Partida Rol por web

Françoise observaba nervioso cómo las llamas se extendían en el molino.El cainita se hallaba sumergido en un trance hipnótico.Sabía que debía salvar al judío,pues sería su mejor baza de cara al futuro,y podría llegar a serle muy útil en una ciudad en la que apenas podía confiar en nadie.Y sin embargo,allí estaba el más odiado enemigo,a parte de la luz del sol.El fuego.Las llamas destructoras.El olvido...

De repente una idea se abrió paso en la enajenada mente del fraancés,que se dirigió a toda prisa hasta el segundo caballo,que aún pugnaba por liberarse.El cainita subió a lomos de corcel y cargó a través de la entrada del molino con la esperanza de reecoger del suelo al judío y huir de aquel infierno antes de volverse loco...

El lomo del animal se agitaba tempestuoso al son de la marcha. La grupa estaba tensa: el fluir frenético de la sangre bajo su piel podía sentirse sin mucho esfuerzo: probablemente no había otra cosa aparte de la adrenalina corriendo por las venas del caballo. Sólo eso explicaría por qué un animal empapado con la sangre de su compañero se internaría en un edificio en llamas.

Esquivando una viga en llamas, el caballo te permitió alargar un brazo y coger del pescuezo al hombre atado e inconsciente, elevarlo y cruzarlo sobre la grupa del caballo. Por desgracia, la proeza del movimiento hizo que Rowen, hipnotizado por las llamas, saliera de su ensimismamiento.

Mientras te alejas con el cuerpo de aquel humano en shock, el gangrel retrocede, comprendiendo ahora el alcance de lo sucedido. Tú tienes la ventaja de tener montura, pero por lo que sabes, el hombre al que acabas de rescatar podría necesitar atención médica. Y Rashed ha huído, quién sabe si a avisar a tus enemigos y a la gélida Tania de tu presencia...

El ventrue espoleó a la montura como si les persiguiera el mismo diablo.Mientras aferraba las riendas con sus manos,Françoise ejercía la presión suficiente con sus rodillas para que el cuerpo del judío no cayera al suelo por el frenético galopar.

El francés dirigió al caballo hacia el río más cercano,evitando los caminos convecionales por si el gangrel recobraba la serenidad y comenzaba a persiguirles,que al menos no les encontrara fácilmente.Varios minutos después,ambos se detenían junto al agua.Françoise depositó con cuidado al hombre inconsciente junto a un árbol recostandolo en él.Tras ello,empapó parte de su capa en el agua y luego la escurrió sobre la cara del judío,intentando despertarlo con el frescor en su piel...

El rio más cercano es el Arlanzón, por lo que tienes que volver sobre tus pasos y acercarte a la ciudad. Urgido por el estado del hombre, buscas una orilla no muy apartada desde la que se divisan las murallas y los contornos de la ciudad. A lo lejos, aunque la frondosidad del bosque impide ver las llamas, una columna de humo denso indica que el incendio continúa azotando el molino y sus alrededores.

Mientras refrescas el rostro del mortal, contemplas rápidamente la situación. Al parecer, la Rebelión está a punto de desatarse en la ciudad, probablemente auspiciada por Tania Valach o por el Obispo Montalbán, ambos miembros del Sabbat. Aunque titularmente el que ostenta el mando de la ciudad es el segundo, la primera rivaliza con él en poder. Sus dos lugartenientes, Rashed y Rowen, a los que ya tuviste el "honor" de conocer en París, parecían muy interesados en torturar e interrogar a este hombre, a quien reconoces como el judío que te puso en contacto con tu único aliado en la ciudad: Aitor de Segobre. Vuestro plan hasta ahora consistía en enfrentar a Valach con el obispo para debilitar a vuestros enemigos mediante el clásico "divide y vencerás", pero ahora parece que los acontecimientos se precipitan: nada sabes de Segorbe, Burgos está a punto de estallar en una revuelta comunera, Rowen de Learwood puede estar pisándote los talones y Tania Valach estará ya al corriente de tu existencia y posición, gracias a Rashed al Gartari.

En ese momento, el judío empieza a toser, limpiando violentamente sus pulmones del humo y volviendo a la conciencia con una mueca de grave dolor.

Sosteniendo firmemente el pecho del judío para que pudiera respirar y no se ahogar,Françoise aguardó unos instantes para que recobrase la consciencia del todo.

Tranquilizaos,ya estais a salvo de esas bestias... le dijo con voz calmada,a pesar del apremio que él mismo sentía. ¿Qué ha ocurrido?¿Dónde está De Segobre?

El rostro del judío trasunta el terror lógico de alguien que ha sido torturado por manos gélidas como la que ahora le da de beber. Tarda unos interminables segundos de pánico en reconocerte y decir, más tranquilo pero con voz débil y entrecortada:

-E... eso querían saber ellos... -El hombre tose audiblemente-... pero no lo sé... no sé... dónde... ¿qué son esas... luces?

El hombre abre mucho los ojos en dirección al cielo. Tus ojos se dirigen instintivamente hacia el lugar en el que el judío ha clavado la mirada. En efecto, un resplandor rojizo tiñe el cielo nocturno, y las aguas del río reflejan el movimiento oscilante de unas llamas que ascienden por encima de las murallas de Burgos. Pronto un estruendo de cañones se eleva desde el castillo de la ciudad.

-Ha... empezado...

¿Ha empezado? ¿Qué es lo que ha empezado?  preguntó alarmado el cainita,temiendo la respuesta del humano ¿qué habeis hecho?

El hombre, exhausto, sólo puede emitir un suspiro antes de volver a caer desmayado. Desde la ciudad se oyen los cañonazos del castillo y un ruido cada vez mayor de espadas chocando. Los gritos se elevan por encima del ruido y puedes oir nítidamente como voces encolerizadas rugen vítores a las Comunidades. Sólo entonces entiendes que la revuelta ha comenzado. Burgos está levantándose contra el Rey, y probablemente los comuneros están asediando el castillo donde se refugian las tropas de Carlos.

Burgos, Febrero de 1520.

La noche era fría y caía una copiosa nevada: el viaje había sido largo y cansado. La comitiva cruzó el puente de la catedral de Santa María que se internaba en la ciudad en silencio y con las cabezas gachas. Eran 10 figuras embozadas en gruesas capas y mecidas por la gélida luz de plata de la luna. El hielo salía a flote en algunos recodos del río, refulgiendo como el acero.

En la cabeza de la marcha iban dos de los hombres del príncipe: el corpulento Brujah Elrico, que portaba bajo su capa un enorme espadón y su compañero de clan Guido, mucho menos musculado pero fibroso y dotado de un pelo rojizo que lo hacía inconfundible. Éste portaba una ballesta en su equipaje, y era reconocido por su buena puntería.

Tras ellos, Alejandro de Nápoles erguía la mirada desde su montura. Era el único que se atrevía a mirar a la ciudad como se mira a un enemigo, de igual a igual, desafiante. Los copos de nieve se derramaban sobre sus mejillas como besos lacerantes. Junto a él, Grigor, un embozado Nosferatu que jugueteaba bajo sus ropajes con un puñal caminaba sin dejar pisadas en la nieve. O al menos, eso parecía.

Hans de Muhlberg departía incansablemente con un compatriota, el toreador Karl Grüsche, sobre la maravillosa factura arquitectónica del puente y de la catedral que se divisaba a lo lejos. El toreador asentía, dotado de una infinita paciencia, aunque probablemente estuviera pensando en probar en carne propia alguno de los múltiples venenos que portaba con él y que constituían su máxima especialidad.

Tras ellos, Aletheia de Lancaster miraba con curiosidad a ambos lados del puente, esperando ver en las aguas cristalinas y parcialmente heladas del Arlanzón algo que a los demás miembros de la comitiva se les escapaba. Meditabunda y silenciosa, apenas había intercambiado un par de palabras con Alejandro y con Hans desde que salieron de Valladolid.

Unos pasos más atrás, y compartiendo montura con Arkwright, una muchacha lánguida y de pálidos brazos miraba hacia el suelo con los ojos nublados. De vez en cuando, el tremere le susurraba palabras al oido que no parecían alterar demasiado la expresión de la joven muchacha.

Por último, cerrando la comitiva, los dos mellizos Malkavian, Alberto y Cosima Salutati miraban constantemente a sus espaldas, no tanto para vigilar su retaguardia como para controlarse mutuamente, siempre con sus manos en las espadas...

Françoise se concedió unos instantes para meditar. La rebelión contra el rey sería un grave problema en los años venideros si no era atajada de raiz.Y sin embargo, su sentido del honor le impelía a cazar a los líderes del Sabbat.

El ventrue sabía que si Carlos moría, las esperanzas de dominar Castilla, y posiblemente el resto de España caerían con él, lo cual sería un desastre para su clan y para la camarilla. Pero algo le urgía a tomar en consideración la otra opción.

Carlos estaría bien protegido por sus tropas, y en caso de ser necesario, los ancianos del clan debían haber previsto un plan de escape para tal contingencia. Sin embargo nada sabían de la presencia de los anarquistas y de la Valach, y mucho menos de su crucial papel en todo ello.

Françoise se irguió, dejando al pobre y casi moribundo mortal en reposo.

La decisión estaba tomada.

La caza de sangre debía comenzar.

Es fácil para ti seguir el rastro de un vampiro tan grande y malhumorado como Rowen, y por si eso fuera poco, sus huellas van en tu dirección, por lo que unos metros antes divisas su enorme figura husmeando entre los árboles, a unos palmos del camino. Desconoces si te ha visto, pero se detiene súbitamente, mientras su espada brilla a la luz de la luna...

Cada paso del caballo sobre el que voy me hacen replantearme la situación, una y otra vez. Las jugadas que he hecho hasta ahora han sido vacilantes y me han hecho perder la visión de conjunto de todo el tablero. Noto que me cuesta distinguir quién es quién dentro de cuál de los dos ejércitos. La inquina que tengo hacia mi Antediluviano me hace tener un ojo constantemente pendiente de mi retaguardia, sin saber qué movimiento pueden hacer esos otros dos Malkavian, los Salutati. 

Al llegar al río, el sonido del agua corriendo y la visión del hielo flotando sobre él, me hace despertarme de mis distracciones y pensar que estamos en Burgos por una razón. Echo una mirada furtiva hacia la Tremere que últimamente llama bastante mi atención, para luego revisar a los demás que me acompañan. No sé en quiénes confiar. El Nosferatu que va a mi lado, si bien parece un hombre serio, también es, obviamente un maestro del sigilo y las fullerías, ¿quién asegura que no salta a mi cuello, conocedor de mis verdades?

Arkwright, cuya presencia cada vez más trato de pasar por alto, va detrás de mí, y no puedo evitar lanzarle algunas miradas analíticas. Es un hombre al que no entiendo, y al que no sé si podré entender, por lo que he decidido desistir de intentarlo a no ser que encuentre alguna manera clara de abordar el estudio de su persona.

Aunque me he acostumbrado, el constante parloteo de Mühlberg a ratos me exaspera, y de no ser porque no tengo autoridad expresa sobre él, haría ya tiempo que le habría obligado a morderse la lengua mientras estuviese cerca de mí. De hecho, la cara de aburrimiento del Toreador, de quien se supone que debería tener interés por los infinitos detalles artísticos que comenta el Tremere, me hace pensar que no soy el único que encuentra tedioso e incluso enervante el discurso interminable del alemán.

El caballo continúa al paso, pero yo me permito, internamente, una parada, unos segundos de mera contemplación de la ciudad que me recibe, y donde se esconde ese Ventrue al que hay que encontrar.

Así que esto es Burgos... -susurro, casi sólo para mí mismo, aunque me dé igual que aquellos más cercanos a mí o con los sentidos agudizados por su sangre Cainita puedan oírme-. ¿Qué secretos escondes? ¿Dónde guardas a esa escoria de Paris?

Françoise no pensaba actuar cual simple ratero,emboscando a su víctima. No, su instinto vengativo le exigía inflingir el mayor sufrimiento a su enemigo, y eso comenzaría por dejar que lo reconociera.

El cainita francés salió sin preocuparse por el ruido de su posición, retando con su mirada al mosntruo anarquista que tenía delante.

Han pasado muchos años, basura Gangrel.   dijo con voz calmada. Ahora pagarás lo que le hiciste a Laetitia.

Pero Françoise no sólo quería amenazar al bestial vampiro. Sus palabras iban dirigidas a atraer su atención, mientras en su interior accedía de nuevo al poder que era su derecho de sangre, la facultad para nubar la mente de su enemigo y someterlo a su voluntad.

Con una sola palabra, el Ventrue, actúo.

¡QUIETO! resonó su voz en la mente del ser inmortal, que veía cómo los ojos del francés se tornaban rojos, no solo de concentración, sino por la ira acumulada de muchos años de sed de venganza reprimida.

Volvemos al camino, volvemos a la carga. Ahora a cazar a un Ventrue que no se sabe donde está, aunque presuponemos que en medio del cuartel enemigo. Magnífica perspectiva. Menos mal que están conmigo Cedric, Hans y Aletheia, pues si no, la paliza está servida. A no ser que sea yo más rápido...-una pequeña sonrisa, muy a su "estilo personal", asoma por sus labios.-Creo que cada día me vuelvo más inhumano. Llevarme a esta pequeña conmigo a la muerte...Da igual. Al fin y al cabo no es más que mi mascota.

-¿Qué tal llevas el viaje, princesa?¿Estás cómoda?¿Te apetece algo?

Es tan linda como ese cachorrito que tuve de pequeño. Lástima que mi hermano le acabase sajando el cuello.