Partida Rol por web

Hidenaga se lanza a la batalla y tras decir un breve Ahora echa a correr. Le seguís todos. Valkai en su caballo se mueve bien entre los combates; sin embargo, Kyoshiro que no ha tenido tiempo de soltar la montura se le ve un poco torpe. Parece que el antiguo León ha intuido lo que iba a ocurrir y en el momento preciso en que Junzo queda solo en medio del combate llegáis hasta él corriendo.

Junzo va armado con una Katana y vestido con una armadura ligera, sus movimientos son muy rápidos, se gira hacia vosotros y se os queda mirando algo sorprendido, parece que no sabe ubicaros ¿quienes sois? ¿a qué habéis venido? no sabéis el motivo exacto de sus preguntas, si es para ganar tiempo o porque sinceramente no sabe qué hacer. 

Tienes razón puedes sumar +2 a percepción.

Finalmente, el momento llegó. Sin dignarse a dar más explicaciones, fue Hidenaga quien se lanzó hacia el combate, sin dejar claro sus intenciones, pero sin dar al resto del grupo otra opción que no fuera seguirlo. Y eso hicieron.

-¡Valkai-san! –Grito Shiroi hacia el unicornio con todas sus fuerzas para que éste pudiera escucharla mientras corrían por el caótico campo de batalla. -¿Qué nuevas traéis de los Maestros Elementales? ¿Qué ejército es el que está bajo la influencia de la Mancha?

Esperó la respuesta del Unicornio mientras corrían siguiendo al antiguo León convertido en ronin. Y así, finalmente, alcanzaron el centro exacto de las líneas Asako, en las que su general parecía haber quedado momentáneamente expuesto.

Sorprendida ante la facilidad con la que habían llegado ante el general del ejército, sin haber tenido siquiera que usar la espada ni una sola vez., Shiroi observó la figura de Junzo. Vestido con una armadura ligera y una katana, no parecía exactamente lo que cabía esperar del señor de la escuela de shugenjas más extraña del Escorpión. Pero se movía deprisa… tal vez, demasiado deprisa. ¿Eran los kamis los que le rodeaban de ese poder, o tal vez fuera el toque de Jigoku quien lo imbuía de su oscuro poder?

-Estamos aquí porque lo que empezó Shoju, antes Bayushi, no ha acabado aún. Porque aún hay esperanza para Rokugán. –Respondió ante las preguntas del antiguo daimio, previendo que tal vez pudiera ser bueno que fuese ella la que comenzara a hablar. –Pero estaba batalla no ayuda al futuro de nadie, Junzo-san. No obstante, no soy yo quien ha de hablar ahora. Es Tameiki-san quien lo hará por todos nosotros.

Después de esas breves palabras, Shiroi se hizo ligeramente a un lado, y dejó su mano bajara lentamente hasta apoyarse sobre la empuñadura de su espada con la misma suavidad con la que un copo de nieve se posa sobre la hierba en un día de invierno. Sus párpados cubrieron parcialmente sus ojos cuando la ronin se concentró, alejando todo pensamiento innecesario de sí misma. El Imperio no existía. La batalla no existía. El mundo había reducido su infinito hasta quedar limitado al alcance de la hoja de su espada. Pero dentro de ese pequeño mundo, no había nada que no pudiera cortar.

Y, finalmente, JUNZO se había visto obligado a despojarse de sus últimas unidades de reserva, lanzándolas de  manera apresurada al frente de combate para intentar recomponer sus resquebrajadas líneas. Entre estas, HIDENAGA sospechaba que se encontraba también la propia guardia personal del antiguo Escorpión. De modo que pronto ya nada se interpondría entre la posición de los Truenos y la del misterioso hechicero devenido en general.

El veterano gunso había aguardado con paciencia aquel instante, convencido de que la superior táctica de UJIMITSU habría de doblegar tarde o temprano a sus oponentes, impulsándolos a tomar medidas desesperadas. Sin embargo, sabía también que restaba lo más difícil, pues sus movimientos deberían de ser absolutamente precisos.

Si se lanzaban con demasiada premura, quizás todavía podrían llamar la atención de algún pelotón rezagado, que no tendría inconvenientes en interceptarlos. Por el contrario, si aguardaban más de lo necesario, corrían el riesgo de que la batalla terminara por decantarse definitivamente hacia el bando de los Isawa, y que JUNZO y los suyos huyeran despavoridos.

Los ojos del antigo León se habían convertido en meras rendijas ardientes, mientras el Akodo procuraba no perder detalle alguno de lo que ocurría en el campo. Cada instante contaba. Cada latido. Cada señal de los generales podía darle la pista que necesitaba para adivinar sus movimientos y ganar ese suspiro de ventaja que necesitaba.

De manera inconsciente, completamente absorbido por la tensión del momento, HIDENAGA no pudo evitar llevarse una mano al obi y murmurar unas plegarias a las Fortunas... Si todavía seguían con ellos, aquel sería un buen momento para echarles una mano. Pues una mala decisión bien podría equivaler a la muerte de todos. O, en el mejor de los casos, de decenas de inocentes.

- AHORA !!! - gritó repentinamente el antiguo León, a la vez que se lanzaba sin mayores ceremonias hacia el campo de combate, sin detenerse a comprobar que sus camaradas efectivamente lo seguían y con las facciones desencajadas por la tensión liberada.

Aquello había tomado por sorpresa incluso al previsor Akodo. Pues la brecha había aparecido en el último momento, apenas divisada por el rabillo del ojo mientras el antiguo León estaba ocupado observando otra zona del combate.

Uno de los capitanes de las unidades de reserva había dado la orden a sus hombres de abandonar el flanco que les correspondía, para intentar apoyar a una de las castigadas divisiones que mantenían el centro de la línea. Para hacerlo, debían necesariamente desentenderse de la posición en donde estaban, desde la cual tenían una visión privilegiada sobre el sector que servía de mirador a HIDENAGA y los demás Truenos. Ningún movimiento habría pasado desapercibido a aquellos sujetos. Pero ahora decidían alejarse de allí.

O eso parecía. Pues lo cierto era que resultaba imposible estar completamente seguro desde semejante distancia. Quizás aquellos ademanes no eran más que reprimendas a sus subordinados...

En cualquier caso, la brecha solo se mantendría por unos momentos. Pues aquella posición pronto volvería a ser ocupada por alguna de las numerosas divisiones que buscaban retirarse del frente para retomar aire y recomponer sus líneas.

Así que, sin pensárselo dos veces, confiando plenamente en sus instintos de guerrero y en el guiño de las Fortunas, el antiguo León se lanzó desenfrenadamente al combate.

Sin embargo, por obra y gracia de las Fortunas (o quizás del Maligno), ese combate nunca llegó. Y los Truenos pronto se encontraron sanos y salvos en la posición de JUNZO, sin haber tenido siquiera que derramar una sola gota de sangre en el trayecto.

Al llegar, HIDENAGA elevó un mudo agradecimiento a las Fortunas por sus bendiciones. Quizás no había podido evitar que el Fénix se desangrara en una lucha amarga y sin sentido. Y solo había podido observar impotente como los hermanos se masacraban entre sí. Pero al menos no había contribuido con su propia katana a seguir sembrando dolor y tristeza.

Su trabajo estaba hecho. Ahora tocaba a otros cumplir su papel en la historia...

Todo ocurrió demasiado deprisa: Valkai y Kyoshiro estaban de vuelta, la orden de Hidenaga, imperiosa, hizo que fueran tan rápido como podían al fragor de la batalla. Allí, instantes más tarde, estaban frente a Junzo. La primera en tomar la palabra fue, como era habitual, Shiroi, que no hizo sino cederle el honor de explicar su cometido a quien habían tenido la suerte de encontrar. Junzo... la mano derecha de Shoju.

-Junzo-sama -dijo únicamente cuando Shiroi se hizo a un lado, dando ella misma un paso para encontrarse más cerca del otrora Yogo- Mi nombre es Tameiki, y vengo aquí porque nuestro destino así lo dicta... Tenemos razones para creer que tiene en su posesión algo que podría decidir el destino del Imperio en su conjunto. Algo que no puede caer en manos no indicadas. Sólo hemos venido hasta aquí para pedirle que, de ser cierto, demuestre al Imperio su voluntad y sea partícipe de la salvación del mismo -expuso, con sus ojos brillando por la emoción mientras miraba el rostro de su interlocutor- . No venimos a presentar batalla, tan sólo... venimos a cumplir nuestro destino -terminó, de forma amarga, antes de dejar que Junzo tomara la palabra.

Respiró profundamente, pues algo no encajaba. La brisa corría a su alrededor, haciendo moverse al césped y su pelo cobrizo. Inhaló lentamente por la nariz para expulsar el aire segundos después; segundos eternos. Se concentró en su latido, y en el de Junzo. Cerca de ambos, otro latido, más calmado incluso que el de la propia Tameiki. Junto a ese, otros muchos, algunos de los cuales bullían con el furor del fuego, espoleados por el fragor de la batalla. Volvió a tomar aire por la nariz, y volvió a exhalarlo. Su mirada seguía fija en Junzo, en su figura, en sus gestos, y pidió a las fortunas, a sus ancestros y, si es que podía escucharle, a su sensei, por que no ocurriera aquellos que llevaba noches soñando. Suspiró, esperando que Junzo respondiera.

El Cangrejo observó el regreso de sus compañeros por el rabillo del ojo mientras su cuerpo estaba preparado para salir corriendo de ser menester. Sentí el tacto suave y fresco de la empuñadura de su tetsubo contra la palma enguantada de su mano y sus pupilas estaban dilatadas por la emoción y las ansias de entrar de nuevo en combate.

La orden de Hidenaga no se hizo esperar demasiado y la carrera del Cangrejo siguió a la del ExLeón a través de las líneas de la alianza Asako-Junzo. La brecha estaba al alcance de los Truenos, sin embargo Oni Negro dejó paso a sus hermanos a pie cerrando el grupo y manteniéndose en posición defensiva en todo momento y posando un ojo allí donde nunca se esperaría un ataque, un lugar que él mismo elegiría de ser el atacante. (1)

Al llegar hasta la posición de Junzo Shiroi y Tameiki tomaron la palabra y el Cangrejo solamente estaba preparado para combatir, ese era su cometido y lo cumpliría como mejor pudiera.

Kyoshiro escuchó como Shiroi preguntaba a Valkai por los maestros elementales, no entendió porque le preguntó sólo a él. Quizás fuera porque le veía con dificultades para moverse por el campo de batalla en la montura; pero aún así le extrañó. Viendo que Valkai no respondía y que se acercaban a su destino (Junzo) respondió por él lo que pudo dada las circunstancias ES LARGO DE CONTAR, LUEGO HABLAMOS gritó en el fragor de la batalla mientras seguía intentando controlar a la montura.

Al arribar a Junzo se bajó del caballo y sostuvo con una mano las riendas mientras con otra empuñaba su katana, era consciente de que el caballo le iba a entorpecer pero más adelante le haría falta para no retrasar al grupo.

Allí estaba quien, según la gente que habían encontrado por el camino, era en parte responsable de la guerra de su clan y además poseía un pergamino negro. Si fuera por él le habría atacado directamente pero bien es cierto que no era el único y además no estaba de más asegurarse.

Poco a poco mientras exponíais vuestros motivos para estar allí, algunos ronin empezaban a rodearos, sin duda la guardia personal de Junzo, llegáis a contar tres armados con katana y con armadura ligera.

Claro respondió Junzo yo también estoy aquí para la salvación del imperio. ¿Como vais a cumplir vuestro destino? preguntó ante la intervención de Tameiki.

El tiempo pasaba, pero dentro del pequeño mundo de Shiroi, la mayor parte de cosas carecían de importancia. Los ronin que habían llegado para rodearlos se verían contenidos por Oni Negro y los demás Truenos, pero mientras ninguno de ellos cruzase la invisible línea que delimitaba su círculo de concentración, ni siquiera prestaría atención. Toda su atención estaba fija en el hombre que ahora respondía a Tameiki. Un hombre que, una vez más, respondía con evasivas a las palabras de la joven. Y mientras tanto, el tiempo corría.

-Reuniremos los Pergaminos. -Intervino Shiroi en voz baja, modulada para que alcanzara únicamente al antiguo daimio y quienes conversaban con él. -Y los usaremos para acabar con aquel cuya esencia guardan. Acabaremos lo que trató de empezar Shoju. Si aún guardáis lealtad hacia él, por el deber que una vez le profesasteis, entregadnos lo que guardáis y cumplid vuestro papel en el Destino.

-Pero cada minuto cuenta. -Añadió con una voz suave que dejaba entrever la férrea voluntad que se escondía tras ella. -La tormenta ha comenzado, Junzo... y se nos ha ungido como Truenos.

Miró de reojo a Shiroi mientras hablaba, y aprovechó para contar a los ronin que les rodeaban. Respiró profundamente antes de mirar fijamente a Junzo.

-El tiempo apremia, Junzo, antes Yogo -añadió.

Sus ojos se clavaron en Junzo férreamente. Cuando los ronin que formaban su guardia los rodearon los siguió por el rabillo del ojo. No sentía deseos de combatir contra ellos, pero se preparó sin dudar para ello si era necesario. La Dragón, mucho más alta y corpulenta que la mayoría de sus congéneres monjes -y, de paso, rokuganíes- deslizó levemente el talón; de modo apenas perceptible, pero lo suficiente como para que le sirviera de apoyo. En caso de iniciarse el combate podría enzarzarse sin problemas

Regresaron junto a Kyoshiro a toda prisa.
La batalla estaba en su punto álgido, pero por suerte pudieron encontrar a sus compañeros, como si un aura invisible los delatara.
Valkai cabalgó utilizando toda su pericia a lomos de su montura hasta alcanzar a sus compañeros.
La voz de Shiroi preguntó sobre lo que habían hecho en Kyuden Isawa.
Valkai aguardó a que fuera el Shiba quien diera las explicaciones, pero este parecía con grandes dificultades para controlar su montura y dio largas a sus compañeros.
Finalmente el Moto decidió hablar.
Los Maestros Elementales... cada uno dispone de un Pergamino Negro. No obstante, están siendo tentados por La Mancha y podrían usarlos para un macabro ritual de invocación según dijo Kaede-sama...
Debemos apresurarnos. explicó Valkai sobre la marcha.

Aún así, lo más inmediato era Junzo y su pergamino.
El Escorpión se mostró enigmático ante las preguntas de Tameiki y Shiroi, mientras unos ronin se acercaban para proteger a su Señor.
Valkai tomó el mango de su no-dachi, listo para usarlo en caso de que se desataran los acontecimientos.

Una sonrisa sarcástica se dibuja en el rostro de Junzo, mientras otros dos ronin (en total 5 más Junzo) se ponen alrededor vuestra es decir, que para salvar el imperio os tengo que dar sin reservas uno de los bienes más preciados del imperio. Es más os lo tengo que dar ahora teniendo en cuenta que no os conozco de nada y que estoy en medio de una batalla. No os ofendáis pero sólo un loco haría eso. No sé como ha llegado a vosotros esa información pero creo que exigirme que os lo de aquí y ahora sin más es algo que no está en mi mano pues mi honor y mi destino me lo impiden. Echaros a un lado y dejarme continuar mi cometido o tendré que acabar con vosotros. Tras esto se pone en posición de combate al igual que su guardia dando por terminada la conversación.

Gastar vacío para aumentar la iniciativa requiere de dos puntos de vacío, más otro que has gastado para resistir la mancha. Luego ya no te queda vacío para hoy.

Meditación no has tenido un momento oportuno para ello.
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