Partida Rol por web

Sean recibió las palabras de Alexander, y sobretodo su actitud, mal. No era esa la respuesta que el Lord inglés había esperado de un miembro tan destacable como Sir Alexander, la decepción de Sean se hizo más que palpable y por lo que a él respectaba no pensaba volver a impedir que se marchara. Blackwood había tratado de complacerlo y darle respuestas a sus preguntas, pero lo lógico hubiera sido que él también se mostrase mucho más receptivo y compartiera la información que a Sean se le escapaba. Sean podía entender que Richelau actuara movido por el orgullo y la arrogancia propias de su posición... pero Sir Alexander debía entender que Blackwood también era alguien importante y provenía de una familia muy poderosa, lo que significaba que no volvería a rebajarse a nadie. 

- Como guste Sir Alexander. Lamento que su visita a este club le haya resultado tan.. irrelevante- le dijo despidiéndose de él manera elegante pero fría. Entonces Sean miró hacia una puerta y haciendo un gesto con la cabeza apareció otro caballero- Peter, acompañe al duque de Richelau a la puerta, por favor...- volvió a mirar al duque- Buenas noches Sir Alexander, confio en que en otro momento vuelva a honrarnos con una visita más productiva. A pesar del pequeño malentendido con nuestro conserje le aseguro que las puertas de este club estarán siempre abiertas para usted.

El duque fue conducido hacia el salón previo al Hall del club. La habitación en sí estaba amueblada con todo lujo de detalles y comodidades, pero en ella sólo se encontraban un par de caballeros parlamentando sobre algo, entre ellos Tennant que parecía estar dando algún tipo de orden. Al pasar delante de ellos, ambos lo saludaron para continuar con sus asuntos. Entonces justo antes de salir al Hall sir Alexander tuvo que detener sus pasos. Una imagen mental se formó en su cabeza... la imagen de un gato con unos enormes ojos azules que lo observaban con suma atención... ¿No le había pasado algo parecido con anterioridad?

Camino a mi mansión, me detuve un segundo a alimentarme de nuevo, el momento en el que tendría que enfrentarme a Vincent y Catalina se acercaba y sabía que debía mantenerme lo mejor alimentado posible.

Empezaba a notar la claridad que precede al amanecer cuando me disponía a cruzar las protectoras puertas de mi mansión, aún me sobraba algo de tiempo, pero desde mi desafortunado encontronazo con el gusano humano está era la vez que más tarde regresaba a la oscura seguridad de mi hogar.

Una vez dentro de casa llamé a Esmeralda, tenía una misión que encomendarle.

Bien, pues alli estaba. A tan solo unos pasos de ver por fin al rey de los insoportables. Eche un vistazo a aquel edificio, enorme e imponente. Un edificio que, sin duda, dejaba clara cuales eran las carencias de Vincente. Ya se sabe: dime de qué presumes, y te diré de qué careces...

Una sonrisilla escapo de mis labios cuando aquella ultima idea cruzo mi mente. Y, tras aquellos pequeños segundos de frivolidad, me decidi a poner un pie en aquel lugar.

Varios interrogantes cruzaban mi mente. ¿Estaria alli tambien mi querido amigo Dracula, intentando apuñalarme por la espalda.

Seria genial descubrirlo...

Y asi, acabe por dirigir mis pasos hacia la puerta principal, dispuesta a entrar alli como lo hacian las señoras.

Empecé la noche alimentándome, la actuación estaba llegando a su punto culminante, y sabía que no podía tener ningún momento de debilidad. Tenía que estar en perfectas condiciones para lidiar con ciertas garantías con juego de poder al que tendría que enfrentarme en breve.

Cuando la madrugada anterior llegué a mi nueva mansión Esmeralda no se encontraba en ella. Tengo que reconocer, que aquello supuso un ligero contratiempo a mis planes, pero nada que no pudiera ser solventado por una mente tan aguda como la mía.

Lamentablemente, ahora que la noche había vuelto a caer no había motivo alguno para justificar que no fuera y mismo quien acudiera a darle las desagradables noticias a Vincent. Volví nuevamente al club de caballeros. Que Vincent hubiera establecido su residencia en un lugar público era algo que facilitaba bastante mis movimientos.

Comprobé que todo estaba en calma para trasformarme y entrar en el edificio usando mi forma vampírica.

Lo que fue realmente una decepción fue la escasa capacidad de comprensión de la que Blackwood hizo gala. Mis dudas iban desde que no escuchaba, hasta que era incapaz de comprender el producto de una frase con más de tres palabras. Quizás, llegados a aquel punto era cuando uno podía comprender a que se refería el periodico con la decadencia en la casta noble de mi pais. Personas como Blackwood manchaban la buena reputación de la gente con mi estatus social.

De haberse ahorrado ese desprecio gratuito que parecía imperar en todo el mundo desde hacia unos días hacia mi persona, habría sido mucho más receptivo a prestar mi ayuda. Pero no, todos con cuantos trataba parecían querer quedar por encima mio, de una forma un tanto estupida y ridicula, cabe decirse. Para intentar medirse conmigo, había que ser como mínimo tan inteligente como lo era yo.

Todo lo demás era quedar en ridículo.

Conocía a cuantos alguien debía conocer, me sentaba en la mesa más importante de la Orden de la Hoja de Plata y ahora, extrañamente desde hace unos días, parecía ser un Don Nadie. Si este era el trato que iba a recibir a partir de ahora en la orden, podían considerar mi dimisión como una realidad palpable. Yo solo estaba al servicio de Su Majestad, la única persona con excepción de la Princesa que podía considerarse por encima de mi en algún tipo de estatus social.

Después estaba la cuestión de como Van Helsing había conseguido desdoblarse y moverse más rápido que un caballo. Aquello si le intrigaba y preocupaba. Un dato más a investigar. Y por si eso no fuera suficiente, al pasar por la recepción fui saludado por unos cualquiera. Les devolví el saludo, pues después de todo, eso era a lo que parecía que iba a quedar relegado. Y solo cuando me disponía a marchar, vi aquellos ojos azules.

Me paré, girandome para escudriñar el lugar, buscando el origen de aquella visión.

Una especie de sexto sentido hizo que Van Helsing girase la cabeza hacia la ventana de la habitación irguiéndose como acto reflejo, sin motivo aparente.

- Cachorro, métete ahí dentro por favor- le indicó Vicent una pequeña puerta que había en la habitación donde se guardaban algunos palos de billar.

Van Helsing para su propia sorpresa se encontró entrando en el pequeño armario empotrado tal y como le había le había indicado Vincent. Al cerrar la puerta, se dió cuenta que había un pequeño orificio de luz. Se trataba del hueco para la llave, que quedaba a la altura de sus ojos, de manera que desde su posición tenía una buena visión de lo ocurría en aquella habitación.
 

Drácula se elevó en el cielo nocturno convertido en murciélago, la incursión le resultó tan sencilla como la vez anterior y no tardó demasiado en localizar la habitación de Vincent. Accionó la ventana con el poder de su mente, que de manera dócil cedió y una vez dentro se materializó adoptando su forma humana.

- Buenas noches querido conde- lo saludó el vampiro que se encontraba de pie, junto a la chimenea, observando las llamas- ¿A que debo el honor de esta nueva visita?- se giró hacia él con su característica sonrisa de medio lado.

El pluscuamperfecto del duque, se dió cuenta de que algo iba mal... no era la primera vez que aquella presencia y aquellos ojos azules se le colaban en el mente, lo que sólo podía significar que algo malo iba a pasar. Mientras miraba a su alrededor, sir Alexander no prestó atención al movimiento de los dos caballeros que había en la sala, los cuales salieron en distintas direcciones. Lord Tennant hacia el Hall del club y el otro hacia punto desconocido.

- "Otday eto obratno"

Escuchó como un susurro en su mente... ¿Quién le estaba hablando? ¿desde donde?

Catalina entró con toda su altivez en el Hall del Club, era tan pomposo como se atisbaba desde el exterior y bastante grande. Se dirigió con toda naturalidad hacia el conserje de aquella asociación. La vampira se regodeó pensando en el impacto que podría causar a sus trabajadores y miembros... que una mujer entrase en un sitio como aquel suponía todo un atrevimiento y más... una mujer como ella, tan exhuverante y voluptuosa.

 Para su sorpesa, no encontró a nadie en el Hall salvo un caballero bien vestido y con maneras de Lord, la miraba con gesto muy serio cerca delante del mostrador.

- Buenas noches...- la saludó el caballero con educación, aunque con un tono muy serio... a la baronesa se le antojó que se encontraba tenso- señorita Von Strauss, su visita es del todo inesperada.

Aquella pandilla de incompetentes estaban a punto de suicidarse, y sería necesario de mi presencia y grandeza para evitar más muertes de los subditos de su Majestad la Reina. Yo, en cumplimiento del deber de cualquier ciudadano bajo el Reinado de la Corona de Inglaterra, debía hacer cuanto fuera posible por salvar la vida de otro ciudadano.

Aunque fueran plebeyos.

Por ello, y aunque fuera de mi total y completo desagrado, me vi en la obligación de echar mano del bastón, torciendo el gesto del labio en una mueca de disgusto y siguiendo al segundo hombre que marchaba hacia un punto desconocido, y que tenía la sensación de que estaba a punto de perder algo más que la dignidad.

Como un pavo real. Asi fue como entré en aquel lugar reservado solamente al sexo masculino. Contoneandome, pavoneandome y dejando relucir mis mejores encantos, aquellos capaces de nublar los sentidos de los mas insensibles caballeros. Desde luego, claro que sabia lo que sucederia al entrar en aquel lugar. Pero, ¿Que mejor forma de pasar desapercibida que llamar estrepitosamente la atencion? ¿Quien iba a sospechar de mi naturaleza con una entrada tan descarada? Ademas, desde luego que Vincent tenia mucho mas que perder que yo si alguien tiraba de la manta estando en aque lugar. Asi pues, confiaba en la discreccion mutua por el bien de todos.

Y asi, camine en direccion al caballero que habia salido a recibirme, sin poder evitar dibujar una media sonrisa burlona ante su recibimiento- Oh, claro, desde luego que es inesperada. - dije, con cierto cinismo, ante la idea de que estaba en un club de caballeros en el que, obviamente, cualquier mujer nunca era de esperar- ¿Seria tan amable de anunciar al señor Vincent que he venido a verle? - comente, casual, como si aquella visita fuera de pura cortesia, mirandome incluso las uñas con aire despreocupado.

Ahora veriamos hasta que punto podia esperarme ser traicionada.

Alexander comenzó a recorrer una zona amplia de pasillos en consonancia con el lujo del resto del edificio. Aquella zona en concreto parecía ser la menos transitada, pues exceptuando el propio sonido de sus pisadas no se escuchaba nada más. Por instinto continuó caminando recto hasta llegar a una intersección... miró a ambos lados, al no tener idea de la distibución del club tuvo que admitir que se encontraba perdido y sin idea de a donde iba.

"Otday eto obratno"

Volvió a escuchar en su mente y entonces lo tuvo claro... hacia la derecha. El duque aligeró el paso... hasta que su avance fue interrumpido por una puerta. Posó una mano sobre ella, exáminandola... no parecía estar cerrada.

El caballero sostuvo la mirada a la baronesa con cierto deje de... ¿ira? Catalina estudió sus facciones con detenimiento... parecía que había algo que le resultaba familiar pero sin duda aquella era la primera vez que veía a aquel hombre... a priori no había razón para que estuviese tan tenso ante su presencia.

- Con todos mis respetos señorita Von Strauss pero en este club no se admiten mujeres y Vincent se encuentra ahora mismo reunido con otra persona- tras unos segundos en los que parecía que luchaba consigo mismo resolvió- aunque supongo que no piensa marcharse de aquí sin que Vincent la reciba... y yo no puedo dejarla en el Hall... Acompáñeme- concluyó de forma un tanto imperativa, sin darle la espalda manteniendo la vista clavada en ella.

Aquello fue extraño para Ven Helsing, pero algo dentro de sí le decía que debía entrar en el armario. Quizá fuese una trampa o quizá no, fuese lo que fuese Van Helsing no tomó conciencia hasta que se encontraba dentro. Una pequeña cerradura dejaba entrever un poco el interior de la sala, por lo que el profesor intentó escuchar y ver a través de la misma con una curiosidad enorme.

Por regla general, me habría dado la vuelta y me habría marchado por donde había venido. Había seguido aquel hombre precisamente para ahorrarle una muerte horrible, pero al desaparecer tampoco me llamaba lo más mínimo seguir aquella ruta, sobretodo no siendo sabedor de donde estaba -y de estar metiendome en la casa de otra persona sin permiso, y eso era de ser terriblemente mal educado-.

Pero una voz, aquella voz volvió a repetirse detrás de la puerta, y en contra de todo pronóstico, de lo que alguien como yo hubiera hecho, seguí adelante, solo para prepararme. Dejé en el suelo el maletín, abriendolo y sacando de el uno de los viales con agua bendita y rociando la hoja de la espada y el guante derecho de tela con él. Después guardé un crucifijo en uno de los bolsillos y tomé la biblia, una pequeña versión de la misma que guardé en uno de los bolsillos de la chaqueta y empujé con el pomo del bastón la puerta, solo una rendija para comprobar que había detrás.

Observe a aquel tipo en silencio. Sus facciones, su reaccion, aquella tension en su rostro y en sus musculos. Y aquel deje familiar, aquella sensacion de conocernos ya de antes. No, algo no cuadraba, desde luego. Ni siquiera aquel fogonazo de "ira". ¿Era posible que sintiera algo asi por mi una persona a la que jamas habia visto?

Alce una ceja, con aire astuto, clavando mi mirada en aquel hombre que incluso se mostraba reticente a darme la espalda. Y solo entonces hable, dejando que una afilada sonrisa se dibujara en mis labios- Buen disfraz. Pero no acostumbro a acompañar a quien no me muestra su verdadera cara. No intente engañarme. - dije entonces, sin moverme del sitio, colocando los brazos en jarra, esperando a que aquel "amable" caballero me contara de qué iba aquello. -Le doy una nueva oportunidad. ¿Nos presentamos de nuevo? - mi sonrisa se ladeo, haciendo que mi expresion se mostrara soberbia y desdeñosa. La expresion confiada de quien no piensa dejarse engañar.

Mucho me temo que esta visita no es de cortesía. Pues las noticias que traigo no serán de tu agrado.- Le dije al vampiro en cuanto recuperé de nuevo mi forma.

Tus sospechas sobre la locura de Catalina han quedado confirmadas. Su sed de sangre de Catalina es tan grande que ya no se conforma con utilizar los métodos que normalmente utilizamos para resolver nuestros conflictos.- No hacía falta nombrarlos todos, pero engaño y falsedad estaban entre ellos.- Sino que ahora también ha decidido usar al ganado. ¿Supongo que recuerdas a Van Helsing?- Esperé la confirmación de Vincent para continuar.

Pues ahora, gracias a nuestra querida baronesa vuelve a estar en el juego. No sé cómo, pero le ha hecho llegar al gusano la dirección de tu residencia. Ni este lugar, ni tan siquiera Londres, con tantos de esos cazadores husmeando por ahí son seguros en estos momentos.- Dejé pasar unos segundos observando su residencia para acabar lo que quería contarle al viejo vampiro.- Deberíamos actuar lo antes posible para acabar con Catalina y poder regresar a la confortabilidad de nuestras posesiones en el continente.

Van Helsing desde su posición podía ver perfectamente todo lo que pasaba en la habitación, con los músculos en tensión y tratando de mantener sereno su pulso, vio como una niebla espesa se iba materializando delante de Vincent, quien aguardaba de manera tranquila a que su visitante se manifestara. En apenas unos segundos el profesor pudo comprobar claramente de quien se trataba... el mísmísimo Drácula.

Finalmente la pesadilla se había echo realidad... un marea de sentimientos y emociones se arremolinaron en su mente y a punto estuvo de salir de su escondrijo y eliminar a aquel demonio de una vez por todas... sin embargo la voz de Vicent lo irrumpió en su cabeza.

- Todavía no cachorro, no te delates aún... paciencia

El profesor convino que aquello efectivamente era lo mejor, el conde había acudido para hablar con Vincent y no se perdía nada por escucharlo.

El instinto de Sir Alexander le decía que no debería de entrar allí, iba en contra de sí mismo y de su propia supervivencia... pero él era un caballero y su honor era tan grande como su ego... amen del resto de sus virtudes. Tras aquella puerta se encontraba un desafio... quizás su destino y él no iba a rechazarlo.

Nada más abrir la puerta una bofetada de aire frio le golpeó la cara al igual que el olor de la muerte, la sala en cuestión estaba prácticamente a oscuras pero aquello no impedía que pudiese verlo todo, tan sólo tuvo que acostumbrar sus ojos a la penumbra para saber que había alguien allí... un ser que lo miraba con intensidad, un ser que conocía muy bien, peor que nunca antes había estado a tan poca distancia.

- Sirr Alexanderr de Rrrichelau... al fin nos vemos carra a carra... es todo un honorr. Pase, pase sin miedo porr favorr, llevo mucho tiempo esperrando este momento

Se trataba de Boris "La Hoja" uno de los señores vampiros más peligrosos de todo el mundo, conocido por su crueldad, su rapidez y su fuerza.