Partida Rol por web

En cierto modo le divertía el entusiasmo que Hans le ponía a este tipo de investigaciones en momentos como este, era siempre como ver a un niño pequeño intentando resolver su nuevo juguete-acertijo.

Estoy contigo David. Aunque Hans tiene razón en ello. Tarde o temprano entrarán dentro.

Además, tenemos un buen conejillo de indias, eh

Dice mientras le echa una mirada irónica a Zimmer

David meneó la cabeza con gesto de duda.

“Está bien, si todos estáis de acuerdo. Quizás sea lo mejor terminar con esto ahora.”

Se agachó y recogió el estuche.

“Después de todo, dejar el ridículo a un nazi supersticioso, es algo que suena muy divertido.”

Se acercó a mirar la imagen, junto a Hans.

“¿Alguna idea, de lo que significa esto, Profesor?

Pasas tu mano por la balanza que porta la figura de Anubis y, aunque parece firme, parece ceder sutilmente cuando ejerces presión sobre ella. Entonces, deslizas tu curiosa mirada hacia los estuches que tienes apilados en el suelo mientras en tu mente resuena las palabras "llaves de Séneca" que leíste en las anotaciones de Zimmer. Una idea comienza a tomar forma en tu cabeza...

esta balanza parece ser funcional- dice tocando la estatua de anubis- si estas son las llaves quizas probando a colocarlas en la balanza de alguna manera podemos abrir la puerta..., ¿ que opinais lo intentamos?

No perdemos nada por intentarlo

Asiente a Hans con un encogimiento de hombros

Quizás tú quieras demostrarnos tu valía como arqueólogo. Ya sabes, por si algo saliese mal...

Le dice a Zimmer

Anne-Sophie levanta a Zimmer del cuello de su vestimenta y lo lanza contra la estatua de Anubis. Éste deposita los estuches en la balanza siguiendo de mala gana las instrucciones de su compatriota Hans. El mecanismo de la balanza cede un poco hasta escuchar un golpe del interior de la estatua. Al cabo de un par de segundos de silencio y creciente incertidumbre, la estatua se desplaza hacia delante con un ruido que se asemeja a un rugido ancestral. Los cinco exploradores y Zimmer os desplazáis a izquierda y derecha para no interrumpir el movimiento y comprobáis que tras ella queda un hueco que permite pasar al otro lado.

La escena al otro lado está iluminada por la luz rojiza que desprende un inquietante lago de lava que rodea la única parte transitable del otro lado de la cámara. A ambos lados del sendero de piedra que llleva al ansiado sepulcro hay siete columnas (seis en total, tres a cada lado y una última en el sepulcro). Estas columnas suben hasta el techo y se hunden en el suelo. Las dos primeras muestran en sus grabados las dos primeras plagas bíblicas que azotaron Egipto (la sangre que sustituyó el agua del Nilo y la plaga de las ranas). Cada una de las cuatro columnas restantes recoge dos de las remanentes plagas (los mosquitos y los tábanos, la peste que exterminó el ganado y el granizo, las langostas y la oscuridad, y finalmente los sarpullidos y la muerte de los primogénitos). La última de las columnas, la que está colocada ante el sepulcro, está destrozada, quedando de ella únicamente su base.

Al final del camino está el sepulcro que consiste en una pesada losa pentagonal con una estrella de David dibujada sobre ella como único adorno. En cada uno de los lados del pentágono hay dispuesta una palanca metálica con una especie de runa en cada extremo.

Impresionante- Exclama Hans viendo la estancia en la que acaban de entrar  tras utilizar las llaves- una cámara acorazada rodeada de lava, el creador de esto sin duda era un adelantado a su tiempo.

Después el joven va pasando columna tras columna  observado los grabados de las plagas hasta acercarse a la columna central, dejando a Zimmer bajo la custodia de sus compañeros- Tened cuidado de donde tocáis, puede haber trampas por lo demás   parece que todas las plagas están representadas en las columnas laterales  pero esta columna central que datos nos aportara- dice rodeándola con cuidado y quedando delante del sepulcro- quizás sea la clave para deshacer el sello de este sepulcro veamos que nos cuenta- los ojos de Hans revelan ese brillo de emoción que siempre cruza el rostro del joven cuando se dispone a hurgar en los secretos del pasado, pero aun así por dentro siente algo de  desasosiego por lo que puede llegar a contener el sarcófago y lo que puede liberar en este mundo si no tienen cuidado.

Impresionante, jamás había estado en un lugar así

Dice mientras va avanzando por la pasarela con sus compañeros, a medida que se abre un poco la chaqueta alemana por el calor desprendida de la lava. 

Todo en aquella sala le resultaba impresionante a la vez que apabullante, y no podía evitar mirar con sus ojos en todas direcciones, buscando detalles o imprecisiones de la sala.

La cámara no parece ocultar a la vista nada más de lo que ya habéis visto. Mientras Anne-Sophie confirma estas conclusiones, Hans obtiene otras de corte más histórico-artístico: la estructura arquitectónica de la cámara no corresponde con la tradición egipcia de la época de Ramsés II, sino más bien con la hebrea de dicha época.

El profesor, en posición ligeramente encorvada por el dolor que le produce David en el brazo y la tensión muscular que le ocasiona el arma de fuego en contacto con sus costillas, alza la mirada hacia el aviador y con un gesto a caballo entre el odio y el sarcasmo, dice: - No sé, joven. Si estamos en la tumba de Ramsés II, ¿quién cree que habrá ahí dentro?

Luego, baja la mirada y respira fuerte. Dolorido.

- No sé nada de estas runas.

Hans se seco el sudor con la manga de su chaqueta, aquel ambiente caluroso provocado por la lava  resultaba bastante molesto pero no impedia que con la libreta que llevaba consigo fuera apuntando y dibujando todo lo que veia, mientras contesto a sus compañeros

Sin duda esta estancia no es egipcia, la forma y inscripciones son claramente Hebreas  lo que me crea ciertas dudas dado que la estatua de anubis que abre la puerta es de la cultura egipcia igual que la estructura exterior de la tumba, pero dentro nos encontramos con esto, todo muy bien enmascarado sin duda, en cuanto a Herr Profesor obviamente sabe todo esto que he dicho  dado sus bastos conocimientos- tras esto para de escribir y fija su mirada en el aleman- Zimmer no nos quiera hacer parecer tontos, usted sabia que habia dentro de esta tumba, ha dedicado un tiempo precioso a estudiar este proyecto asi que si no quiere que empiece a tirar de las palancas sin control causandonos dios sabe que  o la perdida total de estas maravilla antigua diganos todo lo que sepa

La voz de Zimmer suena desesperada.

- Ya les dije antes todo lo que sé. El sepulcro de Ramsés II contiene algo que llamaban "la plaga definitiva". Una herramienta capaz de doblegar civilizaciones. - Zimmer va exaltándose conforme habla, haciendo pausas entre frase y frase para respirar. - El paso final para la eugenesia del imperio alemán. ¿No lo ven? Séneca dejó esto aquí y dispuso las llaves para que siglos después mi gente las encontrase. ¡No estamos más que cumpliendo los designios de la historia! El verdadero pueblo elegido. ¡Sieg heil! ¡Heil Hitler!

A pesar de los exabruptos que lanza Zimmer, Hans mantiene la calma. Observa a su compatriota con una mirada analítica para deducir que toda esa ira desatada en una situación tan límite como ésta habría traído consigo más fragmentos de información... Si la hubiera. Por tanto, parece que Zimmer ha dicho todo lo que sabe.

Malditos alemanes y su creencia de pueblo superior

Anne aguanta las ganas de empujarle al pozo de lava ardiente, pero se contenta de ver a David apuntándole y dejándole bastante incómodo.

Bien, si queremos destruir esto desde dentro tenemos que hallar la manera de abrirlo. ¿No tienes ni idea de como poderlo hacerlo, no Hans?

Parecía obvio que las cinco palancas estaban ahí dispuestas de tal forma que parecía planificado para ellos, era tentador ir todos y mover las palancas... Aunque eso no lo quería decir en voz alta, ya que no sabía realmente lo que podría liberar.

Ciertamente has oído hablar de la plaga definitiva, pero más bien como una alegoría en obras literarias de ficción. Ningún académico serio consideraría que pudiese haber otra cosa ahí dentro que no fuera los restos de Ramsés II, y considerar las palabras de Zimmer como una fábula oportunista. A no ser que la comunidad de historiadores y antropólogos estuviesen equivocados.