Una semana más tarde...
Artie descansaba tranquilamente en la cama de un hospital, leyendo el periódico. Estaba bien, despierto, perfectamente consciente, y por fortuna, no habían quedado secuelas demasiado fuertes, salvo algunas jaquecas inesperadas y una cierta aprensión por los volcanes.
Pero estaba en buena forma y dentro de nada, le darían el alta.
Su amigo Warren no estaba a su lado y eso era algo que lamentaba profundamente. Pero jamás lo olvidaría. No podría.
Anna apareció en ese momento, sonriente, perfectamente vestida para la ocasión, alegrando la visión de todos los hombres que estaban por allí, que la recibieron con un silbido.
Nunca se cansaría de verla.
Artie dejó el periódico para recibirla.
Unas frasecillas entre vosotros...
Había pasado una semana. Aún no sabía muy bien como había regresado a la vida tras lo sucedido en la isla del Dragón Gris. Pero allí estaba y Anna casi no se había separado de él hasta el momento. Le habían contado que la gente que había sido raptada, quien sabe con que oscuro propósito, les habían salvado. Al parecer, zarparon en el Ama Oscura de regreso a la civilización.
Shangai había sido su destino. Todavía no sabía como pagaría la factura del hospital y como regresaría a Boston, pero estaba vivo. Le constaba que Anna estaba haciendo gestiones con la Embajada y parecía que iría bien. Su nombre ayudaba. Todavía era una actriz con cierto renombre en algunas esferas y eso siempre ayudaba. Además Erica Carlyle quizás pudiera ayudarles. No habían descubierto el paradero de su hermano, pero la correspondencia que habían ido intercambiando, le había mantenido al día sobre sus avances y desde luego, que parecía más que interesada en todo lo que le iban contando.
Lo peor fue la pérdida de Warren. Le iba a echar mucho de menos. Era su más viejo socio y amigo y no había podido despedirse de él. Su mente colpasó en el último momento, justo después de accionar el disparador que impulsó la bala que acabó con el principal responsable de todo el mal desatado, Sir Audrey Penhew, quien parecía haberse erigido en el Sumo Sacerdote de aquella abominable secta de majaderos.
Había compartido entre otras investigaciones los llamdos casos de: "el Baile del Muerto", "el Hechizo de la Casa Corbitt", "el Loco Jenning" o "al Margen de las Tiieblas"... Ahora sumaban un nuevo caso, al que todavía no le había puesto nombre, pese a que llevaban bastantes semanas detrás de mismo...
- Máscaras de Nyarlathitep... - Pensó Artie, como si un ente superior le hubiera susurrado el nombre para el caso.
Y entonces recordó a otros de sus amigos caídos. Rachel Hemingway, fue la primera. Desapareció en una vorágine en de otro mundo tras la investigación del caso de a asa Corbitt y Henry Carter murió asesinado en la pensión de Londres de la señora Montigny. Esperaba, aunque nunca lo sabría en realidad, que sus asesinos hubieran sucumbido en la Isla del Dragón Gris... o en cualquier otra de las escaramuzas previas que habían tenido con los miembros del culto. También recordó de nuevo al mismo Warren, que había muerto de forma heróica...
- ¿Ya has vito a Susan y a Ofelia? - Le preguntó a Anna. - Tengo ganas de reunirme con ellas. Sin ellas no habría sido posible... - Suspiro. - Anna... - Artie sonrió. Físicamente no estaba mal, aunque su mente estaba muy débil. - Si algún dia me dan el alta, me gustaría llevarte a cenar. - Hizo una breve pausa. - Y podríamos ir a bailar. - Asintió con la cabeza. - ¿Te apetece? - Le preguntó esperanzado. - Aunque tendrás que invitar tú. - Sonrió de medio lado. - ¡Estoy sin blanca!
Un figura apareció en la sala. Caminaba con paso firme y tranquilo, desviando la mirada en todas direcciones, pero dirigiéndose inequivocamente hacia donde estaba Artie.
Vestía un traje elegante, de esos que solamente te pones una vez en la vida, pero que en su caso, parecía ser un hábito adoptado a la perfección, y su rostro evidenciaba simpatía... pero también astucia.
-Señor Gumshoe. Me alegra ver que se encuentra mejor. Verá, me he enterado de su pequeña "aventura" y creo que usted, señor Gumshoe, tiene el perfil que estamos buscando. Digamos que el gobierno de su Majestad, el rey Jorge V, está muy preocupado con algunas de las situaciones que se vienen detectando en todo el mundo y está organizando un pequeño grupo para... digamos, "atajarlas", antes de que vayan a mayores. Nos vendría bien alguien de su talento. Creo que algunos han llamado a nuestro grupo como...
El hombre se interrumpió un instante, como si la idea le divirtiese,
-... La liga de los hombres extraordinarios, aunque por supuesto, también hay mujeres. Ejem. ¿Le interesa?
Solo para ti.
Había pasado una semana de los acontecimientos vividos. El doctor, un buen amigo y un verdadero héroe, había dado su vida para acabar con aquella criatura, y salvado al mundo, pero eso era algo que solo unos pocos podrían saber. Tenía claro que cuando Artie se recuperarse -que afortunadamente iba mejorando conforme los días pasaban- le hicieran un pequeño homenaje.
Fue a ver Artie, como habia estado haciendo durante estos días. Le unían toda una verdadera hazaña que habían logrado sortear.
Aún no les he visto. Cuando salgas de aquí iré a verles... y también tendremos que hacer un pequeño homenaje al doctor- le dijo.
Río ante la proposición de su compañero, pero despues de lo vivido, ambos necesitaban un descanso y cierta normalidad en sus vidas- de acuerdo, una cena. Yo invito pero tu elijes el sitio.
Artie sonrió. Anna había aceptado su invitación, aunque se empeñase en ser ella quien pagase. Una mujer moderna y empoderada desde luego. No le iría mal a su bolsillo desde luego.
- Durgin-Park. - Dejó caer Artire. - Supongo que lo conoces. Está en Faneuil Hall. - Sonrió de nuevo. - Sí, lo sé. No es barato, pero quizas podamos disfrutar de un trago "discreto. Sé a quién preguntar.
La estúpida Ley Seca estaba vigente desde el año 1920. Fue impuesta por la Decimaoctava Enmienda a la Constitución de EE. UU. que prohibía la fabricación, venta y transporte de bebidas alcohólicas con fines de consumo. Pese a todo, había algunos lugares en Boston, donde la venta al público se flexibilizaba, si uno sabía a donde acudir y Arthur Gumshoe, desde luego que lo sabía.
- Luego invito yo a lo de después. The Cocoanut Grove es un lugar magnífico y sirven unos magníficos cockteles sin alcohol... - Guiñó el ojo. - ¿Te parece bien, encanto?
Artie no sabía muy bien como tomarse aquello.
¿Quién era ese tipo? ¿De que se trataba esa "liga de hombres extraordinarios"? ¿Qué perseguia? y sobre todo... ¿Qué diantre quería de él?
Si, le había explicado que su trabajo le había proporcionado cierto renombre en algunos círculos ocultistas o eso creía él... Pero de ahí a reclutarle para... ¿qué? Bueno... quizás no fuera tan descabellado. Llevaba años combatiendo a lo desconocido y aunque poco gente lo sabía, acababa de salvar al mundo de un cataclismo bíblico, como mínimo.
- Sí, tiene sentido... - Concluyó para si mismo.
Lo cierto era que estaba sin blanca. Sus viejos colaboradores habían muerto o bien se habían rendido. Ofelia, Susan y Anna no estaban dispuestas a seguir enfrentando lo desconocido, no por el momento al menos; tampoco iba a permitírselo si dependía de él. Así que quizás, esa fuera una oportunidad interesante para seguir indagando en todo aquel asunto. Una oportunidad de hacerlo por primera vez en condiciones y con los medios adecuados...
- Llega usted en un momento en el que había decidido hacerme a un lado, ¿sabe? - Le respondió. - No podía seguir luchando a pecho descubierto. Me hago mayor, ¿sabe? - Sonrió de medio lado. - Tampoco me veo picando piedra, como he dicho... me hago mayor. - Guardó silencio unos instantes, mirando a los ojos de aquel hombre como relizando un pulso de voluntades enfrentadas. - Supongo que es una de esas ofertas que se cogen o se rechazan sin saber muy bien de que va todo el asunto. ¿Me equivoco mucho?
Aquel hombre tenía una sonrisa que parecía provenir de la seguridad que el tiempo proporcionaba, y poder ver las cosas desde las alturas y con pragmatismo.
También transmitía una confianza que parecía a prueba de todo.
-Por supuesto. Pero creo que poder ayudar a que todo un país, y en ocasiones, el mundo entero, sobreviva una vez más a un apocalipsis, es motivo más que suficiente para entrar a formar parte de nuestro... grupo. Oh, y la edad no es un problema, créame. Hemos tenido miembros que han superado con creces la longevidad esperada para un ser humano normal, así que no se apure por eso.
El hombre miró de nuevo a su alrededor, antes de inclinarse hacia Artie.
-Le aseguro que un hombre de su experiencia puede resultar fundamental para el resto de nosotros. No todo el mundo ha evitado que el mundo sea invadido por un ser maligno de otra dimensión.
El hombre sacó una tarjeta de su bolsillo y se la entregó a Artie. En ella, lo único que venía era un símbolo.

-Cuídese. Estaremos en contacto.
El hombre se dio la vuelta y se marchó, dejando a Artie con más preguntas que respuestas.
Pues listo por aquí. Ya si quieres participar, dímelo. Sería un cthulhu pero con la liga. XD
Había sido una vista tan inesperada como interesante. Aquella propuesta, que no había dudado en aceptar, le podía proporcionar unos conocimientos y unos medios que nunca antes había tenido a su alcance. Quizás, cuando pensaba que si carrera como investigador de lo oculto estaba a punto de concluir, era en realidad el momento de reinventarse y exponerla a la máxima potencia.
No sabía como le iría, ni si su papel dentro de aquella liga de hombres extraordinarios sería relevante o se limitaría a la de un mero peón, un archivista o a carne de cañón en la siguiente misión de carácter peligroso, pero lo cierto era que de buenas a primeras, sonaba bastante bien y sobre todo, bastante estimulante.
- Bien... - Sonrió mirando al infinito. - Seguimos en el negocio...