Partida Rol por web

La tarde, lluviosa y gris, os encontró de nuevo ante las puertas bruñidas de la Fundación. El recepcionista, solícito, se apresuró a recoger abrigos y paraguas y colgarlos a secar cerca de un radiador.

- ¿Qué desean?

-Buenas tardes de nuevo. -Sonrió, como si no estuviera lloviendo, como si el frío no calara, como si el cielo gris y encapotado sólo estuviera en su imaginación, y no fueran reales. La sonrisa iluminó la recepción de la Fundación, además del rostro de la americana. -Volvemos a vernos, eh? Esta vez venimos como simples estudiosos, a consultar su estupenda biblioteca. Nos han comentado que está abierta al público, y que es exhaustiva, tanto como pueda serlo la de la Universidad, y más especializada. Quisiéramos pasar aquí unas horas de trabajo de investigación, si es tan amable.

Mientras hablaba sacó de su bolso su libreta de tapas de piel, y su estilográfica, una pieza muy querida y rara.

-Por cierto, no se lo pregunté antes, pero he pensado que quizá recuerde a un caballero escritor que pasó por aquí, interesándose también por la Expedición Carlyle. Jackson Elías. ¿Habló usted con él...?

- ¿Jackson? No, lo siento, no recuerdo a nadie de ese nombre. ¿Era un americano? - Sacó de debajo del mostrador un libro de registro. - Si quieren firmar aquí, por favor...

Al observar el libro se dio cuenta de que si Elias estuvo aquí es probable que su nombre constara en ese libro. Si es americano.

¿​habría alguna forma de saber si estuvo aqui ? - Preguntó

Al levantar la vista hasta su interlocutor se imaginó a Elias, estando aqui mismo, donde ahora estaban ellos. 

- Hmmmm, me temo que tendría que consultarlo con la administración. Comprenderá que no entreguemos datos personales al público sin un motivo serio.

En cuanto los Investigadores anotaron sus datos, cerró el libro y procedió a guardarlo bajo el mostrador. Con un gesto os invitó a pasar a la biblioteca.

Sabiendo que Louis se dedicaría a meter la nariz tan a fondo como le permitieran, y quizá un poco más, Brenda simplemente se centró en lo que había venido a hacer: estudiar e investigar. Tenía a su disposición una estupenda biblioteca especializada, y horas por delante.

Se instaló en una mesa cómoda, con buena iluminación, desplegó su libreta y su pluma, y se dirigió al mueble archivo para elegir los libros con los que empezar. Había mucho que hacer.

La busqueda exahustiva de la biblioteca de la Fundación te permite hacerte una idea aproximada de su especialización y de la profundidad de su archivo. Ciertamente, aunque ha patrocinado diversas expediciones a sitios remotos, es Egipto su foco de atención y de esfuerzos. Muchas de las obras de referencia han sido escritas al amparo de la misma Fundación, siendo escritos de vanguardia en la Egiptología actual, aunque echas de menos un conocido volúmen titulado Historia Cultural de Egipto, que debería encontrarse entre las referencias comunes de toda buena biblioteca sobre Egiptología. Su archivo de fotografías es extenso también, nutrido principalmente por sus pequeñas pero contínuas expediciones y excavaciones.

Y sin embargo hay un vacío absoluto en lo relativo al Faraón Negro, tan absoluto que te permite incluso localizar el periodo de su reinado: Finales de la Tercera Dinastía, S XVII aC.

Todas las expediciones que excavaron ruinas o tumbas de esa época volvieron con informes poco detallados y casi carentes de fotografías. Además, revisando las interminables listas del Catálogo de Piezas, esas mismas expediciones sufrieron multiples "pérdidas" de objetos que se catalogaron en Egipto pero al parecer nunca desembarcaron en Inglaterra, o nunca llegaron al Catálogo de la Fundación.

Mientras Brenda revisa la biblioteca de la Fundación, no te cuesta mucho moverte por el edificio. La vigilancia es escasa, teniendo en cuenta que tanto biblioteca como sala de exposiciones están abiertos al público. La parte de oficinas es anodina y huele a té, el resto es simplemente elegante y dedicado al estudio de Egipto.

La única aprte a la que no puedes acceder con facilidad es el sótano, al que se llega por una escalera exterior.

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La pluma y el lapicero de la americana trabajan frenéticamente, anotando y copiando. Las copias de los mapas son de una calidad extraordinaria, de algo le ha de servir a Brenda su formación como arquitecto.

Las horas pasan, y en ellas el espectro de la Expedición Carlyle se va haciendo ligeramente más preciso, aunque siguen siendo desdibujados los detalles. Tras una sesión intensa de trabajo, la mujer se levanta de la mesa, sin sacar sus bártulos de ella, y estirándose muy poco discretamente para un británico, pero sin llegar a ser ofensiva, se dirige al lavabo de señoras, y luego al recepcionista. Le pregunta si sabe si hay algún ejemplar del manual básico que echa en falta en algún lugar de la Fundación. O si el Sr. Gavigan puede estar usándolo, y se lo puede prestar unos momentos.

El hombre levantó levemente una ceja.

- Me temo que si no se encuentra en nuestro archivo, el tomo no esté disponible. Puede rellenar una solicitud y haremos una petición a nuestro proveedor, señorita Farrow.

-Oh, no, no se preocupe, no será necesario. Además imagino que saldremos de Londres antes de que la Editorial se lo proporcione a la Fundación, esas cosas burocráticas tienen sus pasos, y suelen ir despacio. Por cierto, ¿consultó con la administración si puede decirnos si el Sr. Jackson Elías estuvo aquí? Más que otra cosa, si usted no lo recuerda, me interesa saber en qué fecha. No se nos ocurrió preguntar al Sr. Gavigan esta mañana, puede que él sí lo recordara. O puede que no se acercara por aquí.

Brenda, tras la respuesta, volverá a su mesa y seguirá con sus investigaciones. Hasta que sea la hora habitual de cierre de la Fundación. Entonces recogerá sus cosas, buscará a Louis discretamente, y se marchará de allí con él.

Dejo a Brenda encargada de recopilar la información que necesitaban, sabía lo eficaz que ella podía ser, asi que una vez libre de esa preocupación pudo recorrer el edificio como un fantasma.

La incursión le hizo sentirse vivo de nuevo, pero no duró mucho, le resultaba demasiado fácil, dado que la vigilancia era escasa. 

En un momento dado le entró el gusanillo de ir algo más alla. Sonrió mientras planeaba su incursión al sótano. 

Vamos allá. 

Pensó en la mejor forma de hacerlo, así que tras pensarlo un segundo se dió cuenta de que nadie se esperaba que alguien se colara allí dentro, asi que el factor sorpresa estaba a su favor.

Sabía que el no era preciosamente un gato, a la hora de pasar discretamente, asi que lo compensaba con su gran capacidad para darse cuenta de todo lo que le rodeaba, sin lugar a dudas la madre naturaleza es sabia. La evolución dotaba a cada uno de medios distintos para conseguir un mismo objetivo.

Se deslizó discretamente, esperando a que no hubiera nadie que le pudiera ver para pasar por los puntos conflictivos y aprovechando los lugares poco transitados a modo de atajo.

Le gustaba la sensación, era como estar de caza otra vez, aunque ahora no eran grandes bestias lo que perseguia

Nadie impidió al explorador pasearse por la Fundación, ni tampoco salir al patio trasero, con su gran portón de hierro que daba a una calle lateral menos concurrida. Mientras paseaba disimuladamente, Louis fue sorprendido por un ruido repentino: El portón estaba abriéndose. Varios mozos vestidos con peto y gorras de paño entraron, dirigiendo un pesado camión que maniobraba para aparcar en el patio.

Los hombres no dirigieron la palabra a Louis, pero era obvio que le habían visto. Con un par de maniobras, comenzaron a descargar el camión entre los cuatro, pesadas cajas de madera que iban acercando al montacargas.