Partida Rol por web

Antes de que la baronesa pudiese decir algo, tres golpes secos en la puerta interrumpieron la conversación.

En el momento en que las últimas palabras del profesor salían por su boca, unos golpes en la puerta solicitaban el acceso a su despacho:

-Adelante.

Entonces se giró hacia Catalina y comentó:

-Lady Catalina, le presento a Sir Alexander. Estoy convencido que este encuentro será muy productivo. Sir Richelau, la baronesa Von Strauss.

Van Helsing hizo un gesto a Alexander para que se acercase hasta dónde estaban ellos mientras le ponía al corriente de los acontecimientos:

-La baronesa ha venido a ofrecernos unirnos a su bando. Al parecer tiene un interés especial en acabar con el Conde Drácula y con Vincent.

- Las presentaciones son innecesarias, Profesor Van Helsing. - Añadí con total tranquilidad, en una actitud altiva y señorial, mientras dejaba la maleta en el suelo, y utilizaba la mano enguantada para cerrar la puerta, impregnando de aquel aceite el picaporte.

- No se tome la molestia de levantarse. - Me adelanté a los movimientos de la vampira, mientras me quitaba el guante y lo dejaba caer sobre la papelera más cercana. Volví a recoger la maleta, caminando con cierta actitud de control total por el lugar. - No será necesario. -

Dejé la maleta sobre uno de los poyetes de la ventana, mientras dejaba el vaso con agua sobre la maleta, y metía un dedo en aquellos viales para escribir algo en las ventanas. Estaba consagrándolas en latín. - Acabar con el Conde Drácula. Interesante, si no fuera porque usted afirma haber acabado con él, Señor Van Helsing. - Dije sin acritud, si no con una voz tranquila, sin alzar la voz.

- Y... dígame una cosa... ¿Porque nosotros deberíamos ayudarle en aniquilar su competencia directa, con lo que esto nos facilita potencialmente la vida a todo buen hijo de Inglaterra? - Acabé por preguntar mientras acababa por escribir la última de las letras, en la última ventana.

Entonces, y solo entonces, retrocedí hasta la maleta, abriéndola con sumo cuidado a la espalda de la Baronesa, sin perderla de vista, escudriñando en busca del mejor elemento para acabar con ella.

Estacas hechas a partir de la Santa Cruz de la Catedral de Notre Dame sería no solo una buena opción. Además la primera.

Cuando Richelau comentó sobre Drácula Van Helsing observó a la baronesa:

-Estaba a punto de contármelo cuando habéis llegado. Con un movimiento ligero de la mano dio a entender a la mujer que tenía la palabra, mientras dejaba que el duque prosiguiese con sus quehaceres.

-Incluso me comentaba que se había reunido con él. ¿verdad baronesa?

Habías visto demasiadas cosas tanto en tu vida mortal como en tu no vida, tantas que ya nada podía sorprenderte... o quizás sí, porque desde luego aquella aparición fue lo último que te habías esperado. En un principio pensaste que acababa de entrar Drácula en persona, pero tras los segundos de estupor y tu infalible olfato te diste cuenta de que era un humano con un asombroso parecido con el conde, un examen más exhaustivo te hizo caer en la cuenta de que ese parecido obedecía a una razón, la sangre de tu ex fluía por sus venas. Vaya, ibas de sorpresa en sorpresa, en aquella habitación se encontraban nada más y nada menos que los descendientes humanos de dos de los vampiros más poderosos de Europa...

Pero el problema es que el denominado Richelau... poseía la misma arrogancia... o más que el propio conde, amen de que el mortal parecía ser un experimentado cazavampiros con bastantes trucos en la manga, no había duda de que estaba en una situación embarazosa, debería tener cuidado, mucho cuidado...

Con la dirección del despacho donde encontrar al humano no me quedaba mucho más por buscar en aquella habitación. Había llegado el momento de empezar a hacer lo que había venido a hacer a esta húmeda ciudad, pues no había recorrido media Europa para participar en las luchas fratricidas entre Catalina y Vincent por mucho que ese tipo de juegos me gustase enormemente.

Mi único objetivo en Londres era acabar con la vida del gusano humano que había osado enfrentarse a mí, al mismísimo príncipe de las tinieblas. Pero matarlo habría sido demasiado fácil, quería hacer que sufriera, que viera como la gente a la que apreciaba era destruida y que maldijera el día que puso un pie en mi castillo.

Muchas gracias señora, no tiene que molestarse.- Me acerqué a la mujer que ya había terminado de servir el té y tenía entre sus manos una taza llena que me estaba ofreciendo.- Nada de esto será necesario.

Con un veloz movimiento me abalancé sobre ella y clavé mis colmillos en su cuello y comencé a beber de él sin ninguna avidez, pues no estaba sediento. Aquello era sencillamente un acto de venganza, aunque tengo que reconocer que la tibieza de la sangre de la casera de Van Helsing bajando por mi garganta me proporcionaba una sensación bastante agradable.

Bebí de ella hasta casi las últimas gotas, pues dejé que la última reposara sobre su blanco cuello. Dejé a la mujer en el frío suelo del apartamento y caminé hasta el escritorio donde cogí pluma y papel. Tras empapar la pluma con la sangre de la señora Pomfrey escribí en la carta mis palabras para el gusano humano.

Una lástima que no estuvieras en casa esta noche.

Me habría gustado poder saludarte en persona, pero puedes venir a devolverme la visita al Reform Club¹ si así lo deseas.

Atentamente.

Un viejo amigo

Dejé la carta a la vista y salí de la casa del humano en busca de Catalina. Aún tenía temas que tratar con ella después del encuentro que tuvimos con los cazadores.

Estaba a punto de responder a Van Helsing cuando, de repente, la puerta se abrio. Por un instante, la imagen que vio me dejo paralizada. ¿Que esta haciendo alli aquel estupido presuntuoso? Note como mi ira iba en aumento y como cara poro de mi piel rezumaba odio hacia aquella maldita criatura. ¿De verdad habria sido capaz de aliarse con Van Helsing antes que yo?

Sin embargo, cuando estaba a punto de increparle, de acercarme a el para abofetearlo por sinvergüenza, reparé en que aquel tipo olia a vida, que no exhalaba aquel aire mortecido del propio Drácula. No, no era a mi "bienamado" conde a quien tenia delante. No, no era Drácula. Solo era "como" Drácula. ¿Como era posible? El parecido era total y absolutamente asombroso.

-¿Quien es usted? - es lo unico que salio de mis labios, completamente descolocada por el descubrimiento. Aunque, a decir verdad, no era necesario que me respondiera. Conocia aquellos simbolos, sabia lo que estaba haciendo: estaba cavando mi propia tumba. Aquel hombre que tanto parecido guardaba con el mismo ser al que queria dar muerte, estaba preparandose para asesinarme.

-Dracula sigue vivo. Puedo desmotrarselo, si quieren. Y, aunque es un pez grande, no es el mas grande de todo el acuario. Dracula ha intentdo aliarse conmigo para acabar con Vincent, un señor vampiro mucho mas viejo y mas poderoso que el. Sin embargo, no hace falta ser un genio para suponer que Dracula querra jugarmela en cuanto Vincent este muerto. Ahi es donde entrarian ustedes: yo les sirvo a Drácula y al resto de señores vampiros en bandeja de plata y ustedes, a cambio, dejan que me retire en paz y armonia.

Es un trato justo, no me lo negaran... - dije entonces, mirandolos alternativamente, manteniendo la entereza y aquel aire elegante y señorial mio a pesar de estar en aparente desventaja.

- Me parece una pregunta redundante, incluso para una Hija de la Noche. - Me detuve un momento, sacando una biblia de la maleta, comenzando a arrancar sus páginas una a una y de una forma bastante metódica. - Pero solo puedo repetirle lo que el profesor le ha dicho. Soy Sir Alexander I de Richelau. - Y comencé a caminar alrededor de la silla donde estaba sentada la mujer, dejando caer al suelo páginas de la biblia.

- Ahorrese los parecidos. Nos hará un favor a todos los presentes. - Indiqué a la mujer cuando pasaba por delante de ella, dejando caer aquellas páginas por el suelo para hacer imposible la huida de la mujer en caso de intentarlo.

- Drácula sigue vivo. Que interesante. Así que hace mención de que el mayor logro de nuestro amigo, el profesor Van Hellsing es solo... una quimera. Una mentira y por lo tanto, lo relega solo a un mero puesto de cazador sin éxito. ¿Qué opina de esto, profesor? - Desvié la mirada hacia Van Hellsing, negando con la cabeza.

- Déjeme explicarle una cosa. - Me paré delante de ella, después de haber empapelado el duelo con aquellas páginas. - Usted nos entrega en bandeja de plata a todos los Señores de los Vampiros, y a cambio nosotros le hacemos entrega del trono de los no muertos. - Negué con la cabeza.

- Estoy por seguro que no nos toma por tan estupidos, Mi señora. Primero, por que no se presenta con su nombre real. Después, por intentar ocultar en buenas intenciones su ascensión al trono mediante la manipulación de su ganado. Y por último, por creer que yo, El Señor Richelau, iba a caer en tan bajo embuste. -

Hice una pausa, tomando el vaso que había traido y sosteniendolo entre mis dedos.

- Ahora déjeme que le haga una contraoferta. No puede salir de esta sala, lo sabe. Esta atrapada, ambos lo sabemos. Y la única forma de salir viva de aquí, es aceptando mis términos. - Hice una pausa exagerada.

- Por lo que aceptará mis terminos. ¿Lo ha comprendido? - No, no le dijo cuales eran los terminos.

Sangre... que hermosa es la sangre, su color, su textura, su tibieza cuando sale del palpitante cuerpo de un humano y se desliza suave y elegante por la garganta... sí, aquella era la sensación más placentera y agradable para el conde, de echo era la única sensación que su corazón era capaz de sentir... bueno para ser sinceros en el corazón de Drácula cabía algo más, como el odio y la sed... sed tanto de sangre como de venganza.

Venganza que había empezado a cobrarse su primera víctima, la anciana que cuidaba de Van Helsing, había dejado las pistas suficientes para el humano fuese hacia Vincent... que interesante que sería el resultado de aquella reunión, que endiablemente divertido sería ver la cara del profesor cuando entrase en su apartamento tras un día de trabajo, llegaría buscando paz, buscando calor... daría cualquier cosa por verlo en el momento en que encontrase a aquella desdichada mujer muerta.

El conde visualizó al humano, un instante de shock, el rostro adquiriría la palidez que toma el rostro de los mortales cuando algo les sorprende de una manera desagradble... después se abalanzaría sobre ella para tratar de reanimarla, sin exito por supuesto... pero lo mejor vendría cuando descubriese la carta, entonces su desasosiego por no haber podido ayudar a su protectora se convertiría en ira y odio... odio que se volcaría contra el estirado de Vincent. Sí le encataria verlo, pero se tendría que contentar con imaginarlo.

Tras dejar el apartamento se dirigió hacia el cementerio, conocía lo suficientemente bien a Catalina como para saber donde encontrarla, ella siempre escogía aquellos lugares porque se encontraba más a salvo en ellos... al menos así era cuando ambos convivieron juntos. Así pues Drácula visitó varios cementerios hasta dar con el indicado. Sus pasos lo condujeron hacia una cripta familiar, olía a rosas marchitas... el olor favorito de la baronesa.

No había duda, aquel era el escondite de la señorita Von Strauss, pero ella aún no había llegado.

¿Qué? ¿Habías oído bien? Aquel duque con aires de grandeza se acababa de mofar de tí. ¿Pero quien demonios se creía que era? ¿Cómo se atrebía a juzgarte? Eras un hombre tranquilo y racional pero Richelau tenía el don de hacerte enfadar... no cabía duda de que era el descendiente de Drácula... pero lo peor era que según aquella vampira tu peor enemigo seguía vivo, ¿cómo era eso posble? Lo habías matado, habías visto como se convertía en ceniza... ¿Qué era lo que había salido mal? ¿Que pasó cuando abandonaste el castillo?

Sir Richelau tomaba la iniciativa en aquella conversación. Sin embargo, como siempre le ocurría, su tacto dejaba mucho que desear y no tenía mayor problema en faltar al respeto de todo el que en aquel lugar se encontraba:

-Sir Alexander. Por favor. Dijo en tono serio. Dejad explicar a Lady Catalina lo que sabe sobre el conde Drácula. Las palabras de la vampiresa habían dejado perplejo al profesor y si una cosa iba a obtener de aquella reunión, era que le contasen qué ocurrió, qué pudo salir mal y sobre todo cómo es que lo que vió con sus propios ojos resultó no haber sido así.

-Lady Catalina. Explique lo que el Conde Drácula le ha contado si es que es verdad que sigue con vida. ¿Cómo puede ser que siga vivo? Yo mismo acabé con él y vi sus cenizas. De otra forma, dejaré que el señor Richelau prosiga.

Segui a Richelau con la mirada, asombrandome a cada paso aun con aquel macabro parecido. ¿Como era posible que alguien tan distinto se pareciera tanto a el? Escuche cada una de sus palabras, incluyendo aquellas que dejaban claro que sabia quien era, que sabia cual era mi estatus y, si seguia viva a aquellas alturas y seguia manteniendo aquel dialogo conmigo, que tambien sabia que podia serle de utilidad.

Y entonces me di cuenta de lo que ocurria realmente, sobre todo, despues de la infantil peticion de Van Helsing. ¡Que explicara lo que el conde me habia contado! ¿En serio? Con aquel comentario comenzaba a darme la sensacion de que quizas Van Helsing solo habia sido un tipo con suerte y que si habia conseguido apartar a Dracula de la circulacion por un tiempo no habia sido mas que producto del azar. Dudaba mucho que alguien con aquella ingenuidad pudiera acabar realmente con mi querido ex.

Y quizas fue eso lo que hizo que, a pesar de las circunstancias, alzara una ceja, y una media sonrisa se dibujara en los labios- Por favor, profesor Van Helsing, seamos serios. ¿Que les cuénte qué me ha dicho Dracula? Como si Dracula fuera contando sus planes secretos y mortales a alguien, sobre todo teniendo en cuenta que soy su ex.  ¿Sabe cuanto hacia desde la ultima vez que nos hablamos en terminos civilizados y sin intentar matarnos el uno al otro? - dije, con un bufido, negando, mientras me volvia hacia Richelau.

-Al menos parece que usted si sabe a qué nos enfrentamos. -dije, observando al hombre que parecia estar intentando convertirse en mi verdugo. Sin embargo, me detuve un instante, mirando de nuevo a Van Helsing, incredula- ¿En serio dice que fue usted quien acabo con el? No me extraña que siga con vida... - añadi, con cierto humor, negando con cierto cinismo.

Y mi mirada se clavo de nuevo en Richelau, aquel nuevo factor en la ecuacion. Uno que, al parecer, era sumamente peligroso- Hable. Le escucho. - dije, cuando me hablo de aceptar sus terminos.

- Bien. Lo ha intentado y ha fracasado. Échese a un lado, Profesor y déjeme trabajar. - Me había molestado que el Profesor Van Hellsing intentara interrumpirme, jugando a un juego que dado su fracaso con Drácula, estaba claro que no conocía. Ni sus reglas, ni los terminos, ni el premio.

Ni el precio de la derrota.

Sobretodo el precio de la derrota. Aquello era algo que yo, como hijo del Reino Unido, no podía consentir. - Y usted no me ha comprendido. - Esta vez me dirigí a Catalina, señalandola con el bastón. - Aceptará mis términos. Después se los explicaré. Y para asegurarme que así lo hace... - Bajé el bastón, acercandome aquella bolsa y sacando de ella un rosario de madera, tallado a partir de la cruz mayor de la catedral de Colonia. - ...se pondra esto. Ahora tiene dos opciones. - Dejé el Rosario sobre una mesa, al alcance de Catalina. - La primera de sus opciones, acepta mis términos aun sin saberlos y se pone ese bonito rosario. Le quedará genial. La segunda de sus opcioens es negarse. En tal caso la mataré, definitivamente. Y sabe que con alguien como yo, que ya ha preparado su terreno de caza hará que alguien como usted lo tendrá francamente difícil para sobrevivir. ¿De verdad se va a arriesgar? -. Por desgracia, no parecía que fuera de farol. Richelau había puesto todas las cartas sobre la mesa, o eso parecía.

Tomó el vaso de agua con el que entró, tendiendoselo a la vampira. - ¿Un trago para pensarselo mejor? -

Van Helsing finalmente se cansó. Se cansó de escuchar estupideces, de mantener la educación y que aquellos dos personajes le insultasen a la cara.

-Lady Von Strauss, realmente ha colmado mi paciencia. He intentado ser amable y llevar una conversación de forma educada. La presuponía con un poco más de inteligencia para presentarse aquí e insultarme a la cara. Se lo voy a repetir una vez más y ninguna más. Espero que esta vez le quede claro. ¿Cómo es que Drácula sigue vivo? ¿Cómo es posible que haya renacido de sus cenizas? Y no me venga con que lo desconoce. Tanto usted como yo sabemos que es la primera pregunta que le hizo en cuanto le vio aparecer.

El profesor se levantó de la silla y se acercó de nuevo hacia dónde había dejado la pistola. La cargó con aquellas balas que reservó en su día para Drácula pero que nunca utilizó y  que guardaba en su bolsillo y apuntó a la mujer desde la posición en que se encontraba.

-Ultima oportunidad, Lady Von Strauss. Y espero que esta vez tenga menos ganas de reir. Espero que esta vez haya entendido bien mi pregunta, pues le aseguro que sin una respuesta, usted no saldrá de aquí por sus propios pies.

Había intentado ser amable. Cordial. Intercambiar información por las buenas, pero al parecer aquella mujer era tan idiota de presentarse en su despacho e intentar mofarse de él. Presuponiendo que la educación de Van Helsing le daría una reunión tranquila incluso insultándole a la cara. Y ahora tenía en su despacho a dos maleducados e insoportables mindundis que se creían algo por el hecho de ostentar un título nobiliario. ¿Por qué la nobleza se comportaba de forma tan estúpida? 

Catalina miró el rosario que le tendía Sir Alexander, era un objeto delicado facturado en plata y oro de un gusto exquisito, el fino olfato de la vampira le indicó que estaba bendecido, la pequeña luz sagrada que habitaba en los objetos benditos era más evidente. Lo que significaba que era peligroso.

Ahora se le planteaba varias opciones, no tocar el rosario y tratar de escapar de allí utilizando sus mejores dotes que los siglos de caza le habían otorgado, coger el rosario y tantearlo con la mano o directamente ponérselo en el cuello... no estaba segura de lo que podría pasar.

Una sonrisa cargada de cinismo se dibujo en mi rostro, al escuchar los termino de Richelau- ¿Dos opciones? Yo solo veo una. Los dos sabemos que pasará si me pongo ese rosario, si bebo su agua, o si no hago ninguna de las dos cosas anteriores. - dije, sin llegar a coger aquel objeto, negando- Soy una criatura de la noche, caballero. Sé que cosas pueden acabar conmigo. - me limite a contestar, mientras suspiraba, bastante hastiada, ante los intentos de Van Helsing por medirse con aquel hombre que, me gustara o no, debia reconocer que tenia estilo.

-Ahorrese las amenazas, profesor. Les he dicho todo lo que se. Les he ofrecido todo lo que esta en mi mano. Desde luego, en un mundo en el que hay cierta tendencia a acabar con tus semejantes, Dracula jamas me revelaria como lo hizo. Eso tambien deberia saberlo. Sin embargo, si quiere confiar en mi, saber que lo que digo es cierto, no tiene mas que darme la oportunidad de proponer un encuentro con el. Nuestro amado conde no solo esta intentando matarme y engañarme... antes planea seducirme, asi que no deberia ser demasiado dificil. Y, como gesto voluntad y para que vean que no es una trampa, dejare a su amigo, el señor Richelau, que sea el quien disponga el cuando, el donde y el como, de una forma realista, por su puesto.

Pueden darme un voto de confianza y comprobar al menos si lo que digo es cierto... O pueden acabar conmigo ahora mismo. Pero, si lo hacen, muchos mas inocentes seguiran muriendo mientras consiguen darle caza al conde. Usted sabra cuantas muertes más quiere que recaigan sobre su alma... - añadi, encogiendome de hombros, clavando mi mirada directamente en el profesor ahora.  Estaba claro que Richelau tenia menos alma que yo incluso...

La mentira era algo muy difícil de ocultar a los ojos de Van Helsing, pudo ver la mentira en Keane cuando le informó que tendría una visita aquella tarde y aquella no iba a ser la excepción. El profesor ignorando la pomposidad y la altivez de la mujer se centró en sus gestos y sus palabras... había algo oculto en ella, de eso no cabía la menor duda... había ido a verlo por algo en concreto, sin duda su primera intención habría sido la de engañarlo pero, para sorpresa de Van Helsing, decía la verdad...

La forma de hablar al referirse a Drácula, la reacción que tuvo cuando vio a Richelau... lamentablemente todo parecía indicar que aquel vampiro a quien eliminó estaba vivo, que ella no sabía como había escapado de la muerte y que efectivamente quería acabar con él...