Partida Rol por web

La noche se cernió sobre los cielos de la ciudad de Londres, que reposaba tranquila, viviendo al margen de sus amos nocturnos y sus disputas internas. La noche anterior había sido movida, y el Eliseo estaba abarrotado de vástagos de diversa índole e importancia. Desde parias y Arpías, a Primogénitos, se podía decir que casi la mitad de la población Vampírica de la ciudad se encontraba refugiada allí aquella noche. Y tantos vástagos juntos nunca presagiaban nada bueno.

En el exterior del Eliseo, la nieve fresca crugió bajo la suela de las botas, mientras el sonido metálico del encendedor al abrirse y cerrarse acompasaba las pisadas, moviéndose hábilmente entre sus dedos mientras se acercaban al Eliseo.

- Sigo diciendo que deberíamos quemarlo... - murmuró, agachando la cabeza.

Vestía una gabardina abrigada de color negro, algo usada y con algunos rastros de quemaduras por chispa en los bajos, y unas botas negras bastante gruesas. En la cabeza no llevaba nada que ocultara su calvicie, y su cabeza relucía con la luz de las farolas.

Sin embargo, no se encontraba en su elemento, él no había venido a negociar nada...

Dos hombres fornidos iban tras Ojo de Muerto, acompañando a un anciano de rostro venerable, velando porque no sufriera ninguna caida con brazos fuertes y resueltos. Tras el anciano, un hombre de pelo cano y sotana le seguía de cerca, y tras ellos, varios hombres que a pesar de portar gabardinas bien holgadas, no conseguían ocultar del todo las armas que portaban.

- Por última vez James, NO. Si quieres permanecer bajo nuestro auspicio, tendrás que someterte a nuestro criterio. Si no, puedes olvidarte de nuestro apoyo para tu empresa. - repuso el viejo, con oido fino para captar la queja del calvo.

El despertar llegó a vosotros de forma repentina. Una sensación de desazón os hizo saltar del lecho, casi como si alguien os estuviera acercando una antorcha al pecho, hasta resutar casi doloroso. Sin embargo no había fuego por ninguna parte, solo la sensación de malestar, que permanecía y se incrementaba a cada poco. Salisteis de vuestras habitaciones a toda prisa, creyendo que el Eliseo se encontraba en llamas, para ver que todo seguía en su sitio en el exterior. Los camerinos eran contiguos, y os pudisteis ver entre vosotros claramente, asustados como estábais, por las sensaciones que os recorrían. Sólo Leroy encontraba cierta explicación a aquello, pues ya había sentido algo similar en una ocasión, pero aquello no podía significar más que problemas.

La puerta sonó cuando una mano vigorosa la llamó por el lado de entrada de la Estirpe, y Robert Ross se apresuró a atender el llamado. Abrió la puerta y enmudeció, al ver el rostro calvo y cubierto de tatuajes mirarle sin piedad. Y esos ojos, esos ojos sin blanco alguno... eran la peor parte. Cayó al suelo de culo, y trató de alejarse lo máximo posible.

- Qu...qué queréis... - balbuceó, mientras el calvo lo miraba, abriendo y cerrando la tapa del encendedor en su mano.

El calvo sonrió, con ese tipo de sonrisa que tienen las personas a las que les gusta inflingir miedo cuando lo consiguen. Sin embargo no dijo nada, su mano tembló un momento, como conteniendo un impulso, pero nada sucedió.

- Parlamento, señor Ross... - dijo con voz cansada el anciano - Queremos que el Príncipe se presente y rinda cuentas por su palabra. Junto con todo vampiro presente en el edificio.

En ese momento lo notasteis. Cada palabra que emitía aquel anciano era como un martillazo en vuestra alma, y cada paso que daba incrementaba el ardor. Picaba, dolía, quemaba. No queríais imaginar qué podía suceder si ese anciano llegaba a tocaros.

- Se...señor Harker... Sí... en seguida...

Robert se recompuso un instante y salió corriendo para avisar al interior del Eliseo. Vosotros, sin embargo, pudisteis ver toda la escena desde el piso de arriba, mientras los hombres entraban en el lugar y Robert retrocedía hasta vuestra vista. Antes de que pudierais hacer nada nueve hombres, algunos de ellos armados, se encontraban esperando en el piso inferior, con Harker sentado en una butaca del teatro, y Ojo de Muerto paseando de forma nerviosa alejado de los demás.

Trago saliva nerviosamente: Ya he experimentado esta sensación y no presagia nada bueno... la presencia de Los Cazadores armados en el Eliseo y, especialmente, la de Ojo de Muerto no son para nada halagüeñas... en absoluto...

Por lo menos todo esto quizás sirva para que los Vástagos con los que estoy enemistado se den cuenta del peligro real que se cierne sobre la ciudad...

- Queríais saber qué era lo que volvió loco al viejo? - susurro, refiriéndome al anciano que la pasada madrugada los tenía tan atareados - Ahí lo tenéis: El Huésped...- Temblando de miedo, oculto entre las sombras, consigo que quien quiera ser que me atienda vea que me refiero a Ojo de Muerto.

Sigo muy atento a los acontecimientos, intento localizar al viejo loco para ver si se ha dado cuenta de la aparición de Ojo de Muerto y qué reacción ha tenido al respecto... también busco una posible salida que me permita huir sin cruzarme con ese individuo...

Si bien muchos de los tatuajes son superfluos, meros elementos decorativos en la piel de ese hombre, con un poco de observación encajas un patrón inteligentemente formado y ocultado en toda aquella amalgama.

Símbolos arcanos camuflados empiezan a aflorar en tu mente, tejiendo un patrón poderoso. Apenas sabes el propósito de dichos símbolos, dado que esa información requiere años de estudio con las fuentes primarias, y no tienes conocimiento de más de un par de tomos en el mundo que pudieran hablar de algo así, muy protegidos por sus dueños, y por los que hubieras dado un brazo y un siglo de tu vida a cambio de poder ojearlos. Tienes constancia además de que una de las últimas localizaciones conocidas de uno de aquellos tomos, era la Alemania Nazi.

Bien es conocido el interes de Hitler en terreno ocultista, pero por suerte, estás bastante seguro de que finalmente este tomo no calló en sus manos, y esto lleva a una inevitable certeza: Si Hitler no lo obtuvo, es porque había fuerzas protegiéndolo que lo superaban sobradamente.

Acerca de la utilidad de aquellos símbolos, te es incierta, pero te da la sensación de que aquel hombre, si bien basa su magia en el poder de su voluntad como el resto de magos mortales, podría evitar ciertas limitaciones físicas que tienen estos últimos.

Tras despertarse y arreglarse, salio de la habitacion para encontrarse con que habia visita en el Eliseo, se preocupo al notar que iban armados y que parecian haber asustado al criado. Paso su vista por todos ellos hasta reparar el el calvo tatuado, preciso momento en el que las palabras del nosferatu se perdian en el aire y ella daba marcha atras con una expresion de terror en el rostro y se quedaba pegada a la pared.

- ¿Qu... que... hace ese tipo aqui? Miro a los lados no veia que estuvieran muy intranquilos los demas. De-de-deveriamos irnos de aqui antes de que ese monstruo nos convierta en cenizas.

...

Morgan decidió plantearse su primera elección, aunque no retirarla. Como mínimo, se planteó evitar tocar la serie de tatuajes hasta que consiguiera saber cómo descerrajar el patrón, algo que sería mucho más fácil que la imposible odisea de averiguar sobre él. Alguien que había pasado del mero tonteo con la Logia del Crepúsculo Eterno a los abominables cultistas de Thule y de la lejana Hiperbórea. Hum.

De-de-deveriamos irnos de aqui antes de que ese monstruo nos convierta en cenizas.

Asintió, distraídamente: Leroy sólo era un gusano inmundo y traicionero, pero aquella era sólo una mujer, y como tal su reacción era natural.

-Retroceda, Mrs. Stuart: deje que nos ocupemos de esto. ¿Nadie se ha atrevido a detenerlos antes? ¿En serio? -preguntó. Miró a "Ojo de Muerto", que le parecía esencialmente un matón- No de un paso más. Parlamento o no, morirá si se le ocurre moverse siquiera un paso, sea quien sea. Usted o su compañía.

No hablaba en broma: al primero que se moviese iba a descerrajarle un tiro por la primera. Si eso desencadenaba algo, o no, le importaba menos que la horrible sensación que sentía ahora y el deseo de que no aumentara, junto con el espolón que el fanatismo concedía: era un Cuervo, y no podía retroceder ante el tipo de los tatuajes, que había grabado su magia en su cuerpo. Pervirtiendo devoción en utlitarismo.

Blasfemo.

El calvo había oído una voz conocida, y levantó la vista para cruzarla por un instante con la de Martha. Sonrió, mientras volvía a abrir y cerrar el encendedor que de seguro hubiera podido dar muchas pesadillas a la señorita Stuart si pudiera soñar normalmente como lo hacían los mortales. Morgan lo amenazó levantando el arma, pero Ojo de Muerto no se inmutó, continuó sonriendo, mirando a Martha como si pudiera ver a traves de su piel y tocar su mente.

El viejo alzó la mirada hasta los vástagos del piso superior, y suspiró.

- Eso no sería sensato, señor Collingwood. - dijo, con tensión. Parecía conocer a toda la sociedad vampírica de la ciudad, lo cual resultaba inquietante, porque muchos no lo habíais visto en vuestra vida - James es sólo un Heraldo. Si lo dañáis, no habrá nada que impida a su Orden enviar partidas de guerra desde el continente. Y mucho me temo para ustedes, que la Inquisición se les uniría. La situación es muy grave, por si no lo han notado. Por favor, bajen y tomen asiento, tratemos de hacer esto de forma civilizada. - pidió con voz serena.

- ¡¡¡IAAIAAIAAAGRHRGARAHAAAAAAAARRRRRAAAAAA!!! - el grito recorrió todo el Eliseo. Los ghouls habían clausurado rápidamente el lugar cuando Ross consiguió huir, y todo mortal no relacionado había salido por la puerta de una manera muy poco elegante, por lo que no hubo mayor trascendencia.

El grito provenía del camerino de Mellon, cerrado por fuera y apuntalada la puerta, que había sido dañada la noche anterior.

Otra puerta se abrió, y salió de ella Edward Bainbridge, en dirección al pasillo.

- ¿¡Qué significa todo est...?! - se cortó, al ver a los visitantes en el piso inferior. Una maldición quedó sellada en sus labios, antes de recobrar el porte - Harker, ¿a qué debemos su presencia? - preguntó, mientras sopesaba las posibilidades.

Harker miró al Primogénito, casi con desdén, aunque no se tratara exactamente de eso.

- La tregua se ha roto, Sr. Bainbridge. Venimos a exigir responsabilidades según lo acordado. Es decisión vuestra salir de aquí preservando la paz, o con una declaración de guerra entre las manos. - dijo, de forma directa y brutal.

Bainbridge miró las ventanas tapiadas, el suelo de madera, e imaginó la nevada que había caido aquel día, por el estado de las botas de los intrusos. Si no se equivocaba, habría más cazadores fuera, en algún lugar, vigilando. No llegaría muy lejos corriendo sin romper la Mascarada.

- Bien, Harker. De todas formas no me dejarías ir a ningún sitio, tú y tu estúpida fé. Veamos qué tenéis que contar. - dijo, mientras comenzaba a dirigirse a las escaleras para el piso inferior, no sin antes cerrar la puerta del camerino por fuera y con llave.

Mientras tanto el Eliseo comenzaba a despertar. Shakespeare bajó, sin decir una palabra. Amaba demasiado su Eliseo como para decir nada por el momento. A él se unieron varios vástagos, el grupo de Arpías del Eliseo. Nadie más. No había rastro del Dr. Timothy, de la señorita Grey, o de Abraham Mellon. Por supuesto que sabíais dónde se encontraba este último, pero tampoco es que creyerais que iba a estar mejor fuera.

Y ahora teníais la disyuntiva de bajar y parlamentar, o cualquier otra cosa que tuviera cabida en vuestros calenturientos cerebros.

La sensación de malestar en vuestros cuerpos esta acrecentada, pero estable. No os sentís nada cómodos, y cada vez que Harker abre la boca, duele, especialmente cuando se dirige a vosotros. No un dolor lo suficientemente intenso como para lastimaros o como para resultar insoportable, pero si lo suficientemente incómodo como para tratar de evitar ser el objetivo de sus palabras.