer, ella los ha matado a ambos.- Digo secándome las lágrimas. 

Las palabras de Hellin os dejaron perplejas, pero no queríais creerlas. Mirásteis alrededor, y lo que sí pudisteis ver en la distancia fueron dos bultos tirados en el suelo. Alargados, sin movimiento... ¿Martin y Ricardo? Algo en vuestro interior no quería aceptarlo, pero parecía la única opción lógica...

Y si el sonido de la alarma de incendios de la Universidad era poco, en la distancia podéis escuchar sirenas de bomberos, ambulancias y policías

La cobertura había vuelto al teléfono al tiempo que Hellin se acercaba a vosotras. Escuchabas sus palabras mientras el tono de la llamada sonaba en tu oído.

Tras unos pocos tonos, una mujer con un tono de voz bastante agradable descolgó el teléfono.

Buenas noches, ¿en qué podemos ayudarle? preguntó.

¡Hola! Gritó nerviosa mientras hablaba por teléfono. ¡Sé que la policía debe estar en camino! Estamos en La Universidad y hemos descubierto unos cadáveres. ¡Hemos visto a dos personas, un hombre y una mujer! ¡Han asesinado a tres personas que sepamos y ahora mismo andan sueltos! No les hemos vuelto a ver desde hace unos minutos, pero nos encerraron y nos amenazaron. Dos de nuestros compañeros están... la última palabra no pudo decirla, se le quebró la voz a la espera de la contestación de la policía.

Echó un ojo a los dos bultos que había allí, si Hellín estaba sana y salva, significaba que Ricardo y Martin no habían tenido la misma suerte. Miró a la vegetariana y la dedicó una sonrisa algo tristona. Cuando colgó el teléfono, tras escuchar lo que la mujer tenía que decirle, su mente científica comenzó a trabajar. Chicas, siento decir esto, pero... creo que necesitamos una coartada y explicar qué hacíamos aquí...

—Yo pienso decir la verdad— Sabina miró desafiante a su compañera antes de pasar el brazo por encima de Helena. Su conciencia no podía estar más dañada: había abandonado a Martin y había sido asesinado. Igual daba lo imbecil que hubiese sido. Se había alejado de Ricardo por un orgullo de amor no correspondido y también había muerto. Aunque esto me cueste mis sueños. No puedo mentir sobre esto, no...Eso ayudaría a los asesinos de Ricardo y Martin. La chica se encogió de hombros con lágrimas en los ojos. Tan solo quería que llegase la policía. 

¿Y qué vas a hacer cuando nos pregunten qué hacíamos en la universidad a estas horas? Preguntó a Sabina para conocer cuál iba a ser su supuesto plan. Podemos acabar de cómplices de asesinato, o ser juzgadas por hallanamiento, o cosas mucho peores...

La verdad. —repitió Sabina.—Salvo un intento de robar un examen no hemos hecho nada malo. No nos pueden acusar de asesinato, ni de ser complices. Haré lo que haga falta para que detengan a esos asesinos. Y si ello implica que me expulsen de esta mierda de universidad, pues adelante...Además, mentir es absurdo. ¿Crees que no habrá grabaciones en ninguna parte de la universidad?

Aquella noche había aprendido mucho sobre la vida y la muerte, más de lo que nunca habría hecho en todos los años de carrera que la hubiesen quedado por delante, si su expulsión no fuese evidente. La chica parecía totalmente desolada y, con el ruido de fondo de la policía acercándose, se restregó los ojos.
Cada cual con su conciencia, Ainhoa... pero yo no pienso mentir. Y no voy a dejar que el miedo me convierta en algo que no soy: una mentirosa. Si quieres irte adelante, no diré que estuviste aquí. No soy una chivata y no diré quién eres, no pueden obligarme. Pero lo que no voy a hacer es inventarme una coartada. Voy a contar la verdad, voy a describir a esos cabrones, voy a dar cada detalle sobre ellos que pueda y...y...

La voz finalmente se quebró pero aún así sacó fuerzas para terminar su frase. Y así a lo mejor, con mucha suerte, pueda volver a dormir algún día. Sin remordimientos. 

Ainhoa se quedó allí parada y asintió con la cabeza. Estaba de acuerdo con las palabras que le había dicho Sabina. Al fin y al cabo, tenía razón. Lo importante siempre sería tener la conciencia tranquila, y si así lo conseguiría, así lo haría.

Pero recuerda una cosa, Sabina. No ha sido un intento de robo, ha sido Un Robo. Dijo mientras daba unos golpecitos a su bolso.

Me da igual La chica estaba decidida y, aunque profundamente afectada, no se dejaba convencer. Que hagan conmigo lo que quieran. De todas formas eso carece de importancia. Después de la que se ha liado... el examen va a ser lo de menos. Dudo que se haga