Partida Rol por web

Ella se habia encargado de conducir hasta el lugar al que iban, eso la distraia por el momento de todo lo sucedido, ahora estaba mas calmada. El dificio que se habia convertido en la capilla era bastante bonito, eso sin duda, pero de no ser porque tenian asuntos que atender alli, no se hubiera acercado de propia voluntad al lugar

Bajo del coche y espero al resto para seguirles dentro de la Capilla

- Acabemos con esto de una vez, no se ustedes señores, pero yo tengo ganas de volver a mi casa.

Sentado en el asiento del copiloto, Ernest observó el movimiento apresurado en el interior de la capilla con una ligera sonrisa. Era evidente que ya sabían que los representantes de la Reina habían llegado, y por las prisas eso sin duda ponía nerviosos a aquellos magos conspiradores. Por su parte mejor, pues aquello podría suponer una ventaja extra a la hora de conseguir la información que buscaban. Todo el mundo comete errores cuando se encuentra fuera de su circulo de comodidad.

   - Por supuesto señorita Stuart.- Correspondió mientras hacía lo propio y descendía del vehículo.- Todos queremos volver a la comodidad de nuestros hogares cuanto antes, pero tampoco debemos precipitarnos.-

Abriendo la puerta trasera del coche, se aprestó a ayudar a la señorita Jourdemayne a descender del vehículo con impecable caballerosidad.

   - Una vez en la capilla no se fíen de las apariencias, ni de las buenas palabras que puedan salir de las bocas de esos hechiceros.- Prosiguió con seriedad profesional.- Como amantes que son de los "misterios", siempre tienen una agenda secreta y por desgracia no suele formar parte de los intereses del resto de los vástagos de la ciudad. Sin embargo si son tan inteligentes como se creen colaborarán en la investigación y no actuaran en nuestra contra, así que como representante oficial de la Reina permanezcan cerca de mi en todo momento. Se agradecerá cualquiera de sus intervenciones durante el interrogatorio, pero por favor procuren no pisarse en las preguntas.-

Y dicho esto esperó a que Morgan descendiese del coche para comenzar a partir hacia la entrada del viejo edificio.

Morgan se preciaba como un observador agudo: de no haberlo sido no hubiera durado mucho cuando estaba vivo, y cuando estaba muerto no hubiera durado cinco minutos en su posición y su sangre tampoco. La capacidad de observación era en su caso algo que se daba por supuesto, y no un mérito alabable por un sire complacido: diferentes estándares para diferentes gradaciones.

-Parece que seremos bien recibidos -comentó sencillamente ante el movimiento.

Mientras Ernest se ocupaba de sus labores, que no eran las propias de un lacayo (¡era un conde y un alguacil, después de todo!) pero sí de alguien que estaba en su posición y lo comprendía... pues ya habían tenido bastantes problemas estos días... bajó y tomó lugar, acercándose a aquellos más próximos en nombre del grupo. Consideraba levemente insultante para con las señoras que le acompañaban el discurso de Worthington: a él no se le hubiera ocurrido en un millón de años recordar más que de pasada el hecho de que serían ratas traicioneras y no debían fiarse de ellos más que de pasada. Incluso a la chica de las alcantarillas la suponía mejor criada, como vástago cuanto menos, por mucho que hubiera sido algún tipo de mucama. Tras la muerte estas cosas, si no irrelevantes, cambian el grado.

-Bien dicho, señor conde -dijo alegremente- Continuemos.

Os aproximais a la entrada, pero nadie acude a abriros la puerta. Tras unos segundos de confusión por la absoluta falta de educación por parte de los moradores de la Capilla, que ya sabían que estábais allí, Ernest decidió hacer sonar enérgicamente el llamador.

La puerta no se abrió, os estaban ignorando, de manera deliberada. Ernest volvió a llamar, con mayor insistencia, durante más tiempo. Y la puerta siguió sin abrirse. A la tercera, Ernest estaba dispuesto a desmontar el llamador de manera bestial, cuando la puerta se abrió, solo a medias.

Un hombre mayor, de unos cincuenta o sesenta años, de pelo cano y rostro arrugado, asomó por la abertura.

- ¿Qué desean? Esta es una propiedad privada... - dijo, mientras miraba a todos y cada uno, deteniendose un instante de más para observar a las féminas del grupo.

Aquello era una desfachatez, sabían de sobra que el grupo iba a acudir al lugar y esperaban que el truco de "no hay nadie en casa" funcionase. Daba golpecitos con un pie en el suelo, con los brazos cruzados, poco a poco estaba perdiendo la paciencia. Cuando el hombre abrió un poco la puerta y les habló, no pudo evitar rodar los ojos. Descruzó los brazos y colocó las manos en la cintura y miró al resto

- ¿En serio cree que va conseguir que nos creamos su actuación? les dijo los presentes, luego se dirigió al hombre de la puerta ¿Qué tal si se deja de tonterias y nos deja pasar?

- Lo siento señorita, pero no se de qué me habla. Esto es un local privado, no tienen derecho a pasar si no son miembros de alguna autoridad local, y tenemos mucho trabajo dentro. Así que por favor, diganme si les puedo ayudar en algo más o abandonen el lugar. - no llegaba a sonar borde, pero había un deje en sus palabras molesto. Poco a poco, había ido entornando más y más la puerta...

Morgan había estado observando toda la escena con aire despreocupado. A él, que hicieran aquella pantomima humillante no le resultaba particularmente irritante: la clave de todo estaba en los estándares que uno exigía. Detuvo el cierre de la puerta con su bastón por unos segundos, casualmente, como si simplemente se hubiera adelantado para una conversación.

-Da la feliz casualidad de que lo somos, entonces -comentó, tranquilo- ¿Con quién tengo el gusto de hablar? -esperó la respuesta- Mmm-hmmmm... respecto a qué venimos, ¿le suena el nombre de Bainbridge por un casual? 

El viejo observó fijamente a Morgan a los ojos, entrecerrándolos, hasta que abrió la puerta por completo, a regañadientes.

- Tienen diez minutos. Después de eso, no les consideraremos bajo auspicio de la Reina. El señor Bainbridge esta en su estudio, tercera puerta a la derecha, suban las escaleras, cuarta puerta a la izquierda en el pasillo central.

Dentro, las estanterías de libros cubrían toda la vista, mientras varias personas, desde mozos hasta ancianos, iban atareados de una a otra, con libros de gran volumen y tapas duras, de colores desgastados por el tiempo. Parecían estar buscando algunos en concreto, pero sin demasiada suerte en su encomienda.

Mirando al anciano con gesto contenido, Ernest no dejó entrever en absoluto el escepticismo que sentía por las palabras de aquel Tremere malcarado.

No eran mas que unas buradas amenazas veladas, un paripé que casi se podía considerar un mero tramite, pues aquel vástago no tenía protestad alguna para dirimir quien era o dejaba de ser un representante de la Reina.

- Muy agradecido.- Se limitó a responder el conde con rostro inmutable.

Acto seguido se dirigió hacia donde le había indicado el magus.

Comenzando a andar, elucubró sobre el comportamiento de sus compañeros. Les había dejado intervenir primero para ver como respondián en aquella situación de presión ante la impertinentes formas del tremere. Ya conocía el temperamente de Morgan, así que no le sorprendió su actitud entre respetuosa y condescendiente, pero le gustó que la señorita Stuart no se dejase abasallar por aquel engreido. Aunque tal vez dada su vena artística había presupuesto que sus palabras serían mas delicadas...

Recorréis la capilla siguiendo diligentemente las indicaciones de aquel viejo. Los pasillos y puertas a los lados son numerosos, y descubrís más gente en el interior buscando en otras estanterías también repletas de libros. Llegáis la conclusión de que son ghouls en su inmensa mayoría, debido a su número. Nadie os sigue, el viejo ha continuado su labor de búsqueda, pero os da la impresión de que os salís del camino indicado, habría consecuencias. Los Tremere eran parte de la Camarilla, pero también extremadamente celosos con sus secretos, y ya es un gran avance el poder siquiera entrar en la Capilla de improviso.

Llegáis a la puerta indicada, de roble viejo bien pulida y barnizada, y Ernest la empuja con decisión. Dentro, encontráis a Bainbridge, en su despacho. Se trata de una sala ámplia, bien iluminada y con dos estanterías de libros con tapas especialmente cuidadas. Un altar a la derecha, con distintos enseres esotéricos y ocultistas, y una puerta cerrada a la izquierda. En el centro, un enorme escritorio de madera de caoba, presidido por el Primogénito. Detrás de este, un ventanal bien amplio que da al patio interior. Sobre la mesa, tres pilas de libros en orden, de más de un metro de alto, con distintos títulos en lo que os parece Latín. Y delante del Tremere, un libro abierto que se encontraba leyendo.

Bainbridge alzó la mirada, molesto con la interrupción, cuando vio a los cuatro vástagos en la sala, espectantes.

- ¿Qué significa esta intromisión? Reconozco algunas caras, pero estoy muy ocupado, ¿qué es lo que quieren? - preguntó irritado.

El libro que esta leyendo Bainbridge se titula "Estudio acerca de la permeabilidad del cuerpo muerto en residuo espiritual." De la pila, puedes leer "Avatares y despertados", "La guerra de los ancestros", "Teoría de cuerpos celestes", "Estudio sobre cuerpos inanimados" y "Técnicas de contención espiritual", ademas de otros muchos. Debía haber una veintena.

Te das cuenta también de que Bainbridge esta ocultando uno de sus brazos de forma muy sutil, y alcanzas a ver un atisbo de trapo o venda blanca manchada de lo que crees puede ser sangre, en dicho o brazo, cerca de la mano.

El lugar te parece en orden, como si aquel hombre hubiera echado raices y no se hubiera movido del sitio por días, excepto por el detalle de una taza de té humeando sobre la mesa.

Asintió quedamente mientras entraba.

-Eso, caballero -comentó mientras pasaban- es decisión de su Primogénito, no de usted.

Los Tremeres eran adoradores de la bibligrafía, lo que se le antojaba una forma interesante pero anticuada de enfocar la alta magia ceremonial: cuando el principal poder era la Sangre, se le antojaba una posición rayana más en el fetichismo que otra cosa. Quizá para enfocar un aire de erudición o misterio, que para el ignorante vástago promedio son lo mismo. Libros que se le antojaban áridos más que fascinantes, excepto quizá el último: parecía talmente una serie de tratados pre-Orden Dorada Teosófica.

-No le interrumpiremos más de lo necesario, Primogénito, si bien esto es menos una interrupción que una... visita con dispensa -apuntó. Enemistarse con el Tremere pasándose de listo era lo que menos le convenía, así que elegir las palabras para no parecer especialmente lenguaraz, y sin embargo transmitir el mensaje, era importante- Agradecemos grandemente su hospitalidad, y trataremos de no hacerle perder su valioso tiempo -hizo un gesto con su mano- Miss Stuart, tenga a bien contarle a su Primacía aquello de lo que ha sido testigo... por lo que Su Majestad os envía sus condolencias, naturalmente.

Hmmmm. ¿Conque ocultando, eh?

Dio un paso al frente cuando Morga pidió que expusiera lo que había pasado.

- Me encontraba visitando la teteria de la señorita Grey, cuando un hombre tatuado, tenía tatuajes hasta dentro de un ojo, se estremeció levemente al recordar el miedo que le había provocado. Exigió que le dijéramos que habíamos hecho con el humano, supuse que sería el hombre que interrumpió en la coronación. Ni la señorita Grey ni yo le contestamos lo que quería oír, así que nos atacó usando un mechero del que creo una especie de látigo de fuego que controlaba a voluntad, por desgracia a la señorita Grey la hirió, pero consiguió crear una barrera con el mobiliario que nos dio el tiempo suficiente para refugiarnos en el bunker y no ser pasto de las llamas La verdad es que de no ser por ella ahora seriamos cenizas mezcladas con los restos del loca. 

No logras adivinar el titulo del libro que esta leyendo Bainbridge, pero si de algunos de los otros. En la pila, puedes leer "Avatares y despertados", "Teoría de cuerpos celestes", "Estudio sobre cuerpos inanimados" y "Técnicas de contención espiritual", ademas de algunos otros. Debía haber una veintena, pero no alcanzas a descifrar todos los títulos.

Bainbridge abrió bien los ojos cuando escuchó el relato de Martha. Gran parte de esas noticias le eran nuevas.

- Entonces, ¿Rebecca no fue destruida? Ya la habíamos dado por perdida, igual que a Luke... ¡Por los siete arcanos! ¡En verdad traen buenas noticias! Agradezco que hayan venido, debo ir a verla cuanto antes, es mi obligación como Primogénito. - dijo, comenzando a levantarse.