Partida Rol por web

Han pasado cuatro días desde que los investigadores se separaron. Las investigaciones han sido poco fructuosas, pero ahora, al menos estáis de nuevo juntos, los cuatro. Cuatro personas casi desconocidas las unas de las otras, pero con un vínculo formado a través del sufrimiento, de la vivencia de una escena tan aterradora, que crea lazos tan fuertes como años de convivencia.

Kassius vuelve exultante de su viaje, pues ha conseguido su objetivo. El mercenario trae el automóvil repleto de armamento. Hay una caja de 24 granadas, excedentes de la primera guerra mundial, y dos cajas de 25 cartuchos de dinamita cada una. También viene con dos escopetas del calibre 12 y un rifle del 30-06, aparte de su fusil Clark.

William estuvo deambulando sin sentido, muy cerca de acabar mal si se hubiera encontrado con los Mc Allan, ya que su firme convicción era desmembrarlos lentamente. Por suerte se dio de bruces con los religiosos, quienes consiguieron que se uniera a ellos, y al final se calmase, poco a poco.

Los sacerdotes, que venían de una infructuosa charla con el cura local, volvieron a la biblioteca, acompañados de William, donde volvieron a revisar todo lo descubierto antes por sus compañeros.

De allí sacaron muchos datos, aunque casi todos los conocían ya:

El castillo era de los McLeirag, un clan de ladrones que aterrorizó a la zona durante cuatro siglos. El clan se extinguió durante la revuelta de Highlands sin que ningún escocés heredara el apellido.

El primer Mc Allan del que se tiene constancia fue Thomas Mc Allan, quien se distinguió en la revuelta de Highlands al servicio del principe Guillermo. Gracias a esto se le dieron las tierras de los McLeirags y el castillo. Pero se dice que los Mcleirags supervivientes les corrompieron, y su familia empezó a caer en desgracia. Thomas se perdió en el lago, y su heredero Donald Mc Allan fue aún más impopular debido a su caracter y su intolerancia. Luego su descendiente James fue el peor. Se ganó la enemistad de la autoridad, al no poder sobornarla. Fue un asesino, pederasta y miles de cosas más. La familia cayó en decadencia y la gota que colmó el vaso fue una explosión en el castillo que minó la economía de los Mc Allan hasta que ya no pudieron levantarla. Los herederos se repartieron las tierras de alrededor, y poco más se ha escrito sobre ellos.

En el libro de los megalitos de nueva Inglaterra, se describe una teoría que habla sobre cómo todos mos menhires y megalitos están colocados en puntos de poder de la tierra, y como actúan como amplificadores de poder, y puestos de una manera específica como campos cohesivos de energía magnética. Algunos de los yacimientos de la antigua escocia eran llamados caminos de dragones, por los antiguos clanes de británicos.

Es todo lo que ha sido encontrado por los sacerdotes, aunque... ahora están todos juntos de nuevo, quizás haya más suerte.

Estáis en la pensio Mc Kenzie, con la señora McKenzie a punto de echaros a patadas de allí. Los sacerdotes y William han pasado la última noche allí, aunque las dos anteriores lo hicieron en el pueblo del Norte, para no mezclarse mucho con los locales, sobre todo con los MCAllan.

Ahora sólo queda terminar con la faena. ¿Creéis que sois capaces?

Sábado - 10:20 de la mañana - Pensión McKenzie - Gregor

Con una cara poco alegre saludo a Kassius
Vaya, parece que has conseguido tus juguetes. No sé qué pretendeis con esas armas, si, como hemos visto se trata de poder sobrenaturales, nada podemos hacer contra ellos, salvo enterrarlos

-Precisamente eso pretendo hacer con mis juguetitos. Pater. espero tener suficiente potencia explosiva como para enterrarlos y con suerte hacerlos desaparecer de la faz del planeta. Esto ya es algo personal. Han muerto amigos mios.
Digo con una cala de mala leche de esas que hacen historia en los anales de las caras de mala leche.

Después de lo vivido, ninguna cara de mala leche de esas que hacen historia en los anales de las caras de mala leche, logran intimidarme, aunque sí que asiento ante las palabras de Kassius
Es lo mejor.
Aunque no creo que te sea de gran ayuda, te acompañaré. Igual te puedo ser útil en algún momento, y de paso, intentaré descubrir alguna cosa más

Había estado callado todo el tiempo, pero al oír una vez más las referencias a lo ocurrido no puedo evitar llevar la mano a la Starr, apretando la culata hasta que me duelen los dedos.

-Bueno...Toma William...-Digo entregandole el rifle-Creo que esto será más util que esa pistola de agua que llevas ahi...

-Amigos Sacerdotes...Tengan estas escopetas, espero que las sepan utilizar...quizá las necesitemos más adelante.

-Creo que aparte de volar el maldito sitio donde fallecieron nuestros camaradas deberíamos destruir alguno, si no todos, los monolitos. Y si son amplificadores de poder casi que sería mejor volar primero los monolitos...Aunque me temo que con eso llamaríamos la atención un poco...

-Creo que deberíamos coordinarnos...que tres vayan a tres monolitos, coloquen las cargas explosivas, y cuando estas hagan explosión el cuarto vuele el maldito sitio...O yo que sé... William,Mosens ¿alguna sugerencia?

Acompañando al padre Carras camino a su lado, me quedo un poco asombrado al ver la cantidad de material destructivo que ha traído Kassius, pero lo cierto es que si hay que hacerlo mejor estar seguros de ello...

Asiento con la cabeza Yo también voy, sacamos algo información quizás, además gustaría nada que os pasara cosa. digo en un lenguaje un tanto arcaico, pero convencido de que hay que hacerlo

Acepto la escopeta que me da, pero en mi forma de sujetarla se ahce evidente mi falta de conocimientos sobre las armas... Por Dios, soy un hombre religioso... que pretenden que haga con esto, no sabría ni si disparar o golpear a alguien con la madera esta...

La coloco como si fuera a disparar y apunto al aire... totalmente ridículo... luego la bajo y suspiro... Espero no tener que usarla... por mi bién.

-¿Alguien sabe donde están los putos megalitos, por cierto?

-Gracias...- murmuro cogiendo la escopeta de buen grado, y comento hablando mas para mi mismo que para el resto -Aunque creo que no solo deberiamos destruir todo y enterrarlo bajo escombros. También deberiamos ocuparnos de que los Mc Allan no traten de desenterrarlo otra vez.- y agrego en un tono mas bajo, que deja mis intenciones sobradamente claras -... eso si es que sobrevive algún Mc Allan-

Os subís los cuatro en el coche y ponéis rumbo al lago. Por el camino decidiréis qué hacer, aunque en principio os encamináis hacia el castillo donde perdisteis a vuestros compañeros.

El día es triste, muy nublado y con frecuentes lloviznas. Son las 11:45 y estáis por el camino terrizo, a la altura de la casa de McKenzie. Tenéis que darle la vuelta al lago para llegar al castillo.

La niebla es bastante espesa, sobre todo en las cercanías del lago. Sólo veis las siluetas de las casas de los Mc Allan en vuestro periplo por el camino terrizo que rodea el lago.

¿Os dirigís directamente al castillo, pues?

Permanezco callado en el coche, mirando por la ventanilla y toqueteando la escopeta, frío al tacto y tan desconocida para mí.
El paisaje pasa frente a mí, aunque no soy consciente de él, mi mente está muy lejos, pensando a lo que nos vamos a enfrentar y si seremos capaces de enterrar el mal que habita este lugar.

-Creo que lo mejor seria - digo al grupo en general -que colocasemos los explosivos, volasemos todo y nos quedemnos apostados en las ruinas, con el coche cerca pero oculto, para terminar con todos los que "vengan a ver" que ha sucedido.-

-Pues yo creo,William, que a pesar de nuestra ansia de sangre, si nos quedamos a ver los fuegos artificiales y a cargarnos a todo el que aparezca por ahí- Digo mientras voy conduciendo-La policia nos encontrara y quizá hagan preguntas incomodas acerca de porqué hemos volado un castillo y asesinado a todo aquel curioso que se aproximara....No, lo volamos, salimos corriendo en el coche para que no nos inculpen el caso de las explosiones dentro de lo posible y ya volveremos más adelante para acabar con los McAllan.¿Qué decís sacerdotes?

Para nada estaba de acuerdo con matar gente, por Dios... pero el castillo... lo que su interior guarda celoso, aquel mal, era atrayente a la vez que acongojante... pero sin duda debíamos destruirlo.

Debemos destruir el mal, pero matar gente no, es pecado... Mejor sería salir corrido.

Sentencio tras escuchar las palabras de Kassius, y afirmando. En mi regazo como si de un bebe se tratara guardo celoso la escopeta, con el cañón apuntando hacia la ventana, sentado en el asiento de atrás, nervioso, excitado, impaciente... mala combinación...

-Por mi parte haré lo que decidáis, pero si alguien que se parezca a un Mc Allan se me cruza ya sabéis lo que voy a hacerle.-

Sin dejar de mirar por la ventanilla, escucho las barbaridades de las que está hablando William.
Ya desde el primer día, algo no cuajo entre los dos y en los pocos días que han estado juntos el enfrentamiento ha sido continuo, pero que me lleven los demonios si voy a dejar que asesine a sangre fría a nadie.
Yo pienso que debemos enterrar lo que sea que habita allá. Si derribando los pilares logramos que se hunda todo el castillo, lo haré, pero hay que asegurarse que, por el mar no existe ninguna entrada, porque si no, nuestro esfuerzo habrá sido en vano.
Girándome para mirar hacia delante
Por otra parte, yo no voy a participar en asesinatos, por mucho que hayan mentido y acusado injustamente.
Creo que aquí hay dos cosas distintas, los McAllen y sus misterios y el mal que yace en el castillo.
Una cosa es destruir el castillo y otra averiguar los secretos de esa familia.
¿no os habeis planteado coger a alguno e interrogarle?

-Son paletos...- digo sin voltearme (asi atenuo las ganas de soltar alguna hostia que no deberia) -... y si alguno sabe algo seguramente esta a buen recaudo y no será ni por casualidad parte del "grupo de choque" que probablemente vayamos a encotrar. Por otra parte, hay cosas que es mejor no remover demasiado.-

Sumidos en la conversación, llegáis al fin a las cercanías del castillo. Un escalofrío os recorre, al ver las similitudes de la situación con aquel día, muy cercano, en el que llovía como hoy, y en el que os adentrasteis en el castillo, con funesto resultado.

Guardáis el coche en un lugar oculto, y empezáis a caminar hacia el castillo con montones de ideas revoloteandoos. A media distancia veis algo que se mueve en la entrada. Son dos personas. Rápidamente os ponéis a cubierto y oteais en la distancia.

Son dos tipos, de aspecto hosco y vestidos como granjeros, aunque algo desarrapados. Ambos tienen escopetas en sus manos, y hablan entre ellos moviendo mucho los brazos y gesticulando mucho. Lamentablemente estáis lejos y no podéis escuchar lo que dicen.