Partida Rol por web

Habib sabía que su poder se estaba agotando cuando aún no habían empezado ningún combate. Quería reservar un hechizo, pero le quedaban sus poderes menores de curación. Con ellos podía mejorar el estado de uno de ellos. Willem estaba recuperado del todo, Rhaz estaba al borde de la muerte, y él mismo no estaba mucho mejor que él. Pero era Sutu el único que necesitaba luchar en cuerpo a cuerpo para ser efectivo. Los demás podíamos luchar a distancia. Así que empleó sus hechizos menores en el gran guerrero.

Sutu, espera, voy a curarte un poco más.

Soy el canal de tu curación...

Tras cinco hechizos menores, las heridas de Sutu estaban mejor, aunque todavía necesitaría mucha más curación.

Tendrás que luchar con cabeza, amigo mío, y protegerte lo más posible.

Ánimo, compañeros, escapemos de aquí y no nos paremos a luchar si no es absolutamente necesario. Corremos mucho más que ellos. Propongo salir sigilosamente hasta mientras tengamos paso. En el momento que nos descubran, no nos separemos, pero corramos al máximo de lo que den nuestras piernas. Si nos bloquean el paso o sucede algo que no nos deje más remedio que luchar, entonces, lucharemos con furia. Larguémonos de esta tumba maldita de una vez!

Sentenció el hechicero.

-Gracias brujo. Le dijo Sutu a Habib cuando este volvio a usar su don para la magia con sus heridas.

Mientras Habib trabajaba, Sutu escuchó las palabras de Rhaztamel.

-Procura mantenerte en un segundo plano de batalla si las cosas se tuercen, y dedicate a apoyarme. El brujo tiene razón, y si luchamos todos con cabeza, saldremos de aquí.

Cuando Habib terminó, el bárbaro se ajustó las correas de todo su equipo, y cogió su arma, apoyándola sobre el hombro.

-Ahora vamos.

Apartais el sarcófago, armados hasta los dientes, echais a un lado el sarcófago dejando sitio para pasar y uno a uno comenzais a salir de la tumba, el botín a vuestras espaldas tintinea acompañando el paso de vuestras botas, en el largo pasillo de ascensión abierto a los lados se escuchan cuchicheos, no os deteneis, con Sutu a la cabeza embestís al aire para salir del lugar en una carrera frenética, la antorcha de Habib ruge en el aire y por detrás asciende un cúmulo de pasos sordos, que se van acumulando en eco conforme avanzais.

Subís las escaleras y volveis al gran complejo, buscais una losa para cerrar la salida pero no hay nada parecido cerca, y aunque la curiosidad mórbida de ver las gimientes criaturas que os siguen os animan a quedaros es más sensato echar a correr, bajais del templo por las calles al anochecer anterior plagada de caminantes, la antorcha se vuelve innecesaria y tenue y Habib la tira a un lado.

El sol apenas se alza una pulgada del horizonte y los rayos naranjas bañan la necrópolis con una engañosa belleza, a pesar de la luz diurna, en las sombras de los edificios en ruinas podeis ver sombras que se agitan, muchas más que la tarde anterior, y no es por la hora matinal, algo les tiene agitados.

Correis por las calles hasta donde dejárais vuestras monturas el dia anterior, el corral del lagarto está totalmente destrozado, bañado en sangre le suelo y sin ningún rastro, el del camello luce un aspecto parecido, un charco de sangre pegajosa en el que hay una silla roída, las raciones desperdigadas por doquier, vuestras pertenencias que tuvierais, trozos de pellejo re-mordido y restos rotos de los barriles de agua, sea por milagro, que uno de ellos permanece agrietado pero aún lleno junto a la pared.

De la comida poco se puede aprovechar, y con un solo barril no teneis más que para dos días de camino, y hay 4 hasta Zalas o el castillo de Raivah, aún no habeis iniciado el regreso y los números indican con matemática exactitud que no vais a vivir.

Después de las penurias pasadas, después de luchar por nuestra vida contra algo que no debía de existir, después de todo lo pasado y cuando parecía que habíamos librado los escollos más difíciles los dioses, la providencia o vete a saber que fuerza que controla el destino del mundo se vuelve a reír de nosotros.

No tenía fuerzas ni ganas para enfadarme, ni siquiera para soltar una simple maldición. Al parecer estábamos destinados a morir desde el principio. Da igual lo que luchemos, el destino siempre nos tiene preparada una nueva jugarreta a la vuelta de la siguiente esquina. Y esta era de las muy puñeteras. Y encima esta era de las que no se podía luchar con espada contra ella. Lance un suspiro, resignado a nuestra suerte, pues si queríamos salir con vida de esta queda otra que luchar contra la crudeza del destino. Bueno compañeros, parece ser que el viaje de vuelta no será tan placentero y triunfal como pensábamos. No solo tendremos que hacer el maldito viaje sin provisiones adecuadas, sino que además deberemos de llevarlas nosotros, y el barril no tiene pinta de ser ligero. ¿Cómo vamos a repartir el peso esta vez?

El hechicero, todavía jadeante por la carrera, pudo divisar el panorama y comprender el destino de dolor que tenían por delante. Afortunadamente les quedaba un barril de agua. Con eso podían aguantar un par de días, tres si lo estiraban. Pero no tenían comida... o sí.

Camaradas, hemos de salir de aquí con sólo lo que nos pueda ser útil, prescindamos de lo que no. Voy a intentar salvar algo de las raciones que han destrozado y contaminado los zombis.

Reunió toda la comida desperdigada y ensuciada. La metió en un saco y la cargó.

Mañana tendremos comida limpia, pero no me queda poder para hacerlo ahora.

Luego miró alrededor por si se podía salvar también algo del líquido preciado (el agua).

Sutu observó el desastre que tenían frente a ellos con imperturbable rostro. Su ánimo seguía siendo el mismo: desafiante, belicoso. Aquello no era el fín, si no una prueba más de la vida con la que fortalecerse.

-Tranquilo Habib, Se agradece tu esfuerzo por ayudar. Dijo el bárbaro. Organicemos lo que se pueda salvar de todo esto, y partamos cuanto antes.

- Tienes razón Sutu, cojamos lo que podamos salvar y marchemonos, el tiempo apremia - dijo el picaro mientras buscaba entre lo que habia, cualquier cosa que pudiera servirle. Sea como fuese, debían salir ya de aquella maldita ruina. - Y bien, no vamos? -. La ropa estaba muy sucia, la sangre de esta mas bien parecia un adorno que otra cosa, muchas sangre había perdido, pero ahora no era tiempo de pensar en ello debíamos salir de allí. Rhaz mientras que se decidían sus compañeros, recogió su espada y comprobo que su ballesta estaba en buen estado, pues sería ella la que tendría que defenderlo.

Recogeis cuanto podeis y necesitais y caminais por esas calles de muerte, cadáveres inanimados se apilan por todas partes, clavarles algo no les hace reaccionar y sin embargo son los mismos que al anochecer pasean por si ciudad como haría un rico esclavista por la ciudad que manipula desde la sombra. Pronto encontrais un rastro de sangre fresca, muy ancho, como si un gran animal que se estuviera desangrando arrastrara sus tripas por el suelo, pensais que podría ser alguno de vuestros animales, y cuando ya estais en la linde de la ciudad muerta confirmais vuestras sospechas, justo delante, volviendo de las arenas viene vuestro enorme lagarto.

Pegado a él va un zombi que le va royendo las entrañas y un poco más alejado viene un zombi con una pasimonia que bien podria ser un cansado viajero deshidratado que ha cruzado el desierto hasta llegar aquí, cuando os topais unos con otros en ellos se enciende una chispa salvaje, oír vuestros corazones palpitantes les resulta tan excitante y estimulante como fué para vosotros encontrar la montaña de gemas

Y vuestro lagarto emite un grito quejumbroso cuyo eco resuena tras vosotros en las calles vacías que dejais atrás, y mientras tanto, algo sucede sobre vuestras cabezas, algo se urde más allá del océano de arena

El hechicero apuntó con su ballesta al zombi más cercano, al que estaba junto al lagarto muerto viviente. El virote le atravesó de parte a parte. Un buen tiro.

Disparemosles, que se acerquen ellos!

Luego recargó su ballesta una vez más.

Mientras salían de aquel lugar y como era de esperar unos zombis aparecen para entorpecer el camino del grupo, Rhaz sin perder el tiempo lanza un virote muy lejano de dar a su objetivo. Parecia que no estaba muy fino - Mierdaa!!! - se quejó el picaro tras su error.

Sutu gruñó ante lo que se les avecinaba.

-Me duele por los pobres animales. Dijo mientras preparaba su hacha sedienta de sangre. Pero a ellos... señaló con un gesto de cabeza ...por muy muertos que estén, más les va a doler.

Estaba claro que la estancia en la catacumba de Alaszor lo había fortalecido contra el miedo supersticioso y primitivo que lo embargaba entre aquellas ruinas, y el hecho de que aquellas criaturas fueran vulnerables a la hoja de su hacha, lo ayudaba.

El bárbaro se posicionó en actitud de combate, hacha en mano, y esperó a que sus compañeros actuaran. Estaba deseoso de devolver a aquellos seres al olvido del que no deberían haber regresado, pero ahora era el momento de sus compañeros. Se mordió el labio inferior, y tensó sus poderosos músculos, preparado para saltar sobre los cadáveres andantes en cuanto sus compañeros terminaran de castigarlos a distancia.

Empiezo a estar hasta las narices de tanta mierda…. si llegamos a devolver todo a su sitio nos van a oír. Y como aquel viejo se me ponga chulo otra vez le voy a hacer una sonrisa permanente. Estoy de acuerdo contigo… muertos o no les va a doler. Y mucho. Empiezo a estar cabreado y pienso desfogarme con esas cosas le digo al bárbaro mientras levanto ambas espadas y me pongo en postura de combate.

Los zombies avanzan, correteando torpemente, no hacen señal alguna de dolor por el disparo de Habib y abren sus bocas invitandoos a su interior, estais cansados, hambrientos, sedientos y desesperados, tal vez el día siguiente no podais con un solo zombi y vuestras fuerzas se desvanezcan quedando todos enterrados en la arena del desierto, pero ahora no, ahora vais a trincharlos como si fueran papel, y sus almas se retorcerán agonizantes al sentir de nuevo la muerte pasando sobre ellos.

Sutu decidió que ya había llegado el momento de actuar y se avalanzó hacia le no muerto más cercano a él, hacha en ristre.

-¡A por ellos! Fue lo único que gritó mientras alzaba el hacha sobre su cabeza, y asestaba un poderoso golpe al zombie.

Vale que aquel lagarto se había mostrado rebelde cuando había intentado montarlo, pero no se merecía algo así. Ni siquiera aquel viejo cascarrabias de la ciudad se merecía un final así.  Tranquilo, pronto estarás descansando donde debes le digo mientras doy un paso al frente, manteniendo la espada corta entre los dos mientras lanzo un tajo horizontal a la altura de sus patas con la espada larga.

Habib disparó al zombi que quedaba sin enzarzar en el cuerpo a cuerpo. Pero su disparo no fue tan certero como el anterior. Por el rabillo del ojo veía a Rhaz demasiado desprotegido. Salió hacia su dirección alarmado.

Rhaz, muévete de ahí! Estás demasiado cerca.

El picaro se aleja un poco y carga su ballesta para lanzar su proximo virote. - Habib si las cosas se ponen fea, iré a la vanguardia. - responde seriamente Rhaz.

Rhaztamel mira al lagarto y se echa hacia atrás, pero este se incorpora sobre sus patas traseras y como una enorme serpiente lanza un enorme mordisco a Rhaztamel que lo engancha por el hombro, durante unos segundos lo zarandea pero Rhaztamel se desquita al zombie de encima alejandose a toda prisa junt oa Habib donde prepara un ataque a distancia con tal de no arriesgar su ya precaria situación. El lagarto muerde el brazo de Willem en el que lleva su arma, y hace falta un violento forcejeo con tal de librarse del mortal apretón, cuando logra zafarse el zombie abre su enorme boca frente a él, mostrando sus sangrientas hileras de dientes por las que se escurren sus propios líquidos aún fluctuantes.

Sutu puede ver como Willem resulta peligrosamente malherido por el lagarto zombie, tal como dijo el hechicero deberíais haber esperado hasta el último momento para entrar cuerpo a cuerpo, no hay que infravalorar a un zombie por lento que sea, ambos no-muertos, a los lados de Sutu se lanzan a por él, los golpes caen sobre él haciendole unos arañazos leves que pronto empiezan a escocerle como azufre, estos bichos atacan con una ferocidad inusitada, maldita sea esta ciudad y todos sus podridos habitantes.

Habib tan solo puede boquear patidifuso ante la sangrienta escena, cerciorandose más... de que jamás saldrán de aquí con vida

¡Maldito bichejo, suelta! Grito mientras forcejeo con el lagarto hasta que consigo sacar el brazo, el cual está completamente cubierto de sangre y agujeros de dientes. El brazo me dolía horrores al moverlo, pero ya tendría tiempo de quejarme luego, si es que sobrevivía. Así que alce las dos espadas por encima de mi cabeza y las descargue sobre el zombie animal mientras gritaba lleno de furia.