Partida Rol por web

Donde los Investigadores despiden a su amigo.

La mañana de enero era gélida, y aún se adivinaba escarcha sobre las hojas muertas que se amontonaban junto a la Iglesia de la Trinidad, en Wall Street. El propio Padre MacConlom ofició las exequias, con permiso del párroco de la iglesia.

Nadie más acudió al entierro.

Tras una corta oración y unas breves palabras de ánimo, el sacerdote y MacConlom se alejaron hacia la Iglesia a arreglar los papeles.

La fría brisa fue la única compañía de los Investigadores.

Archivald guardo la compostura durante toda la ceremonia pues aunque aún era joven había tenido que asistir a varios funerales en su corta vida. La vida en lo que queda del salvaje oeste no es fácil y a menudo ocurren accidentes.
Aunque su relación con el difunto era circunstancial no podía evitar sentir la pena que rodeaba a la personas que lo rodeaban ya que la mayoría si que lo habían conocido bien en vida. Por esa razón archivald se mantuvo en silencio sin atreverse a intentar animar a los que eran ahora sus compañeros y amigos. Con el sombrero entre las manos y la mirada fija en el suelo esperaba a que alguien decidiera abandonar el lugar.

Aunque la emoción por despedir a Jackson la mantuvo seria y ensimismada, la americana de vez en cuando lanzaba alguna mirada a su alrededor, constatando con extrañeza que nadie más que ellos había acudido al entierro. No esperaba un adiós multitudinario, pero Jackson Elías era un escritor conocido en su ámbito, y, además, extrovertido y amigable. Era evidente que sus amigos en la ciudad estaban asustados por lo sucedido. Y por no hablar del editor, quien probablemente había seguido el consejo de Nathan y se había escondido.

Tampoco la policía hizo acto de presencia, o, si lo hizo, se encargó de pasar desapercibida.

Brenda suspiró, se acercó una vez el sacerdote hubo acabado sus rezos, y depositó sobre la tumba una rosa. Después se quedó a un lado, esperando a los demás.

Un lujoso coche aparcó cerca de la entrada del cementerio. En su interior, un chófer uniformado y una mujer de cabello oscuro envuelta en un abrigo discreto esperaban. 

Mina miró la rosa que yacía sobre el ataúd de Elías. No había llevado nada al entierro, sólo había presentado sus respetos al difunto a través de su silencio, de su segundo plano. De la misma forma que Archivald, se había limitado a dejar espacio a los que conocían a Elías, para que despidiesen de la forma que quisieran y necesitaran a su amigo, que hicieran lo que quisiesen. Las palabras del padre MacConlom sonaron vacías, como no podía ser de otra manera, vacías porque, ¿qué decir frente a la muerte? ¿Qué decir frente al horror? Palabras de manual, palabras fungibles, iguales para todos, un pobre consuelo, frente a una única realidad. Jackson Elías había sido asesinado, y en verdad la idea del cielo sonaba escasa, la idea de la otra vida sonaba agotada, no había palabra alguna para decir. Menos aún, de quien no lo conocía en absoluto, ya que ninguno de los que querían al hombre en el ataúd parecían tener nada que decir.

Se acercó a Brenda, y le pasó un brazo por los hombros. La soledad del cementerio podía significar muchas cosas, comenzando porque los conocidos de Elías jamás se hubiesen enterado de lo que había sucedido, o de que iba a ser enterrado allí y a esa hora. Todo había sucedido demasiado rápido. Pero sabía que esa soledad hacía mella en Brenda, aún seria y quieta, sabía que algo en su interior se estaría preguntando por qué, por qué nadie más que ellos estaba allí, por qué incluso estaban allí personas que no lo conocían en absoluto, y no estaban las otras que lo habían querido en vida. La abrazó, y la estrechó cálidamente. Los pétalos de la rosa se agitaban suavemente con la brisa, descubiertos. Todo transcurría en el más profundo de los silencios.

El ruido de un motor hizo que Mina girase la cabeza. En la entrada del cementerio, no tan lejos de donde estaban, había aparcado un automóvil reluciente. Sus ojos se dirigieron a la mujer que estaba en el asiento trasero, tratando de identificar sus rasgos, o al menos, identificar su semblante.

Archivald se sorprendió al ver el vehículo detenido a la entrada del cementerio. Sus ojos se fijaron inmediatamente en la bella mujer que ocupaba la parte posterior del lujoso coche y emitió un silbido de admiración al estilo tejano cuando sus ojos se cruzaron con los suyos.

Oh, una bella damisela, tal vez sea la hija del señor elias pero... ¡Llega tarde!

Aquel entierro era triste en muchos sentidos, o al menos es lo que pensaba Henric observando la estampa del lugar. Y es que si el entierro de un amigo, familiar o simple conocido ya era algo triste de por si, el entierro de alguien en las circunstancias en las que allí se encontraban, era totálmente deprimente.

Nadie más que ellos había ido a a despedirse de Elías, y aunque el padre MacConlom ofició las exequías por propía voluntad pese a que el parroco local estaba allí para hacerlo, a Henric le pareció ver un atisbo de alivio al otro hombre al verse liberado de la carga.

Hasta los curas prefieren dejar que otros hagan su trabajo si se les presenta la oportunidad. Pensó el artista intentando evitar que una sonrisa aflorara en sus labios.

Un rápido vistazo al lugar mientras MacConlom hablaba, le sugirió colores y ángulos desde los que tratar sobre un lienzo, aquel paisaje que ante el se presentaba, y no pudo evitar avergonzarse un poco por que su mente se distrajera con semejantes trivialidades estando como estaban despidiéndose de un buen amigo. Se maldijo por su maldita facilidad para distraerse, y volvió a concentrarse en la despedida de un amigo por cuyo trágico final habían decidido embarcarse en una empresa tan peligrosa.

Cuando todo acabó, Henric reparó en las miradas de sus compañeros desviándose hacía el negro automóvil que de pronto se convirtió en el centro de atención del lugar.

-Vaya... ¿Qué os parece? Al final alguien más ha venido a despedirse de Elías. Les comentó a los demás. ¿Y si nos acercamos a saludar? Preguntó haciéndo un gesto con la cabeza en la dirección del coche.

Aún con la mirada puesta en la rosa que acababa de dejar sobre la tumba, aún con el cálido abrazo de Mina reconfortando sus hombros, Brenda se mantenía callada, a un lado, preguntándose el porqué de la ausencia de otras personas en el entierro.

Pero el sonido del coche que acababa de llegar la sacó de su ensimismamiento. Y un suave silbido de Archie primero, y luego sus palabras seguidas de las de Henric, hicieron que se girase hacia el automóvil y su ocupante. Una mujer, como ya había deducido por las maneras del explícito tejano, hermosa. ¿Una amiga de Jackson...? Entonces era muy posible que Brenda la conociera. O que, en otro caso, hubiera oído hablar de ella a su querido amigo.

 -Pues supongo que si no se ha acercado ella es que querrá intimidad... o discreción.

A pesar de su respuesta, la americana miró a la mujer sin disimulo, respetaba la decisión que tomara la recién llegada, pero ella era espontánea y sin dobleces.

-¿Alguno de vosotros la reconoce? No la veo bien por el reflejo de la ventanilla...

Archivald no perdió el tiempo con conversaciones pues tras un vistazo rápido a sus compañeros estaba claro que nadie sabía quien era así que se adelanto para acercarse al vehículo y situarse al lado de la ventanilla de la señorita a la espera de que la mujer le dirigiera la palabra o al menos se fijará en él.

Perdone, señora, ¿Viene usted al entierro del señor Jackson Elias?

-Yo tampoco la alcanzo a ver bien... comentó el artista entrecerrando los ojos mientras Archivald se adelantaba a ellos con su característico caracter, y ante la posible intención de intimidad y anonímato de la mujer mencionados por Brenda, a Henric empezó a inquietarle todo aquello.

Ya nos han tiroteado despues de lo que ocurrió en el hotel y bien sabemos que hay gente tras nosotros... Pensó con preocupación.

-Estemos atentos a cómo se desarrolla esto. Dijo a los demás sin apartar la mirada de Archivald y el coche. No me gustaría una nueva sorpresa desagradable despues de lo que hemos vivido hasta ahora, y aunque quizás peque de paranoico, lo prefiero a acabar criando malvas. Ya no podemos fiarnos de nadie ni en el entierro de nuestro amigo. La última frase salió de sus labios con un deje de ira.

Henric siguió caminando hacia allí con naturalidad, pero cuidando sus pasos y el entorno.

La proxima vez que aceptara un trabajo debía preguntar primero dónde me reuniría con ellos, porque cuando aquel coche me llevó al lugar donde debía encontrarme con el resto me pareció hasta de mal gusto.

- Al menos podrían haber esperado a que enterraran al difulto. Esto es casi tan feo como ponerte a hablar mal y no decir que era una bellísima persona y eso que por mi parte, al no conocerle..

Suspiré sentada en el coche, aunque no tardé en darme cuenta de cómo miraban hacia mí.

- Normal, si casi parece que estoy esperando a que esto termine para darles malas noticias.

Me sentía bastante incómoda con esto, pero cuando vi cómo uno de ellos se acercaba, uno de los que no recordaba el nombre pero ya había visto las fotos, abrí la puerta y me bajé del coche, sin esperar a que nadie lo hiciera cortesmente, no estaba acostumbrada a florituras inútiles que sólo servían para las señoritas que perdían el tiempo bordando en los tristes sofás de sus casas.

- En realidad me temo que no. - Respondí casi incluso de manera solenme ante aquella pregunta. - No le conocía.

Dudé un poco antes de decir nada más, pero ya... de perdidos al río.

- Me llamo Danielle Archer, aunque podéis llamarme Dani y me ha contratado la señora Carlyle para ir a Kenia a buscar a su hermano con vosotros, soy exploradora.

En aquel momento mi atuendo era el de toda señorita, increíblemente no llevaba puestos unos pantalones, pero no tardaría en cambiar mi aspecto. Era lo que tenía estar en una ciudad como aquella.

Archivald permaneció en silencio durante unos instantes mientras mantenía fija la mirada en la recién llegada. Sus ojos inspeccionaban los de la bella exploradora con una mirada intensa que intentaba llegar al fondo de su alma.
Tan malos momentos habían tenido recientemente que no se podía fiar de nadie nuevo a estas alturas.

Tras estar casi un minuto en esa posición se volvió hacía atrás para comprobar que sus compañeros, o al menos la mayor parte de ellos, se encontraban ya a su lado. Así que hizo las presentaciones.

Señora Archer, permita que les presente a los que serán sus compañeros -dice archie mientras señala con la mano derecha a cada uno de ellos a la vez que dice su nombre.
Brenda Farrow, Mina Mordaunt, Louis Sheridan, Nathanian Moore, Henric Larsson, Nick Stolze, el padre Ian MacConlom y por último yo, Archivald Kirkham.
Damas y caballeros, les presento a la exploradora Danielle Archer que ha sido contratada por la señorita Erica Carlyle para ayudarnos a averiguar el paradero de su hermano.

Al acercarse Archie al automóvil, la mujer, sin esperar a que él, o su chófer, le abriera la puerta, se bajó por fin. No, Brenda no la conocía, según pudo constatar al verla ya fuera, sin el reflejo de la ventanilla. Y una mirada a su alrededor sirvió para constatar que los demás, a juzgar por cómo la estaban mirando a su vez, tampoco.

Se había separado de Mina pero no había soltado su brazo, al que había entrelazado el suyo. Y así, como lo que eran, dos viejas amigas en una situación muy poco agradable, vieron juntas como la recién llegada se presentaba.

Tiró suavemente de su amiga, y se dirigió al coche, tras Henric, hasta llegar a la altura de Archie y... Danielle. Éste les presentó, a uno tras otro. Cuando acabó la americana se adelantó y le tendió la mano.

-Encantada, señorita Archer. Danielle, deberá ser, puesto que vamos a ser compañeros de búsqueda. Sí, soy Brenda. Y he de decirte, si me permites el tuteo, que estoy intrigada por lo que Erica Carlile te haya contado acerca de lo ocurrido... y acerca de nosotros.

Sonrió, sincera. Brenda no se andaba con formalidades.

-Un placer. Respondió Henric ante la presentación. Me alegra ver que Erica confirma sus palabras de apoyo a nuestra empresa con hechos como el de contratarte para que nos ayude. Como ha sugerido Brenda con su petición, en este particular grupo de amigos, la familiaridad ya ha dejado de lado el trato de usted, de modo que el tuteo no está fuera de lugar.

Y presiento que pronto volveremos a tener problemas que harán más fuertes los lazos que nos unen... Pensó el artista sin exteriorizar sus inquietudes cambiando la amable sonrisa que ahora mostraba.

Henric no dijo nada más, y espero a que la recién llegada al grupo expusiera aquello por lo que Brenda había preguntado.

El primero que había hablado se me quedó mirando de manera penetrante y como si de un juego se tratara intenté mantenerle la mirada pero fui incapaz de sostenerla tanto tiempo, quizás por las palabras de los demás o quizás porque hasta yo misma me estaba empezando a poner nerviosa, así que rápidamente giré la cabeza hacia el resto de personas, como si Archivald hubiera dejadod e estar ahí.

- No os preocupeis, casi prefiero que nadie me hable de usted. - Me hacía sentir incómoda y quizás más vieja de lo que era, más formal... cosa que tampoco iba demasiado conmigo.

- Erica me dijo que que su hermano desapareció en Kenia haciendo un safari fotográfico hace seis años y que le habían declarado muerto porque encontraron unos cadáveres que creyeron ser el suyo y los de aquella expedición, que detuvieron a cinco personas al azar a los que cargar el mochuelo.

Al menos esa parte la había tomado así, que creía que era lo que ella había tratado de decir.

- Me comentó que hace unos días habíais aparecido en su puerta diciendo que su hermano seguía vivo y que por eso, necesitaba que alguien más os acompañara a Kenia y como me dedico precisamente a meterme en lugares a los que no suele entrar demasiada gente, supongo que era la ídonea para el trabajo.

No hubo sonrisa de satisfacción en mi rostro pues simplemente trataba de decir cuál acostumbraba a ser mi trabajo, no a lanzarme ninguna alabanza propia.

- También me dijo que un escritor relacionado con el ocultismo había sido asesinado según llegó a Nueva York..

Sabía que mi historia tenía muchas lagunas, pero ahora era el momento de que fueran ellos los que me pusieran al día.

- Quizás, podíamos ir a tomar un café o un té y así me contáis lo que ha pasado realmente..

Mina se dejó llevar por Brenda. Hubiese preferido quedarse a un lado, teniendo en cuenta el cómo parte de los demás se le habían abalanzado a la recién llegada. Parecían haber asumido que la mujer venía por el entierro de Elías, algo normal, teniendo en cuenta su momento de llegada y la ansiedad, la profunda ansiedad de la que todos participaban por echar alguna luz al respecto de todos los asuntos. Pero podía no ser, y a fin de cuentas importunar a alguien que no tenía por qué ser importunado, alguien que quizás sólo venía a tener un momento de compañía con sus propios recuerdos y sus deseos. Sin embargo, las cosas ya estaban hechas, las preguntas estaban lanzadas, y aunque Henric parecía ser el único que miraba lo sucedido con los ojos de la paranoia o la prudencia, Mina sabía que en el fondo todos lo hacían igual.

La mujer estaba de pie al lado del auto, manteniendo alguna especie de duelo visual con Archivald. Mina observó como ella, Danielle, bajaba la mirada y giraba la cabeza, dejando totalmente de mirarlo. Le sonrió, aunque los demás habían hecho las presentaciones y ella, aparte de un gesto de saludo y simpatía, no había hecho más. Dejó que quienes tuviesen curiosidad hablaran. Ella simplemente la miró a los ojos, escuchando lo que decía, con atención. Sus palabras y el tono, la falta de sacramentalidad, la presencia de ánimo, todo aquello. Cuando dejó de hablar, Mina sonrió otra vez.

- Quizás sea lo mejor, sí, Danielle, salir de aquí y hablar bajo cubierto o al menos, lejos de este silencio. Allí podremos conversar más tranquilamente sobre lo que te ha dicho la señorita Carlyle y lo que ha sucedido.

Había poca o ninguna formalidad en ella y en su forma de expresarse, casi había calidez, o quizás era sólo una ilusión devenida en la falta de acartonamiento de sus maneras. Miró a los demás, al menos a los que se habían acercado del todo, buscando en ellos algún atisbo de negativa.

-Estoy de acuerdo. Dijo el artista. Un lugar más cálido que este cementerio, frente a un buen café será adecuado para tratar el asunto con discrección. Propongo que volvamos al hotel en el que nos alojamos. En nuestras propias habitaciones tendremos la privacidad adecuada. Desde que estamos en esto, cualquier cosa me sugiere oidos ajenos prestando atención a nuestros movimientos...

Henric lanzó una mirada alrededor, y aunque pronto comprobó que seguían siendo los únicos en la zona, era incapaz de quitarse de encima aquella terrible sensación de estar siendo vigilados.

-Además, tenemos que ultimar los detalles del viaje que estamos a punto de hacer y, todavía no he hecho la maleta. Sonrió intentando despreocuparse un poco con sus propios despistes.

-Si, vamos. No diré que no me duela despedirme de Jackson, irme de aquí y dejar atrás mis recuerdos, en esa tumba. Pero por otro lado sé que lo que ahora mismo deseo más en este mundo es vengarle. Aclarar todo lo ocurrido, y conseguir paz para mi alma... y la suya. Y, desde luego, esclarecer el paradero de los componentes de la expedición Carlile, vivos o... en fin.

Sacudió la cabeza, y calló, pensativa. No parecía la misma Brenda de un par de días atrás, vital y optimista. La muerte de Elías había sido un duro golpe, y el modo en que murió uno aún mucho peor. Pero alzó de nuevo la barbilla al poco tiempo, retadora, dispuesta.

-Vamos pues al Hotel. Y empecemos los preparativos, sí.