Partida Rol por web

Notas como una oleada de fuego sacude tu interior. Estote aterroriza, y te hace ir aún más deprisa. Por fin te detienes, jadeante, aliado de un árbol. Es entonces cuando te das cuenta de que hace ya rato que dejaste atrás el camino real.  Estás solo en medio del bosque, en una zona que no conoces. Anochece rápidamente, y empieza a nevar.

La temperatura desciende bruscamente, y pronto tiritas de frío. No sabes dónde estás, y tienes la impresión de estar dando vueltas.

Correr, correr, eso era lo único en lo que podía pensar en aquellos momentos, sin atreverse a mirar atrás avanzó todo lo que sus piernas le permitieron sin fijarse en el camino que recorrían. Sólo se detuvo cuando notó que el aire ya no llegaba a sus pulmones y sus piernas empezaban a fallar. Se apoyó en un árbol intentando recobrar el resuello hasta que sintió humedad en la cara. Estaba nevando.

Se incorporó para mirar a su alrededor intentando discernir dónde se encontraba y, a la cada vez más menguante luz del día, comprobó aterrorizado que había abandonado el camino más seguro y ahora se encontraba perdido, con la noche echándose encima y la nieve que empezaba a cubrir el suelo.

Dio varios pasos buscando de nuevo el camino real, pero no sabía en que dirección debería caminar y no consideraba aconsejable andar sin rumbo en aquellas condiciones, así que decidió no moverse del bosque y buscando la protección de los árboles, se dispuso a pasar la noche.

Preparó un pequeño fuego que permitiera darle algo de calor y, enrollándose en su manta, se dispuso a comer algo y, sobre todo, a darle un buen trago al vino que portaba.

Desgraciadamente, el fuego se apagaba y se encendía constantemente. Era tal la humedad y la nieve caía tan copiosamente, que diste por hecho que el que el fuego permaneciera encendido toda la noche era un imposible.

Te acurrucas en la manta, hecho un ovillo, pero es del todo inútil. Al poco empiezas a tiritar, dejas de sentir la punta de los dedos de las manos y de los pies.

Empiezas a encontrarte realemente mal, eres perro viejo y sabes que tu cuerpo no aguantará tanto frío, sino te mueves rápido morirás.

Así que deshaces tu campamento y comienzas a buscar a tientas en el bosque, estás en el peor lugar en el peor momento. Pero cuando veías que peor te iba a ir, a lo lejos ves una cabaña de madera con una luz en su interior.

Era imposible mantener la hoguera encendida y el frío cada vez era más intenso. Aquel no estaba resultando un buen sitio para quedarse así que no le quedó más remedio que buscar un refugio mejor si no quería morir congelado.

Caminar por aquel bosque a oscuras y en aquellas condiciones no era lo más sensato, pero quedarse parado tampoco era la opción más inteligente. Cansado, tembloroso y desesperado siguió buscando un posible refugio donde un fuego no se apagase y que pudiera esta seco, pero todo el bosque parecía igual. De pronto y para su sorpresa vio una pequeña luz que se colaba entre los árboles. Esperanzado, dirigió sus pasos en aquella dirección para descubrir que la luz procedía de una pequeña cabaña.

Dando gracias al cielo, se dirigió a la que podría ser su salvación.

Abres la puerta bruscamente, mareado. Hay dos mujeres en la cabaña. Una es una vieja repugnante, otra casi una niña. Ambas están sentadas alIado del fuego, que arde alegremente. Están preparando un guiso en una marmita. Te miran sin pronunciar palabra.

Balbuceas algo y entras en la cabaña, dejándote caer en un rincón. Ni la vieja ni la niña te dirigen palabra. La niña, por fín, coge un cuenco con sopa de la marmita y te lo ofrece, con una tímida sonrisa.

Sin pararse a llamar a la puerta ni esperar una invitación, entró en la cabaña como si mil demonios le persiguieran. Por unos segundos se quedó inmóvil, resoplando con dificultad, intentando ver lo que había allí dentro, para comprobar que los habitantes de la cabaña eran una vieja repulsiva y una chiquilla.

- Disculpen... yo... hace mucho frío y... muy oscuro... yo... si no les importa... -De manera entrecortada intentó disculparse por la intromisión mientras se situaba en un rincón para no molestar.

Miró extrañado a las mujeres que no le habían dirigido la palabra y ni siquiera parecían asustadas por su presencia. ¿Dos mujeres solas en medio del bosque? Esto no pinta muy bien, pero no quiero pensar ahora en ello, aquí por lo menos estoy en un lugar seco y protegido del frío y la nieve.

Cuando la chiquilla se le acercó con un cuenco de sopa, por unos instantes vacilió temeroso de que le envenenaran para robarle, pero la tentación de tomar algo caliente y la sonrisa de la niña le hicieron bajar la guardia y aceptar el cuenco.

- Gracias. -Le dio un sorbo a la sopa agradecido por el calor que le aportaba aquel líquido.

Bebes la sopa agradecido. No podrías decir a qué sabe, pero es caliente y te reconforta. La niña no contesta a tus palabras y se milita a acurrucarse junto a la vieja que tampoco dice palabra. Recuperas tus puntos perdidos de Resistencia y Percepción.
 

Aunque no podía distinguir ningún sabor en el líquido tuvo que agradecer que por lo menos estuviera caliente, lo que sirvió para que se recuperara ligeramente del frío pasado allí fuera.

Miró, mientras sorbía del cuenco, a las dos mujeres que seguían sin decir ni una sola palabra.

Al terminarte la sopa. la niña te sonríe. Casi no te fijas. estás cansado, y te vas quedando dormido, muy dormido...

Tu sueño es largo. y difícil de recordar. Te ves a ti mismo siendo el esclavo de las dos mujeres. realizando infinidad de trabajos duros, sucíos o humillantes sin pronunciar palabra. Las dos mujeres hablan poco, y cuando lo hacen es con una voz desagradable, que te recuerda el graznar de los cuervos.

Un día, sin embargo, oyes voces airadas fuera, y ves rostros coléricos, y puños empuñando armas. aperos de labranza y antorchas. Oyes un gruñido. y ves como un gran animal, parecido a un lobo o un perro enorme, se lanza contra tí. Ya no ves más.

Te despiertan el dolor y la sed. Estás en el suelo, frente a la cabaña. Esta ha ardido por los cuatro costados, y sólo es un montón de restos ennegrecidos. Te duele todo el cuerpo, y tienes la garganta seca y acartonada, como si hiciera siglos que no hubieras bebido. Tus ropas son un amasijo de harapos ensangrentados.

Te das cucnta que no eres el único que está en el suelo. Estás  rodeado por una media docena de cadáveres, vestidos como los campesinos, terriblemente destrozados por una fiera salvaje. Te palpas el cuerpo, buscando heridas. Tienes varias, pero son de armas, no de colmillos.

El cansancio poco a poco va haciendo mella en Fruela que cae profundamente dormido. Pero en lugar de un sueño reparador lo que vive es una pesadilla de terror, angustia y dolor. Aquellas mujeres, hijas del diablo sin lugar a dudas, le obligan a trabajar sin descanso, le humillan y vejan de todas las formas posibles, hasta que una chusma de aldeanos encolerizados se presentan en la cabaña dispuestos a acabar con aquellas brujas. Pero un gran lobo salta sobre él y...

Fuertes dolores le despiertan, se encuentra tirado en el suelo delante de la cabaña, ahora quemada totalmente. Varios cadáveres le rodean, muertos por lo que parecen las garras y los colmillos de un gran animal. La garganta le arde de sed y la cabeza parece que le va a estallar. Se incorpora lentamente, con gran esfuerzo para comprobar que su cuerpo y los harapos que lo cubren se encuntran ensangrentados. Necesita purificarse en el agua, beber hasta ahogarse y calmar aquella sed que le agobia.

Mira a su alrededor y ve un arroyo de agua clara que le llama, le incita a sumergirse en sus aguas, pero Fruela, indeciso y muerto de miedo, reúne las pocas fuerzas que le quedan y decide escapar lo más rápido posible de allí. No se fía de aquel lugar embrujado, de aquellas cenizas y de aquellos muertos.

A trompicones, sale de aquel lugar huyendo de allí y de lo que seguramente sería su muerte.

Caminas con paso vacilante por el bosque, como si estuvieras borracho. Darías cualquier cosa por un  Trago de agua fresca. Casi sin darte cuenta llegas a un camino real. Oyes como se acerca un viajero solitario.

Sin saber hacia dónde se dirigía y con pasos vacilantes, lo único que quería era alejarse de aquel lugar y de aquel horror. Sin saber cómo había llegado de nuevo al camino, por fin había conseguido salir de aquel infernal bosque.

Oyó que alguien se acercaba y, después de las últimas experiencias vividas, prefirió ocultarse hasta asegurarse de que aquel caminante solitario fuera un hombre de bien.

Esconderte del viajero no te debería resultar muy difícil, pues éste camina distraído.

Los pasos vacilantes de Fruela no ayudaban demasiado a esconderse sin hacer demasiado ruido.

Al pasar a tu lado, y antes de que puedas hacer nada, el hombre alza la vista, te mira y grita una sola palabra: ¡LOBISOME!
Está aterrorizado y no atiende a ningún tipo de razones, es más, detectas cierta hostilidad en él, con lo que no te deja ninguna solución pacífica.

Aquel grito le puso los pelos de punta al pobre Fruela. El miedo que se reflejaba en los ojos del caminante y el odio y la aversión que empezaba a vislumbrarse en el hombre hicieron que Fruela retrocediera varios pasos. No se sentía con fuerzas de defender su vida así que, dando media vuelta, echó a correr alejándose de aquel nuevo peligro. ¿Qué pasaba en aquella zona que todos querían atacarle?

Una sensación de ira te invade, quieres atacar al hombre, sientes que tienes que matarle... ¡que le quieres! pero algo en ti te refrena ,huyes por entre los bosques, asustado de aquello en lo que te has convertido. Reflexionas sobre ti mismo, te das cuenta de que has deseado la carne y la sangre de ese hombre, sin explicártelo del todo y saber qué te ocurre. ¿Estará relacionado con la bebida que te dieron? ¿con el hombre enfermo que viste? no lo sabes. Te preguntas cuando perderás los pocos restos de humanidad que te quedan, y te convertirás definitivamente en un animal.

No entendía lo que estaba pasando. Desde que se había encontrado al leproso todo le había ido mal... perderse en el bosque, las extrañas mujeres, el brebaje que se había tomado, y ahora esto, esa ansia por beber la sangre de aquel pobre caminante y probar su carne. ¿Qué me está pasando? ¿En qué me he convertido?