Partida Rol por web

Arcturus escuchó a Alia durante un rato... hasta que se aburrió. Demasiados nombres, demasiada historia y todo muy poco interesante. Puede que otros hubieran viajado a Thracia con el objetivo de aprender esas cosas, él no.  Lo suyo era evitar que nadie muriera. Por eso estaba ahí, viajando en busca de los rayas negras para asegurarse de que nunca más volvieran a ser una amenaza. Sólo había una cosa que le intrigaba. ¿Strongohen era un minotauro o un gnoll?

Entonces Eldrid se detuvo. El hombretón habría sacado el hacha si no fuera porque ya la tenía en sus manos. El tiempo que llevaba en el lugar lo había hecho más sabio. No cometería el error de no ir preparado para luchar en cualquier momento.

—Parece que tienen buen olfato—susurró—. Tendríamos que hacer algo con nuestro olor.

Si Thracia era tan inmensa, ¿cómo pudieron los hombres bestia destruir su civilización? preguntó a la madre de Mayra. Deberían haber sido decenas de miles, o cientos de miles, para conseguirlo. Tengo la sensación de que no quedan más que unos cientos de ellos, si no menos.

Tobías escuchaba a Alia, pero tenía la mayor parte de su atención puesta en su olfato, pendiente del olor de Eldrid, delante de ellos, y descartando los de las bestias de menor tamaño que los rodeaban para discernir la cercanía de tigres o rayas negras, por si la mujer tigre se topaba con ellos y no era capaz de alertarles antes de que estallase la violencia.

Puedes hacer que tu olor sea más suave, u ofuscarlo con otros aromas, pero no puedes esconderlo de una buena nariz, dijo a Arcturus. Tal vez con magia. Si la magia podía volver a uno invisible o inaudible, también podía hacer desaparecer su olor. Sin embargo, la mayoría se guiaban por la visión y el oído, y esos eran los sentidos que más probablemente tratarían de confundir con conjuros y plegarias. O con embozos de sombras, como los que él mismo era capaz de conjurar.

Se detuvo cuando Eldrid lo pidió, manteniéndose alerta, con el arma desenfundada, preparado para salir corriendo.

- Puede que por eso solo queden unos pocos. - Intervino Vika para tratar de ayudar a poner luz en aquel asunto, aunque ella no tenía idea alguna de lo que había sucedido en realidad. - Puede que la guerra que se produjo entre ambas civilizaciones acabara agotando a ambas. - Miró a Alía. - ¿Es posible que la tecnología y la magia que albergaban fuera tan incomensurable que acabaran por prácticamente destruirse los unos a los otros por completo? - Le preguntó a la académica. - Desde que empezamos a investigar Thracia, tengo la impresión de que es una civilización venida a menos, a mucho menos. Es como... - Se detuvo unos instantes a pensar. - ...es como una civilización postapocalíptica. Parece como si los pilares de todo lo que fueron se destruyeron hasta sus cimientos y lo poco que se nos ha mostrado son... - Ladeó la cabeza en busca de una explicación sencilla a lo que trataba de explicar. - ...son como los primeros brotes verdes que surgen tras un incendio que ha calcinado por completo un bosque. No sé si me explico...

-Como entenderás, la destrucción de una civilización no se produce porque unas bestias esclavas se rebelen contra la fuerza opresora -comentó Alia Corvinus como si estuviese en una clase de la universidad-. Es exactamente lo que ha dicho Vika, ¿te llamabas Vika, verdad? Cualquier civilización se viene abajo porque se resquebraja poco a poco. Empieza con una pequeña rebelión de esclavos. Continúa con una pizca de corrupcción. Prosigue con una serie de malas decisiones. Esa rebelión de Bestias no se produjo de un día para otro. Los gobernantes no prestaron atención a los esclavos porque solo eran eso, esclavos, y los ahogaron tanto que al final, acabaron destruyéndoles. Sí, la Thracia que conocemos solo es un vestigio de lo que fue alguna vez. Tengo la teoría de que la culpa de la caída fue del Rey Inmortal y los Caminantes de Azrael, no de las Bestias. Pero solo es una teoría, claro.

-Guerrero -contestó la tigresa. Se sentó en mitad de la jungla y miró hacia el frente, en su forma de tigre, agitando la cola. Medía dos metros de alto a pesar de estar sentada y su cabeza sobresalía por encima del follaje-. No es hostil. Vigila. Lleva lanza. Es... blanco -en aquella última frase había confusión.

Tal y como había dicho Eldrid, que estaba unos metros más adelante, entre la espesura se vieron figuras moverse entre las hierbas. La tigresa se puso de nuevo a cuatro patas y fue retrocediendo de espaldas, con la cabeza agachada y las orejas aplastadas contra el cráneo, hasta el resto del grupo. Mostraba los dientes, unas fauces monstruosas y enormes, y ronroneaba con tanta fuerza que hacia temblar el suelo.

Apareció a vuestra vista, a varios metros, un hombre tigre. Aunque no se parecían mucho a los guerreros bestiales con los que se habían enfrentado antes. No tenía el pelaje anaranjado de Eldrid, sino blanco, y las rayas negras se marcaban más brillantes. Tenía el pelaje de la cabeza trenzado y cicatrices en el rostro. Portaba capa y llevaba una lanza. Se quedó mirando al grupo, sin atacar, pero marcando territorio con su presencia. Levanto la mano, una señal para que os detuvieráis. Pero no sabíais si solo había visto a Eldrid o a alguien más.

Durante unos instantes, la tensión se apoderó del grupo. Estaba claro que no esperaban un encuentro diplomático tan pronto. El aspecto, el armamento, los gestos… todo parecía indicar que estaban ante alguien con inteligencia. Era muy distinto que esos Rayas Negras salvajes y asesinos que sus compañeros habían descrito.

Arcturus dio unos pasos al frente con el hacha en las manos y preparado para entrar en combate. Fue a hablar, pero entonces recordó que en allí en Thracia tenían su propio idioma. Uno distinto al del Imperio. Pero ya que había avanzado exponiéndose, tenía que decir algo.

—¿Hablas nuestro idioma?

Arcturito fue el primero en hablar. Su pregunta fue de lo más inteligente y de lo más simple. El idioma había sido un escollo en otras ocasiones y si no era así en esta ocasión y podían establecer una comunicación, igual evitaban el derramamiento de sangre. Igual...

Vika se mantuvo alerta y a la espera de aquella respuesta tan esperada. Aunque aquella imponente figura iba armada, no parecía hostil. No al menos de forma inmediata. Por una vez, no llevó su mano a la empuñadura del arma. No quería parecer desconfiada, aunque en realidad esperaba con alta probabilidad que finalmente aquello acabase como siempre... Con vísceras desparramadas por doquier.

Tobías avanzó hasta Eldrid, colocándose a su lado para apoyarla con su presencia. Arcturus estaba más adelante, pero podía llegar hasta él de un par de zancadas, con el mandoble listo para desjarretar a cualquiera que se atreviese a iniciar las hostilidades. Sin embargo, la actitud del hombre tigre albino no le parecía la de alguien que buscase violencia.

Miró a Eldrid un momento. Se preguntaba si ese hombre tigre era parte de otra raza de rayas negras, o un individuo único. Después, dirigió la mirada hacia Mayra. Si el tigre albino no hablaba su idioma, solo contaban con ella para parlamentar.

La providencia había querido que se encontraran al único hombre tigre de la isla que no les atacaba nada más verlos justo en el momento en el que Eldrid había decidido buscarlo. Era una conveniente, pero a Mayra le molestaba haber quedado una vez más como una idiota. Aquello no era no que les habían contado a Arcturus y a su madre.

—Los tuyos han atacado nuestro campamento esta madrugada, sin previa provocación, llevándose prisioneros y víveres —casi le espetó Mayra, en tono abiertamente hostil, sin esperar a que respondiera a la pregunta que le había lanzado el ex-bandolero—. Si eres una suerte de negociador, esperamos respuestas. No excusas.

-No. Pero puedo entenderos y vosotros a mí -señaló un colgante que portaba en el cuello-. ¿Qué hacéis en este territorio con... ? -señaló a Eldrid-. Si os ha guiado hasta aquí, sabed que os detendré antes de dejaros pasar. No sois bestias ni dragones, pero tampoco parecéis Caminantes, no portáis la Muerte ni sus símbolos. ¿Qué queréis?

Mayra intervino y el tigre blanco evaluó sus palabras antes de responder, sin sentirse molesto por su hostilidad.

-No son los míos ni negocio por ellos -contestó, despacio-. Si hablas de los Rayas Rojas aliados de Azrael, sí, atacan sin provocación a las demás tribus en busca de muerte y sacrificios para su dios. Yo soy Talayeh, el guardián de los Rayas Negras y su protector en esta peligrosa jungla. Aquí no vas a encontrar violencia a menos que la provoques, de modo que no nos buscas a nosotros; aunque hay un puñado de humanos que tal vez sean de los tuyos. Los Rayas Rojas estan en aquella dirección -señaló hacia el este.

Eldrid miró hacia Mayra, luego hacia el tigre albino, de nuevo a Mayra. La cabeza le daba vueltas, pero finalmente decidió cambiar su forma híbrida y dio unos pasos hacia Talayeh.

-¿Son Rayas Rojas como yo? ¿Naranjas? ¿Rayas negras son como tú, blancos? -preguntó-. No soy de ninguna tribu. No nací aquí. Busco a mi... -vaciló, miró a la maga otra vez como si le pidiera permiso, luego lo pensó y decidió hablar-. Busco saber de donde soy y a donde pertenezco. Todos dicen que mis orígenes son de esta isla, todos me acusan de ser una Raya Negra violenta, pero no lo soy. Soy amiga de Mayra -dijo señalándola con su zarpa y luego señaló al explorador-. Y de Tobías. Mi madre me llamó Eldrid. ¿Soy o no soy de tu tribu?

El tigre no contestó inmediatamente, cambió el peso de un pie a otro y apoyó la lanza en el suelo.

-El color de nuestras pieles no define lo que somos o no somos. Mi pelaje blanco es un caso extraño entre los nuestros. Somos, en general, anaranjados -Eldrid soltó aire, como si se hecho le hubiese quitado un peso de encima-. En cuanto a ti, lo siento, pero no sé quién eres. Tu nombre, en nuestra lengua, significa "una con el fuego".

Eldrid saboreó aquellas palabras y repitió en voz baja varias veces "una con el fuego", como si hacerlo pudiera desentrañar el misterior de su nombre.

-El término "rojo" lo usamos para diferenciarnos con los violentos. Los Rayas Rojas eran de los nuestros, pero fueron tentados por los Caminantes. Bebieron sus pócimas, se convirtieron en mostruos. Eran nuestros guerreros, el orgullo de nuestra cultura, tenían el honor de cazar en la superficie. Uno de ellos, Hazumah, llevado por la envidia, quiso ser mejor que ninguno e hizo trampas al potenciar sus habilidades mediante magia y rituales. Pensó que podría ser el Rey de las Cavernas. Eso provocó nuestro exilio. Aquí solo quedamos unos pocos, en su mayoría hembras y cachorros. Nos escondemos, sí; puede que huir no sea lo más honorable y muchos se sienten avergonzados, pero lo hacemos por la supervivencia de nuestra especie. 

Hizo una pausa para considerar si estaba hablando más de la cuenta con vosotros.

-Los Rojos estan liderados por un chamán de nombre Ruzlagad, capaz de alzar a los muertos y ponerlos a su servicio. Hazumah envía a sus guerreros a la jungla a cazar monstruos... o lo que se cruce en su camino. Si son humanos, Ruzlagad los sacrifica para su ejército. Si son monstruos, coleccionan trofeos y reliquias.

Arcturus escuchó pacientemente la historia de Talayeh. Y si sus palabras eran ciertas, el hombre-tigre era digno del respeto del campeón de Mahanaim. Un noble espíritu que se había mantenido firme ante la corrupción. Era mucho más digno del favor de un dios que él. Y no había mal en su corazón, así que no tenía motivos para mentirle.

—Tenemos el mismo enemigo y nuestra intención es acabar con el conflicto. Deberíamos unir fuerzas.

El hombretón pensó en insinuarle que las mujeres y los niños se unieran al campamento de los colonos, pero él acababa de llegar al mismo después de una semana infernal. No le correspondía a él hacer esas propuestas.

Arcturus usa detectar el mal y no ve mal en Talayeh.

A Mayra le estaba pareciendo bien lo que decía Talayeh hasta que…

—Un momento, ¿pones al mismo nivel de indefensión a las hembras de tu pueblo y a los cachorros? Ridículo —apuntó Mayra, frunciendo el ceño—. No es solo que Vika haya abatido a gnolls y hombres-tigre, o que mi madre pueda hacerlo con una mano en la espalda. Es que he visto pelear a Eldrid, que es de vuestra especie. Si enseñarais a las mujeres a combatir a lo mejor no tendríais que huir con el rabo entre las piernas, o rodar panza arriba cuando llega alguien más fuerte.

Eldrid parecía estar encontrando partes de su pasado en aquel lugar y aquel hombre tigre albino era una buena fuente de información. Por suerte no parecía violento y por primera vez empezaban a desvelarse los motivos por los que los hombres tigre atacaban sin piedad. Por suerte, parecía que no todos era iguales. 

No obstante, algo que dijo Eldrid dejó totalmente bloqueada y pensativa a la sacerdotisa de Lucifer. La tigresa había desvelado que no pertenecía a ninguna de las tribus de Thracia y que era amiga de Mayra y Tobías. ¿No le consideraba a ella también su amiga? 

- Quizás aún me guarda rencor. - Pensó Vika ensimismada. - Puede que de buenas a primeras no la tratara como hubiera debido. Puede que mis prejuicios crearan entonces una barrera infranqueable. Puede que nunca pueda verme como realmente estoy descubriendo que soy. - Vika resopló angustiada. - El Imperio y sus valores han sido toda mi vida, pero aquí, perdidos en medio de la nada, todo lo que creía saber se diluye. - Apretó los puños. - ¿He estado engañada todo este tiempo? ¿Cómo...? ¿Cómo deben verme los demás? ¿Soy... Soy un monstruo más terrible que cualquiera de las criaturas híbridas que moran en este lugar ancestral? 

No abrió la boca. Estaba siendo ajena a la conversación que estaba teniendo lugar. En esos momentos, lo que tenía en mente era prioritario y se mostraba ausente. Quería encajar entre aquella gente de noble corazón, pero parecía que por mucho que lo intentara, siempre sería alguien inaccesible y que caminaría en solitario, pese a estar rodeada de gente...

Tobías se mordió la lengua, casi literalmente, para no preguntar a Talayeh si tenía más colgantes como el que llevaba al cuello. Uno para cada uno, salvo quizás Mayra, que había tenido la ocasión de estudiar las lenguas de esa tierra antes de aventurarse hacia Thracia en busca de sus padres.

¿Hablas de los humanos que viven en las ruinas? preguntó. Poco conocían a los "Calaveras", pero lo que contaba de ellos no cuadraba con lo que ellos habían experimentado. Los  vestigios que habían encontrado del culto a Azrael, sin embargo, eran bastante más siniestros. No guardamos afecto para Azrael, pero ellos nos recibieron en paz cuando pasamos por su asentamiento. Pocos lo han hecho desde que llegamos.

—No creo que conozcas lo suficiente su cultura o su sociedad como para juzgarlo de ridículo, Mayra.

Arcturus se sorprendió a sí mismo haciéndole ese comentario a Mayra. Esa era una de las cosas que no le gustaba del Imperio. La superioridad del conquistador. Trataban a los conquistados como salvajes, como si ellos fueran el único camino válido. Ese era uno de los motivos era lo que le había empujado al bandidaje. Lo que lo había acabado convirtiendo en el Matarife de las Shegarkas. Seguramente, por eso había tenido esa reacción.

—Tú lógica es inquebrantable—eso era innegable, no había discusión alguna al argumento de la maga—. Pero la vida, y lo que en ella pasa, es mucho más que eso.

—Me alegro que reconozcas que mi lógica es inquebrantable —le respondió Mayra a Arcturus, irritada.

Todo lo demás sobraba en aquel momento.

Talayeh observó al intercambio de palabras con una ceja alzada, lo que le daba un aspecto un poco menos bestial y algo más cómico. Emitió un gruñido, pero era algo que ya habían oído hacer a Eldrid, seguramente una forma de aclararse la garganta antes de hablar o una suerte de tic que solo poseían los hombres tigre al hablar.

-No entiendo bien qué quieres decir con nivel de indefensión. Entre los Rayas Rojas también vais a encontrar hembras. Nosotros somos los que quedamos, en número, hay más hembras y cachorros que machos. Ellas pelearan por los cachorros y nosotros pelearemos por ellas. Pero si podemos ahorrar violencia y muerte, en este momento, lo preferimos. Los Rayas Rojas ya han diezmado nuestra tribu, hemos sufrido muchas bajas y no deseamos seguir sufriéndolas. En cuanto a los Caminantes, sí, me refiero a los humanos que viven en la superficie sobre el reino de las cavernas, entre las antiguas ruinas de la civilización -contestó a Tobías-. Portan cráneos por máscaras y se pintan la piel con tatuajes en forma de calavera y huesos. Azrael es el Trono de la Muerte y a él dedican sus sacrificios. Criaturas muertas y cadáveres animados pasean por algunos pasillos de las cavernas. Nuestroy Rey ha derribado enteros para cortar enlaces a los antiguos salones del Rey Inmortal. ¿De dónde venís vosotros?