Partida Rol por web

Ninguno se dio cuenta de lo que Tobías acababa de hacer, estaban demasiado concentrado en vigilar... la nada. En cuanto el gnoll regresó con un puñado de virotes, miró la silla extrañado y se puso a mirar por todas partes, incluso por debajo de la silla. Empezó a gruñir hacia sus compañeros, estos dejaron de apuntar a las saeteras. Casi podía entender la conversación.

"¿Y mi ballesta?"

"¿Y a mí que me cuentas, tío?"

"Me la has quitado"

"¿Para qué coño quiero tu ballesta?"

Y así sucesivamente hasta que la sangre de los gnolls se calentó y comenzaron a pegarse por la susodicha ballesta. Se enzarzaron en una pelea a base de puñetazos y mordiscos, tiraron una silla contra el fondo de la habitación, otro golpeó con la empuñadura de la ballesta, a otro se le disparó un virote que se clavó en la pierna de un gnoll.

Aguantando las risas, Tobías salió de la habitación a buen ritmo. Confiaba en que los ruidos de la pelea ahogarían el sonido de sus pasos, así que se dirigió de vuelta al pasillo sin perder más tiempo. La pelea no podía durar mucho tiempo, y todavía tenía que ocuparse de los vigilantes del otro lado.

- De muy lejos, pequeño, de muy lejos... - Le respondió Vika al pequeñajo mientras le acariciaba la cabeza. - Pero ahora tenemos que se sigilosos. ¿Lo entiendes? - Se agachó frente al cachorro y le miró a los ojos. - No queremos alarmar a los guardas y que le pase algo a nuestro amigo Tobías. ¿Vale?

Tobías recogió las ballestas y se marchó antes de que la sangre de los gnolls acabase salpicándole. Encontró los barracones vacíos, el perro volvió a ladrar en cuanto entró, pero no vio a ningún gnoll por allí, de modo que dio toda la vuelta para ir por el siguiente pasillo. Encontró que el corredor iba hacia el sur y de nuevo una puerta frenaba su camino.

Truxz no entendió una palabra de lo que le dijo Vika, pero como la sacerdotia le tocó la cabeza, pensó que lo que decía estaba bien, así que no añadió nada más. En ese momento agitó las orejas y miró hacia el frente.

Eldrid tocó el hombro de Mayra, pero la maga ya había escuchado sonidos por aquel pasillo, una suerte de gruñidos y pasos.

¿Habéis visto movimiento? preguntó por el canal que lo comunicaba con sus compañeros, mientras avanzaba hacia el segundo pasillo. He desarmado a los gnolls de una de las saeteras, pero había otros tres descansando en otra habitación que se han marchado.

Tobías perdió un paso cuando se encontró los barracones vacíos. La puerta del este probablemente conducía a la cámara tras las puertas dobles de la antecámara, y si habían entrado en ella, lo que les estuviera esperando dentro estaría alerta.

Espoleado por esa posibilidad, corrió hacia el otro pasillo, gemelo del que acababa de recorrer, y se plantó ante la puerta. La revisó someramente, confiando en que no habría trampas ni alarmas en una puerta que, si conducía a otros barracones, sería de uso frecuente.

Recordando lo sucedido en el otro pasillo, lubricó las bisagras y abrió con cuidado para asomarse al interior.

Mayra pidió silencio a Vika y al gnollito.

—Acabamos de oír pasos y gruñidos. Vienen hacia aquí por el pasillo del oeste, a nuestra derecha.

Vika desenvainó su espadón lista para cercenar cabezas. Podían pedir que se rindieran, pero en caso contrario no habría piedad y ciertamente, dudaba que la hubiera si se rendían. Aunque también era cierto que desde que conociera a ese pequeñajo al que no entendía una sola palabra, pero con el que podía comunicarse casi con la mirada, su visión de aquellas criaturas había empezado a cambiar.

Esperando aquí de pie el regreso de Tobías me siento muy desconcertado. Juraría que le he visto desaparecer ante mis ojos y a veces creo escuchar su voz en mi cabeza aunque es evidente que ya no está aquí. Creo que la vejez está empezando a afectarme a la cabeza.

Y entonces, cuando por enésima vez oigo su voz, tengo la sensación de que Mayra le está contestando.

—¿Tú tam...bién le oyes? —pregunto, maravillado—. ¿Pu-puedes verle?

No espero una respuesta por su parte porque veo que en ese momento tanto ella como todos los demás se preparan para hacer frente a una amenaza que yo todavía no he sentido.

—No temáis, Rashiel está con no-nosotros.

Esta habitación estaba más ordenada que la anterior, a diferencia de los barracones en los que estaban los gnolls. De hecho no olía a perro mojado, aunque desde luego no estaba perfumada. Tobías abrió la puerta con todo el sigilo que le fue posible, pero había alguien justo al lado, que se dio cuenta de que la puerta se abría sola.

Pero no era un gnoll. Era un dragón. Rojo.

Su apariencia humana podía engañar, pero el rostro escamado, las pequeñas protuberancias en forma de cuernos, las espinas que tachonaban su mandíbula, los colmillos y los ojos rasgados más que delatarlo, lo señalaban como miembro de la raza maldita. Era igual a los dragones que habían encontrado en los primeros niveles y ahora formaban parte de su campamento, pero éste no parecía ni herido, ni esclavizado. De hecho, portaba una armadura tachonada y se ajustaba las hebillas de los antebrazos. Una espada pendía del cinto.

Gruñó algo en dirección a Tobías, en un idioma que no entendió, pero que al explorador le recordó vagamente al que usaba Mayra en sus conjuros. Después se asomó a la puerta para ver qué pasaba en el pasillo y, a continuación, puso sobre aviso a los demás que estaban con él, tres dragones de su misma raza, de escamas rojas, armados. Y, a todas luces, más disciplinados que los gnolls. Les hizo gestos para que salieran por el pasillo.

¿Dragones? La sorpresa fue momentánea, pues todavía recordaba lo que había dicho Miinavaos tras salvar a su compañero —en realidad, recordaba la traducción de Mayra— sobre la sociedad de los dragones que vivían bajo las cavernas, en una ciudad subterránea, y cómo una alianza entre la Corte de Otoño y el rey Minotauro había derivado en el destierro y esclavitud del resto de los dragones. Esos dragones no parecían esclavos, así que debían ser parte de los aliados de los hombres bestia.

Cuando salieron, Tobías maldijo mentalmente y volvió sobre sus pasos esquivando a los dragones. La disciplina e inteligencia de los gnolls no era reseñable, pero los dragones eran una amenaza más seria. Sobre todo si, como había dicho Mayra, los gnolls estaban yendo hacia ellos, y ambos grupos de guardias caían sobre sus compañeros.

Los muy poco disimulados pasos de los gnolls y otros combatientes convergieron en la abertura del templo, frente a las escaleras. Los primeros en llegar fueron unos gnolls muy ruidosos armados con espadones, seguidos por unos gnolls que habían perdido sus ballestas y ahora tenían que combatir con hachas. Pero la sorpresa fue mayor cuando, por el otro pasillo, aparecieron... dragones. Hostiles.

Se trataba de una situación bastante peliaguda. Había enemigos por doquier aunque podía ser que no estuvieran juntos. Podía ser que los gnolls y los dragones rojos fueran enemigos también entre ellos. Quizás lo más prudente fuera esperar a ver que hacían los unos con los otros. No obstante, si tenían que matarlos a todos... lo harían.

—Tobías, aquí hay muchos enemigos... —murmuró Mayra con voz nerviosa—. ¿Estás bien?

—No hay ne-ne-necesidad de derramar sangre. Seguro que po... podemos llegar a en...tendernos.

Comento, sin dirigirme a nadie en particular, sino a todos los múltiples bandos que parecen haberse dado cita en este lugar.

Estoy bien, susurró. Quedaos atrás, dejad que acudan ellos. No había tenido tiempo de desarmar a los vigilantes del muro este. Si pretendían pelear, que saliesen de sus escondrijos.

Querría haber evitado el combate, pero al menos, sus compañeros estaban alerta y podían pelear sin que les dispararan desde ambos costados sin poder dar respuesta.

Los gnolls avanzaron por el pasillo de la izquierda con hachas en las manos, una en cada mano de hecho. Corrieron hacia el grupo gruñendo y buscando un objetivo: el pequeño gnoll era el más cercano. Con un chillido agudo, Truxz sacó un frasco de su mochila multiusos y lo lanzó contra el grupo. El bote impactó contra la cabeza de uno de los gnolls, la sustancia pegajosa que contenía se extendió por todo su cuerpo y las hebras lo dejaron enmarañado. Por pura suerte no se quedó pegado al suelo.

Por el lado derecho emergieron unos guerreros que no tenían nada que ver con los gnolls, un grupo de dragones rojos armados con enormes hachas. Eran igual de grandes y robustos que los gnolls, su equipo de mejor calidad y al contrario que las bestias, parecían saber lo que hacían. Uno corrió enfurecido hasta Eldrid, con el hacha por delante, descargando un poderoso golpe contra el pecho de la muchacha. Un chisporroteo azul estalló tras el impacto, el conjuro de Mayra acababa de absorber un tajo mortal.

Otro dragón apareció tras su compañero, portaba una gran espada, pero en lugar de atacar con ella, inspiró hondo y una bocanada de fuego surgió de su boca. Eldrid y Vika se vieron rodeada de llamas, Truzx y Dámasor sintieron el calor en las mejillas.

Tras ellos, los demás dragones tomaron posiciones de combate, un tercer dragón llegó con una rapidez abrumadora hasta donde estaba la cambiaformas, el hacha volvió a impactar contra la armadura mágica. No le habían hecho daño, pero Eldrid ya notaba las contusiones en el pecho.