Partida Rol por web

Esta vez nohe sido yo, joder ya...y lo más probable es que fuese cierto.Cuando Adrian no bebía tenía una puntería legendaría que causaba incluso la envidia de algunos caballeros ycuando bebía seguía teniendo buena punteria.

Adrian se acercó con decisión al zombie para no cometer el mismo error de antes con su amigo disparó a dos centimetros de la cabeza del engendro. Un chorro de pequeñas esquirlas de craneo, pelos y líquido encefálico de consistencia más bien pastosa brotó en linea recta, siguiendo la misma trayectoria que la bala que agujereaba el suelo.

Todo quedó en silencio. En la oscuridad de aquel pasillo solo iluminado por las linternas se veían manchas de sangre por las paredes y cuatro cuerpos tirados en el suelo, cada uno sobre un charco de sangre. El grupo se quedó en silencio unos segundos pero nada se escuchaba aparte de sus respiraciones. El olor a pólvora y a óxido se extendía por el lugar pero por fin parecía que los agentes estaban a salvo.

— Bueno ¿Que Penrod? ¿Algo de toda esta mierda te refresca la memoria? — dijo ironicamente Martin tras guardar el arma y atender a Ilse de sus heridas. Kellen, un poco más allá tambien habia recibido lo suyo. Toda la sangre se mezcló con el olor de los cuerpos de aquellos engendros desperdigados por el suelo.

—¿Quienes coño son?—

En el suelo recostada contra la pared, Ilse dejó que Martin le atendiera. Estaba cansada y débil por la sangre que había perdido - Gracias- Dijo sin dirigirse a nadie en particular mientras esperaba que el científico contestara.

Kellen se puso en pié. Realmente no había caído durante el combate pero al finalizar este se había quedad un par de segundos acuclillado tratando de asimilar lo sucedido, recuperar el resuello y hacer un pequeño autodiagnóstico de sus heridas. Estaba tocado... estaba realmente impactado por todo aquello. O la vida de inactividad como Caballero le estaba pasando factura o realmente aquellos seres de pesadilla habían hecho mella ya no en su cuerpo sino mucho más en su psique.

Ilse estaba tendida... recostada. Había recibido la peor parte. La mente del agente veterano vagó tratando de conformar una evaluación de su comportamiento. Ella lo era todo para él y, aunque Kellen quería disculparla, en un lugar de su mente había cierta semilla de desolación al entender que, quizá, no estaba preparada para comandar un grupo como aquel.

Se llevó la mano a una de las heridas y comprobó que la sangre, aunque manaba, no era excesiva. Ya se vendaría después. Aún había trabajo por hacer y aquel lugar debía quedar sellado cuando finalizasen.

De pronto se movió con determinación en la dirección en la que Penrod se encontraba y, sin guardar el arma, propinó a este un sonoro culatazo*. Después amartilló y apuntó a la cabeza del anciano sin un ápice de compasión.

- No te lo voy a preguntar más veces... a mi me da igual dejar un cadáver más.

-Señor, hay heridos. Ilse ésta malherida por lo que usted es ahora quien está al mando. Debemos evacuar el lugar y ponerla a salvo. Ya interrogaremos después al señor Steindel-dijo Martin mientras recitaba el manual de memoria.

Deja de decir tonterías Martin, me encuentro perfectamente.-  Mintió mientras se incorporaba tratando de que el dolor por las heridas sufridas no se reflejase en su rostro.

Hemos bajado aquí para obtener respuestas y de momento no tenemos ninguna. Solo estas cosas que nos han atacado.- señaló sus cuerpos en el suelo para luego acercarse al científico.

Es el momento de hablar Penrod. -  le dijo en el tono más amable del que disponía.- Las oportunidades para que te funcione la amnesia selectiva han terminado. ¿Merece la pena terminar así?

Las palabras sobraban. Después de lanzar una mirada preocupado a Ilse, Adrian posó otra furibunda sobre el científico. SU expresión decía perfectamente "Contesta de una puta vez o te rompo el cuellO" y, probablemente si hubiese hablado hubiese dicho algo aún peor.

Penrod se mantuvo en el suelo unos instantes después del golpe de Kellen. Más que el dolor era la rabia lo que le mantenía ahí, el miedo a hacer alguna locura motivado por ella. Después dirigió la mirada a Kellen que todavía aguantaba su arma apuntando a la sien del viejo.

—La principal virtud de un detective debería ser saber cuando le están mintiendo —dijo despacio, meditando cada palabra—. Puede golpearme lo que quiera, puede soltar a su perro de presa —miró a Adrian—, puede hacer lo que le parezca pero eso no va a hacer que le diga algo que no se.

El viejo se acercó al arma que sostenía Kellen.

—Estoy a tiro, no puede fallar. Dispare si tiene que hacerlo.

La mirada de Penrod se quedó fija en la de Kellen.

—¿Y bien? ¿Que va a hacer detective?

Antes de que le diesen o le quetasen permiso para hacer nada Adrian dió un fuerte golpe a Penrod en la cara, haciendo que su cabeza rebotase contra el revolver de Kellen golpeandose de nuevo. Despues, escupió sobre el viejo con desprecio lanzando una mirada torva.

—Para empezar le guardas un jodido respeto.Nada de llamarlo detective, mamonazo. Y ahora ponte a curar a Ilse para que deje de sangrar o te juro que suplicarás estar muerto.

Penrod se limpió la sangre de la comisura de los labios y miró con rabia a Adrian.

—Eres un necio, algún día te darás cuenta pero ya será demasiado tarde.

El viejo volvió a pasarse la mano por la boca para acabar de limpiar los restos de sangre.

—No tengo todo el día, ¿vas a disparar? —desafió a Kellen.

El sonido inundó la sala...

Kellen no se dejaba presionar. Como Caballero había vivido innumerables situaciones de estress que había conseguido resolver en mayor o menor medida gracias a unos nervios de acero y una visión fría y calmada ante las adversidades. Pero en aquel caso las órdenes eran claras y Penrod no era más que un fantasma; alguien a quien la Orden creía muerto y que, tras muchos años de absoluta invisibilidad, lo cual le otorgaba un talento excepcional ante tamaña tarea, reaparecía para perturbar a los vivos.

¿Qué habría sucedido años atrás en aquel bunker? ¿Quiénes les perseguían durante toda la misión? ¿Acaso Penrod tenía contratados a todo un comando para protegerse? ¿De dónde sacaba el dinero?

Las preguntas podrían ser mil pero realmente sólo había una relevante y a esa se negaba a responder. Quizá fuera verdad y no sabía nada... quizá. Pero si no sabía nada la misión estaba cumplida y la vida del viejo no valía un carajo.

La sangre salpicó el sucio suelo y el cuerpo cayó como un fardo... igual daba que hubiesen cuatro o cinco cadáveres.

- Terminemos de registrar el bunker y sellémoslo para siempre. La misión ha concluido... - sentenció Kellen con tono fúnebre.

Ilse comprobó la escena callada. Tenía la sensación de que Penrod sabía mucho más de lo que nos dijo, nos había traído hasta el bunker con un objetivo propio y por muchas vueltas que le daba no sabía cúal era y eso le disgustaba enormemente a la escudera.

Notaba como las heridas abiertas aún sangraban y sin terminar de cerrarse, pero no era el momento de quejarse, tenía que demostrar a todo el mundo que valía para aquel trabajo, cuando volvieran, sería valorada y los informes de sus compañeros serían claves para que pudiese ascender dentro de la órden.

Sin pensar en el dolor sacó su pistola, si había más de esas cosas esperándolos no la pillarían nuevamente armada solo con un hacha.

Cuando el grupo se quedó momentáneamente en silencio aquello se volvió aun mas aterrador. Nada se escuchaba en el búnker excepto los jadeos de los que estaban heridos. Algunos habían sido heridos por aquellos hombres, ¿estarían infectados? ¿Lo estarían desde que entraron allí, quizás si había algo en el aire...? Penrod no sabía o no había querido contar lo que había ocurrido ni que clase de experimentos realizaban allí, poco importaba ya pues su cuerpo se había unido al de sus antiguos compañeros. Ahora los supervivientes se encontraban sobre un charco de sangre varios metros debajo del suelo y aquel búnker se asemejaba cada vez mas a una tumba...

Adrian torció el gesto y sacó la petaca. El joven iba a dar un trago cuando de pronto paró en seco. No. No bebería justo después de la muerte del viejo, sería como beber en su memoria y eso nunca. El viejo debía ser olvidado. En cambio, el violento muchacho vertió un buen chorro sobre las heridas para desinfectarlas. Aquella misión no merecía la pena, si no fuese por las deudas que tenía pasaría de ella. ¡Jooder! ¡Cómo pasaría! Pero no. Tenía las jodidas deudas y si no las pagaba le pondrían a cuatro patas entre unos cuantos y le darían bien por la parte del cuerpo menos conocida por el chico y luego le pegarían un tiro en el estómago. No. Había que continuar. Joder

—Vamos. Terminemos con esto

No debe haber más de estas cosas, o se nos habrían lanzado al cuello junto con el resto. - aún así, Ilse no terminaba de fiarse. Avanzó con cuidado, sin dejar de apuntar con su pistola a enemigos fantasma. Salió de la habitación para continuar explorando el maldito búnker, allí tenía que haber algo más.

Su primera parada sería la habitación marcada con un 7 en el plano, quedaba muy poco que revisar antes de que pudiésemos marcharnos.

La puerta de la sala siete tenía un cierre automático y parecía oponerse a ser abierta. Dentro no se escuchaba ningun ruido aunque los agentes ya no se fiaban de que aquel lugar fuese seguro en absoluto. Y para mayor peligro el estado de salud de la mujer no mejoraba y podía desmayarse en cualquier momento. 

En mi estado era imposible que pudiese forzar esa cerradura. Por lo menos no si no quería morir desangrada.

Discretamente me aparte a un lado para que alguno de los chicos hiciese el trabajo duro.

Adrian llenó cuidadosamente de balas su revolver y apuntó a la cerradura con su arma.

—Apartaos— dijo escuetamente mientras apretaba el gatillo volando por los aires el pestillo y haciendo que la bala saliese disparada en otra dirección

El sonido en aquel espacio cerrado hizo que, de nuevo, os pitaran los oídos. La puerta se abrió con un crujido y Adrían la movió lentamente, apuntando hacia su interior con precaución por si acaso había otra persona infectada allí dentro. Por un momento vio algo en la oscuridad y a punto estuvo de apretar el gatillo pero tuvo la suficiente sangre fría de no hacerlo. Al fondo de aquel pequeño almacén había un joven, muerto hace mucho tiempo, ataviado con una bata. Desde luego no parecía que se fuese a levantar como en la noche de los muertos vivientes. Aquel lugar, además de un siniestro cadáver, contenía varias estanterías con suministros de toda índole desde papel higiénico hasta botellas de agua.