Partida Rol por web

-No pretendía ser brusca, Hidenaga-san. –Contestó Shiroi a las palabras de los demás Truenos. –Mi intención no era otra que destacar el hecho de que, ahora mismo, el tiempo es nuestro rival más peligroso, y es un rival muy difícil de batir. Os agradezco el apoyo en este plan.

-Era mi plan desde el principio el saber si el guardián del lago me permitirá cruzar las aguas, o al menos hablar con él. –Añadió la ronin, con la mirada de sus brillantes ojos negros saltando entre sus compañeros y el lago. –Es precisamente por eso que me he propuesto a mí misma para esta prueba. Si Hiroaki me envió este sueño, tal vez esté conectada por algún azar del destino con este lugar o su morador. Y si me equivoco, las Fortunas sabrán que me habré sacrificado por esta causa.

-Ahora… vayamos. –Sentenció, comenzando a caminar hacia la orilla del agua. -El destino nos aguarda.

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Justo antes de llegar hasta la pequeña playa que rodeaba el lago, Shiroi se arrodilló en la hierba. Fue un gesto lento, solemne y lleno de gracia. El mismo gesto que emplearía alguien que fuera a cometer seppuku antes de someterse a su destino. Un ritual para alcanzar la paz y ser uno con el mundo. Sin ninguna prisa, tomó una pequeña cuerda y sujetó su suave melena azabache en una coleta que nacía en la base de su nuca.

Con elegancia, la mujer comenzó a soltar las correas que sujetaban la armadura a su cuerpo, retirando placa por placa y depositándolas en el suelo en perfecto orden. Cada uno de sus gestos resultaba tan hermoso como fascinante, pero la intimidad que emanaban casi llegaba a incomodar a los demás, como si estuvieran observando algo absolutamente privado.

Cuando la armadura estuvo ya colocada sobre el suelo, la ronin soltó su obi, pero en lugar de colocarlo en el suelo junto a la armadura, se levantó y se giró hacia el resto. A pesar de que estaba a punto de arriesgar su vida, en las delicadas facciones de Shiroi brillaba una ligera sonrisa. Con un paso al frente, ofreció su espada a Tameiki. La saya, de exquisita manufactura, resaltaba aún más por el hecho de que la tsuba estuviera cubierta por una tela que la ocultaba.

-Guarda mi alma, Tameiki. –Entonó con voz firme. –Y si no regreso, ya conoces el destino que deseo para esta espada. Si no es en mi mano, que cumpla con su deber en la tuya.

Los eta hacen caso de Oni Negro y retiran los difuntos para prepararlos para la incineración.

Tras el ritual, Shiroi empieza a entrar en el lago con una cuerda como salvavidas sujetada por sus compañeros. La idea de Oni Negro de entrar con alguna embarcación no ha surtido el efecto que él deseaba. 

Poco a poco Shiroi va entrando en el lago, el agua está algo fría sin embargo la mente de esta está en otra cosa y se adentra sin que esto apenas le afecte. Hasta que llega un momento en que la cuerda no da más de si. Ella ya está nadando y os percatáis que la cuerda no va a hacer que Shiroi haga todo el recorrido hasta el pequeño islote que supone una distancia mucho mayor. Al llegar al límite de la cuerda Shiroi debe tomar una decisión, dejar la cuerda y continuar o volver a la orilla y pensar otra cosa porque el lago hasta ahora está tranquilo, como si no hubiera ocurrido nada.

Observaba cuidadosamente cada uno de los gestos de Shiroi, como parecía estar entregándose a las fortunas en un intento por conseguir la misión que todos tenían. No articuló ninguna palabra en todo el proceso, pero observó asimismo al resto de presentes, ¿qué pensarían? Cuando la ronin blanca se levantó y se dirigió a ella, Tameiki apenas pudo poco más que hacer una leve inclinación de cabeza al tiempo que tomaba la katana de su compañera y, por qué no, amiga. Los ojos le ardían, pero aún no podía pararse a pensar en aquel momento...

Me sentí aliviado al comprobar que Shiroi comprendía lo que sentía el resto del grupo, quizá no fuese la persona impulsiva que creía en un principio y merecería la pena ver hasta donde llegaría por ayudar al imperio.

Lo cierto es que si Hiroaki la eligió algún motivo habría, debería tomarme mi tiempo y conocerlos, al fin y al cabo tenia una obligación tanto con ellos como con Rokugan.

Me senté en silencio cuando llegamos junto al lago y observe detenidamente la delicadeza de los movimientos de Shiroi, era maravilloso, como una delicada y serena danza. A mi mente volvieron recuerdos de mi hogar, sus movimientos tranquilos se parecían a la sintonía que alcanzan los mas grandes guerreros entre los Shiba. La increíble convicción del deber para proteger con tu vida aquello que mas te importa.

Lo que me llamo la atención fue la familiaridad que demostró con su compañera Tameiki, pocos samurais en el imperio entregarían tan libremente su hoja. La confianza que habían conseguido entre ellas en tan poco tiempo era admirable.

Eso es a lo que deberíamos aspirar todos nosotros. Murmure en voz baja. Sobre todo si queremos sobrevivir en nuestro camino.

Mire alrededor, al extraño grupo que formábamos. Hidenaga, el orgulloso León, capaz de poner su vida antes que ver como otro del grupo arriesga la suya. Shiroi, la samurai con una convicción inquebrantable. Aswad, arrastrando siglos de incomprensión. El Oni Negro, quizá sea el que lleve la carga mas pesada de todos. Y luego están Tameiki, la mas joven entre nosotros, todo un enigma... aunque puede que no tanto como Kaori, es bien sabido por todos el misterio que envuelve al clan Dragón y pese a la cercanía de nuestros dos clanes, me es imposible saber lo que piensa.

Pero lo primero es lo primero, Shiroi tenia que llegar hasta la isla en el centro del lago. Por lo que se ató la cuerda y se adentro en las aguas del lago. Todos pudimos ver como poco a poco se alejaba, surcando la superficie del agua, hasta que de pronto la cuerda se tenso completamente. Por todas las fortunas, la cuerda no era lo suficientemente larga como para alcanzar el centro del lago. Apreté con fuerza la cuerda, me imaginaba lo que Shiroi iba a hacer ahora y no me gustaba, pero solo me quedaba esperar y ver el desenlace.

Dado que el Shiba sujeta la cuerda el enorme Unicornio se limita a observar desde la orilla como su compañera de aventuras se adentra brazada a brazada en las supuestamente encantadas aguas del lago. Poco a poco se aleja hacia el islote y cuando la cuerda se tensa parece claro que hay que escoger entre la seguridad y el éxito de la misión.

Sin pensarselo desenvaina la cimitarra y hace un gesto a Kyoshiro-san Abarta, ha llegado el momento. Sin debates esta vez . Dice mientras levanta el arma dispuesto a cortar la cuerda y dejar que la ronin se adentre a lo profundo del lago.

La ronin se internó en el lago lentamente, sin ninguna prisa. El primer contacto con las heladas aguas resultó algo desagradable, pero a medida que su piel comenzaba a estar cubierta, se convirtió en una sensación más placentera. Sin embargo, no era capaz de conjurar la persistente mordedura del miedo. ¿Cuánto tardaría el lago en tratar de arrastrarla a sus profundidades?

Pero, a pesar de sus temores, la superficie del agua se mantenía en calma, rota su paz únicamente por las ondas que ella misma generaba al nadar. Por un momento, estuvo segura de que alcanzaría el islote sin tener que arriesgarse, pero entonces un tirón en su espalda interrumpió sus meditaciones.

Por un segundo, creyó que se trataba del profetizado remolino, pero al darse la vuelta, vio que se trataba de la cuerda, que ya había alcanzado toda su longitud... pero al mirar al frente, vio que apenas si había cubierto la mitad del camino hacia su objetivo.

Inmóvil, sus movimientos se ralentizaron hasta el mínimo para mantenerse a flote mientras meditaba sobre qué debía hacer. Hasta el momento el lago la había respetado. Pero... ¿La respetaba realmente? ¿O una mente inteligente y peligrosa estaba simplemente aguardando el momento adecuado para acabar con ella? Para obtener la respuesta simplemente debía soltar el nudo que la unía a sus compañeros. Pero si tomaba la decisión incorrecta... moriría.

Incapaz de decidir por el momento, la mujer cerró los ojos y detuvo el movimiento de sus piernas, dejando que su cuerpo se hundiera hasta que las aguas se cerraron sobre su cabeza. Y allí, bajo la superficie, con su pelo negro ondeando a su alrededor como un aura, abrió de nuevo sus ojos negros, tratando de escrutar las profundidades.

-"Estoy aquí" -Pensó con toda la intensidad de la que fue capaz, y sus labios formaron las mismas palabras de burbujas. -"Ven y habla conmigo, espíritu. Necesito la oscuridad que guardas."

El León adoptó una posición de seiza, mientras mira a Shiroi-dono desaparecer en el agua. Sintiendo preocupación ante toda la situación, no podía creer en esto pero confía en la seguridad de la dama, colocando las manos en la empuñadura, manteniendo la seriedad característica de un guerrero y estratega, preparándose para cualquier eventualidad.
Sin importar qué, sacaría a la ronin de esas aguas endemoniados si las cosas se complican.
Debo tener fe, el destino de mi gente está en riesgo, debo tener fe, maldición, soy tan incompetente-
Pudiendo percibir un sutil atisbo de enojo que mana de su corazón, la idea de no poder hacer mas es la causante.
Pero no había tiempo para pequeñeces, se obligó a concentrarse en lo actual, ya tendría tiempo para resolver sus disputas internas.

-¡Aswad-san! -exclamó Tameiki al tiempo que desenvainaba su katana en un abrir y cerrar de ojos, dispuesto a cruzarla en el camino de la cimitarra de su compañero- Shiroi ha decidido hacerse cargo de este cometido, y ella debe guiarnos en cuanto a qué hacer... -dijo fríamente.

Su mirada se devió entonces al lago, donde pudo ver a la otra ronin con apenas su busto sobresaliendo de la superficie del agua.

-Shiroi-sama, ¿estáis bien? -preguntó, aún atenta a lo que el unicornio pudiera hacer.

Se percató tarde de lo que el unicornio quería hacer, se levantó de su posición, desenfundando su espada, para disuadir a su compañero de no cometer ese acto tan traicionero y deshonroso.
-No se atreva a hacerlo Aswad-dono, o también se enfrentará a mi, ¿comprende?-
El ronin no tenía miedo alguno, quería que la mision tuviera éxito, pero ahora la seguridad de Shiroi-dono, es el centro de su atención.
-Tameiki-san, yo me ocupo de él, usted observe a Shiroi-dono -
Se dirigió al hombre con una mirada feroz.
-No permitiré tal traición, ¿comprende?-
Apuntando a la garganta, sin basilar, si había que luchar, lo haría.

La mujer tiene más corage que no tu, quizás fuiste un león pero ahora....pareces apenas un gatito asustado Dijo el Moto viendo como el ronin desenfundaba su arma para amenazarle. Cuidado, aun vas a hacerte daño con esa espada . Y dandose la vuelta cortó la cuerda que sujetaba a Shiroi con su cimitarra. La mujer había decidido arriesgarse valientemente, si las Fortunas decidían que había de morir para lograr el segundo pergamino que así fuera.

El Cangrejo afianzó la cuerda con ambas manos dispuesto a tirar de su compañera si fuera necesario. Creía que hubiera sido mejor idea adentrarse con una kobune, pero la decisión estaba tomada y parecía que él no era el único testarudo del extraño grupo.(1)

Cuando le Unicornio empuño su acero gaijin para tomar decisiones pro su cuenta y el ExLeón empuñó su acero la mirada del Oni Negro se posó sobre el Moto. -"Éste no es el camino, Moto-san; pesadlo un instante y guardad vuestro acero. De lo contrario consideraré que habéis perdido la cabeza y mi deber será destruiros" La voz del Cangrejo era firme sin llagar a ser amenazante, como la afirmación de un hecho.

Los músculos del bushi se tensaron preparado para combatir si fuera necesario, pero sin moverse a simple vista. (2)

Sonrie el Moto Dejad de hablar de traición, aquí habeis levantado las armas bara atacarme a de forma deshonrosa, pero supongo que lo habitual entre los bandidos es ir en banda . Y todo por cortar una cuerda. Viendo que el Oni Negro no cometia la grosería de desenvainar aprovechó esto como vía para apaciguar la situación. Apartó la cimitarra de la cuerda. En otra ocasión Hidenaga-neko añade con un tonillo burlón uno a uno y sin cortesanas.

La mano de Tameiki se movió con indecisión entre si golpear o no. Esas milésimas de segundo fueron suficientes para que Oni-negro bramara el fin de las hostilidades por parte del unicornio. Esgrimió una sonrisa burlona ante la rápida retirada del gigantón, pero sin envainar la katana.

-Había oído hablar de la cobardía de los Moto, pero no de su falta de determinación -dijo secamente, mirándole a los ojos- Hoy habéis puesto fecha a vuestra muerte, que se dará cuando terminemos nuestro cometido o cuándo volváis a afrentar al grupo... Nadie confunde a Tameiki con una cortesana -zanjó, llevando la punta de su katana hasta el puño de la cimitarra de Aswad- Pero no os concederé el honor de envainar antes que vos, eso sólo ocurre cuando uno de los dos cae derrotado -seguía hablando de forma fría, sin perder la postura, ni a Aswad de vista.

Una cortesana no concede honor alguno, alquila otras cosas remata el Moto y envaina la cimitarra lentamente mirando a la muchacha. Sea bues, sentemonos a esberar a ver si Shiroi se cansa de nadar atada antes que nosotros de barlotear.

La Dragón, ligeramente aislada, mostró una ambigua sonrisa en sus labios. Con los ojos cerrados escuchaba las palabras de sus compañeros, e intuía sus actos tanto por el ruido de los metales como por las agitadas respiraciones. Las cosas se calmaron, algo que hacía menos interesante la situación, pero sí lo sería el ver a una ronin batirse en duelo con el Moto. Si tal combate se daba, y aún se llenaban sus pulmones de aire, prestaría suma atención...