Partida Rol por web

Cuando el reloj marcó las diez, la tormenta ya había pasado. La nieve se acumulaba en las aceras y encima de los coches aparcados. La ausencia de viento hacía más soportable el frío del invierno neoyorquino, pero aun así la perspectiva de resguardarse bajo cubierto era de lo más agradable.

El despacho de Nick estaba en un edificio antiguo, con una amplia y majestuosa entrada que daba paso luego a unas escaleras estrechas y empinadas. En el segundo piso, una placa en la puerta del despacho anunciaba que este pertenecía a Nick Stolze, Detective Privado en letras sobrias y pesadas.

La luz que se vertía por debajo de la puerta indicaba que por lo menos Nick ya estaba dentro esperando.

Nick estaba al teléfono, hablando con comisaría. Con un poco de suerte, alguno de sus conocidos en el cuerpo podría tener acceso al informe forense. Era aun muy pronto y dudaba mucho que alguno de los polis con los que había compartido un Whisky hubiese sido asignado al caso. Aun así, merecía la pena intentarlo. Levantó la vista hacia el perchero, donde había dejado colgada su gabardina y sombrero. Tenía que llevar el abrigo a la tintorería.

De pie, con el teléfono en una mano y el auricular en la otra, miraba por la ventana. Solo llevaba puesta su camisa y un chaleco encima, por lo que la bandolera con su arma colgaba libre bajo su brazo. Vamos, vamos, murmuraba, mientras esperaba que la centralita le atendiese. La ciudad ante él tenía el mismo aspecto. Pero no era la misma. Hoy era más pequeña, más fría. Y había alguien suelto en ella que iva a pagar. Oh, sí. Iva a pagar en condiciones.

La voz al otro lado del teléfono sonaba metálica cuando respondió a Nick.

-Comisaría del distrito -dijo lacónicamente, más como una afirmación que otra cosa.

Quisiera hablar con el oficial Dukes, por favor Dukes no era mal tipo, y le debía un favor. Si no hubiese sido por Nick no habría podido ocultar las pruebas de maltrato a su exmujer. La única condición de Nick fue que la dejase irse con la niña a otra ciudad. Él mismo preparó el viaje. No es que fuesen amigos pero no solía ponerle reparos a algunas cosas.

Se odió a si mismo ese día.

La linea quedó en silencio mientras el operador transfería la llamada. A los pocos segundos Nick pudo oir el tono carácterístico y alguien respondió.

-Dukes, ¿con quien hablo?

Hola, Dukes, soy Nick. ¿Que tal estás? No era un tono muy cálido, desde luego, pero aun tenía que guardar las formas.

-Bien, gracias -el tono de Dukes era frío como el hielo-. ¿Que necesitas?

Un par de cosillas. Tengo una matrícula que me gustaría saber a quien pertenece. La matrícula es NYL7. También quiero saber si un tal Silas N'Kwane tiene antecedentes. Dejo pasar un momento, luego prosiguió. Mira, han asesinado a un amigo mío, Jackson Elias. Deben tenerlo ahora en el depósito. Necesito esa autopsia, Dukes. Era mi amigo. La imagen del cuerpo de Jackson volvió con fuerza a su mente. ¿Que sabes del tipo que lleva el caso?

-NYL7, Silas N'Kwane... ¿cómo coño se escribe eso? N... apóstrofe... K... w... jodidos extranjeros. Comprobaré su ficha y la matrícula.

Hubo unos instantes de silencio mientras Dukes apuntaba la información.

-El cadáver de Elias ha llegado hace un momento, pero no se los detalles -siguió diciendo-. Creo que el caso lo lleva Martin. No, espera, Poole. Nada especial acerca de él, otro enchufado más. Mi sobrina podría resolver el caso mejor que Poole.

Dukes se permitió una carcajada desagradable. Parecía disfrutar con la idea.

-Miraré si puedo conseguirte los detalles del caso. Pero no te prometo nada.

Gracias, Dukes. Te debo una. Y lo subo con un paseo con Jhon. Era un pequeño código para indicarle que le iva a regalar una botella de Jhonny Walker (Jhon caminante) No es que sus compañeros fuesen a decirle nada, pero siempre venía bien ir con pies de plomo. Nunca se sabía. Nos vemos la semana que viene. Llamame en cuanto puedas.

Finalmente había conseguido llegar a la dirección indicada en la tarjeta, aunque eso le hubiese costado soportar el mal humor del taxista....¿cómo iba él a saber que su destino iba a estar a tan sólo dos manzanas de distancia? No conocía la ciudad, ni podía haber imaginado que sus pasos le llevarían tan cerca de allí.

Finalmente lo había solucionado con una propina considerable, la cual aceptó el taxista con rapidez aunque eso no evitó que su rostro siguiera mostrándose enfurruñado cuando se marchó calle abajo.

Aquel incidente no le importó en demasía, pues tenía otros asuntos en la cabeza...quizá ahora, al volver a encontrarse con el resto, podría liberarse un poco de la congoja que le había invadido desde el descubrimiento del cuerpo de su amigo.

Con paso lento llegó hasta la puerta y, levantando el brazo que parecía pesarle una tonelada, llamó levemente a la puerta del despacho.

La universidad era un edificio inmenso, profundamente vacío, que los había recibido con una fachada demasiado imponente para acogerlos. Sin embargo, Archivald notó cuán a gusto Mina podía sentirse frente a aquella imponencia, cuando una vez fuera del taxi lo guió directo hacia las puertas centrales. Las escalinatas, para alguien no acostumbrado, parecían eternas; una escalera a un cielo que no a todos interesaba de la misma forma.

- ¿Y? ¿Qué tal? - había preguntado Mina, refiriéndose a la bellísima obra de arquitectura. El edificio podía ser amedrentador de noche, sin movimiento y sin sonidos; pero cada columna era perfecta, cada escalón era medido, y las escasas luces que se desplegaban alrededor en la oscura noche de invierno de Nueva York no lograban si no embellecer el cuadro entero, que un artista hubiera considerado de belleza clásica.

No lo había dejado atrás, y se había entregado con mucha simpatía al diálogo que pudiera haber surgido entre ellos. Un detalle notorio era que Mina hacía sentir a la persona que ésta tenía su atención por entero; no parecía tener reservas ni misterios sobre nada, aunque la conversación de dos desconocidos era bastante trivial. Aún cuando se hubieran conocido enfrentando dos de los actos más recurrentes en los diálogos y las reflexiones: la muerte, y el que la administra.

Mina había llevado a Archivald, por los pasillos desiertos e inmensos, hasta una puerta que señaló como aquella que había ido a buscar. Sonriendo, había abierto y lo había dejado entrar; lo había dejado mirarla mientras con rapidez movía papeles de un lado a otro, cambiaba carpetas de lugar, ponía unas hojas en un cajón, y buscaba entre los libros de la biblioteca personal de uno de los costados. Mina hacía todo eso respondiendo a Archivald, y en su defecto hablándole, cuando el silencio parecía poder invadirlos. Al final, miró su obra, y anunció que había terminado.

Un papel y una breve charla con el sereno le bastaron a Mina para enterarse del sitio donde estaba el profesor Landgrave. Fue allí cuando le explicó a Archivald que el verdadero destinatario del telegrama había sido su jefe, y no ella; y que en verdad no tenía idea de por qué algunos de los demás insistían en que habían sido seleccionados por algo. Al menos ella no había sido seleccionada de ninguna manera, y menos por ninguna capacidad especial. Mina se reía mientras aclaraba con rapidez que la situación no le daba risa, si no que lo último que esperaba era que pudieran considerar algo por el estilo, relacionado a ella. Y expresó en voz alta su idea de recurrir al medio más acelerado de comunicación posible para contactar a Landgrave, y apuntarle todo lo que había sucedido... Pero luego de que se aclararan un par de cosas.

Así, taxi mediante y con más o menos vueltas, Mina y Archivald acabaron en la dirección de la tarjeta que Nick les había dado.

- Me parece que es aquí... - señaló Mina a la puerta del bello edificio frente al que se habían bajado. Hiciera lo que hiciese aquel hombre, no cabía duda que mal no le había ido.

Miró a Archivald, y sonrió.

- Bien... De ser este, es el segundo piso.

Luego de esperar su contestación y reacción, o si algo tenía que impedir o aclarar al respecto, Mina se encaminó a la puerta para dirigirse, directamente, al segundo piso.

Nathan y Brenda llegaron hasta la puerta del despacho, a través de la cual se observaba luz. El escritor llamó por tres veces con los nudillos y esperaron a que les abrieran.

El breve período de calma les había permitido serenarse en cierta medida. Aún conservaban aquel cuchillo que se había clavado en sus corazones, dañándoles allí donde nada ni nadie puede ofrecerles consuelo, y que permanecería presente durante años. No obstante si que habían ganado algo de calma y perspectiva, calor y un poco de té. Esa noche Nathan dejó de lado el Earl Grey que era tan habitual en él y se decantó por una variante amarga, profunda y duradera, cuyo sabor le acompañaría por mucho tiempo.

Nick abrió la puerta. Hola, dijo lacónicamente. Se hizo a un lado para que los demás pasaran. Dukes aun tardaría un tiempo en serle útil, y se impacientaba. Por experiencia sabía que eso no era bueno. Si pierdes la cabeza, pierdes la cabeza, idiota.

Pasen por favor. Tengo café, entre otras cosas.

-Gracias, Nick. Hemos tomado té, no hace mucho. Por cierto... no se me ha ocurrido preguntaros... -Mira alternativamente a Nathan y a Nick, inclinando ligeramente la cabeza.- ¿Os conocíais de antes? es que con todo lo sucedido, la verdad, no llegué a pensar en presentaros. Después se gira hacia Louis. En su caso, señor Sheridan... déjeme llamarle Louis... me ha sorprendido que hubiera esa cordial camaradería entre usted y Nathan. -Sonríe suavemente al británico.- Creo que ha conseguido usted azorarle allá en al hall. Cuando aún... no habíamos vivido... en fin.

Sacude su melena rubia, ensortijada, como si al hacerlo pudiera apartar de su mente las imágenes que se han acumulado en ella esas últimas horas. Afortunadamente, la hora escasa que han estado en el Hotel hablando y reconfortándose con una taza de té caliente y frente a un buen fuego en la chimenea, le ha sentado muy bien. Se ha calmado, y ha podido aceptar la situación, asumir los hechos. Y ha tomado una decisión. Ambos, Nathan y ella, la han tomado.

-Supongo que como a nosotros, todo esto les ha trastornado los planes. Por eso quiero consultar sus intenciones. Hemos decidido llegar hasta el fondo del asesinato. Cueste lo que cueste. Por Jack. Y si eso quiere decir seguir esa pista que nos lleva a Egipto, lo haremos. Si hay que ir a Nairobi, iremos. Pero no somos detectives, no tenemos experiencia en seguir pistas... tú si, Nick... Y no conocemos ese País, sus costumbres. Al contrario que usted, Louis...

Y les mira con intensidad, con urgencia. Esperando sus palabras...

Mi decisión ya había sido tomada en la habitación del hotel...Brenda - respondió incorporándose un poco de la silla donde prácticamente se había derrumbado al entrar - voy a volver a Egipto y comenzar allí a seguir las pocas pistas de las que dispongo.

Tan sólo habían llegado unos pocos aún, pero se sentía extraño, pues desde hacía muchos años, él se consideraba un solitario y, sin embargo, le había alegrado conocer la noticia de que no fuera necesario que, en este terrible momento de su vida, tuviera que emprender el camino solo.

Volvió la mirada hacia Nathan - Hace muchos años que nos conocemos - respondió a la alusión de la amistad existente entre ellos - por lo que creo que el azoramiento ha venido más por la sorpresa de verme allí que por otra cosa...ya está acostumbrado.

No pudo evitar sonreir...la primera sonrisa desde que atravesó la puerta de la habitación 410, y que se repetiría a menudo desde ese momento, en homenaje a Elías, que no querría ver caras largas ni en su propio funeral, y sólo pensar en él volvió a encauzar sus pensamientos de nuevo hacia la misión que se había autoimpuesto - No sé que harán los demás, pero debo decir que me alegra escuchar que me acompañarán a Egipto, pues mi especialidad es encontrar rastros de una civilización milenaria....pero no seguir pistas de algo sucedido en la actualidad.

-¿Es que no hay nada más importante de qué hablar que de mi azoramiento? ¿Cómo podéis no tener ningún sentido del ridículo? Al menos alguien aquí tiene modales y sabe comportarse como es debido en la recepción de un hotel. ¡Y no me refiero a ninguno de vosotros dos! – masculló el escritor señalando a Brenda y a Louis con un dedo acusador. Era así y no podía evitarlo. Tenía que gruñir por algo o reventaría como un globo demasiado hinchado si no dejaba escapar el aire -. Al señor Stloze no lo conocía antes de hoy Brenda. Te he escuchado hablar de él en alguna ocasión, pero no nos habían presentado. Lamento que haya tenido que ser en estas circunstancias señor.

Lo mismo opino yo, señor Moore. Pero por favor, llameme Nick. Y creo que regresar a Egipto sería precipitado, al menos por el momento. Después de todo, Jackson fue asesinado aquí, y no hay nada que nos indique que hayan ido, o siquiera que sean, de Egipto. No negaré que estoy convencido de que su investigación de la Expedición Carlyle ha sido lo que le ha perjudicado. Nick hizo una pausa. Pero lo poco que tenemos está aquí, en Nueva York, y no creo que debamos precipitarnos. EStoy esperando una llamada de un amigo en la policía. Tal vez pueda echarnos una mano.

Archivald acompaño a la señorita educadamente. Intentando entablar conversación sobre cualquier cosa pero evitando mencionar al difunto durante mucho tiempo.
Una vez en la universidad se sintió como pez fuera del agua, justo lo contrario que mina que iba y venía sabiendo en todo momento lo que hacía. Archie tomo nota en un trozo de papel de la dirección donde debería estar el profesor Landgrave por si esa información les fuese útil más adelante.

Al salir del taxi abrió la puerta a la señorita para acompañarla hasta el despacho de la persona que les había invitado a venir. No sabía que es lo que se iba a encontrar allá arriba pero tenía muy claro que quería saberlo ya que la curiosidad le había mordido y ahora no quería quedarse sin saber que es lo que estaba pasando. Además, la compañía resultaba más que agradable.