Partida Rol por web

Una vez lanzado el conjuro y viendo que sus compañeros se metían en el Faraón Sonriente, Shem volvió a asegurarse de que el tocado improvisado ocultaba sus tatuajes, además de refugiarse un poco más en su túnica -como si eso pudiera darle algún tipo de ocultación- escuchó las palabras de su compañero y asintió. Era una buena historia, el problema era interpretarla. Desde que habían llegado a aquel lugar su rostro traslucía la preocupación del que se sabe completamente fuera de lugar.

-Os seré sincero buen Xanjahar. Ya sabéis que soy un hombre de conocimiento y estudio. Dramatizar no está entre mis puntos fuertes, por lo que, si bien intentaré ceñirme a la buena tapadera que me habéis sugerido, se me ocurre algo mejor. -señaló ligeramente la esquina izquierda de la parte frontal del edificio con la mano del bastón.

-Podemos situarnos ahí. Estaríamos lo suficientemente cerca como para recibir cualquier mensaje de nuestros compañeros y, al mismo tiempo, podríamos percibir cosas que suceden dentro y cosas que pueden suceder fuera. Intentaré apoyarme sobre mi bastón y la pared... es posible que sea un comerciante fuera de lugar que, además, se ha pasado con la bebida y simplemente quiere tomar el aire mientras su buen guardaespaldas le protege ¿si? -se atrevió a dibujar una pequeña sonrisa. Cuanto menos hablara y menos le preguntaran mejor.

-Por supuesto si tenéis una idea mejor, me fío más de vuestro criterio en esta situación que del mío propio. -elevó los hombros con humildad.

Aunque con disimulo, Nathifa observaba con atención todas las estancias por las que pasaban y la gente con la que se encontraban. Podía servir de ayuda más adelante, o si tenían que salir con prisa. Pero también por lo distinto que era todo a los ambientes en los que generalmente se desenvolvía. No es que pensara convertir en costumbre el frecuentar nidos de criminalidad, pero el tener la oportunidad de conocer aquellos lugares le resultaba intrigante y emocionante. Al menos, hasta que alguien sacase las armas y amenazase con cortarles la cabaza. Probablemente entonces sería menos interesante y más terrorífico.

Pero por el momento, se limitó a cumplir su papel, dirigiéndole una inclinación a la Madre de las Serpientes y esperando su reacción a la propuesta de Madsul. Alguien que estaba resultando tener todo tipo de sorpresas. No esperaba del humilde hombre que había conocido que se dirigiera a la mujer, o mejor dicho, a aquella yuan-ti, con tal aplomo y maneras.

Aunque dejando de lado la sorpresa de Madsul, que estuvieran tratando con una yuan-ti podía suponer algunas dificultades. Por lo que sabía de aquellos seres, solían trabajar infiltrándose entre los humanos bajo el mando de abominaciones e híbridos. Y si eso era así, quizás no era ella de quien más habría que preocuparse, sino de quien manejaba sus hilos. Estaba empezando a pensar que el robo del cáliz no había sido algo casual. Y eso era realmente así, complicaría extremadamente el recuperarlo.

Parecía el tipo de información que podría ser de interés para la gente esperando fuera. Pero si lo intentaba en ese momento, aunque sus labios estuviesen tapados por el velo, se arriesgaría a que la Madre de las Serpientes la escuchase. Quizás esperar sería lo mejor, por el momento.

Amuir estudió el camino de ida para memorizar el de vuelta, en caso de que tuvieran que salir corriendo. Contó a todas las personas que había allí y evaluó las posibilidades; cuanto más se adentraban en el nido de serpientes, más peligroso le resultaba todo. Tenía que averiguar donde estaba esa reliquia, y empezaba a reflexionar sobre si quería cumplir el objetivo de la misión para ayudar a la gente que estaba muriendo o por la memoria de su hermano caído. No estaba muy seguro de que fuese lo primero lo que lo impulsaba a meterse allí a investigar y la balanza se inclinaba hacia la justa venganza.

Cuando la mujer de los velos se fijó en él, Amuir le sostuvo la mirada. Era bonita, la lánguida elegancia de quién no tiene preocupación alguna, con ese toque a frivolidad que se podía ver en todo el local. Observó su trasero, para no perder de vista esas dagas y para no perder de vista tampoco su culo. Cuando llegaron hasta la Madre de las Serpientes, el aspecto no podía ser más significativo. Madsul habló hacia la Madre, pero Amuir no sabía si la información podía salir de ahí, de modo que se volvió hacia la bailarina.

-¿Nos conocemos? -le preguntó con una sonrisa.

Kéfera seguía a sus compañeros cerrando el grupo, observando la sala de aquel lugar de forma distraída. No había dicho nada por el momento y por ello casi ni se habían dado cuenta de que también había entrado.

Una par de altas y esbeltas columnas situadas en la taberna la llamaron la atención y pasó por la sala observándolas más a ellas que a los clientes... para al final llegar a toparse con una bella "dama" a la cual se la veían sobresalir sus "encantos".

Por fin el orco nos llevó hasta una puerta y parecía que al llamar su actitud cambiaba un poco. Denotaba más respeto.

Tras unos instantes la puerta se abrió y apareció un generoso diván ornamentado en la que se encontraba una joven y bella dama tumbado sobre él. Tras hablar con Lurzco, nos dirigió unas palabras, las cuáles casi ni escuché... estaba observando que había en la sala, cuando de repente Madsul arrancó a hablar tomando las riendas de la situación.

"Es absurdo que añada nada más..." pensó Kéfera que se limitó a asentir cuando éste acabó de hablar.

Siguió apartada, sin molestar mucho, no quería que se diesen cuenta de que estaba algo tensa y pudiese estropear las negociaciones.

La bailarina de los siete velos se dio la vuelta en la balconada cuando Amuir la interpeló desde el interior de la habitación. Apoyó los codos en la barandilla, irguiendo sus pechos en un despliegue de evidente flirteo.

—¿Eso importa? —le respondió al hermano juramentado, con una sonrisa de coqueteo a través del velo etéreo.

El orco miró de arriba a abajo a Amuir, pero no dijo nada.

Tathtlasss enarcó una ceja.

—Os han informado mal. Soy yo, y no Loto Negro, la persona con la que debéis tratar de estos asuntos—respondió la Madre de las Serpientes con tono neutral.

La yuan-ti aspiró profundamente su pañuelo perfumado, abrumada por vuestro olor corporal.

—Vuestro noble señor no es la única persona rica y poderosa que acude a mí en busca de una protección duradera o definitiva contra la Maldición Escarlata. Por qué no emplean ese dinero en largarse de la ciudad es algo que escapa a mi comprensión —dijo en tono ligeramente irritado—. Pero no importa. No tengo en estos momentos nada que pueda satisfacer las necesidades de vuestro patrón. Sí que puedo proporcionarle pociones para curarse, si cae enfermo.

Viste un agujero circular a la altura del suelo en la pared del fondo, donde estaba el diván en el que estaba tumbada Tathtlasss. Tenía un palmo de diámetro y parecía conducir al otro lado del muro, pero no viste puertas que condujeran a esa supuesta habitación ni por dentro ni por fuera de la estancia en la que estabas.

Nathifa se acercó a Amuir, con una mirada reprobatoria, poniendo la mano sobre la suya y dándole y ligero tirón para llamar su atención.

-Recuerda que nuestras obligaciones van antes que el placer. No te distraigas.-Le reprendió, en tono molesto y en voz baja. Aunque probablemente no tan baja para que la bailarina con la que estaba hablando no escuchase la justificación para por qué se había acercado a él. Mientras le decía esto, con la mano que tenía agarrada la mano de Amuir, trazó con el pulgar en la palma de su mano los trazos de "yuan-ti", en un ángulo que esperaba que no fuera visible para nadie más que para él. No olvidó de dedicarle una mirada de desaprobación a la bailarina antes de volver al lado de Madsul. Con suerte, su escena de  recta y aburrida sirvienta, haría que los otros se fijamente en sus palabras y expresión,  y no en su mano.

-Sentimos la equivocación sobre a quien debimos llamar, mi señora. -Le dijo a la yuan-ti, con una inclinación-Desde que la enfermedad empezó, hemos estado acudiendo a todos los mercaderes habituales de la red de nuestro señor que podrían tener los contactos para conseguir lo que estabamos buscando, y siguiendo cualquier información y rumor que nos ha llegado sobre mercaderes no habituales. Por supuesto, no todo lo que nos han dicho ha resultado ser fiable. Como parece ser en este caso, en más de un sentido. Las pociones de curación son difíciles de conseguir, en las circunstancias. Pero nuestro señor tiene contactos para hacer llegar cosas dífíciles de conseguir. -Esperaba que la Madre de las Serpientes captase la insinuación de que su ficticio amo tenía la capacidad de contactos que podían ser útiles en transportar cosas-Respetuosamente, lo que nos ha pedido encontrar, y la cantidad de oro con la que nos ha autorizado a negociar, se corresponde con algo más único y duradero que las pociones.  Aunque siempre es útil conocer alguien más que pueda proveer pociones, si otras fuentes se agotan, nos dijeron que aquí quizás podríamos encontrar objetos de mayor interés. Ha dicho que no tiene nada así en estos momentos, ¿significa eso que quizás los tendrá más adelante?

Amuir apreció los encantos de la bailarina recorriendo su figura de arriba a abajo.

-En absoluto. Puedes llamarme Habib. 

No iba a negar que le gustaba lo que veía de ella, era atractiva, sin duda, y tenía claro que intimar con ella podía ser extremadamente peligroso. Y también sabía que estaba allí para trabajar y no por placer. Por eso, las palabras de Nathifa lo sobresaltaron y lo irritaron por igual. Miró a la muchacha de forma neutral, iba a decirle algo cuando ella comenzó a trazar suaves caricias en su mano. Se estremeció, olvidándose por un segundo de la bailarina del balcón.

¿Qué sucedía hoy con todas las mujeres que se habian propuesto seducirle? Se sacudió la sensación de encima cuando su compañera repitió el patrón en su mano. Una palabra. Le estaba dando información. Eso lo tranquilizó un poco, pero siguió mostrándose neutral.

Le palmeó la mano a Nathifa para que dejara de escribir en ella, dándose por enterado.

-Por supuesto, querida. Por supuesto. Avisadme cuando acabéis.

Y se acercó a la bailarina para apoyarse en la balconada, mirando hacia el exterior. Luego miró a la muchacha de reojo.

-Y bien, ¿cómo te puedo llamar?

Decidisteis aguardar la señal de vuestros compañeros en la esquina suroeste del edificio, haciéndoos pasar por comerciante y guardaespaldas, respectivamente. Un par de minutos después de que el resto del grupo ingresara en el Faraón Sonriente apareció por la carretera un mercader, aparentemente uno de verdad. Era un hombre desgalichado, ba montado en un camello y estaba todo lo pálido que un turami podía estar. Sus ojos pequeños y asustadizos como los de un ratón se posaron sobre vosotros y hacia vosotros espoleó su montura.

—¿S-sois vosotros los hombres de Beket? —balbuceó.

Posición confirmada ;).

Xanjahar aceptó la propuesta del sacerdote de Toth y se movieron cerca de la esquina de aquel tugurio. 

Se apoyó en la pared atento a sus oídos -por si sus compañeros enviaban algún susurro- y lanzó miradas hacia las ventanas del local*, por si se veían obligados a entrar de alguna forma sin tener que usar la puerta principal a causa de una urgencia.

En aquello estaba cuando apareció aquel extraño mercader que se acercó a ellos y les preguntó por un tal Beket.

Shem lanzó una mirada significativa a su compañero. No les convenía tener demasiada atención sobre ellos y el nombre no le sonaba en absoluto**. También lanzó una mirada hacia el camello. A pesar de la oscuridad, igual era posible averigüar con qué mercancía se ganaba la vida aquel tipo***.

Intentando parecer algo trastocado sólo dijo: Lo siento... -negó con la cabeza y volvió a apoyarse en la pared como si le costara hablar. Espero a que su compañero terminara por ahuyentarle... a no ser que el nombre le sonara de algo.

*Creo que comentaste en algún momento que había ventanas, pero Shem se fija en ellas, tanto en la planta baja como en la segunda, al menos en ese lado ¿podrían darnos acceso al interior en caso de emergencia? ¿Están cerradas con contraventanas o persianas? ¿Cabemos por ellas?

Son las típicas ventanas de vidrio esmerilado y coloreado con imágenes religiosas (en este caso de Horus) de una abadía. Podéis meteros por ella, siempre y cuando rompierais antes el vidrio.

**He hecho una búsqueda de "Beket" en lo que se ha jugado hasta ahora y no he encontrado nada, asi que, doy por supuesto que Shem no sabe nada... Pero lo mismo se ha mencionado en el Off-Topic o algo y se me ha ido.

No, no se ha mencionado a Beket en ningún momento ni on-rol ni off-rol. Es un nombre femenino, empero.

***Pues eso, no se si de la montura del camello colgará la mercancía del tipo o se dedica a cosas pequeñas ^^.

Deducís que se trata de un mercader por las vestiduras y el aspecto más que por otra cosa. "Tiene pinta de mercader" ya sabes. Su camello lleva alforjas, pero no parecen muy llenas.

Parecía que se estaban midiendo las palabras entre la Tathlasss y Nathifa, pues la Madre de las Serpientes no soltaba prenda, mientras que nuestra compañera la intentaba presionar.

Kéfera no entendía muy bien aquella situación... si lo que tenían que hacer era localizar el cáliz y salir de allí... no sabía a que estaban esperando.

Se estaba impacientando poco a poco, lo que la provocaba que en vez de estar estática, tuviera pequeños cambios de peso en sus piernas moviendo la cadera y de vez en cuando dando un paso adelante o hacia atrás.

En el momento en el que la Madre de las Serpientes comenzó a ofrecer pociones, parecía que ya se estaba abriendo un poco a las negociaciones, pues era normal que no se fiara en la primera impresión de unos desconocidos y encima que la confundieran... eso la indicaba que podría ser que no tuviéramos tan buenas fuentes de información, y ella pudiera indagar sobre nosotros.

- Bueno... - dijo mirando a Nathifa - Aunque no le hagan falta a nuestro amo... quizá pudiéramos llevarle una, o dos pociones... así rompemos un poco las negociaciones. - miró a Tathlasss - Parece que no confías en nosotros... y quizá nosotros tampoco en ti, pero si no tienes lo que te pide ésta - hizo un gesto con la cabeza señalando a Nathifa - al menos tendrás algo de información de dónde podremos encontrar algo que nos pueda servir. Como dice ella, podemos pagar bastantes piezas de oro.

La Madre de las Serpientes no había dado mucha información tras su intervención inicial. Madsul parpadeó, y el breve fulgor de sus ojos se diluyó. Escuchó a Nathifa tomar la iniciativa, y lo agradeció agotado. No parecía que por aquella vía fuesen a lograr mucho más, aunque quizá Nathifa pudiese persuadir a la Madre de considerar otro trato. 

Entonces Kéfara intervino, adoptando un tono menos sutil. Madsul comprendía poco las sutilezas de aquellos asuntos (no así su oscuro acompañante interior) pero sospechaba que las cosas se iban a poner tensas. Instintivamente, buscó de reojo vías de escape. 

El orco siguió con la mirada a Amuir hasta la balconada, después volvió a atender a lo que estaba sucediendo en el despacho de Tathtlasss. El perfume de rosas de la bailarina rodeó a Amuir como un manto.

—Encantada, Habib. Así que eres de esos que prefieren conocerse antes en vez de permanecer como extraños. —le dijo al asesino, arrastrando las palabras con voz ronca. Se encogió de hombros, lángida y teatralmente—. A mí me da igual. Puedes llamarme Se-nefer. El nombre que gritarás en el éxtasis de la pasión y susurrarás en el merecido descanso del guerrero, en tus sueños.

Miró a un lado.

—¿Deberíamos buscar un sitio más privado donde podamos degustar ostras marinadas en jugo de semental? ¿O entrelazar nuestros cuerpos aquí mismo y hacer que el pobre Lurzco lo vea todo?

El aludido hizo como si no estuviera escuchando nada de lo que estaba pasando.

En el interior de la habitación, Tathtlasss frotó el pañuelo de seda a la altura del labio examinando alternativamente a Nathifa y a Kéfera con aquellas inquietantes pupilas alargadas.

—Lo que quiero decir es que he tenido algo como lo que buscáis en el pasado, pero ya lo he vendido —le dijo La Madre de las Serpientes a la arpista—. Comprenderás que en un negocio como el mío no puedo permitirme ir aireando así como así quiénes son mis clientes. Seguro que a vuestro noble señor no le gustaría que fuera yo quien pusiera a algún buscavidas en su pista después de hacer negocios con él.

Sus labios se curvaron en una sonrisa apenas perceptible antes de dirigirse a la devota guardiana de Thot.

—¿Crees que él entendería que vendiera su confianza por una cantidad tan generosa como la que decís que podéis ofrecerme? —le preguntó a Kéfera, aunque se apresuró a matizar:—. No es una pregunta con trampa, ni una pulla. Pareces una mujer sincera, y tengo genuina curiosidad en conocer tu opinión.

Amuir intentó no reírse mucho ante las metáforas de la bailarina y se frotó la sien con un dedo cuando tuvo claro que de ella no iba a sacar nada más que un revolcón; un revolcón excelente, no dudaba de la habilidad de la bailarina para hacer gozar a sus víctimas. Pero él no estaba por la labor de participar porque no tenía faraones suficientes para alguien como ella y no quería que el leopardo se le echase encima, ni que el orco le rompiera las piernas.

-Oh, sí, siempre prefiero conocer a la persona con la que voy a compartir unos intensos momentos de mi vida -justo antes de cortar la de su víctima-. Es que yo siempre suelo dejar cicatrices, Se-nefer. 

Recordatorios letales, a decir verdad, pero ya que estaban con metáforas. La miró a ella, de arriba abajo, creando más expectación de la que finalmente se produciría.

- ¿Se refiere a la madre serpiente? - preguntó Xanjahar, pero antes de que pudiera responder y tratando de parecer amistoso completó su repuesta - No, pero hemos venido, al igual que usted a hacer negocios. ¿Podemos ayudarle? - Estaba claro que aquel hombre no era habitual de allí, y siempre era mejor convencerle de que se fuera. Hacer negocios con aquellos delincuentes sólo podría traerle problemas.

—¿La madre serpiente? No, no me suena de nada. Creo que la llaman Azabache —aclaró el hombre que parecía un mercader—. Ojala viniera aquí a hacer negocios. Lo cierto es que vengo a rendir cuentas. Tendré suerte si no salgo de aquí con un brazo o una pierna rota.

Sudaba copiosamente y a juzgar por cómo le temblaban las manos a la hora de enjugárselo no era únicamente por el abrasador calor del desierto. Miraba nerviosamente en dirección a la puerta del Faraón Sonriente.

—Pedí prestado a Beket una fuerte suma de dinero para salvar mi negocio, y le prometí devolverle el doble de esa cantidad, y a tiempo. Pero no contaba con que unos bandidos asaltaran mi caravana, mataran a mis guardias y robaran mi cargamento —explicó, y su rostro se mortificó al ver a la persona que acababa de salir por la puerta del Faraón—. ¡Oh, que todos los Reyes-Dioses me protejan, aquí viene!

Se trataba de una mujer ataviada con una armadura de cuero, con una espada corta y una daga pendiendo de su cinturón. Haciendo honor al sobrenombre que le habían dado lucía una larga melena del color del azabache, ceñida en la frente con una tiara de cobre.

—Ah, aquí estás. ¿Tienes mi dinero? —le preguntó al mercader, que tragó saliva y negó con la cabeza—. Mira, amigo, me estoy empezando a cansar de tus excusas.