Partida Rol por web

Le Fin Absolue du Monde

Poenitentiam agite (Capítulo I)

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20/09/2015, 19:11
Gabriela Lamberti

Ella estaba allí, viéndolo todo. Tenía que fingir que se alegraba. Ahora tenía a sus dos enemigos en casa. Pero eran circunstancias excepcionales, y no dejaba de ser la familia. Era, en cierta medida, comprensible. Sin embargo, serían más bocas que alimentar.

Se acarició el vientre, que comenzaba a estar abultado. No dejaba a todos de recordar lo embarazadísima que estaba, y que pronto tendrían, si Dios lo quería, un hermano que les dejaría sin un florín en la herencia.

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20/09/2015, 19:13
Giada D'Ambrosio

La esposa venía vestida con telas lujosas, más con un conjunto de viaje, con la ropa llamada "piel", ancha y con mangas cosedizas, que soportaba mejor los rigores del viaje. Debajo, sin embargo, llevaba un vestido a la última moda.

Ella solo la había visto el día de la boda de ambos, cuando la comitiva de su padre fue invitada a Pavía para asistir al enlace, y la fiesta nupcial que le siguió. Ante el padre de su esposo hizo una graciosa reverencia, y a ella dedicó una pequeña sonrisa.

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20/09/2015, 19:17
Filippo Bianchi

Sonrió, complacido por tenerlos allí, sanos y salvos. Los dos hermanos se querían mucho, desde que eran pequeños. Antonella solía mecer la cuna de su hermano, y cantarle canciones. Cuando se hicieron más grandes, jugaban por el patio con el caballito de madera, e incluso con la espada y el escudo de madera. Sus niños. Lo mejor que había hecho en su vida.

-Tenéis razón. Es mejor hablar de éstas cosas dentro, después de que hayáis descansado, os hayáis aseado y estéis más cómodos. Mataremos un par de éstos pollos, para que ésta noche no falten viandas en la mesa. Pasad, por favor, pasad. Mi casa es vuestra, como no podía ser de otra manera.

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20/09/2015, 19:21
Director

En la sacristía había una zona designada como hospital, donde se estaba dando consuelo a los heridos y enfermos, para apartarlos un poco de los que estaban sanos. Allí estaba el fraile, que para comodidad había dejado su capa y se encontraba con un mandil atado sobre la túnica talar, arremangada hasta los codos, pues el oficio médico es cosa sucia.

La ciega condujo a la señora y a su lacayo, que convino dejar la espada en un arcón cerrado del párroco. No se fiaba de dejarla en la puerta, pues la gente estaba desesperada, y poner a su alcance un arma para cometer robos o procurarse alimento a punta de espada era una tentación muy grande.

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20/09/2015, 19:25
Padre Bartolomeo Forlani

Se acercó a comprobar como estaba el hinchado pie de la vieja señora Mancuso, y después de componerle una sonrisa, se giró al fraile.

-Hermano Tonelli. Ha llegado una dama que dice poseer revelaciones de medicina y aún cirugía. Os ruego que tengáis a bien aceptar su ayuda en todo lo que sea necesario. Recordad que éstos son tiempos excepcionales, y que estamos todos en manos de Dios.

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20/09/2015, 20:44
Antonella Bianchi
Sólo para el director

Todo pasó tan rápido que no se dio cuenta de la manera en que sus piernas la llevaron allí donde su padre recibía a su amado hermano. Aunque estuviera ansiosa por interrumpirlos, dejó que se saludaran, que su padre preguntara cosas como era de esperarse y mientras observaba a la mujer de Tiépolo descender de la artola con todas sus ínfulas; una breve mueca se dibujó en sus labios pero disimuló de inmediato. No tenía nada en contra pero nadie era suficientemente buena para su querido hermano. La criatura era hermosa, un sobrino que le parecía era más de la madre que de su hermano, el pequeño sólo le recordó al ogro embarazado que estaba ahí sin perderse detalle.

Finalmente su padre les dio un respiro y la hermana mayor pudo fundirse en un abrazo con él. Ahí se sentía segura y le parecía una bendición tenerlo en casa porque eso significaba que tendría un aliado porque era lógico que no venían de paseo y la razón para que estuvieran ahí la conocían todos.

-No podría estar de otra manera pero ahora estoy mejor... Ahora que sé que tú estás... Tú y tu familia están bien. Vamos, vamos adentro.

Se separó de su hermano pero se colgó de su brazo para que nadie le quitase aquel lugar pues necesitaba que su hermano lencontara algunas cosas. Tanto tiempo encerados, puede que incluso disfrutara de la compañía de su cuñada.

-Bienvenida, Giada. Ven, ven, los criados se encargarán de todo...

Echó una breve mirada a Gabriela y le sonrió mientras avanzaba sin apartarse de Tiépolo.

-¡Qué alegría que estés aquí, pequeño!

Se detuvo en la puerta para que los demás entraran, a veces se olvidaba que esas cosas le correspondían a su madrastra o quizá no lo olvidaba, era hecho a posta. Ya se estaba imaginando la hermosa reunión a la mesa que tendrían.

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20/09/2015, 22:36
Fray Pietro Bertoni

Estos últimos días, cada vez que oía su nombre era como si uno de esos esqueletos de los que hablaban los rumores tirara de su hábito."Eh tú, el impostor que se hace llamar Monetta Tonelli, te recuerdo que mientes" Sabía que estaba lejos de la redención, pero se había colocado en una posición más bien cómoda para luchar su última batalla. Ahora sólo había que trabajar sin llamar la atención y esperar a que el hambre, la enfermedad o algún tumulto enloquecido acabaran con su vida.

Pero no es uno quien pone la Prueba. Y Dios siempre tiene mejores planes ¿Pasaría sus últimos días bregando con una mujer? Miró al suelo y trató de detener todos sus pensamientos.

-Hermano, tenéis razón: si el Señor la ha traído hasta aquí es porque es aquí donde ella ha de venir.

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20/09/2015, 22:50
Urs Stoessel

A la orden los alabarderos salieron de la formacion, Urs entre ellos, formando una línea más o menos dispersa para abarcar el máximo espacio posible y hacer así una limpieza más efectiva. Ni siquiera cargaron, avanzaron con paso firme hacia el enemigo que les devolvía vacuas miradas de odio desde sus ojos enrojecidos, febriles de ira.

El hedor reinante en la campiña hacía que la enorme nariz de Urs, cortesía de su padre, se amilanase y se retorciera con asco al percibir los mismísimos aromas del infierno. Uno no podía dejar de pensar que estaba respirando enfermedad y pudrición, cuanto más se acercaba a aquellos seres. Un campesino de edad avanzada, con bubas en la calva, avanzaba arrastrando tras de sí una legona embarrada como arma.

Urs empleó la ventaja que le confería el largo asta de la alabarda para atacar primero. Levantó el arma por encima de su cabeza y descargó un potente golpe al no muerto en un arco vertical. Un ataque sencillo, pero eficaz.

 

- Tiradas (3)

Notas de juego

Si he entendido bien me quedo con los dos 9 que +7 hacen un total de 25.

EDITADO: Srry, no me enteré bien ;)

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20/09/2015, 23:48
Director

La vida regresó a aquella mortecina casa, con una explosión de movimiento sin predecentes. Tras la huída de sus criados, el área del servicio había estado bajo mínimos. Pero ahora volvía a estar llena de personas, que trabajaban afanosamente en los más diversos menesteres, como sacar agua del aljibe para llenar la bañera de madera y que pudieran asearse en ella los visitantes, o la preparación de las viandas que iban a degustarse en la cena.

Y en todo ello se ponía el celo debido, como si el trabajo diligente fuera a salvar a aquellos criados en el fin del mundo. Quizá así había sido, por que la diferencia entre ser abandonados en el valle del Ticino o penetrar en la seguridad de los muros de Milán, más los de aquella casa, se lo debían precisamente a ser considerados como criados fieles e indispensables.

No tuvo mucha ocasión de hablar con su hermano, más de cerciorarse de que estaban bien. El viaje, al parecer, había sido algo espantoso. Su esposa estaba más animada. De hecho, estar de nuevo en una casa señorial, cubierta de atenciones, le hizo olvidar las pesadumbres del camino. O quizá es que se concentraba en aquellos lujos, como las sales de baño, para olvidar lo sucedido.

El caso es que hablaron un poco, pero sobre todo de esos cinco años atrás, de los momentos felices, del mucho dinero que habían hecho y lo bonita que era su casa en Pavía. Cosas, en suma, bastante intrascendentes en el momento presente.

El tiempo pasó, sin embargo más entretenido. Hacía tiempo que no se arreglaba para una cita social, y aquella era una excusa perfecta para hacerlo. Para que lo hicieran todos. Era casi histriónico. La gente fuera, en la calle, vistiendo harapos y malviviendo al raso, y ellos vestidos con sedas, brocados y algodones de Turquía. Faltaba la música, claro. Pero no podía tenerse todo.

Se sentaron a la mesa, que como era usual describía un ángulo de 90 grados, de modo que se dejara un espacio central para que actuaran los que iban a entretenerles. Un espacio que ésta vez quedaba, sin embargo, vacío, a excepción del lanudo perro de la familia, "Marquesso", que roía unos huesos del pollo.

Se sacó una botella de buen vino francés, un burdeos, para más señas, mientras dieron buena cuenta de las excelentes viandas frescas que habían traído, como la fruta, y se servía el pollo que habían cocinado con especias de olor.

Durante un buen rato, mientras la nodriza daba en un segundo plano el pecho al niño. Con su edad, ya mismo habría que destetarlo y acostumbrarlo a la papilla. Pero a un niño de clase alta se le daban ciertos caprichos, y más si el pecho que tomaba no era el de la madre.

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21/09/2015, 00:06
Gabriela Lamberti

Se estaban recreando mucho en el pasado. Y aunque mantenía una sonrisa perfecta, eso la disgustaba. A decir verdad, estaba preocupada por los sucesos de allí fuera. Quería saber si la vida retornaría a la normalidad, o si por el contrario podía estarse preparando para una muerte prematura y casi segura.

-Querido esposo... Se os ha olvidado volver a preguntar lo del general francés, y sobre Pavía -dijo, poniendo una mano sobre su antebrazo.

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21/09/2015, 00:10
Filippo Bianchi

Se limpió con la servilleta de paño (excentricidad italiana, pues en otras partes de la cristiandad se hacía con simple pan) y asintió, sin volverse a mirarla.

-Si, sí. Tenéis razón -carraspeó- ¿Como ha sido el viaje? Imagino que habréis podido salir de la ciudad tras la derrota del enemigo a manos del ejército francés.

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21/09/2015, 00:11
Tiépolo Bianchi

El joven caballero torció el gesto, de la felicidad del reencuentro a la pesadumbre. La mirada de su esposa se perdió un momento hacia el niño, como si no quisiera escuchar aquello, o revivirlo. Parpadeó, pasándose los dedos por el mentón que acababa de afeitarse hacía una hora.

-A decir verdad, padre, es lo poco que han podido hacer los franceses. Durante varios días estuvimos... rodeados, acechados. Habíamos salido de la ciudad, y estábamos refugiados en un viejo torreón de su familia -se refería a la de su esposa- Vimos a muchos esqueletos, y también muertos en vida. Perdimos a algún sirviente en eso.

Parpadeó.

-Y también perdimos a mis suegros, que intentaron llegar hacia donde nosotros estábamos. Pero era imposible. El enemigo rodeó la ciudad con mucha rapidez, y comenzó a asaltar las murallas. La guardia hacía lo que podía, hasta que llegaron los franceses.

Sonrió cuando dijo eso.

-Nos trataron muy bien. Reunieron a los supervivientes y nos pusieron una escolta, para que pudiéramos llegar hasta Milán. El joven señor de Lautrec es todo un caballero.

Bebió un poco más de vino, pero el gesto se le torció.

-Poco después de nuestra partida, dió batalla a los demonios y sus legiones. La vimos desde la lejanía. Comenzó bien, con su descarga de artillería y la carga de los gendarmes. Pero luego... todo comenzó a torcerse. Ellos son muchos, demasiados... Y además, con nuestros muertos engrosan también sus filas. No todos, creo, pero si muchos de los que caen, vuelven a levantarse para el Demonio...

Parpadeó una vez más, alejando la mirada.

-Fueron rodeados, padre. Lucharon con mucha valentía, hasta el último hombre. Mataron a muchos demonios, pero más iban llegando. Su número es... irresistible.

Hizo un largo silencio, muy significativo.

-Y esos veinte mil hombres tan valerosos perecieron, padre. Todos y cada uno de ellos, para salvarnos a nosotros, mientras escapábamos apurando el paso.

Terminó el vino de la copa de un trago.

-Ya no hay ejército del señor de Lautrec... Y Pavía habrá caído, o estará a punto de caer.

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21/09/2015, 00:26
Director

El golpe de alabarda cercenó el cuello del antiguo campesino, y rompió su columna por la mitad. Cuando la hoja salió, el cuerpo cayó al suelo, todavía con espasmos. Los alabarderos comenzaron su faena, y excepto uno, que comprobó que apuñalar con la hoja de la lanza en el pecho no era muy efectivo, el resto despacharon a sus difuntos de un solo golpe.

En un momento, sin embargo, vieron que aquellas criaturas comenzaban a congregarse para formar un muro de manos que se alzaban, los alabarderos retrocedieron hacia la formación. Fue entonces cuando vieron a la criatura, semejante a un demoníaco querubín, que volaba en círculos sobre ellos.

-¿Que pretendéis, soldados? -dijo la voz siseante- Violadores, saqueadores, mercenarios llenos de pecado. ¿Que pretendéis?

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21/09/2015, 00:32
Sverg Gisler

Que lástima no tener una ballesta, para mandar a aquel aborto del infierno al Golgotá del que había surgido.

-¡Plantar cara a tu señor, malnacido!

El pequeño demonio rió, alejándose con su vuelo irregular, mientras él se giraba hacia la formación.

-¡Soldados, calad picas, paso de carga!

La melee se trabó, violenta y sangrienta, como solía. Las picas les daban ventaja, al menos en un primer momento, pudiendo matar o herir de gravedad a varios de ellos antes de que algunos comenzaran a arrastrarse bajo las moharras, reptando por el suelo.

-¡Alabarderos, encargaos de los del suelo!

- Tiradas (2)

Notas de juego

DC 11 para los ataques.

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21/09/2015, 03:06
Antonella Bianchi
Sólo para el director

Antonella hubiera preferido no escuchar nada de todo aquello, si bien era verdad que intuía que cosas así sucedían, esperaba nunca tener que escucharlas a detalle o peor aún, verlo. Respiró profundo siguiendo cada palabra que Tiépolo decía, más que nada por respeto a su hermano pero a poco se iba horrorizando más y sus ojos se abrían sin disimulo.

No se giró a mirar a ninguna de las mujeres, poco le importaba a ella lo que pensaran las otras, más que nada porque estaba demasiado aterrada para concentrarse en otra cosa.

-Pero...-interrumpió a los dos hombres.-¡Eso quiere decir que tarde o temprano llegarán aquí!

Para ella no había opciones, tenían que irse pero irse era algo lleno de peligros también. Se removió nerviosa, pensando qué tenían que hacer pero luego recapacitó que era su padre y su hermano quién determinaría aquello.

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21/09/2015, 03:22
Tiépolo Bianchi

Su padre se santiguó, incrédulo. De los presentes, solo Antonella tuvo el cuajo suficiente para preguntar, más bien exteriorizar, lo que toda la ciudad pensaba. Día tras día. Su hermano compuso un gesto fúnebre, y asintió.

-Si, eso me temo... Están tomando ciudad tras ciudad. E imagino que ahora se concentrarán en Milán.

Hubo un silencio pesado, incómodo. La sombra de la muerte certera planeaba sobre ellos, encogiendo su corazón. Solo los justos de corazón, los mártires, acogen el sacrificio con estoicismo. Ellos eran simples mortales.

-Pero también vimos... algo maravilloso.

Las miradas se volvieron a centrar en él, inquietas.

-A media jornada nos cruzamos con un grupo de monjes, capitaneados por un hombre que dicen santo. Creo que era... ese monje de Paula.

Parpadeó, excitado por lo que contaba.

-Esos frailes recorrían la campiña a pie, recogiendo a pobres almas que vagaban por los campos, que estaban desprotegidas. Cantaban sus gregorianos, incluso llevaban una custodia, de una iglesia. Los pobres y los desamparados, aquellos que habitaban las villas que han sido destruidas, marchaban con ellos entonando el padre nuestro.

Hubo un silencio, pues esperaban una nueva tragedia.

-Si el Diablo existe, padre, existe también Dios y es bien cierto. Ésta gente humilde tenía fe, una fe verdadera y pura. Y por eso, eran invisibles al Demonio y sus servidores. ¡Ni siquiera les tocaban!

Se santiguó.

-Ese hombre santo se dirige a Milán, padre. Se lo preguntamos, e incluso le ofrecimos un caballo, para que llegara a la ciudad más rápido. Pero él lo rechazó, por humildad. Dice que tiene una misión, y todavía no es el momento de llegar a la ciudad...

Sonrió, despacio.

-Pero ese buen fraile llegará aquí, creo que en el momento justo, o cuando más se le necesite. Así lo ha dispuesto Dios.

Parpadeó, apartando la mirada, avergonzado.

-En comparación, nosotros solo somos unos cobardes que nos aferramos a las cosas materiales.

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21/09/2015, 03:32
Giada D'Ambrosio

Cuando dijo aquello, su esposa se giró a mirarle con desagrado. Su vida entera giraba en torno a las cosas materiales. ¿Como no iban a ser importantes? Dios les querría a ellos más, y por eso tenían más éxito. Y con su dinero, tenían la oportunidad de ganar el cielo financiando las obras pías.

-Cobardes no. Nuestro hijo necesita un lugar donde estar seguro. Yo lo necesito, y vos también. Todos lo necesitamos.

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21/09/2015, 03:34
Gabriela Lamberti

Aquella perorata sobre un monje loco demostraba que las visiones del horrible mundo exterior habían hecho perder la cabeza al hijo de su esposo.

-Es lo lógico, querida nuera. Lo lógico en éstos tiempos oscuros y extraños. Buscar la seguridad en la familia. Y por eso estáis aquí, sanos y salvos.

Sonrió.

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21/09/2015, 04:45
Antonella Bianchi
Sólo para el director

A la viuda le pareció que aquello del fraile era como un sueño, Dios era bueno y si ayudaba a sus hijos, el fraile tendría más y más fuerza. Se habría levantado y les habría dicho que estaban locas pero no valía la pena hacer algo así de momento.

-Entonces esperaremos a ese fraile pero nosotros tenemos que poner de nuestra parte.

Se levantó y abrazó a su padre por detrás.

-Tendremos que liberarnos de muchas cosas materiales aunque no sea lo que les guste más, ¿no es así, padre?

Miró a su hermano, no esperaba una respuesta de esas dos arpías.

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21/09/2015, 15:31
Giulia Zatelli

El tacto de la ciega fue como el aleteo de una mariposa en las yemas de sus dedos. Tal suavidad y delicadeza solo eran posibles en quienes habían hecho de la necesidad un arte, de quienes poseían en sus manos la misma fuente de información que para otros eran los ojos.

-Gracias, Giovanna. Mi nombre es Giulia, Giulia Zatelli -dijo correspondiendo a la presentación de la ciega-. Decidme Giovanna, y disculpadme si os ofende mi pregunta, ¿sois ciega de nacimiento? Por favor, no es una malsana curiosidad lo que me lleva a preguntároslo sino simple deseo de saber -la voz de la cortesana demostraba su interés, su curiosidad y a un tiempo, llevaba implícita la disculpa por su indiscreción.

Mas la respuesta debería esperar pues pronto llegaron ante el fraile que era su destino. Escuchó en silencio cuanto de ella decía el sacerdote, asumiendo que el paso por ella dado la conducía a ser expuesta públicamente, y se mordió un labio cuando escuchó a Fray Monetta. Dios, poderoso y varón, no había sido el que determinara su presencia allí, sino su propia voluntad, marcada por los valores inspirados por su difunto padre quien hubiera de morir en la hoguera por la estupidez y arrogancia de aquellos que ahora habían conducido a la humanidad a los brazos de Satanás. No había bastado con quemar a los librepensadores. Ahora la creación entera debería arder.

-Buenos días, Fray Monetta. Soy Giulia Zatelli, hija del difunto Gerolamo Zatelli -comentó serenamente. Solo la verdad podía servir de carta de presentación-. ¿En qué puedo ayudar a los acogidos en la casa del Señor?