Partida Rol por web

No le había dado tiempo a la puerta ha cerrarse del todo cuando otra mano giró el picaporte evitando que cumpliese su cometido. ¿Pero quien demonios irrumpe ahora? Con un suspiro de resignación escuche la explicación de la pobre camarera. La chica estaba mas asustada por entregar un mensaje "tan" importante que su voz temblaba como la de un corderillo. Puedes ir a decirle al señor Davide que a veces lo bueno se hace esperar. Por el gesto contrariado y aterrorizado de la muchacha deduje que no esperaba una respuesta tan agresiva como la que había dado, ni un tono cortante en mi. Sino mas bien un estado de alteración ante el mensaje y una actitud del todo sumisa ante los deseos del Don. No era de extrañar, todo giraba según sus deseos, como un emperador de la antigua Roma.

Algo mas relajada rectifique mi respuesta. Esta bien, supongo que los músicos estarán preparados, saldré enseguida. fije la mirada en el espejo de nuevo, me permitía ver como la camarera intentaba cerrar la puerta sin hacer ningún ruido, con sumo cuidado. Un segundo giré el cuello para afrontarla Sirveles unas copas del mejor whisky al señor Davide y sus acompañantes. Eso le acallara un poco, todos los hombres son iguales, y cuando tienen entre sus manos el lujo se olvidan de lo demás.

Me retoque rápidamente con unos polvos algo brillantes el escote y los brazos para que mi blanquecina piel despidiese unos ligeros brillos al contacto con los focos. Estoy lista. animándome a mi misma me levanté y enfile el pasillo en dirección al escenario.

-Si, vale, deja ya de decir bobadas... Ayúdame a encontrar a ese tipo. -miro alrededor buscando el escenario- Sería muy estúpido por su parte volver a este sitio después de todo... Mark, averigua todo lo que puedas de nuestro amigo el músico, ahora debo acompañar a este.. como  era.. sr. Bianchi.

Mientras me largo, grito.

-Avisame en cuanto sepas algo!

Vuelvo al lado de Bianchi.

-Perdóneme, seguimos? - Levanto la mano con la esperanza de parar un taxi y poder llevar al sr. Bianchi a la tranquilidad de su querido bar.- Taxi!

Podría caminar con los ojos cerrados desde mi despacho hasta el escenario sin preocuparme de tropezar o chocar con cualquier objeto. Y efectivamente llegué sin prestar atención al pasillo y a las pocas cajas que descansaban con botellas de licor en su interior. Los gruesos cortinajes del escenario me impedían ver al público así que aproximándome a uno de los extremos vislumbre entre los pliegues la sala, deteniéndome unos segundos en la mesa de Davide. Al verle sentado con su vaso de whisky supe que no podía tardar mas en salir o le daría un ataque de furia contra mi.

Con un chasquido de los dedos intenté atraer la atención del pianista, necesitaba comentarle que canción había elegido para que pudiesen comenzar las primeras notas y después salir a escena. Aunque pensándolo mejor saldría directamente al escenario a decir unas palabras y después les ofrecería una canción como si nada. El pianista ya miraba de reojo hacia la zona de la cortina en la que pensaba que me había situado así que abriéndola ligeramente le susurre que continuase tocando la improvisación que sonaba desde hacia unos minutos. Solté todo el aire que contenían mis pulmones y atravesé la cortina con decisión mientras entrecerraba los ojos una milésima para acostumbrarme a la luz del foco.

El micrófono me esperaba, solitario en el centro del escenario, brillante. Caminé con decisión y coqueteo hasta él mientras saludaba con un gesto de cabeza a los clientes mas habituales que levantaban su copa ante mi. En esta ocasión el tono de mi voz sonó suave y sensual, era la voz de la que me valía en los escenarios cuando me comunicaba con mi publico. Buenas noches mis ojos recorrieron las mesas despacio analizando el rostro de los que esperaban Bienvenido al Blue Note Club, es un placer para nosotros que nos acompañen esta noche. Una ligera pausa y continuar, eso siempre gustaba Hace apenas unos momentos hemos podido disfrutar de un nuevo espectáculo, que espero se repita mas a menudo en este escenario. Señorita Sally... la busque con la mirada en la barra antes de continuar espero que comparta sus noches con nuestra compañía. Una sonrisa encantadora y el toque final, no había que alargar esto mas de lo necesario. Ahora si me lo permiten les ofreceré un espectáculo, menos movido, por suerte para mi, pero espero que lo encuentren igual de indispensable en este, nuestro refugio nocturno. Giré la cabeza para mirar al pianista, con una palabra apenas susurrada ya sabia que canción había escogido.

Sus dedos comenzaron rompiendo el silencio en el que había sumido a mi mente para concentrarme. Había elegido un tema bastante alegre y movido para liberarme así de los problemas que me habían retenido en el despacho. Mis manos acariciaban el micrófono como la mujer celosa que cantaba advirtiendo al resto que no se acercaran a mi hombre. Cuando el saxofonista comenzó el solo me aleje del centro del escenario para apoyándome en su espalda resbalar sensualmente hasta quedar de cuclillas y subir rápida de forma que los flecos de mi vestido bailasen al ritmo de la canción. Guiñe el ojo hacia la masa del público cuando regresé a mi puesto con el micro, aunque realmente ese guiño tenia un destinatario. Finalmente me fui separando del micrófono y camine hacia los cortinajes del escenario para despedirme del espectáculo mi voz seguía sonando, aunque cada vez menos apreciada por la distancia hasta que me introduje entre el cortinaje.

Veis salir a la chica y hacer su actuación. Se trataba de Elisabeth, la gerente de ese lugar. Una belleza que deslumbraba, no tansolo por su físico, sino también por su arte. Y eso era algo que a Davide le tenía ensimismado.

-Mirad...- Dice recostandose en la silla aplaudiendo junto con los que asistían al espectáculo. -...ya ha llegado, ¿no os parece un angel?...- Luego desvia de nuevo la mirada hacia el ruso, esparando su reacción. Aquel asunto era delicado, y un tipo como Andrei era inpredecible. Uno nunca sabía como reaccionaría a una notícia asi. La musica aun seguía sonando cuando Davide clavo su atención en aquel personaje.

Finalmente, con paso lento, Sally se acerca a la barra y se sienta en una de las sillas que hay junto a ella. -Un martini, por favor -le dice al camarero. Antes había dejado su copa a medias, y esperaba no tener que hacerlo de nuevo. Quería disfrutar de los últimos tragos de la noche, aunque nunca se sabía, todo se podía alargar.

Desde su sitio pudo ver cómo Elisabeth subía al escenario y hablaba a los presentes. Una sonrisa se dibujó en su boca seguida de un gesto de agradecimiento cuando mencionó su actuación.

Fantástica, pensó la joven una vez que terminó la función y mientras aplaudía a su jefa.

Sally volvió a recorre el local con la mirada en busca, quizá, de alguien conocido; en busca, quizá, de alguien nuevo. Sus ojos se pararon unos instantes en la mesa de don Davide, donde había ahora dos tipos a los que no había visto antes.

El estruendoso aplauso se convirtió en un rumor continuo propiciado por el alto techo del salón como si de el repicar de las gotas de lluvia durante una noche de temporal se tratase. La gente se puso de pié para felicitar la actuación que había tenido lugar. Actuación que sirvió para cerrar la noche.
El Blue Note Club había llegado de nuevo a su fin de fiesta y la gente que ocupaba las mesas y las barras se disponía a abandonar el local.

-Toma...- Dice tras una larga pausa. -...aqui tienes los detalles...- Y mientras se pone en pié, desliza por encima de la mesa, usando la punta de los dedos, una carta cerrada hasta dejarla justo delante de Andrei. -...Creí que deberías saberlo. Para algo sirven los amigos ¿no?-

-Leyton, Ese asunto de la chica me tiene preocupado...- Dice el hombre ahora clavando su mirada en el abogado. -A ver que puedes hacer, hablar con Millers puede suavizar el asunto...-Dice mientras se dispone a acercarse al escenario.

Al cabo de un rato, y mientras un torrente de gente empieza a abandonar el local, ves aparecer a Pol junto con Jeremie.

-Hola Sally!- Te saluda Joe al verte con su característica alegría. Te alegra verlo de nuevo con esa sonrisa de oreja a oreja. -Michael ya esta mucho mejor, y todo gracias a este joven doctor.-
Jeremie, que andaba a su lado, jugueteaba con la guinda de un martini mientras se apyaba en la barra.

-Se recuperará temprano, esta magullado, pero nada grave.- Dice el chico llevandose la copa a la boca. -Solo necesita reposo.-
-Parece que ya ha llegado el momento de despedirse...- Dice al observar la gente que abandonaba el local. -El Blue Note cierra sus puertas. Debo decir que ha sido una velada estupenda...- Y parece caer en la cuenta de algo. -... apesar de lo ocurrido...-

Tras la excelente actuación de la señorita Elisabeth llegó la hora de retirarse a casa, si al día siguiente no tuviera trabajo, Frank hubiera buscado algo de compañía femenina, sin embargo era tarde y debía levantarse pronto para solucionar varios casos. Levantándose de su asiento a la vez que el Don, el abogado cogió su sombrero y aun sin ponérselo asintió ante las palabras de este. - Mañana llamare a casa de los Millers para concertar una cita y poder hablar con el Señor, no estaría de más enviar un bonito ramo de flores al hospital. - No cabía duda que debían tener mucho tacto en aquel asunto que en un principio no tenía demasiada importancia, pero que desgraciadamente por la familia que se había visto involucrada había tomado un cariz algo más preocupante. - A primera hora pasaré por la comisaría a informarme sobre el detective y las pesquisas policiales, a ver si consigo averiguar algo sobre ese otro testigo del que habló el señor Bianchi.

Tras estas palabras Leyton se caló su sombrero blanco a juego con su traje y antes de irse se acercó a la barra para dejar una buena propina, en esta se encontraba una joven dama bebiendo tranquilamente, por su aspecto debía trabajar allí como cantante, aunque no la había visto nunca actuar, debía ser nueva. - Buenas noches, señorita. - Despidiéndose del camarero y haciendo lo propio con la joven Leyton se dirigió a la puerta del Blue Note.

Tras cruzar las cortinas del escenario con decisión permanezco tras ellas mientras espero el aplauso del público. Por suerte he terminado el espectáculo tras el cortinaje, lo cual me permite huir de miradas desaprobadoras o demasiado duras con mi canción. Aunque también asumo el momento del reconocimiento de forma aislada, escondida tras al gruesa tela, temerosa de esas miradas, pero a la vez anhelante por ver alguna. Suspiro agradecida mientras se forma una sonrisa en mi rostro al escuchar el bullicio de las palmas. No he perdido mi toque. Mis manos que permanecían tensas agarradas a las ondas de terciopelo liberan su presa y me permiten abandonar el puesto para ir a buscar mis objetos personales al despacho antes de abandonar el local.

Camino por el pasillo mas relajada y satisfecha que cuando realice el mismo camino pero a la inversa, rumiando en mi mente los problemas que habían surgido esta noche. Muchas veces me sorprende todavía lo ajetreada y lo viva que es la parte mas oscura del día. La mayor parte de la gente de la ciudad descansa desde hace demasiadas horas en sus acogedores hogares, resguardados de este mundo que empieza cuando el sol se oculta. Ajenos e insensibles a los sufrimientos y las guerras que se desatan en las calles, que como escenarios teatrales mudan su aspecto y sus personajes se transforman.

Giré el picaporte de mi despacho y no me molesté en cerrar la puerta, solo quería recoger mi abrigo y mi bolso. Cuando mis pertenencias estuvieron en mi poder saque las llaves del pequeño bolso negro de raso y cerré la puerta de mi santuario personal. Me encaminé a la sala principal para despedir a los últimos clientes y dar los últimos consejos a los empleados antes de retirarme.