Partida Rol por web

Zane contempló resentido a una Vanesha apunto de estallar en una carcajada. Le había hecho tanta gracia la escena que de aguantar la risa se había puesto roja. «Muy graciosa» pensó para sí mismo imaginando cual sería la mejor forma de obtener venganza, pero recordó porque estaba aquí y que pasaría si el maestre Gilbert le preguntaba por los escudos y no sabía responder. Así que tratando de llevar a cabo la imposible tarea de ignorar a la chica, bajó la cabeza entre las páginas del libro y siguió leyendo la aburrida historia del escudo de una casa menor. Esta vez lo único que saldría de sus labios serían largos bostezos.

Tal y como se dijo a sí mismo siguió con la lectura y profirió descarados bostezos de aburrimiento en los que siquiera hizo el mínimo esfuerzo de cubrirse la boca, igual con aquel gesto el maestre se compadecería de él y le dejaría ir a practicar con la espada un rato, pero ni las muecas o las palabras parecían hacer mella en sus decisiones. Pasados unos minutos que a Zane se le hicieron eternos, la hija de Cedric llamó su atención de nuevo con unos susurros. A la primera logró ignorarla con éxito, pero a la segunda alzó una mirada tosca como preguntando qué quería esta vez. La respuesta llegó en forma de pergamino, el cual Vanesha había dispuesto cerca de él para que aparentemente lo abriese. Antes de abrirlo bufó, quería acabar con los estudios de una vez para salir al patio y practicar los movimientos que Alia le había enseñado, pero cierta mocosa que le sacaba un año no dejaba de interrumpirle. Dispuesto a acabar con las tonterías abrió el pergamino y leyó su contenido, a lo cual no pudo evitar otra mueca de enfado. «A los calabozos deberían mandarte a fregar baldosas» le hubiera gustado gritar, pero con la presencia del maestre igual era él quien acababa limpiando los suelos, así que simplemente se limitó a arrugar el pergamino y dejarlo caer sobre la mesa.

Y ya sin discreción alguna le preguntó que estandartes entraban en sus estudios, a lo cual respondió con voz cansina sin cambiar su postura de lectura, la cual consistía en apoyar la cabeza sobre el puño. — Todas, aunque primero estoy repasando las casas que tenemos más cerca, sobretodo las menores. — Acto seguido pasó a la siguiente página, emocionado por saber si sería igual de aburrida o más que la anterior.

O habían hecho demasiado ruido o bien la pregunta de la chica —en la cual no puso disimulo alguno— había atraído la atención del maestre Gilbert. Mientras ella respondía nerviosa dando a entender que algo había pasado, Zane deseó responder alguna cosa como que Vanesha estaba intentando curiosear en cosas que no le concernían a una mujer, pero desde que había conocido a Alia no era el tipo de hombre —él mismo a su edad se consideraba como tal— que trataría a una fémina como a alguien inferior, incluso se atrevería a decir que eran de quien había que tener más cuidado.

— Nada Maestre, escudo tras escudo, pesadilla tras pesadilla... — Se limitó a decir, pasando a una siguiente página interminable, igual esta vez si que sentía un poco de lástima por él y le dejaba salir a los jardines a entrenar.

Por sus caras le parecé saber dará su gran experiencia lo que pasa una esta divertida y el otro inusualmente serio. Si fuera el quién la molestara ella no tendría ningún problema en pedir que la protegiera pero a él le avergonzaría tener que hacerlo. Allí fuera cuando se encuentre con otros nobles habrán quienes intentarán provocarlo para hacerlo quedar en las conversaciones o incluso forzándolo a aceptar un duelo. Pero Vanesha debe aprender también a controlarse ya que no todos tendrán el autocontrol de Zane y algún día puede encontrar quién no se frene por que sea una mujer. Puede que en público crea que ha ganado por su cara pero puede luego encontrarse en sus manos.

Asintiendo con la cabeza como si se contestara a si mismo. – Puede que sea el momento para una lección sobre la luz. ¿Zane, Vanesha sabéis la diferencia entre un vidrio y un espejo?

Zane y Vanesha; estudiando.

Sin apartar la vista del Maestre, dejó con lentitud la hoja sobre la mesa, a la par que volvía a tomar asiento de forma correcta. Miró de soslayo a Zane pero esta vez con más neutralidad. Tal vez la atención del Maestre sobre ellos la frenaba de continuar con sus diabluras.

Vanesha pensó un instante la respuesta. En realidad no conocía bien la diferencia a un nivel estructural, sino funcional.

-Maestre, en los espejos se reflejan imágenes de lo que esté frente a él y en el vidrio...bueno, en el vidrio a veces también, pero son imágenes más difusas. Yyyyyy...- Pensó un instante mordiéndose un lado del labio inferior -...el vidrio se usa para hacer imágenes en los ventanales de los septons. Pero los pintan de colores primero.-

Frució el ceño algo desconcertada, dubitativa. -Aunque cuando los tocas parecen lo mismo. ¿Los espejos son un tipo de vidrio especial, Maestre? ¿Están pintados con algún color raro?...¿color agua?- Preguntó la chica con curiosidad, pensando en su reflejo en el agua.-Me recuerdan a la plata pulida...- Reflexionó e referencia a los espejos.

Sin duda la plata era su metal precioso favorito.

Después de que ambos respondieran, el Maestre observó en silencio y al cabo de unos segundos asintió para sí mismo, como si hubiera hallado la respuesta a algo. En este caso, al parecer, había llegado a la propia conclusión de que era el momento oportuno para enseñarles una nueva lección. Zane pensó que con ello quería dar a entender que les enseñaría algún tipo de información nueva, pero en su lugar les preguntó si conocían la diferencia que había entre un cristal y un espejo. Él supuso que había empezado con una pregunta para averiguar hasta que punto sabían de ambos materiales, pero antes de que pudiera formular una respuesta Vanesa se le adelantó.

— Sí, depende del cristal. — Añadió a la respuesta de la chica. — Hay algunos que también reflejan mi imagen con más facilidad que otros, e incluso dependiendo de la hora del día me veo con mayor claridad, sobretodo de noche.

Dubitativo apoyó de nuevo la cabeza sobre el puño y escucho la siguiente aportación de Vanesha. — No, tonta, el color agua no es un color. — Y esa fue su única aportación, luego se preguntó a sí mismo porque los espejos reflejaban con tanta claridad lo que tenían enfrente suya. Igual era un tipo de cristal muy pulido o algo así...

Sonríe ante vuestras respuestas. – Si Vanesha están pintados los espejos, pero no como dices de color agua sino del negro de la tinta mas espesa. Y si estan montados en plata no necesitan pintarse por la cara menos pulida.

– También tienes razón Zane, todo depende de la habilidad del artesano que lo ha fabricado y de la luz que haya. El mejor espejo del mundo no puede reflejar nada si no hay luz.

Se queda unos segundos pensando y añade.

– Ahora quiero que comprobéis una cosa por vosotros mismos. Levantaros y acompañarme a la ventana donde estaba este último rato. Sera la última lección por hoy ya las continuaréis después.

Cuando faltan unos metros se detiene y os dice mientras centra su mirada mas evaluadora en la joven. – Vanesha, que crees que hacía allí delante de los cristales de la ventana?

Zane y Vanesha; estudiando.

Se dice que las rosas son rojas, al igual que las fresas. Pero en realidad nadie habrá visto la verdadera tonalidad de dicho color hasta haber visto las mejillas de aquella niña en el momento que el Maestre preguntó. Con las manos juntas, agachó la mirada hacia el suelo, con un gesto de derrota y rendición absoluta. -Observar...- Dijo en un hilillo de voz. Obviamente no se refería al exterior.

La impunidad del anonimato acababa de caerse con sólo esa pregunta y lo sabía. No tenía sentido rodear, justificar o enmascarar sus fechorías. La habían atrapado. Aquella sensación de impotencia, vergüenza y temor a un posible castigo, hicieron que sorbiese por su nariz anticipando un pequeño sollozo que se esforzaba por que no viese la luz.

No puede evitar emocionarse un poco al ver su fragilidad y mi mano la toma suavemente de la barbilla levantándosela. – Vanesha, Vanesha eres muy dura contigo misma pero es de destacar tu valentía al decir realmente lo que creés.

Mirando también a Zane. – Ir y comprobarlo vosotros mismos. La mayoría de la gente no cuentan con cristales o metales perfectamente pulidos y limpios. Cuando asistáis a una reunión fijaros en los aparentes aburridos que están junto a las ventanas. O aparentes borrachos paseando o recostados con una copa a la altura de los ojos.

Sonriendo ante vuestras expresiones. – Si jóvenes, son todo lo contrario de lo que quieren parecer.

Dando una palmada. – Por hoy ya podéis marchar aunque, ¿Vanesha no tienes que pedirle una cosa a Zane?

Cuando el Maestre Gilbert les pidió que le acompañaran a la ventana se unió a él y echó un vistazo a través del cristal. Pese a que la pregunta que hizo iba dirigida a Vanesha, Zane también formuló una respuesta para sí mismo, la cual coincidía con la suya. ¿Qué otra cosa iba a hacer una persona frente a una ventana a parte de observar o cometer suicidio? Y eso que la segunda opción era la menos convencional...

Tratando de hallar una respuesta se acercó a la ventana tal y como el Maestre lo había dicho y observó a través de ella. En ese momento no vio nada especial que atrajera su atención, pero cuando mencionó el ejemplo del borracho sujetando una copa a la altura de sus ojos cayó en la cuenta de algo. — Eso lo hacen para ver como se refleja la luz a través del cristal, ¿no? — Él también lo había hecho en alguna ocasión y era hipnótico ver tantos colores a la vez.

Con la palmada sobrentendió que ya habían acabado las lecciones por hoy y que por lo tanto ya podían irse a hacer lo que quisieran, pero antes de que se fuera de la habitación para ir corriendo a por su estoque lo que el Maestre Gilbert dijo le cogió desprevenido. Parece que a alguien la habían pillado haciendo de las suyas, ojalá la obligaran a disculparse, deseó Zane, saborearía aquel momento durante muuucho tiempo.

Vanesha se pudo más roja aún si cabía. Realmente lo sentía por pasar aquella vergüenza, no por el acto en sí. Que era un trasto cuando se juntaba con Zane, todo lo contrario que cuando estaba sola, era evidente. Pero disfrutaba tanto de hacer rabiar al chico, viéndole aquellos mofletes sonrojar...

Pero la diversión de toda trastada surgía de la posibilidad de ser pillado. ¿Qué sentido tenía si no?. Y la habían pillado...vaya que si la habían pillado.

Se giró entonces hacia Zane, con la mirada aún baja, casi mirándose los pies.

-Lo sientoo...¿me perdonas?- Dijo con un tono de voz que se iba desinflando con cada sílaba.

El Maestre Gilbert se siente satisfecho con sus alumnos y evaluá como ha mejorado Vanesha examinando lo que ha escrito.

Vaya los he dejado demasiado solos, tengo que implicarme mucho mas.

Era como esperaba, una disculpa. Este era el momento perfecto en el que podía aprovechar y ser él quien se metiera ahora con ella.

— ¿A ti? En la vida. — Por un momento sintió todas las ganas del mundo de estallar en una carcajada, pero cuando sintió la tremenda reprimenda que estaba por caerle de manos del Maestre Gilbert se retractó inmediatamente. — Solo bromeaba... Está bien. — Aceptó las disculpas pero sabía que volvería a hacer más de lo mismo al día siguiente o en apenas unas horas, siempre había aprovechado el año que le sacaba para meterse con él, aunque ahora que ya era casi un hombre no habría ventaja alguna que pudiera sacarle.

Al recibir la negativa del muchacho, aquel "nunca", pareció estremecerla un poco, casi encogiéndola, haciendo que bajase aún más la mirada. Al anunciarle que bromeaba levantó un poco la mirada. Tenía los ojos brillantes y húmedos. Sus largas pestañas apenas podía soportar ya el peso de las lágrimas, que amenazaban por caer y deslizarse por su rostro. Sonrió tímidamente y dió un paso hacia adelante acercándose a Zane. Estiró su cuello con rapidez y le dio un beso en la mejilla.

-Gracias...- Dijo en aquel tono casi carente de fuerza, típico del arrepentimiento infantil.

Dio un paso hacia atrás y miró al Maestre

El Maestre Gilbert os sonríe satisfecho al haberle hecho caso sin que tuviera que especificarlo palabra a palabra.

Es mejor así algunos entonces se niegan a doblegarse por orgullo. De esta manera este no queda completamente erosionado.

– Muy bien ahora si ya podéis volver a vuestras otras ocupaciones. Por cierto, – casi riendo, – podéis decirles a los demás que pueden venir también, no me como a ninguno.

Un día más en clase con el Maestre.

Vanesha ya comenzaba a ojear libros, aunque su lectura aún era lenta y algo atropellada. Tenía que continuar con los ejercicios que el Maestre le ponía. Repasar sílabas y vocabulario, pero su avance ya la permitía atreverse con los encuadernados. Si bien era cierto que era lenta y que en ocasiones tenía que leer dos veces la misma página para poder entender todo lo que allí se decía, aquello le gustaba por encima de la tarea rutinaria. También era una forma que el Maestre utilizaba para que se involucrase más en el estudio del vocabulario, pues tenía la tarea de escribir todas aquellas palabras que no entendiese, para después preguntar al Maestre por su significado, el cual se lo dictaba. Así trabajaban diversas facetas de una forma más atractiva para Vanesha, la cual volvía a releer la página, ya con las dudas resueltas, pudiendo comprender su conjunto con más acierto.

Quizás sorpresivamente, el Maestre pudo comprobar que, a pesar de la juventud de Vanesha, ésta se decantaba con mayor agrado por lecturas más neutras e imparciales, como libros de historia o geografía, que por aquellos novelescos que ensalzaban gestas heróicas, el honor y el código de la caballería. Cualquier libro que le adjudicase un conocimiento real y práctico, le resultaba mucho más atractivo, ya fuese de alquimia, sanación, etc. Quizás de haber nacido varón, podría haber sido un digno aspirante a convertirse en Maestre. Al menos por iniciativa y gustos.

Estaba terminando de completar las palabras que desconocía de la página que estaba leyendo. En este caso se trataba de un libro referente para los constructores de barcos, los astilleros.

-Ya está maestre...- Anunció.

En esta ocasión había una lista importante de palabras o expresiones que la chica desconocía.

Otra cosa que le hacía ilusión, era que cada hoja con las palabras que iba aprendiendo en cada lectura, se iban guardando, de manera que, día a día, iban conformando su diccionario personalizado. Cada cierto tiempo, las pasaba a limpio y ordenaba alfabéticamente. Otro método del Maestre para hacerla repasar el abecedario de una forma más lúdica, sin que la chica se percatase de que lo estaba haciendo incluso, y mejorar su escritura y manejo de la pluma, teniendo como recompensa algo tangible...su propia creación...el diccionario de Vanesha.

-Aaaaa ver...- Dijo mirando su hoja y preparando la pluma para comenzar a escribir lo que el maestre le dictase.

-Tengoooo: calado de barco, ojo de buey...-rió, pues aunque si entendía lo que era un ojo de un buey, sabía que en referencia a un barco debía ser otra cosa.- ...timón, mástil, proa y popa.-

Alternó la mirada entre ambas hojas, pensativa. -Humnnnnn...sí..creo que son todas las que no entiendo.- Dijo levantando la vista hacia el Maestre. -EL resto creo que sí que lo sé todo- Anunció con cierto orgullo.

El Maestre vigila cuidadosamente tu trabajo pero simulando estar ocupado en mil y una cosas, sabe que es cuando haces mas progresos. Si te pide que escribas sobre algo concreto te concentras tanto pensando que quiere que estas mucho tiempo dudando. En cambió si te dice que escribas una hoja para practicar la caligrafía no te limitas a escribir las letras de forma repetitiva sino que escribes sobre el tema en que en ese momento y de esa manera sabe el Maestre Gilbert de que hablarte.

– ¿Estas pensando en hacer un viaje en barco, Vanesha? – Le digo al ver el libro que esta acabando de leer.

¿Querrá hacer un viaje como el que hizo su padre? Otra joven creería que intentaba emular a la Reina Nymmeria pero ella me parece que si lo ha oído alguna vez era concentrada era de pequeña.

Después veo donde esta escribiendo reconociéndolo.

Una cosa muy útil ese diccionario, muy útil.

– Vanesha, cuando lo des por finalizado has una copia para la biblioteca de la Casa Falcon. Las generaciones de próximos estudiantes. Todos usaran el libro de Vanesha, – te dice mientras te sonríe halagador.

-Nooo...- Respondió como si auquello fuese impensable. Pero a medida que aquella "o" se alargaba, en su rostro se dibujaba cierta duda, como si aquella posibilidad no le pareciese, según se asentaba en sus pensamientos, tan descabellada. Pero finalmente negó en silencio como aceptando que aquello era imposible para alguien como ella.

Pareció sorprenderse mucho con la petición del Maestre sobre aquel diccionario. Una sorpresa grata que la hizo sonreir con satisfacción. -¿De verdad lo creéis, Maestre?- preguntó con cierta ilusión. -¿Os imagináis Maestre?. Quizás en unos años esté aquí sentado recibiendo vuestras enseñanzas un hijo o hija mios, usando el libro de palabras que su madre no sabía de joven- Dijo dejando escapar una risilla.

Continuó sonriente, escribiendo con cuidado para que la letra le quedase mejor, más atractiva y legible, como si aquella propuesta del Maestre le hubiese motivado. Se detuvo entonces un momento y alzó la vista hacia su profesor, aruugando la nariz y entrecerrando los ojos pensativa.

-¿Sabéis?...Si hubiese nacido hombre, creo que habría intentado ser Maestre. Podría haber conocido la ciudad en la que se forman...Antika...Antipa...Antigua..¿Antiqua?. - Si escuchase el nombre de la ciudad lo reconocería al instante, pero era una de aquellas palabras que estaban más en su subconsciente que en su consciente y que no terminan de salir con fluidez de la memoria, quizás por su excaso uso. -Y también aprender muchas cosas ¿verdad?-

El Maestre sonríe asintiendo mientras la idea se va materializando en tu cabeza. Pero con tus palabras de él enseñando a tus hijos con ayuda de tu libro es su turno para asombrarse.

Tarda un poco en reaccionar, que recuerdes es la primera vez que lo dejas sin palabras tanto tiempo.

– Querida Vanesha, me consideras mucho mas joven que lo que soy. Pero si los Dioses lo permiten para mi sera un honor poder hacerlo. No les contaríamos que el libro era tuyo y serían ellos quienes leerían tu nombre como su escritora.

Notas como su mirada te sigue mientras sigues escribiendo mas palabras, no sabes cuanto tiempo pasa hasta que levantas la cabeza buscándolo para expresarle una nueva idea que le planteas. Esta también lo sorprende pero dirías que no tanto.

– Ya sabes que no todos los maestres opinamos igual, os he enseñado lo mismo a todos, haciendo hincapié únicamente en lo que era de mas interés para cada uno de vosotros.

Vanesha volvió a alzar la vista cuando el MAestre se dirigió a ella. Negó ligeramente con la cabeza como cerrándose en banda a admitir el criterio de éste.

-Pues tenéis que estar, Maestre.- Dijo con cierto tono de autoridad, casi enfado infantil. -Sois como una especie de padre para todos. No podéis faltar.-

Volvió a bajar la vista para para continnuar escribiendo, pero acto seguido volvió a levantarla, como si algo se le hubiese quedado por decir, aunque ahora su tono era más conciliador, cláramente ofreciendo una solución.

-Debéis, Maestre, ir más al septo y rezar a los dioses para que os permitan estar siempre con nosotros.- Se acercó a él como el que va a contarle un secreto.

-Decidles que si faltáis...¿qué va a ser de esta Casa?.- Volvió a retirarse sonriente y satisfecha, como si aquello le pareciese una solución, no solo inteligente, sino infalible.

-Alguien debe de aportar un poco de senido común...- Dijo musitanto, refunfuñando, casi para ella misma con ciertos "morritos", exponiendo una clara evidencia, prácticamente un dogma (la carencia de sentido común de los que daban las órdenes en la Casa), con un gesto y formas exageradamente imitadas a las de un adulto, mientras volvía a fijarse en sus hojas para retomar la tarea.

El Maestre Gilbert no puede evitar que se le escape alguna lagrima al ver esa muestra de verdadero afecto hacía él por aquella impulsiva pequeña. Aquello lo fuerza a darse la vuelta y dirigirse a la estantería y esta allí unos minutos.

Cuando vuelve a tu lado es evidente el rastro de sus lagrimas. – Intentaré que se cumpla tu sueño y no rendirme.

Acariciando tu mejilla. – Sobre las oraciones, ninguna sera mas efectiva que las tuyas. Todos los sacerdotes dicen que lo que escuchan los Dioses es lo que realmente sentimos.

Al cabo de un rato cuando has retomado tus tareas notas como si esta pendiente de ti aunque no lo parezca. – Mi pequeña Vanesha, ese es el menos usado de los sentidos. Lamento que ya lo hayas descubierto. Normalmente los pequeños os dedicáis a jugar y divertidos no ha pensar como los adultos.