Partida Rol por web

El camino del norte está cubierto de dos palmos de nieve que no hacen el avance en absoluto sencillo. Sin embargo, os proporcionan un muy útil rastro del grupo de seres al que seguís. Seis pares de inconfundibles pisadas de orcos y un último par perteneciente a una persona pequeña a la que le cuesta andar y que de hecho, a ratos, parece que es transportada.

La temperatura aumenta ligeramente hasta el mediodía e incluso con esta nevada empezáis a sudar bajo vuestras pieles. El desgaste de la caminata es intenso y cuando veis por fin el desvío que lleva hacia el noreste, al Yelmo de Balnida, sentís alivio: las huellas van en esa dirección. El sol está en lo alto, ya no hará otra cosa que bajar hasta que alcancéis el lugar en unas horas. Las tripas os recuerdan que no habéis comido. Podríais tirar de vuestra provisiones y comer en marcha o cazar, aunque esto os retrasaría. O, simplemente, ayunar.

La caminata había sido bastante dura, y lo que aún nos quedaba por andar. No obstante, estaba acostumbrado a caminar en peores condiciones, por lo que esto no era para mí más que un paseo. Aún así, había un factor contra el que era difícil luchar. El hambre.

Mis tripas rugían, y, afinando el oído, podía escuchar como las del resto también. No obstante, yo soy un tipo duro, me he visto en situaciones bastante más duras. No sería yo el que detuviese la marcha porque mi estómago me dijese que necesitaba aliemento. De momento, lo mejor era seguir avanzando.

Si continuábamos la marcha, ganaríamos tiempo, algo muy preciado. No obstante, el resto no eran bravos enorcos como yo, y tal necesitasen descansar los pies y llenar sus barrigas vacías.

Desde el mismo momento en el que había terminado de dar la información que tenía, Lyrah se había transformado en alguna especie de compañía callada, como si fuese consciente de su propia y consecuente inutilidad para lo que pretendían hacer sus acompañantes. Y lo demostró, pues la caminata a través de los dos palmos de nieve parecía hacérsele complicada, complicadísima, teniendo en cuenta que por su baja altura la nieve le llegaba casi a las rodillas, sino se las superaba. Era imposible saberlo del todo, no con la cubierta de pieles bajo la cual se movía, como también era difícil adivinar la verdadera contextura que permanecía oculta. Avanzaba más lenta que ninguno, cada vez más pálida, pero sin quejarse en ningún momento. Parecía conducida por una especie de decisión febril, la de no ser una carga, y su estado pareció mejorar cuando aprendió a ir detrás de Erbasto o de Abrek, caminando por los surcos en la nieve que sus enormes contexturas iban abriendo.

Sin embargo, en un momento, Lyrah supo que no podía continuar. Estaba tan pálida que el toque del sol hacía brillar a su piel, transparente, con más intensidad de la que hacía brillar a la nieve a su alrededor.

- Disculpen... necesito... comer algo... sólo unos minutos... o no podré... pero entiendo que hay que continuar...

Parecía una súplica, más que una aseveración.

Los pies ágiles del elfiano se volvían mas torpes con el pasar de las distancias, mientras intentaba mantener el paso, la temperatura de su cuerpo debajo de las pieles comienza a sentirse incomoda y lleva atrás de sus hombros la pesada piel, dejando a la vista por primera vez sus brazos y torso de cintura para arriba, de contextura delgada pero fibrosa. El rugir de su estomago era ya oído por el y no solo sentido.
De una bolsa del tamaño de dos puños de orco, que colgaba de su cintura saco algunas tiras de carne seca. Se acerco a Lyrah que parecía estar en su misma situación si no peor y le extendió un par de tiras con una silenciosa pero amable mirada.

Rasheed observó al elfiano y a la chica compartiendo algunas provisiones, y decidió que era un buen momento para hacer una breve parada. En realidad, era una excusa excelente. El sarcosano, poco habituado a soportar los rigores de la intemperie y a las largas marchas, estaba a punto de desfallecer. Bufaba como un toro herido de muerte, y el aire frío penetraba en sus pulmones con un dolor lacerante que ya era insoportable.

- Detengámonos… unos instantes… - dijo entre jadeos, a la vez que se desplomaba sobre la nieve como un peso muerto – De nada servirá… llegar tan débiles… al objetivo

Intentó alzar su mano para señalar el camino que tenían por delante, pero le era imposible sostenerlo en alto con alguna precisión. Frustrado, pronunció un juramento que solo alcanzó a salir a medias de sus labios y finalmente no tuvo más remedio que entregarse al agotamiento. Simplemente permaneció tendido allí donde había caído, con los ojos cerrados y bufando pesadamente.

Abrek es el único del grupo que parece resistir bien la caminata. Los demás empezáis a notar los efectos de la fuerte deshidratación debida al esfuerzo y al frío. El orco ha procurado mantener una temperatura estable y eso, le ha permitido seguir en forma.

Lyrah y Pride aprovechan para recuperar parte de la energía perdida comiéndose entre ambos la ración del elfiano. De inmediato empiezan a sentirse mejor.

Se detiene al ver a Rasheed caer, se lo queda mirando una decena de segundos mientras estira sus tendones llevando los talones a que toque la sus bien formados glúteos.

-Creo que podríamos descansar 30 minutos, por el bien de el a menos que alguien lo quiera llevar cargando

-Rogaba que nadie se ofreciera, después de todo el tenia tanta necesidad de descansar como el que aun se encontraba comiendo nieve

Rasheed alzó su cabeza de la nieve, como si de pronto lo hubieran despertado de un sueño profundo. Sin embargo, aquellos fueron los únicos músculos de su cuerpo que respondieron a las órdenes de su cerebro, así que tuvo que contentarse con permanecer allí tendido sobre la nieve.

- ¿Ehh? ¿Llevarme? – dijo el sarcosano entre jadeos, incapaz de mirar al elfiano a la cara por el reflejo del sol que le daba justo en los ojos. – Nada de eso… ya estoy mejor.

Aunque sus torpes intentos por ponerse de pie parecían evidenciar todo lo contrario, el sujeto consiguió finalmente girar sobre si mismo y alzarse apenas un palmo, de modo de quedar apoyado sobre sus rodillas. El esfuerzo parecía haber agotado todas sus fuerzas, y tuvo que apoyar ambas manos sobre la nieve para no perder la vertical.

Intentó serenar su respiración, pero parecía que aquello le llevaría una vida.

- Tal vez alguno… podría adelantarse. – dijo finalmente – Estudiar el terreno… que tenemos… por delante…

Los ojos de Lyrah todavía brillaban, con una calidez y agradecimiento hacia Pride que casi podían ser infantiles. Le había agradecido en palabras con cierto tono cohibido, pero su expresión había cubierto todos los huecos que había dejado su silencio. Comía lentamente, pero con la voracidad de alguien que está débil, y sus mejillas no tardaron en volver a poblarse de un muy suave color rosado que podía confundirse con una quemadura de sol.

Ante la caída de Rasheed, con sorpresa, Lyrah pensó en acercarse al sarcosano, pero se vio a sí misma cayendo de la misma forma.

- Quizás... es una buena idea. Para aprovechar el momento que tardemos en recuperar algunas fuerzas... es cierto que, bueno, yo al menos así no sirvo para nada.

Miró a Abrek, que era el único que parecía haber podido avanzar en una piedra.

- ¿No quieres echar un vistazo...?

Miré al grupo. Parecían bastante cansados. El tiempo iba en nuestra contra, y no podíamos perder mucho más, pero era cierto que sin fuerzas, cualquier cosa que hiciésemos sería completamente inútil.

Cuando Lyrah dijo de echar un vistazo, asentí como respuesta. Al menos, así no perdería el tiempo mientras los demás estiraban un poco las piernas y llenaban sus vacías tripas.

Así, comencé a caminar, inspeccionando el terreno, mientras sacaba algo de carne seca de mi zurrón. Que pudiese aguantar no significaba que tuviese que pasar hambre...

Abrek se marcha de allí por el camino, dejándoos descansar mientras avanza para hacer de explorador. Al quedaros parados mejora la sensación de cansancio, pero no así la de frío, que empeora cuando el sudor se empieza a secar sobre vuestras pieles. Os veis obligados a daros friegas sobre la ropa y buscar un hueco en la nieve donde evitar el viento, aunque sea leve.

Avanzas por el camino durante unos quince minutos, siguiendo las claras huellas de los orcos. A lo lejos se empieza a vislumbrar la cordillera a la que da comienzo el Yelmo de Balnida, pero el propio Yelmo, que te han dicho es un promontorio pequeño, aún no está a la vista. Calculas, según la información de Erbasto, que debe quedar más de una hora de camino hasta el lugar.

Poco a poco, el sarcosano comenzó a retomar su ritmo de respiración normal, y el dolor punzante que sentía en un costado lo fue abandonando. Desgraciadamente, su relajación también lo hacía bajar la guardia, y ello permitía que el cansancio lo invadiera. Pronto, el decidido miembro de la resistencia se descubrió entrecerrando los ojos, vencido por el esfuerzo agotador de los últimos días.

Sin embargo, Rasheed sabía bien el peligro de entregarse a tales placeres. No era solo el cansancio el que hacía que sus ojos se cerraran. Era también el frío. Reconociendo los primeros síntomas del congelamiento, el curtido viajero se incorporó de inmediato, movilizado más por el pánico que por su experiencia. El temor lo despabiló de repente, y en pocos segundos el sarcosano se hallaba nuevamente de pie, friccionando con fervor cada músculo de su cuerpo.

- Espero que nuestro compañero vuelva pronto. – dijo entre leves castañeteos, mientras su mandíbula comenzaba a moverse fuera de su control – Si nos alcanza la noche al descampado…

- Por cierto… ¿cómo viste la atmósfera en la posada? – preguntó a la única mujer del grupo - ¿Había temor y abatimiento entre la gente? Dudo que el espíritu de la resistencia esté demasiado extendido por aquí, pero quién sabe. ¿Con quién pudiste hablar? ¿Crees que podamos buscar refugio allí en los próximos días?

Rasheed caminaba en círculos, tratando de que su sangre corriera por sus músculos. Quizás su lengua también se estaba entumeciendo.

Pride se sentó en la nieve sobre su largo tapado de forma pesada, rápidamente la sensación de tener las piernas en otra posición que no sean paradas, llenaron de alivio su cara y dio lugar a un placentero suspiro ahogado.
Se envolvió en el resto de su tapado metiendo su boca por el cuello, para que las manos puedan acercarle carne seca sin necesidad de exponerlas al frió.
Mientras solo se dedico a disfrutar el momento sin prestar mucha atención a lo que se hablaba a su alrededor

Lyrah había echado a temblar descontroladamente, lo que había dado lugar a una especie de reacción hiperactiva cercana a la histeria que la tenía frotándose sin parar los brazos, el torso, las manos mismas, y moviendo las piernas buscando ganar un poco más de calor. El grueso y frondoso manto de pieles que la cubría se agitaba con sus movimientos, ocultando de los ojos del resto la mayor parte del espectáculo. Le habían empezado a castañear los dientes, incluso cuando ya habían encontrado el cobijo de una saliente en medio de la nieve, y ella había encontrado una barrera natural contra el viento que era la altura de Erbasto.

Miró a Rasheed, cuando el sarcosano comenzó a hablar. Pareció sorprendida por la pregunta.

- ¿La... la atmósfera? - levantó un instante la mirada hacia Erbasto, como si buscase en el gigante un apoyo, o que dijese algo al respecto. Pero su silencio pareció convencerla de la inutilidad de sus deseos, y se volvió hacia Rasheed otra vez - No, no había... temor... abatimiento... había... resignación... más bien, costumbre... es decir, como si se... hubiesen acostumbrado... si esto fuese lo... único... había normalidad... oscuridad... pero no quejas... quizás creen que... podría ser peor...

Por un instante pareció tratar de mirarse la punta de las botas, algo totalmente imposible por estar hundidas en la nieve.

- Hablé con... un hombre que... más bien él habló con... migo... no me dio... tiempo a mucho... me probó, me... no sé, antes de decirme... lo que les trasmití a... ustedes, estaba... cansado, creo, molesto... lo normal, ya sabes... preocupado, decidido, quizás... quizás no podamos volver... allí, quizás crean que fuimos nosotros... quizás...

Dejó de hablar, alterada por el frío.

El constante tartamudeo de Lyrah hace que Pride mire hacia ella, al verla se contiene de decirle los irritante que es que hable así por un segundo pierde su semblante serio por el de un rostro algo lleno de lastima parecía que era la que mas mal la estaba pasando, al menos el resto aparentaban estar mejor, toma una cara de indiferencia y se levanta de su aislamiento camina hasta la chica y se sienta de la misma forma a su lado, chocando su hombro y codo con el de ella. Arrima su cara a la de ella y le susurra algo al oído. Para luego retirarse y mostrarle una leve sonrisa.

-Que te hizo pertenecer activamente a la resistencia? Sin intenciones de ofenderte no pareces precisamente...

Hizo una pausa cuidadosa para buscar la palabra mas correcta posible

-una mujer de armas a tomar, aunque tal vez las apariencias me engañen

Sabia que estaba desviando la conversación a terrenos que no interesaban en la misión, pero de todas formas en el estado que se encontraba ella no parecía que iba a aclararnos muchas cosas.

-Espero que no te moleste mi atrevimiento, la verdad es que tengo tanto frió como tu y podríamos compartir un poco el calor de cada uno