Partida Rol por web

Al caer Isawa Tsuke, Tadaka se gira hacia Chi no Oni con rostro de preocupación. Va a decir algo pero antes de que el maestro de la tierra hable Hidenaga deja inconsciente al enorme Oni de dos tajos con su katana cercenándole con el primer golpe una pierna. Al ocurrir esto Hidenaga deja de arder, el fuego mágico ha desaparecido al caer su autor. 

Tadaka viendo como se complica el combate, y que Tsuke ha caído, iba a ir a por el Oni pues sin su invocador principal perdían el control de este y no podían permitir eso. Libre de la carga del Oni, ahora solo les quedaba derrotar a los bushi que se les estaban echando encima junto con la maestra elemental del vacío. Si él invocaba todo su poder, sus compañeros también se verían afectados y tal y como se estaba desarrollando el combate era la única forma de salir victorioso. Tsuke tenía claro que quería usar el poder de los pergaminos para dominar el imperio, y él había estado de acuerdo; sin embargo, había algo en aquellos bushi que la semilla de la duda que habitaba en él habían hecho crecer. Había visto como despertaban los objetos que portaban para vencerlos y ahora diría que no veía con buenos ojos el hecho de haber participado en la invocación de Chi no Oni. Ante aquella duda, pensando que todo había sido un error y ante la última advertencia de Shiroi gritó, abandonando la posibilidad de conjurar la muerte para todos excepto para él ¡COMPAÑEROS ISAWA! ¡PARAR! ¡ABANDONAR ESTA LOCURA!

Kaori sigue corriendo por lo que pueda pasar hacia ellos y es el momento de actuar de Isawa Tomo maestro elemental del agua...

Tomo pone rostro de rabia y frustación, él era el siguiente que iba a invocar a un Oni e Isawa Kaede, junto con estos bushi, habían interrumpido su ritual. Con odio en sus palabras pregunta a Tadaka Y ¿QUÉ PROPONES TADAKA? dejando de conjurar por el momento.

Isawa Kaede entonces interviene dime amigo ¿no fue por Tsuke que Tomo abandonó la razón y abrazó la locura?

Es en este momento cuando llega Valkai con su montura.

Cuando Valkai consiguió rodear el muro de piedra, contempló como el Oni había sido aniquilado y el Maestro del Fuego, principal instigador de aquella locura, decapitado.
El Moto aminoró la marcha sin duda sorprendido por la eficacia de sus compañeros, observando no obstante el cuerpo de Tameiki tumbado y humeante en el suelo, así como Shiroi y Hidenaga presentaban quemaduras.

Sea como fuera, Tadaka y Tomo discutían y Uona, su objetivo, parecía dudar.
Valkai se acercó hasta quedar a su lado, con el No-dachi listo por si debía usarlo, pero por ahora decidió no atacar.
Venga, entrad en razón de una vez. Aún podéis ayudarnos a salvar el Imperio.
De momento, ayudad a mi pelirroja favorita. dijo, señalando con la punta de su espada el cuerpo caído de Tameiki, esperando que la salvaran.

En mi mente la razón se había perdido, y dejé paso al frenesí de la lucha, ya no me importa matarles, traicionaron al clan, se traicionaron a ellos mismos, y a la gente que más los ama y respeta.

Dejé que el fénix ardiera en mi corazón, dejando que todo actuará con naturalidad, que mi cuerpo se deje llevar por y antes de darme cuenta, ya había subido el muro de roca, lanzando e sobre el primer enemigo que tuviera adelante...

-POR EL FÉNIX - 

Grité en mi ataque, jamás entendí cómo es que cerré la distancia entre los traidores y yo, y dejé que el wakizashi hablara por mi. 

Una vez Tsuko hubo muerto, fue Hidenaga quien demostró su valor como Trueno. Su hoja se hundió en la corrupta carne del Oni, desgarrando su forma física y derrumbándolo como un leñador tala un árbol. El combate, que había comenzado difícil para los bushis, había cambiado por completo después de tan sólo dos golpes.

Y por fin, tal vez libres del poder del Oni, los Maestros Elementales parecieron escuchar las palabras que hasta ese momento no habían logrado tocar sus almas. Fue Tadaka el primero en dudar sobre sus actos, y sus palabras detuvieron también al siguiente de ellos, pero no lo convencieron por completo. La situación estaba en un equilibrio precario, en el que los siguientes actos decidirían si el final sería una rendición o una masacre. En ese momento, caminaban sobre el filo de la espada.

Shiroi vio ese momento con total claridad. Alguien que había crecido en las cortes poseía esa sensibilidad, incluso a pesar de los años que habían pasado desde entonces. Supo que debía actuar.

Valkai se había detenido. Hidenaga seguía junto al cuerpo derrumbado, aunque no muerte, del monstruo. Confiaba en que Oni Negro, a pesar de todo, antepondría la vida a la muerte. Sólo Kyoshiro, que en esos momentos terminaba de escalar el muro de piedra, parecía empuñar su wakizashi con clara intención de no detenerse.

-Maestros del clan del Fénix. –Dijo, mientras envainaba su espada y se acercaba a ellos. Algo que no la detendría, pues era capaz de liberarla en un instante, pero que simbolizaba un gesto de concordia. La ronin caminaba de forma casual, pero en realidad estaba interponiéndose entre los shugenjas y Kyoshiro. Esperaba que sus palabras calmaran al bushi, pero si lo peor sucedía, actuaría en consecuencia. –Detengamos esta locura. No preguntéis qué hacer a continuación, Isawa-san. –Añadió hacia Tomo.- Sabéis bien lo que se debe hacer. Sólo hay un camino correcto, y es el de luchar contra las fuerzas de Fu-Leng. Habéis cometido un error terrible siguiendo a Tsuko. Enmendadlo ahora. Vuestra fuerza es necesaria en la guerra que está por llegar.

-Hidenaga-san, asegúrate de devolver a esa bestia al pozo del que surgió. –Añadió, dirigiéndose hacia su compañero. –Podría recuperarse.

-El resto, bajad las armas. –Anunció, mientras seguía dividiendo su atención entre Kyoshiro y los maestros del Agua y el Aire. Si cualquiera de los tres atacaba, antes se enfrentaría a su espada. –Este combate ha terminado. No hay necesidad de derramar más sangre. ¡Isawa Kaede-san! Por favor, atended las heridas de Tameiki.

Después de llegar a la cima de la pared, de haber escalado como un desesperado y de gritar por mi clan a los traidores, contemplo el estado del conflicto que parece ya haber terminado.

Suspiro pesadamente, cerrando los ojos mientras me siento sobre las rocas mirando a todos, sin siquiera disponer e a bajar, vuelvo el wakizashi a su vaina, pensando en lo que ocurrió los vuelvo a abrir, la dama de cabello negro ya gritó sus órdenes, delegué lo que pueda ocurrir a mis compañeros truenos.

En cuanto a mi, me está costando mantener un aspecto calmado, la tensión aun es palpable en mi ser, y no le quito los ojos de encima a los shugenjas. 

La maestra elemental del aire deja de conjurar y parece aliviada, tras ello Kaede-sama vuelve a hablar Tomo-san todos sabemos que eres sabio y que un error lo comete cualquiera, tenéis la oportunidad de enemendarlo ahora todos y tú más que nadie, tus cualidades curativas son las mejores del imperio, ellos son los nuevos truenos y necesitan de nuestra ayuda. No son nuestro enemigo dice ahora dirigiéndose a todos al contrario están dispuestos a enfrentarse al mismísimo Fu-Leng de ser necesario hace una pausa hasta ahora estos pergaminos negros que portamos sólo nos han traído miseria, deshonor y sufrimiento dice pasando la mirada a cada uno de los maestros y parando por último sus ojos en el cuerpo caído de Tsuko Hiroaki-sama me habló de la misión de estos samurais, sé que pocos confiabais en él pero habéis visto como yo su fuerza, habéis presenciado como los kami están de su parte, todos y cada uno de ellos han conseguido despertar el alma de sus armas excepto él dice señalando a Kyoshiro pero él ha conseguido despertar su kimono algo que vosotros no habéis podido percibir y además disponía de un arma sagrada y de mi ayuda. Yo hasta ahora he portado con honor el pergamino negro que se me encomendó pero ya ha llegado el momento de desprenderse de esa carga y darle un mejor uso que el que nosotros le hemos dado. Dice esto último mirando a Chi no Oni caído en el suelo Yo estoy dispuesta a perdonar todo, pero debéis dejar en manos de estos samurai los pergaminos negros que desde hace tanto llevamos con nosotros.

Después de Kaede la primera en hablar es Uona como bien dices Kaede-san estamos a tiempo de enmendar nuestros errores, yo no quiero el poder del innombrable y el camino que estábamos recorriendo era el equivocado, un camino de dolor y sufrimiento. Tomo-san, Tadaka-san dice mirando alternativamente al maestro del agua y de la tierra no voy a llevar más esta carga, Kaede-san tenía razón desde el principio, me liberaré del poder kami maldito que nos llevaba por la senda de la locura tras esto extrae un pergamino negro de su kimono y se lo entrega a Shiroi mientras dice que tengáis más fortuna con él de la que yo he tenido.

Tomo mira con una ligera duda en su rostro hacia Tadaka y este último asiente levemente muy bien, si esta es la decisión del nuevo consejo de maestros elementales no voy a enfrentarme a ello, quizás ahora nos estemos equivocando también si el poder de los pergaminos no se usa con cautela puede destruir a cualquiera, incluso a los truenos. Pero como he dicho no seré yo quien me oponga saca un pergamino negro que tenía bajo su kimono y lo entrega a Kyoshiro pero no se lo daré a una ronin dice mirando con desprecio a Shiroi si no a alguien de mi clan después se arrodilla ante Tameiki y con cara de no gustarle lo que está haciendo conjura un hechizo de curación que hace restablecer a Tameiki por completo. Sin embargo, a pesar de las visibles heridas de Shiroi e Hidenaga no hace nada por curarlas Esas heridas que lleváis vosotros dos, las tendréis como recuerdo de lo que una vez fue Tsuko y su creación. Para que sepáis que no hay que desafiar a la ligera a los maestros del fénix, y también que el poder del innombrable no hay que subestimarlo nunca. 

Ahora el último en hablar fue Tadaka que se acerca al cuerpo muerto de Tsuko y extrae un pergamino negro a la vez que coge otro que tenía el mismo entregándoselos a Hidenaga a mi me es indiferente quien sea ronin y quien no, el estatus no te hace más apto para esta carga y todos de alguna forma me habéis demostrado que sois más dignos que yo para ello. Gracias por salvarnos, aún hay esperanza, salvar ahora al imperio.

Me bajo del muro sin mucho esfuerzo, y camino tranquilamente a recibir el pergamino de parte de Isawa Tomo, me inclino con una reverencia respetuosa, aún qué mis verdaderas intenciones serían matarlos a los tres, pero me guardo eso para mi, aún no eh olvidado qué son los maestros elementales del clan del Fénix aún así, los miré con reproche e ira en los ojos.

Me giré en dirección al cuerpo del maestro Isawa Tsuke, y poniéndome de rodillas, me inclino hasta tocar la frente en el suelo, mientras elevó una plegaria por el alma del maestro caído, a pesar de qué era un enemigo, aún era un fénix, uno qué equivocó su camino, solo podía rogar por la paz de su alma.

Me levanté con delicadeza, sacudiendo el polvo de mis ropas, manteniendome en un silencio sepulcral cerca de Tameiki.

Necesito meditar... 

Era todo lo que podía pensar, además es la única forma de quitarme de encima todo este mal estar, que estoy sintiendo. Además de que también necesito leer los pergaminos dados a mi. 

Shiroi se relajó casi imperceptiblemente cuando pareció que la situación realmente se tranquilizaba, y aceptó el pergamino que le tendió la Maestra del Aire con un respetuoso saludo. 

-Los mortales podemos equivocarnos, decís bien. Pero una vez corregido el camino, deben enmendarse esos errores. -Contestó a las palabras de la shungeja. -Agradezco tu confianza al entregarnos esta carga, y te prometo, como ya he prometido, que seguiré el camino que he decidido hasta la muerte o la victoria. Pero no podemos lograrlo solos. 

Parecía que iba a añadir algo más, cuando Tomo comenzó a hablar. Palabras de resignación, pero también de resentimiento. Por un momento, la mano de Shiroi tembló, y estuvo a punto de echar mano a su espada. Su instinto le prevenía contra aquel hombre. De todos los Maestros restantes, era el único que no parecía en absoluto arrepentido por lo que acababa de suceder. Como si el uso del poder de Fu Leng para él fuese tan sólo una herramienta más en su camino hacia el poder. Pero entonces, el maestro sanó las heridas de Tameiki, y el temblor de su mano se detuvo. Por ese acto, perdonaría su actitud.

-No se lo entregaréis a una ronin. -Repitió sus palabras lentamente. Su tono era neutro, como si el veneno de las palabras de Tomo no fuera capaz de afectarla. Lentamente, Shiroi se agachó para recoger el pedazo de tela que el viento había arrancado de la guarda de su espada, y lo devolvió a su lugar. El emblema de la familia Doji brilló una última vez antes de desaparecer de nuevo bajo la tela que lo ocultaba, y la bushi se irguió para mirar a Tomo. 

La diferencia entre ambos saltaba a la vista. El Maestro del Agua estaba intacto, cubierto por las mejores ropas que un noble podría conseguir, y en buena salud. Ella, en cambio, era la imagen opuesta. Con sus ropas ennegrecidas por el fuego, su armadura mellada por una infinidad de golpes, y su rostro mostrando el cansancio y el dolor de un camino de espinas. Y sin embargo, de algún modo, irradiaba un aura de majestad, de absoluta confianza, que parecía empequeñecer al Isawa. Nadie que la estuviera viendo en esos momentos dudaría que su linaje era sin duda de la nobleza, aunque no portara emblema alguno.

-Sois libre de hacer lo que queráis, Isawa Tomo. -Continuó, con su hermosa voz vibrando por las columnas de la sala hasta llenarla por completo. -Pero recordad que el orgullo es lo que ha llevado al Fénix a estar al filo del abismo. Tal vez no es ése el camino que debáis seguir en el futuro. Yo, por mi parte, llevaré estas marcas con orgullo. He caminado a través del infierno... y volveré a hacerlo. 

-Gracias por vuestra confianza, Isawa Tadaka-san. -Dijo dirigiéndose al Maestro de la Tierra cuando éste intervino. -Hace falta una gran valentía para ser el primero en dar un paso atrás en la oscura senda en la que os habíais embarcado, y vos la habéis tenido. Ahora... por favor, emplead esa valentía en poder vuestro poder al servicio de Rokugán. Todos los necesitaremos.

-Isawa Kaede-san... -Añadió finalmente, mientras observaba cómo la ise zumi se reunía con ellos. -Creo que es el momento de ocuparnos de las heridas de Kaori-san, tal y como habíamos hablado.

Es automático, está caído e inconsciente

A medida que el grupo se internaba por las sombrías catacumbas, el gesto normalmente adusto del antiguo León se había ido endureciendo aún más a cada paso, hasta adoptar una máscara de fiera determinación, que bien podría rivalizar con el mempo más demoníaco que se hubiera creado jamás.

HIDENAGA era plenamente consciente del tremendo honor que se le había concedido. Y de la enorme generosidad que habían mostrado varios de sus camaradas en permitirle enfrentarse con el oni invocado por los Maestros Isawa. En particular, el antiguo León no podía ni imaginar lo que debería de haber significado para su camarada ONI NEGRO el cederle semejante privilegio.

De modo que no podía permitirse ningún error. Ningún descuido. Debía estar a la altura de tales sacrificios. Y esta vez, no solo porque el destino del Imperio estaba en juego. Esta vez, por sobre todas las cosas, se lo debía también a sus hermanos de armas...

En verdad, aquello había sido todo un alivio para el Akodo. Pues luego de tantos años de comandar hombres en batalla, de tener que estar pendiente de cientos de factores y miles de contingencias, de tener que permanecer alerta todo el tiempo a lo que ocurría en cada rincón del terreno, ahora por fin, las Fortunas le concedían el deleite de un único enemigo del que ocuparse.

Atroz. Brutal. Un engendro salido del propio Gigoku, cuya misma existencia era una herida abierta en el Orden Celestial. Pero solo uno...

Y además de todo, el antiguo León ni siquiera debía derrotarlo. Solo retenerlo lo suficiente, hasta que sus camaradas se ocuparan de los Maestros Elementales.

Era mejor así, por supuesto. Pues lo cierto era que HIDENAGA no tenía la menor esperanza de sobrevivir a este combate. Y meramente se contentaba con la posibilidad de resistir un par de asaltos. Y, si las Fortunas así lo querían, morder con su hoja la pútrida carne de la criatura...

Así que, cuando el horrible demonio apareció por fin frente a sus ojos, el antiguo León se lanzó contra él con un arrojo feroz. Y liberador. Del tipo que solo puede provenir de aquellos que realmente se entregan al combate con la descarnada convicción de los que se saben ya muertos.

Por supuesto, HIDENAGA no tenía ninguna consciencia de lo que ocurría a su alrededor durante la batalla. Sus sentidos simplemente hacían caso omiso de los aberrantes quejidos de la criatura. Y también de los desesperados gritos de sus camaradas, que buscaban infundir a último momento algo de cordura en los Maestros Isawa. En algún punto, el antiguo León ni siquiera notó el ardiente dolor del fuego que consumía su propio cuerpo.

Su mente vacía solo tenía un único motivo para existir. Y debía llegar hasta él.

Sin embargo, en cuanto el samurai consiguió por fin ubicarse junto al oni, las décadas de disciplina y el férreo entrenamiento Akodo acudieron en su ayuda. Y casi sin darse cuenta, el antiguo León detectó de manera innata un punto desprotegido en la grotesca anatomía de la criatura.

El oni tenía una altura descomunal. Y una corpulencia sencillamente monstruosa. Pero era precisamente esa diferencia de tamaño la que le otorgaba una inesperada ventaja al Akodo. Pues aunque los desproporcionados brazos de la bestia le permitían proteger casi cualquier parte de su cuerpo, principalmente el torso y la cabeza, podían no resultar tan adecuados para contener un golpe contra las extremidades inferiores. Que, paradójicamente, eran las que estaban más al alcance del bushi, y donde éste podía atacar con mayor rapidez.

Por supuesto, hacia allí dirigió su ataque HIDENAGA, aunque cuidándose de no revelar la dirección del golpe sino hasta último momento, haciendo infructuoso cualquier intento de defensa por parte del demonio.

El tajo fue limpio y brutal. Muy probablemente el mejor y más perfecto que el samurai hubiera efectuado jamás. E incluso mientras lo hacía, el antiguo León fue también consciente de la presencia de sus Ancestros guiando su mano.

De alguna forma, en su descenso la hoja había conseguido colarse entre los huesos y tendones que conformaban los remedos de articulaciones que sobresalían en la parte inferior de las piernas de la criatura, similares a los parecen tener los machos cabríos y demás equinos. Y el resultado había sido, literalmente, separar esa porción del resto del cuerpo.

Ante la desmesurada violencia del ataque, el oni solo pudo retorcerse de dolor, perdiendo a su vez el equilibrio. Circunstancia que HIDENAGA aprovechó para penetrar nuevamente las defensas de su enemigo, efectuando otro limpio tajo ascendente sobre su pecho.

Luego de ello, impío siervo de Fu Leng simplemente se derrumbó. Y el mundo dejó de existir.

Poco a poco, una leve y confusa cacofonía comenzó a invadir la mente del antiguo León, pero HIDENAGA apenas si le prestó atención. Por algún motivo que desconocía, tendió la mano para recibir algo que le entregaban. Pero aquel acto no tenía ningún significado para él. Solo podía permanecer inmutable, observando en silencio el cuerpo caído de su enemigo.

En cierto momento, y aún sin ser plenamente consciente de lo que ocurría, el Akodo volvió a alzar su hoja. Y con un último golpe, separó la descomunal cabeza del resto del cuerpo del engendro. Tras ello, simplemente se arrodilló para elevar una muda plegaria a los Kami...

El combate había concluido y aunque al Cangrejo le hubiera encantado destruir a todos los Maestros elementales, su deber era mantener al grupo unido y haciendo ese no lo conseguiría. 

Tras la recuperación de Tameiki se dirigió hacia Hidenaga para revisar sus heridas. Después debería ser el turno de Shiroi que presentaba heridas parecidas a las sufridas unas semanas antes en el lago, pero su voluntad se impondría a su razón así que la dejó en un segundo plano.

-"Acercaos Hidenaga-san, dejad que vea esas quemaduras y alivie ese escozor que seguro que es molesto". El Cangrejo posó toda su atención en las heridas del ExLeón dejando que los demás se prepararan para ir en busca de aquel que debía ayudar a Kaori-san (1). Los ungüentos estaban haciando buena reacción ante el fornido cuerpo de Hidenaga y al ver que las heridas sanaban a buen ritmo se levantó y se dirigió hasta la ronin.

-"Shiroi-san, dejad que vea esas quemaduras. Una herida abierta en este lugar es un foco de entrada de corrupción, debemos evitar que eso suceda"(2). Las quemaduras cambiaron rápidamente de color como si se enfriase una olla ardiendo con la llegada del atardecer, esto era buena señal, puesto que; podría revisar sus heridas otra vez antes de acabar el día

Todo se había solucionado de manera pacífica, volviendo la cordura al resto de Maestros Elementales.
Valkai sonrió satisfecho al no tener que usar su No-dachi, envainado la espada finalmente.

Tomo se ocupó de las heridas de Tameiki, que gracias a las Fortunas había sobrevivido.
En todo caso, la actitud del Maestro del Agua despreciando a Shiroi no le gustó.
Muchos aires te das por haber estado jugando a hacer el Maho.
Independientemente de los orígenes de cada cual, lo que nos juzga son nuestros actos.
Y los tuyos dejan bastante que desear. le respondió, mirándolo de forma despectiva.
Ahora si el muy idiota se sentía ofendido y quería limpiar su honor, volverían las hostilidades.

Pero no iba a dejar que alguien que había traicionado el Imperio y al Orden Celestial insultara a su compañera alegremente.
Tras ello, esperaría a que Kaede sanara el brazo de Kaori para reemprender la marcha.

La Dragón, esquivando el muro de piedra, llegó tarde y cuando el combate había terminado. Observó en silencio a los Fénix, que parecían haber recuperado el buen sentido, y comprendió el por qué al ver el guiñapo que uno de ellos formaba sobre el suelo. Además el Oni estaba inconsciente, y sin duda la bestia era un digno rival. Asintió para sí misma. Expulsó el aire de sus pulmones despacio, devolviendo su respiración a la normalidad, y agradeciendo a los kamis por tan sencilla resolución con los Maestros Elementales