Partida Rol por web

Entre dolida y agradecida por los gestos, palabras y silencios de mi padre, guardo silencio en el funeral de Manfred, respetuosamente.

Siguo con la mirada Jax mientras este se acercaba al cuerpo y espero a acompañar a su marido a presentar sus respetos al difunto rey.

El ver a tanta gente reunida me asustó un poco al principio, pero tenía que comportarme como lo que era, el hijo de Mick Shadoweye. Me habian ordenado ponerme una armadura igual a la mi padre con la diferencia de que apenas pesaba, herencia de mi padre, ya que era la que él usaba cuando tenia mi edad. No portaba armas pues aún no tenia derecho a usarlas, pero si que tenia en mi cinturon una pequeña daga, regalo de mi padre, escondida a los ojos de la gente.

Observé con atención los gestos de mi padre al acercarse a Mordred, pues tenía que aprender de él. Vi también la llegada de las Bloodmoon y con mucho disimulo les saqué la lengua, ya que eran las intrusas que pululaban por nuestro bosque. Espero que Amanra os de una caricia algún día, malas personas.

Tanta gente que no conocía me hacia estar tremendamente quieto al lado de mi padre, sabiendo que el me protegería si pasase algo.

Cuando Alexandra se acercó a nosotros mi expresión cambió, pasando a ser más seca. Escuché las palabras que intercambió con mi padre y mi hermana pero me limité a asentir. No me acercaría a Morded, y habría deseado que Alexandra no se hubiera acercado a nosotros.

Ya era suficiente el intentar no acercarme a Morded y soltarle un puñetazo por mi padre... y una vez comenzase no pararía por otras razones.

Las gentes se empezaron a congregar cerca del circulo sagrado, muchos barbaros habian acudido a la cita del funeral del lider de lideres para dar el ultimo adios, cada uno a su modo, las multitudes se juntaron por donde sus lideres se reunian, algunas bloodmoon lanzaron palabras envenenadas hacia los Shadoweye y estos igual, los Bearmaw y los Silverfang se lanzaban miradas de odio y la tension se podria cortar con un hacha.

Aun asi, no daban muchos problemas, era la 1º noche del funeral y todo debia salir como estaba preparado, todos estaban atentos al gran chaman Hiam, el cual habia empezado ya a preparar a sus augures. Sin duda, poca gente mas tendria que acudir al entierro.

- Habeis sido la familia con mas cercania a la nuestra, habeis luchado como compañeros - Dije mirando a Kar y a Jener que habia tenido una fuerte amistad de padres y entre los hijos - Espero de verdad que todo se solucione y podamos volver a comer en la misma mesa - Con este ultimo comentario eleve mi mano libre, la que no sujetaba a Mertel y cogi suavemente el menton de Jener que parecia el mas perturbado de los tres.

Era una accion afectuosa, pues en estos tres ultimos años al final me habia tragado mis palabras del primer dia y no solo habia sido un amigo para mi marido si no tambien para mi.

Tras ello les sonrei y me diriji de nuevo al lado de Morded.

Tras una breve conversacion con los Bearmaw volvi al lado de mi esposo cogiendo su mano con fuerza, intentando inprimirle mi cariño para que viera que no estaba solo con todo aquello. Mi otro brazo sujetaba al pequeño Mertel que ya dormia ajeno a todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, y por mi mente paso la tristeza al pensar que no podria vivir momentos ya con su abuelo.

Mick no puede contener una sonrisa cuando ve como el sequito encara contra las Bloodmoon. Sabe que nunca podrán estar en paz con la aldea de las mujeres porque los Shadoweye son un pueblo orgulloso y deseoso de defender el bosque que les alimenta y los vio nacer y eso es algo que dice mucho a favor de su nobleza. Solo lamenta que ese mismo orgullo y alguna debilidad humana le dificulte llevarlos por el camino correcto. Se siente muy seguro de si mismo y ya ha demostrado bastante, pero solo el tiempo diría si esta a la altura de sus antedecesores Shadoweye o por el contrario es un torpe estratega.
Hace una señal a su segundo al mando para que se acerque y le dice unas cosas en voz baja antes de que este regrese con el resto.
Entonces mira a Morgana. Una mirada que no es ni fría ni calida, ni violenta y cómplice. La mira con la indiferencia con la que podría contemplar a una vieja curtidora de cuero haciendo su trabajo, pero eso si la mira a los ojos, a tal nivel ha llegado de autocontrol que puede hacer tal cosa. No es la primera vez que la mira así ni probablemente sea la última. Espera a ver si reacciona la guerrera a su mirada o al cruce de insultos entre las dos tribus, así le demuestra a Trayus como debe comportarse alguien de su familia frente a quien representa una amenaza. Firme e impasible.
Cuando el segundo al mando habla con el sequito buena parte de los insultos dirigidos hacia las Bloodmoon cesa

Comprobando que todo se había hecho, y que aquellos que habían deseado dar un último adios al cuerpo, aun intacto, del antiguo líder, Hiam Veilfog, señor de los Veilfog y Gran Chamán de las tribus, se acercó a él, posó sus dedos sobre sus ojos, y dejó caer la antorcha sobre la pira.

Inmediatamente, y con una gran deflagración, las llamas llenaron el cuerpo de Manfred con naranjas, amarillos y rojos, y el cielo nocturno se llenó de luz. El fuego, ayudado por el aceite que Hiam había derramado sobre el cadaver, empezó a consumir el cuerpo mientras el aire se llenaba de un particular aroma.

- Su viaje ha comenzado - dijo en voz alta el Gran Chaman mientras sus augures, en torno a la pira, seguían murmurando - Y seguirá durante los próximos días, hasta que, si Manfred esquiva con nuestra ayuda las distintas pruebas de los dioses, llegue a las puertas de Eidolon y éste lo reciba en su seno.

Y diciendo esto, empezó a recorrer el terreno alrededor de la pira mientras entonaba una oración en voz baja.

Observe como mis hombres guardaban silencio pero con las miradas cargadas por toda la rabia y el odio contenido, sabia que les estaba costando grandes esfuerzos comportarse pero se mantenían estoicos. Me gire hacia ellos, haciéndoles un gesto de mi cabeza como muestra de gratitud y respeto por su forma de actuar.

Apoye mi mano sobre el hombro de mi hijo de forma fraternal al ver como su cara cambiaba con la llegada de Alexandra, me quede en silencio, cuando el estuviese preparado para hablar lo haría, no era apropiado forzar la situación, solo musite unas palabras, mientras miraba como Hiam encendía la pira funeraria de Manfred.

- Recuerda, que cuando nos necesites, estaremos para ti, tu hermana y yo.

El olor de carne quemada empezó a inundar mis fosas nasales mientras el humo y las cenizas golpeaban mis ojos, las oraciones de Hiam entraban por mis oídos, recordándome el funeral de mi padre y de mi mujer. Apreté mis nudillos crujiendo levemente los guantes de piel.

- Encontraremos al que te asesino, mi viejo amigo, y lo pagara con su vida, tienes mi palabra – murmure mientras esperaba que la pira se consumiese para abandonar el circulo.

El gran chaman encendió la pira funeraria para que así comenzara el viaje de Manfred. Tan pronto como las llamas se levantaron, mi mente se transporto al día en que mi padre tuvo que andar el mismo camino que ahora comienza a transitar Manfred, la ira atenazo mi corazón. Siete veces malditos fueran esos chacales que robaron a mi padre de este mundo.

Aunque sufrí un dolor parecido al que Morded esta sintiendo ahora, nunca seria capaz de decir que lo comprendo, solo el que sufre la herida es capaz de estimar el dolor que provoca. A mi parecer lo único que pudo hacer como muestra de solidaridad es permanecer a su lado mientras el guarda su padre.

Alexandra y su pequeño se encontraban junto a Morded, como un baluarte en donde sostener su posición, cuando nuestros ojos se cruzaron solo atine a dirigirle una mirada solemne. La familia es una de las más grandes bendiciones de los dioces y aun en estos momentos de dolor Morded es un hombre afortunado.
Inconscientemente busque con la mirada a mi madre y a mi tío entre la multitud; cuando los encontré una leve mueca que intentaba ser una sonrisa se formo en mi rostro.

Previo a que Hiam enceinda la pira funeraria:

Después de presentar sus respetos, Wulfrick se acercó a Hiam, padre de su mujer y maestro de sus hijos. Sonriéndole, el lider de los Highthunder abrazó a su suegro.- Loados sean los Dioses Hiam,Te veo bien viejo amigo.- dijo mientras se colocaba al lado de su mujer y le cogió la mano.

Mirando a esta le dijo.- Vamos, presenta los respetos a los Silverfang, luego volveremos al lado de tu padre- dicho esto tiró levemente de ella para que le siguiera. Al hacerlo miró a Hiam y asintió a modo de saludo.

Junto con su esposa se situó nuevmaente enfrente de Kyle y de Morded, miró a su esposa y dió un paso atrás para que fiera ella la que hablara.

Ariadna colocó entre sus manos las de Kyle y Mordred.

- Los dioses os han colocado en esta triste situación, para disfrutar entre los inmortales de un guerrero sin igual. Mi corazón llora por vosotros, pero se alegra por haber conocido a un rey así.

Su tono y gesto eran contenidos, mostrando un sentimiento profundo.

hago caso omiso de los insultos hacia mi clan. Con las piernas rectas y algo entreabiertas, bien estirada, seria y con las manos apoyadas en el cinto que sujeta mis dagas. El hacha, aun manchada de sangre seca a la espalda. Tan solo miro a Mick con cierto asco en mis ojos, unos ojos claros, brillantes, que se inundan de rabia.

Por muchas que sean mis ganas de derramamiento de sangre ahora mismo, las Bloodmoon no insultamos, no proferimos palabras dañinas, sino que damos golpes certeros, mortales, cara a cara y en el sitio y el momento adecuado. no en un funeral, no en una reunión entre clanes. 

- Podeis insultar lo que querais, indeseables, mis manos se cobraran la venganza de vuestras palabras y vuestros actos... nos teméis y nos deseais más de lo que nos despreciais... hombres.... - susurro mientras respiro tranquila, aun con los ojos puestos en el líder de los Shadoweye. Levanto la barbillla y le giro la cara con indiferencia. miro a mi hermana, muy quieta y callada a mi lado. Manteniendo la postura como una buena guerrera, sin sucumbir a provocaciones.

mañana será otro día... y... ¡¡ay del que mañana no tenga claras las cosas!! esto no va a traer nada bueno. 

Sonrío maliciosamente, aquí hay muchos con los que me gustaría saldar viejas cuentas. pero necesitamos un poco de tranquilidad después de estos dias. eso si, mañana por la mañana antes de que amanezca iré de caza... y no precisamente de ciervos...

A Liliam, más que ofenderle, le parecía lamentable el espectáculo de los Shadoweye. "Hombres, son niños grandes." -pensó inevitablemente. Por suerte, al rato se calmaron los ánimos y la joven dejó de sentir vergüenza ajena.

Miró de reojo a su hermana cuando ésta murmuró por lo bajo. Luego siguió mirando a los presentes, calmadamente, se detuvo un momento en Mert. Cuando vió que sonreía a alguien siguió la mirada de éste y notó que la dedicaba a su familia. Sin duda la reciente muerte de su padre también le afectaba... quizá éste entierro le estaba trayendo recuerdos y buscaba el apoyo de sus allegados.

Suspiró y volvió a centrar su atención en la pira funeraria. Afortunadamente el viento se llevaba el olor y el humo lejos de su grupo, por lo que pudo aguantar la compostura sin que se le revolvieran las tripas. "¿Qué ocurrirá ahora?"

Me quedé observando cómo Alexandra volvía junto a su familia preguntándome por qué habría venido a saludarnos sabiendo cómo nos odiaba en aquel momento Morded. Miré de reojo a mi hermano que intentaba mantener un gesto frío y distante, aunque en el fondo sabía que lo estaba pasando muy mal. Le acaricié suavemente el brazo intentando demostrarle con aquel gesto todo mi apoyo.

Los gritos e insultos entre los Shadoweye y las Bloodmoon contrastaban con el temple y el autocontrol que estaba demostrando nuestra gente, aunque en la cara de todos nosotros se podían leer las ganas de intercambiar algo más que palabras con los Silverfang, pero la firme actitud de mi padre nos controlaba a todos.

Disimuladamente pasé revista a todos los presentes intentando adivinar cuál de ellos era el verdadero culpable de todo lo que estaba sucediendo, pero sin pruebas lo único que podía sacar eran conjeturas. Si por lo menos Hiam y sus chamanes nos sacaran de esta incertidumbre…

Centré mi atención en el gesto del  Gran Chamán encendiendo la pira funeraria, mirando con fascinación como el fuego devoraba madera, carne, ropa y metal, elevando columnas de humo y cenizas y propagando un olor a carne quemada que hizo que mi nariz se arrugara con desagrado y mi estómago se encogiera de asco. Pero no podía mostrarme débil, no podía flaquear, tenía que estar a la altura de mi pueblo. Me mantuve erguida al lado de mi familia deseando que todo aquello pasara rápidamente.

Volvió a recibir a su esposa con un cálido abrazo, y lanzó una mirada furtiva a los Bearmaw, como si temiese que le hubieran hecho algo. Las riñas entre Bloodmoon y Shadoweye no tardaron demasiado en empezar, era algo previsible, pero mientras solo fueran palabras que hicieran lo que quisieran.

La tensión entre su tribu y los Bearmaw también era palpable, y solo el cadáver de Manfred aun de cuerpo presente impedía que las cosas se saliesen de control.

Cuando Hiam prendió fuego al cadáver, las lagrimas acudieron de nuevo a sus ojos, aunque sin perder el porte. Sabia que era un momento que tenia que llegar, de hecho ya se había retrasado bastante, pero no por ello le dolía menos.

-Que los dioses te acojan como te mereces... 

Deseaba poder decir todas las cosas buenas que había realizado su padre, pero sabia que debía esperar hasta la noche que llegase al reino del Gran Eidolon y solo entonces.

Tras el abrazo, acaricio la mejilla de Alexandra y la miro a los ojos con preocupación.

-¿Que han dicho los Bearmaw? ¿Siguen negando la culpa? Ni siquiera van a afrontar la verdad...

Era la primera vez que veía un cadáver y la primera vez que veía arder un cadáver. Cerré los ojos para evitar las nauseas y me aferré a la capa de mi padre con cuidado. Deseaba salir de aquella apestosa cabaña y ponerme a jugar con Amanra, o simplemente pasear al aire libre; pero sabia que tenía que guardar las formas ya que no quería que mi padre se enfadara. Y aun por encima estaban las Bloodmoon, que solo con su presencia envenenaban el aire.
Usurpadoras de bosques, algún día pagareis por todo lo que habéis hecho.

 Permanecí en silencio y en segundo plano, mientras los demás seguían con sus condolencias y oraciones. Yo ya había hecho las mías, así que no veía razón para repetirlas. En su lugar fijé mi atención en los asistentes al funeral...