Partida Rol por web

Tras la bastante accidentada ceremonia, los dos volveis a vuestros sagrados aposentos. Gabriel está... impresionantemente silencioso. A pesar de su armadura de señor del mal, y su habitual pose, le ves pensativo y con pocas ganas de hablar. Lo cual, creo que se parece bastante a tu estado actual.

Gabriel te mira, como esperando a que digas algo... y finalmente habla él.

- Supongo que te debo una explicación, Ixía.

Por un instante, por la tensión de los músculos de sus brazos, parece que Ixía va a volverle la cara de una bofetada. Finalmente, se controla. Camina majestuosamente hacia un sillón y se deja caer en él con la pose altiva de una emperatriz recibiendo al último paje del mundo.

- Supones.

La temperatura en el desierto, durante la noche, baja hasta los -15 grados. Por el tono de voz helado de Ixía no cuesta nada creer que sea la deidad de los desiertos.

- Supones-repite, esta vez tan ácidamente que sorprende que su voz no corroa el suelo.

Tamborilea con las uñas perfectamente cuidadas sobre el brazo del sillón. En el silencio absoluto de la sala, el sonido de las uñas reverbera como en una catedral.

- Me debes algo más que una explicación, Gabriel del Norte -añade, fríamente-. Y te recomiendo que la excusa que vayas a ponerme para justificar lo que ha pasado esta tarde sea muy buena.

La voz de Gabriel no tiene el mas mínimo tono de suficiencia o chulería en este momento. Es más, a pesar de no ser exactamente humilde, desde luego, para su tono habitual, es lo mas parecido a una voz humillada que le has oído.

- Ixía, no lo sabía. Me viste la cara cuando apareció ella. Lo había olvidado... Ocurrio antes de mi cambio, cuando aun era un paladin de Horus. Y lo había olvidado... - Dice, con autentico dolor en su rostro. - Fue algo tan horrible, que ni siquiera cuando ascendi a la divinidad lo recorde. Hasta que la he visto... - Añade.

- Que no lo sabías. Que no lo sabías. Tuviste un hijo con otra y tienes el valor de decirme que no lo sabías. ¿Cómo te atreves? -sisea Ixía, tan furiosa que el aire a su alrededor comienza a tomar la sequedad ardiente del desierto-. ¿Cómo osas? ¿Qué, te caíste entre sus piernas y no te diste cuenta? ¿Cómo te atreves a insultar mi inteligencia así?

Ixía está tan desaforadamente furiosa que clava las uñas en el asiento, arrancando virutas de madera de los reposabrazos, hasta hacerse sangre. Ni nota el dolor. La rabia es un combustible excepcional.

- Que no lo sabías. Que no lo sabías. Tuviste un hijo con otra y tienes el valor de decirme que no lo sabías. ¿Cómo te atreves? -sisea Ixía, tan furiosa que el aire a su alrededor comienza a tomar la sequedad ardiente del desierto-. ¿Cómo osas? ¿Qué, te caíste entre sus piernas y no te diste cuenta? ¿Cómo te atreves a insultar mi inteligencia así?

Ixía está tan desaforadamente furiosa que clava las uñas en el asiento, arrancando virutas de madera de los reposabrazos, hasta hacerse sangre. Ni nota el dolor. La rabia es un combustible excepcional.

- No pretendo insultar tu inteligencia, Ixía. Te estoy diciendo que lo olvidé TODO. Un año de mi vida mortal.No solo haberla conocido, y si, haberme acostado con otra mujer. Tambien todo el tiempo que pase con ella y lo que ocurrió al final. TODO. - Dice, remarcando la última palabra. Su voz, desde luego, esta tremendamente dolorida. - Te ruego que me dejes contarte lo que pasó. Despues de eso, puedes arrancarme la garganta si lo deseas...

No necesitas ver una diosa para ver que esta profundamente afectado por la situación.

- Es probable que lo haga, Gabriel del Norte -sisea Ixía, goteando rabia en cada palabra.

Lenta, cuidadosamente, se saca del dedo el anillo de bodas y lo examina al trasluz. El diamante negro brilla a la luz de las velas. La sangre que se ha hecho en las yemas de los dedos al arañar el sillón gotea lentamente por la joya.

- Te escucho -espeta-. Háblame de la mujer a la que amaste lo suficiente para darle un hijo -le dedica una sonrisa malévola, cuyos dientes casi están afilados como los de Virel- pero a la que misteriosamente olvidaste.

Juega con la alianza lentamente, sin preocuparse lo más mínimo por las manchas de sangre o las heridas en sus dedos.

Gabriel se interrumpe un momento. - Ixía... procura tranquilizarte, por favor. Tienes todos los motivos del mundo para estar tremendamente furiosa, pero no te hagas daño a ti misma - Dice, con expresión, preocupada. Y despues, no extiende la mejilla, sino la cara entera. - Pega todo lo fuerte que quieras. Seguro que es lo que estás deseando - Dice, sabiendo que lo le espera no es precisamente la bofetada de una doncella...

- No voy a golpear a mi marido -responde Ixía, con una sonrisa depredadora y una mirada furiosa que harían acojonarse a una esfinge-. Aunque quizá, después de esta conversación, te golpee a ti.

Con ese último "ti" vuelve a deslizar la mirada, significativamente, hacia el anillo de bodas que ya no lleva en el dedo. Sí, podría partirle la cara, pero las peores puñaladas se asestan en el espíritu, no en el cuerpo. Y está segura de que las veladas sugerencias de separación están enervando a Gabriel hasta lo indecible. Mejor. Que sepa porqué suelo pisa, lo cerca que está de la catástrofe.

Gabriel traga saliva, pero empieza a hablar. - Bien, Ixía... antes de mi transformación, recuerdas la clase de persona que era. Algo parecido a una maquina de matar, sin sentimientos, únicamente dedicado al exterminio del mal. O lo que yo pensaba que era entonces. Lo que no recordaba... es que antes de mi transformación ocurrió lo peor. - Dice, y mira hacia abajo.

- Estuve cerca de Falcongris, en un pequeño reino, luchando contra algunos bandidos. Parecían poca cosa, pero su lider era un mago renegado de bastante fuerza. Consegui acabar con él, pero no antes de que me golpeara con varios relámpagos... Creo que perdí el conocimiento cuando maté al último. Bien... me desperte en una cama, con mis heridas vendadas, y con una chica de unos dieciocho años vigilandome... Me dijo que me habia encontrado delirando en el bosque- Te explica.

- Dioses -resopla Ixía-. La típica historia de la dulce doncellita cursi y el luminoso paladín. Pero -esboza una sonrisa torcida, malévola- aliñada contigo. No me digas: ojos que se cruzan en una habitación, mejillas sonrosadas, un casto beso bajo la luz de la luna y cuando te quieres dar cuenta tienes los pantalones en el suelo y la dulce doncella ya no es tal -el tono despreciativo de Ixía está calculado para ser lo más hiriente posible-. Teniendo en cuenta que el inicio de nuestra relación fue una artística muestra de tortura psicológica por tu parte, casi siento envidia de esa muchacha. Así que tenemos a la inocente damisela conociendo bíblicamente al cetro de la justicia del noble, noble paladín -Ixía escoge cuidadosamente las palabras, cuanto más vulgares y desdeñosas mejor-. Encantador. ¿Y qué más, Gabriel del Norte?

Gabriel se calla por un momento, tragandose tus malvadas, hirientes, destrozantes palabras. - ¿Crees de verdad, Ixía, que fue algo asi? Aunque ahora te parezca estupido, y a mi también, en primer lugar, no tenía ningun interés por ella. Simplemente era alguien que estaba colaborando con la destrucción del mal curando mis heridas. Sin embargo, ella era distinta. Escuchó lo que habia hecho... y en ese momento, dijo que lo que estaba haciendo no era mas que seguir ciegamente a la iglesia de Horus. ¿Sabes? Era una chica mucho mas inteligente que yo, no una estupida y dulce doncella. - Admite, para despues seguir. - Mientras me curaba las heridas, me convenció de que había otras formas de hacer el bien, que no necesitaban técnicas extremas ni obedecer ciegamente a los superiores de una orden, ya fuera la de Horus u otra - Añade

- De verdad, estás tentando a mi paciencia -responde Ixía, enervada-. Así que ella era distinta. Continúa, por favor, esto mejora por momentos. Una doncellita que no es imbécil, una epifanía para el paladín... me muero de ganas de ver cómo termina.

- Asi que... le pedi un mes. Me fui a una zona solitaria del bosque, a pensar. Nadie me molestó, salvo un par de tribus salvajes de goblins. - Obviamente, ya sabes lo que ocurrió con esos goblins, querida Ixía. Dado que estaba distraido, puede que quedaran vivos uno o dos. - Y finalmente, tomé una decisión. Le escribí una carta a mis superiores, diciendo que abandonaría el servicio activo en un año. Obviamente, no se lo tomaron muy a bien. Mis últimas misiones fueron... por asi decirlo, bastante lejanas y peligrosas. Me pase seis meses dando vueltas en un barco por el sur, buscando piratas... en la mitad de sus dominios. Pero sobreviví. Y finalmente, casi año y medio despues, volví a ese bosque y a ese castillo.