Partida Rol por web

Ha elegido usted un bello lugar para ir a vacacionar señor Bullock, responde indicando al tabernero que le sirva de nuevo y mientras te mira de soslayo.

Sin embargo, dice y se le enturbia “peligrosamente” el rostro como solo saben hacer los vaqueros de verdad, no llego a querer entender del todo eso que dice usted de “Vivir sin límites”, acota bebiéndose de un trago la bebida.

Mas  y dado que parece – después de todo -, un hombre muy humano sus facciones vuelven a suavizarse cuando continua hablando con su voz profunda y melodiosa.

¿Visitante?, pregunta intrigado, ¿organización?, vuelve a decir confundido. No sé a que haga usted mención señor Bullock, pero la mayoría de los que viajan en este y el resto de los vagones son visitantes según veo, indica lanzando una mirada al sitio donde ambos se encuentran.

El Black Express es un tren moderno y rápido, comenta indicando como tú has hecho el entorno con su dedo indice, cuenta con cinco vagones equipados para la comodidad de los pasajeros y funciona a carbón con su chimenea quemando como las piras del averno, enuncia mientras se santigua, si usted busca a alguien en particular debería hacerlo en alguno de los otro vagones.

Respecto a lo de organización ¿se refiere a esto?, pregunta mientras se corre la chaqueta para que puedas apreciar la estrella de sheriff que tiene en el pecho.

Por lo menos mi “tacto”, referido al cuidado con el que se podía hablar y encauzar una situación, estaba en plena forma.

Me eché un poco atrás y enarqué una ceja, cuando posó su mano en el hombro, en plan cómplice pero manteniendo la distancia que han de mantener dos “machotes”, mi sonrisa no se había borrado de mi cara. Y en especial me gustó alguna de aquellas seductoras miradas. Sentirse admirado, respetado y ser una especie de “caballero” que las damas admiran (y sacar ventaja de ello) Era una idea fantástica.

Sellé nuestro trato con un fuerte apretón de manos tras colocarme aquella estrella y bromeé con un – ¡Yejaaaaa! – me tomé la siguiente bebida de un solo trago.

Una encantadora sonrisa iluminó mi rostro cuando el del tipo se ensombreció. Alcé la mirada con aire inocente y aproveché que el hombre seguía hablando para dejar correr aquello sin llegar a darle una respuesta. Que se perdiese el asunto entre el resto de la conversación, así me libraba de escandalizar al supuesto sheriff.

Para ser un actor se tomaba muy en serio su papel, eso estaba claro. Y aunque se me hacía un poco rarito entrar al juego y fingir que estábamos en el lejano oeste de verdad, al final decidí hacerlo yo también y sumergirme todo lo que pudiera. Al fin y al cabo era una experiencia única, vaya que sí. 

Miré a mi alrededor mientras él hablaba sobre el tren y sus movidas técnicas y mis ojos escrutaron alrededor, fijándome en los rostros más que en la ropa, como había hecho al llegar. Tal vez alguna de esas personas disfrazadas fuese uno de los que habían llegado en el tren conmigo y no los había reconocido con las pintas. Pero al final volví a mirar al sheriff, con la misma expresión de niño bueno que me había librado de tantas broncas en el colegio como la billetera de mi padre. 

—Oh, sí —aseguré entonces asintiendo con aire divertido, entrecerrando un poco los ojos con la complicidad del «yo sé, tú sabes y yo sé que tú sabes, pero de acuerdo, finjamos que no»—. A eso mismo me refería. 

Me fijé bien en el tío. ¿Hasta qué punto le gustaría el papel que le había tocado interpretar? «¿De qué vas tú, Teddy Flood?», pensé mientras lo escrutaba con atención. Y finalmente bebí un sorbo más de mi jarra y empecé a incorporar mi postura. 

—Es un placer charlar con usted, sheriff. Pero creo que iré a echar un ojo a los otros vagones entonces. Había una chica que venía conmigo, ¿sabe? Su familia me encargó que la cuidase un poco así que debería ir a ver si descubro cómo va vestida. —«Y a echarme unas risas con sus pintas, seguramente. Conociéndola se habrá puesto lo más hortera del vestuario».

Por un momento olvido la confusión del momento y el lugar. Las insinuaciones del tabernero me hacen mirarle y olvidar todo lo demás. Desde luego no en el sentido bueno. A mi los hombres no me gustaban, y aun cuando me gustasen, mi tipo no sería el tipo que tengo delante. 

- Lo siento, no eres mi tipo, vaquero - le miro alzando la ceja y luego miro al otro tipo, que parece que se rie de un chiste que yo no capte - ¿Y tú de qué te ries...?

Que si como me llamo, que si viajo sola... Este hombre estaba intentando sacarme información, aunque viendo lo que hablaba, seguro que al próximo que se sentara en un taburete le decía después que había estado una mujer pelirroja y todo lo que yo le hubiera dicho.

No, aquel hombre no era uno con el que me apeteciera intercambiar información, con recibirla me era suficiente y él no parecía tener problema.

- Tendré que hacerle caso y no salir sola de ese lugar. - Dije por seguirle el rollo, aunque en realidad, me había picado un poco la curiosidad con eso de que fuera había cosas perversas y tal. De todas formas, mi cabeza no paraba demasiado tiempo centrada en lo mismo, así que seguro que antes de que bajara del tren se me podía haber olvidado tranquilamente.

Me parecía que con eso que estaba diciendo se estaba flipando un poco solo, pero era mejor no hacérselo saber.

- Emmmm... Por el momento no, pero si en algún momento necesito un guía se lo haré saber. Gracias.

La verdad es que estaba viendo que aquel hombre no me iba a proporcionar mucha información útil y bueno, dejaría lo demás para cuando llegara al lugar. Eso sí, como tuviera que buscarme un trabajo... ¿a qué coño me iba a dedicar? No me parecía que en el Oeste les fuera mucho el arte.

- ¿Buscar trabajo? ¿De vacaciones?

De las primeras palabras del cantinero entendí que aquello era un "todo incluido". Estaba bien, sería divertido. Sin embargo con lo que dijo después y su guiño de ojo me sentí... Bueno, no sé muy bien cómo. ¿Estaba alucinando, o allí todo el mundo tiraba los trastos? Esperaba que mi padre no me hubiera mandado a algún tipo de campamento sexual, o que esto fuera una indirecta para que me descontrolase un poco. De hecho, pensándolo bien, me lo imaginaba más no sabiendo nada de esto. O quizá eran todo imaginaciones mías, con la emoción del viaje y todo lo demás.

—Eh... —respondí al hombre sin saber muy bien cómo seguir—. Muchas gracias.

Después de eso me fijé en el gesto que hizo el hombre de mi lado y le dediqué una sonrisa educada. Parecía majo. Escuché su respuesta y llevé los ojos por la ventana mientras hablaba, buscando ya ese pueblecillo del que hablaba. ¿Seria la última parada del tren, nuestro destino? Bueno, no sabía si podíamos seguir a bordo o no, pero tal y como él lo pintaba daban ganas de bajarse en cuanto el tren se detuviera.

Era fácil dejar volar la imaginación al escuchar hablar de mineros, buscadores te oro, ganaderos... Empezaba a tener pinta de que habían construido todo un pueblo para que pasáramos allí las vacaciones, y eso sería genial. ¿Habría guías que nos explicarían cómo vivían entonces, o tendríamos que vivirlo de primera mano? Estaba claro que esto era un juego de rol... ¿Pero hasta qué punto serían capaces de llevarlo?

Con los ojos brillantes volví a girarme hacia el tipo al tiempo de ver su gesto sobre su estrella de Sheriff. Vaya, eso era... Menuda casualidad. Si no supiera que era algo así como un actor hasta me habría parecido admirable que alguien pusiera su vida en peligro de esa forma por ayudar a todo el mundo... Vale que nuestra policía también lo hacía, pero no era lo mismo.

—No me meteré en problemas —prometí con una sonrisa, sintiéndome por un momento como una niña pequeña que jura portarse bien. Después me preparé para darle mi nombre—. Me llamo Sar... —Me interrumpí. Si este era un nuevo comienzo bien podría hacerlo con otro nombre. Era como un juego, ¿no? Supongo que no estaba de más empezar a jugar ya.

—Me llamo Evangeline —me corregí con orgullo antes de alzar un poco la cabeza, contenta. Sentí cómo el rubor cubría mis mejillas en ese mismo instante, pero decidí ignorarlo—. Evangeline Clanton. Pero mis amigos me llaman Eva.

Ojos de lince, instinto de león y el olfato de un zorro para los problemas.

El sheriff parecía reunir todas estas cualidades o quizás fuese que Ethan no fingía tan bien como quería creer.

Algo en tus palabras no le agrada, te percatas de ello tras terminar de hablar y mientras te observa con aquella particular mirada suya a lo Ennio Morricone.

¡Joder si casi pareciera que a casi puedes ver el plano corto a sus putos ojos claros que parecen querer taladrar los tuyos!.

Sin embargo nada responde y solo se digna a devolver un silencioso saludo con la cabeza tras tocarse ligeramente el ala de su sombrero oscuro antes de volver a su bebida y su silencio.

Clara señal de que allí nada mas tienes para hacer y por ello decides investigar el resto del tren. Y por ello te marchas, sintiendo en tu espalda los dos ardientes puntos de fuego en el sitio donde el sheriff fijaba su mirada.

Aliviado por salir del vagón y sabedor de que aquel hombre era un hueso duro de roer, Ethan dejo la estancia y se permitió a si mismo vagar por el resto del tren.

Encontró muchas más personas yendo y viniendo, algunos incluso le saludaron mientras pasaba de un vagón al otro hasta un total de cinco antes de que le fuera imposible seguir pues entre la maquina y el pasaje había un vagón repleto de maderos.

Descubrió sin embargo que ninguno de aquellos que le habían acompañado en el hyperloop iba en el Black Express y aquello le pareció extraño.

¿Qué habría sido del fardo que le habían encargado?, ¿Dónde estaría ahora Sarah?.

Mas, antes de poder encontrar la respuesta a esta pregunta el cercano y fuerte sonido del silbato del tren anuncio la pronta llegada a la siguiente y última parada.

SweetWater.

El vaquero, quien está terminando de beber de un trago su bebida, deposita el pequeño vasito de vidrio con EXTREMA lentitud en la superficie de madera.

Casi parece magnificarse el sonido del vidrio en el interior del vagón cuando todos los presentes cercanos hacen un sepulcral silencio.

Ominoso, pesado, un silencio que presagia solo cosas malas a la vuelta de la esquina.

Poco a poco sus ojos claros y ahora fríos se giran hacia ti clavándose en los tuyos con la fuerza de un arpón ballenero.

Es esta la mirada del ángel de la muerte, del mensajero divino del último suspiro, son los ojos de un depredador, la mirada del asesino.

Un minúsculo rictus que afea su bello semblante se hace presente entonces en la comisura de sus labios y en el entrecejo segundos antes de que sus perfectos labios se abran para comenzar a formular palabras.

Yo, susurra cortando con frialdad las palabras, me, río, de, lo, que, quiero, asevera tajante y joder si aquello no va a misa.

¿Por qué?, concluye mirando tus manos, luego las suyas y nuevamente tus ojos.

El resto del viaje se sucede sin contratiempos.

Si lo buscas, consigues conversar sobre temas vánales con el resto del pasaje.

La gente parece más que predispuesta a prestarte oídos y comentar los pormenores relacionados con el sitio al cual vas.

Sin embargo la información que obtienes de estos no es distinta a la que ya has conseguido.

Un pueblo prospero pero pequeño enclavado en lo profundo de una peligrosa zona en el Lejano Oeste.

SweetWater, al cual tendrás que recorrer para conocer más.

Unas horas luego el cercano sonido del silbato del tren anuncia la próxima y última parada del trayecto.

Están llegando al pueblo.

El viaje ha concluido.

Es un placer conocerla señorita Clanton responde el vaquero saludando galante mientras se toca el ala del sombrero, y como ya le he dicho, puede buscarme si precisa algo.

En ese instante el cercano sonido del silbato del tren se hace presente causando algarabía en varios de los presentes.

Al parecer el tren está a punto de llegar a la próxima y última parada de su ruta.

SweetWater.

Si me disculpa, dice entonces el vaquero volviendo a saludar, debo preparar mi equipaje, explica antes de marcharse a otro vagón.

Le observas irse con su elegante y masculino porte, el andar seguro y tranquilo del hombre bueno y mientras el rumor de las muchas voces presentes te rodea.

La excitación por la aventura se enciende entonces en tu interior pues estas a punto de comenzar a vivir  en carne propia este monumental juego de rol que es WestWorld.

Ya llegan.

Ya han llegado.

Es hora de comenzar a Vivir Sin Limites.

Vaya por dios, un machito. Quizá mi tono sonó demasiado borde, o le tocó de rebote la hinchazón de coño que me provocó el barman, y no en el sentido erótico. Sea como sea, su reacción es hostil, más de lo que pensaba y debo reconocer que me intimida. Es un tío que tendrá mas fuerza que yo, pinzado por lo que se ve, y yo no quiero problemas. Vine a pasarlo bien. 

Me pongo una máscara de dureza que se atisba en forma de alzamiendo de ceja, de nuevo, y me limito a dejar el vaso y seguir andando por el vagón. 

No había venido aqui para que me diera una hostia un puto matón.

Ojos de lince, instinto de león y el olfato de un zorro para los problemas.

Aquel vaquero parecía reunir todas estas cualidades o quizás fuese que tus palabras no le agradan, te percatas de ello – lo intimidante que resulta -, cuando terminar de hablar y mientras te observa con aquella particular mirada suya a lo Ennio Morricone.

¡Joder si casi pareciera que a casi puedes ver el plano corto a sus putos ojos claros que parecen querer taladrar los tuyos!.

Sin embargo nada mas agrega a lo ya dicho y solo se digna a obsequiarte con un silencioso saludo con la cabeza tras tocarse ligeramente el ala de su sombrero oscuro antes de volver a su bebida y su silencio.

Clara señal de que allí nada mas tienes para hacer y es por eso que decides investigar el resto del tren. Y por ello te marchas, sintiendo en tu espalda los dos ardientes puntos de fuego en el sitio donde el sheriff fijaba su mirada.

Aliviada por salir del vagón y sabedora de que aquel hombre es un hueso duro de roer has dejo la estancia y vagar por el resto del tren.

Encuentras muchas otras personas yendo y viniendo, algunos incluso saludan mientras pasas a su lado yendo de un vagón al otro hasta un total de cinco antes de que se haga imposible seguir pues entre la maquina y el pasaje había un vagón repleto de maderos. (El combustible para la maquina)

En tu deambular por el interior del tren caes en la cuenta que ninguno de aquellos que te habían acompañado en el hyperloop iba en el Black Express.

¿Qué habría pasado con el resto?.

Mas, antes de poder encontrar la respuesta a esta pregunta el cercano y fuerte sonido del silbato del tren anuncio la pronta llegada a la siguiente y última parada.

¡Uff, como pasa el tiempo!

SweetWater.

El viaje en el Black Express ha concluido.