Partida Rol por web

Decidís partir hacia tierras Dragón, por el norte del bosque Shinomen, cruzando el paso de la Flor de Ciruelo.

El camino hasta salir de las tierras sombrías se hace duro. Cuando salís gracias a la pericia de algunos conseguís más agua y alimentos. El jade que poseéis aún mantiene algo de brillo.

Son varios días de viaje hasta llegar al paso. El cielo está despejado y hace buen tiempo, sin embargo en un instante el cielo está totalmente lleno de nubes negras, rayos y truenos caen por todos lados a la vez que una lluvia fuerte. Una voz procedente de todos lados, parece que viene del cielo os habla no hay tiempo, es la hora, debemos acabar con él cuanto antes o será el fin os dais cuenta de que quien está hablando está a unos metros vuestra, no sabéis como, pues hace un instante no había nadie. Tiene la apariencia de un samurai del Clan del Dragón embutido en una armadura completa de muy buena calidad y destaca en su rostro unos ojos amarillos que podéis ver todos con claridad.

La Dragón sabía quién era aquel hombre, así que hizo un gesto con la mano a los demás para que no tomaran ninguna acción ofensiva o defensiva. Simplemente no era necesario. Avanzó con paso agotado y se inclinó ante él, con la frente apoyada en tierra. -Togashi Yokuni-sama, es un honor estar ante su presencia habiendo cumplido su voluntad. Los Pergaminos Negros están a su disposición -apartó el amplio zurrón y lo colocó a su lado
-Largo y arduo ha sido el camino, sin embargo no ha hecho más que insuflar determinación en nuestro espíritus. Los nobles compañeros que me acompañan son buena prueba de ello. Su voluntad ha sido inquebrantable -ladea levemente la cabeza hacia ellos. Ninguno, que ella sepa, ha sido manchado hasta el punto de convertirse en enemigo. Y si bien las heridas pudieran acompañarlos de por vida, no serían sino un recuerdo del día en que honorablemente salvaron Rokugán del mal encarnado

-¿Qué ordenáis, mi señor? -preguntó en última instancia, agachando de nuevo la cabeza. Su daimyo rebosaba poder, y si bien era casi imposible frecuentar su presencia salvo que se fuera llamado, creyó atisbar un poder en su interior que ni sus propios ojos eran capaz de contener

Una voz potente que vuelve a venir de todos lados devuelve las palabras a Kaori antes de nada, agradezco que pongas a mi disposición los pergaminos negros, pero no soy yo quien debe usarlos si no vosotros. ¿Sabéis lo que hacen? ¿Los habéis abierto todos? Sé que os falta uno, no os preocupéis por ello de momento, quizás no haga falta.

Cada vez que su mirada de ojos amarillos se cruza con tus ojos, una voz resuena dentro de tu cabeza el doceavo pergamino lo guardo con mi propia vida, si caigo frente a él, deberás arrancármelo del corazón

Arqueó una ceja ante la súbita aparición. Kaori parecía reconocer a la figura, pero Tameiki no se podía fiar, habiendo aparecido de la nada, de que fuera un aliado y no una ilusión o una trampa. Se mantuvo con gesto serio, con los brazos relajados, dispuesta a hacer lo que hiciera falta por proteger al grupo.

Parecía que sabía bastante de los pergaminos, y por como hablaba su compañera, era su daimyo. Lo que Kaori no parecía entender es que ya no era su señor, y que él no debía coordinarlos.

-Supongo que sois Togashi Yokuni-dono. Mis respetos para el Señor del Dragón. –La voz de Shiroi se alzó, clara y serena incluso a través de la tormenta que estallaba a su alrededor, mientras la ronin dedicaba una cortés inclinación a la poderosa silueta del hombre. –Y doy por hecho que ya sabéis todo lo que es necesario de nuestra propia misión e identidad.

La mano izquierda de Shiroi estaba apoyada en la bolsa que llevaba a su costado, donde aún guardaba el primer Pergamino que recibieron, y el único que no había sido portado hasta ese momento por la ise zumi. Por un momento, se preguntó si realmente podían confiar en el hombre que tenían frente a ellos. Pero al instante siguiente, se respondió que no les quedaban muchas otras opciones.

-Sólo hemos abierto algunos de ellos. Cada vez que se abren, las garras de Jigoku se clavan en nuestras almas y nos restan aún más tiempo. –Contestó a las últimas palabras del Dragón. –Pero no sabemos qué uso podemos darles, más allá de aprender algo de las palabras que en ellos están escritas. Si realmente Fu-Leng está en el cuerpo del Emperador, aún no sabemos cómo llegar hasta él, ni cómo usar el poder de estas reliquias para derrotarlo. Confiamos en que podáis ayudarnos en eso.

-El Imperio se desangra. –Añadió, un momento después, sin ocultar la amargura de su voz. –El Cangrejo ha traicionado a Rokugán. La Grulla está muerta, e incluso muerta desangra al León. El Escorpión no existe, y el Fénix estaba Manchado desde la ambición de sus maestros. ¿Cómo marcharemos hasta la capital? ¿Nos acompañarán las hojas de vuestros Mirumoto?

La cara de la Dragón palidece ostensiblemente. No parece que sea por las palabras que salen de la boca del campeón de su Clan, sino de algo más. No podía comprender cómo era posible algo así, pero intuyó que de todos los campeones de Rokugán, Togashi Yokuni era el más acertado para su salvaguarda. Asintió despacio, sin entenderlo por completo pero decidida a cumplir su voluntad

-No han sido todos abiertos, mi señor. Hemos tratado de entender los que sí han sido leídos, con mayor o menor acierto -respondió, ahora sí a sus palabras. ¿De verdad comprendían el poder de los Pergaminos Negros, o cómo utilizarlos contra el enemigo de darse el caso? No se atrevió a considerar en voz alta que su propio señor los leyera, pero deseaba fervientemente que su sabiduría los iluminara

El pergamino en manos de la tribu de Rátidos fue conseguido de forma más rápida de la esperada, cuando Shiroi hizo gala de su habilidad con la espada y derrotó al samurai que dijo ser descendiente del Kami Hida.

Con el objetivo cumplido, viajaron a Tierras Dragón, donde encontraron al mítico Daimyo Togashi Yokuni.
El Campeón Dragón estaba allí para ayudarles, para planear el asalto definitivo a Otosan Uchi.
Valkai desmontó y se arrodilló al ver a semejante personalidad.
No dijo nada, pues sus compañeras habían hablado suficiente, pero de vez en cuando observaba al mítico Yokuni con admiración.

Una voz proveniente de todos sitios a la vez, como eco de la tormenta que os rodea responde a las palabras de Shiroi y Kaori hay dos tipos de pergaminos, unos son para aprender a usar el poder del Jigoku contra el enemigo y otros son para limitar el poder de Fu-Leng. Los que son para aprender a usar su poder no es necesario que los uséis si os veis con fuerza para derrotar al kami caído pero los que son para limitar su poder los debéis usar o nada tendréis que hacer contra él. Pero antes de que uséis los pergaminos, debéis tener los doce o no servirá de nada. Pero como dije antes de momento no os preocupéis por ello. Ya he advertido sobre como actuar en caso de que sea necesario.

 ¿Cómo marcharemos hasta la capital? ¿Nos acompañarán las hojas de vuestros Mirumoto?

No será necesario. Antes de nada debéis identificar los pergaminos y repartirlos entre vosotros para poder usarlos si no hubiese más remedio.

Daos prisa.

Se giró hacia los demás y colocó el zurrón con todos los Pergaminos Negros ante ellos. Lo abrió, y una sensación de oscuridad manó de ellos como si una nube de densa malevolencia los recubriera. Tantos esfuerzos y tanto sufrimiento habían dado su fruto, y allí estaban. Los pergaminos capaces de contener y destruir la fuerza de Fu-Leng. Una sonrisa cruzó el rostro de la Dragón, pues mucho era el poder allí reunido, y por si fuera poco contaban con la ayuda de su Campeón. La esperanza cubrió el corazón de Kaori como un manto imposible de penetrar. Quién sabe cuánto iba a durar aquella sensación, pero ahora mismo se sentía invencible

La repartición de los pergaminos no sería tarea sencilla. Ella apenas había echado un vistazo a uno, así que no decidió en ningún caso a quién otorgar cada cual. Los que más se habían implicado en la lectura debían consensuar cuáles les tocaba a cada uno de los presentes

Me sentía alegre de abandonar aquel temible lugar con vida. Los sucesos allí acaecidos me acompañarían hasta el fin de mis días, así como su huella permanecería en mi como un recordatorio del mal que nos acecha.

Ya en tierras del Dragón la inesperada aparición del a todas luces Daimyo del clan Dragón me deja sorprendido. Su forma de hablar me pone nervioso, no se que truco esta utilizando pero es perturbador.

Puesto que mis compañeras están llevando la voz cantante en la situación, espero con paciencia a que se de la ocasión de intervenir en la conversación.

El Cangrejo se mostró distante en todo momento, reconocía el poderío del Daimio Dragón, pero si no poseía el último pergamino o conocimientos acerca de su paradero su presencia allí era cuanto menos dudosa, por lo que se mantuvo alerta. Sin embargo le saludó como debía inclinándose en una reverencia pronunciada.

Cuando Kaori mostró los pergaminos Oni Negro miró a Shiroi. –“Debemos decidir quiénes leerán los pergaminos que nos quedan por abrir. Supongo que estamos de acuerdo en que debe ser Kaori-san la que los porte. Shiroi-san, tu determinación nos ha traído hasta aquí, por lo que creo que tu voz debe ser la primera en ser escuchada”.

Shiroi escuchó en silencio la respuesta del daimio del clan del Dragón, meditando las implicaciones de sus palabras. Aún no comprendía cómo planeaba plantar cara a Fu-Leng, escondido como estaba tras todas las barreras del palacio imperial, pero tal vez el plan del Togashi fuese más allá de lo mundano. No obstante, acababa de aparecer de la nada ante ellos.

Pero fue cuando Oni Negro pronunció su nombre cuando salió de sus reflexiones para devolver su atención al presente.

-El Pergamino que porto ya fue abierto tiempo atrás… -Comenzó a decir, sacando de su contenedor la oscura reliquia y sosteniéndola frente a ella sin disimular la repugnancia que le inspiraba. En sus palabras sólo había humildad. –Pero sólo hablaba de la profecía en la que el último Hantei destruiría el Imperio. No alcanzo a entender cómo esas palabras pueden ayudarnos a usar el poder de Jigoku, o a limitar el poder del enemigo... y tampoco sabría identificarlos. Pero apenas conozco nada de los kamis y su sabiduría… en último término, no soy más que otra bushi más.

-Pero incluso así… -Añadió, un momento después. –Creo que tenemos que repartirlos… tenemos once pergaminos, y seis de nosotros deben llevarlos. Así que serán dos para cada uno… uno que sólo llevará uno… y Tameiki para controlarnos.

-Si llegamos al combate, yo daré el primer golpe. –Dijo, con una calma absoluta en la voz, la calma de quien ya ha hecho las paces con su destino. –Pero no me hago ilusiones. Soy una duelista. Si ese corte no termina el combate… puede que no alcance a golpear una segunda vez. Puedo ser yo la que porte sólo uno.

Ante la disyuntiva de quién llevaría qué pergamino, Valkai no pudo si no intervenir para dejar claro que estaba dispuesto a asumir el riesgo.
Yo ya he leído dos y los sigo portando, así que no hay nada que cambiar en mi caso. dijo, dejando claro que así sería como se presentaría a la decisiva batalla.

A pesar de su orgullo, y de la inquebrantable fe que tenía respecto de su misión, y del lugar de cada uno de sus camaradas en ella, HIDENAGA lamentó amargamente que aquel extraño personaje que habían encontrado en medio de las Tierras Sombrías no pudiera acompañarlos. Tanto, que a punto había estado de alzar su voz para intentar hacerle cambiar de parecer.

Consideraba que era un completo desperdicio que alguien con sus habilidades permaneciera allí, en medio de la nada y lejos del combate, cuidando de aquellos extraños seres mitad hombres y mitad ratas. Y no podía entender el motivo por el que tan poderosa entidad prefería mantenerse al margen del Imperio, sin inmiscuirse en sus asuntos, ni siquiera en la hora de mayor necesidad.

De todos modos, el antiguo León sabían bien que había otros poderes en juego en aquella partida. Y unos cuyos designios solían escapar al pobre entendimiento de los meros mortales. Así que optó por guardar silencio y despedirse del misterioso guerrero con una profunda y muy respetuosa reverencia.

Quizás era realmente quién decía ser. O tal vez no. El Akodo no tenía motivo alguno para dudar de sus palabras, pues el extraño se había comportado en todo momento con gran dignidad y respeto. Pero fuera quien fuese, parecía tan decidido como los propios Truenos a acabar con la amenaza del Enemigo. Y eso aliviaba en cierto modo al atribulado samurai... si fallaban, quizás todavía quedara alguien dispuesto a continuar la batalla.

Inmerso en estos y otros pensamientos, el antiguo León permaneció tan callado como el resto de sus camaradas durante el viaje que los llevó de regreso al Imperio. Y solo cuando la imponente presencia del kami Dragón apareció ante ellos, aquel vozarrón severo y firme volvió a retumbar en medio del temporal.

- Como bien decís, noble Togashi-dono, creo que deberíamos conocer cada pergamino antes de repartirlos. - respondió luego de saludar al recién llegado con una solemne reverencia, del tipo que solo hubiera dedicado al propio Toturi, quizás - Aunque ello supone varios problemas.

- En primer lugar, como ha mencionado mi camarada SHIROI-sama, está la corrupción que encierran. Con solo observarlos podemos sentir que la oscuridad crece en nuestro interior. Y ninguno sabe cuándo esta puede volverse incontrolable.

- Pero además de ello, ya hemos podido comprobar que leer su contenido no siempre nos acerca más a su significado. Quizás en este punto podamos contar con vuestra guía, noble señor.

- Finalmente, y siguiendo vuestro consejo, creo que lo mejor será identificar los pergaminos que limitan el poder del Maligno. Y utilizar solo esos, dentro de lo posible. Pero no repartirlos así, sin más, entre todos.

- Cuando llegue el momento, algunos tendremos que conformar la primera línea de ataque. Y enfrascados en combate, no creo que estemos en condiciones de desencadenar el poder de los pergaminos. Pero aquellos que permanezcan en reserva durante los primeros instantes, tal vez si cuenten con la libertad suficiente para ello.

- Tal vez sean estos quienes deban utilizar todos los pergaminos.

- En primer lugar, como ha mencionado mi camarada SHIROI-sama, está la corrupción que encierran. Con solo observarlos podemos sentir que la oscuridad crece en nuestro interior. Y ninguno sabe cuándo esta puede volverse incontrolable.

De nuevo una voz que parece venir de todos sitios responde por desgracia es así, pero tenéis que asumir el riesgo o todo estará perdido, la labor que se os ha encomendado es acabar con Fu-Leng y si no consigo vencerlo es estrictamente necesario que tengáis identificados todos los pergaminos y sepáis como usarlos.

- Pero además de ello, ya hemos podido comprobar que leer su contenido no siempre nos acerca más a su significado. Quizás en este punto podamos contar con vuestra guía, noble señor.

Realmente no, sin leerlos no sabría cual es cada uno, pero no me corresponde a mi leerlos. 

- Cuando llegue el momento, algunos tendremos que conformar la primera línea de ataque. Y enfrascados en combate, no creo que estemos en condiciones de desencadenar el poder de los pergaminos. Pero aquellos que permanezcan en reserva durante los primeros instantes, tal vez si cuenten con la libertad suficiente para ello.

El poder de los pergaminos lo deberéis desencadenar previamente al enfrentamiento, cuando tengáis todos ellos, o estaremos perdidos. 

- Tal vez sean estos quienes deban utilizar todos los pergaminos.

 Debéis repartirlos o aquellos que lean la mayoría sucumbirán a la mancha.

El Cangrejo escuchó atentamente las palabras de sus camaradas y las del Daimio Dragón antes de tomar parte en la conversación de nuevo. –“Hidenaga-san tiene razón, por lo que me ofrezco a formar parte de la primera línea de combate. Aunque es conocido por todos los que nos encontramos aquí que mi estilo no es de la infantería pesada Hida”.

-“Respecto a la lectura de los pergaminos me ofrezco a leer los obtenidos en tierras Cangrejo. Gracias a la técnica que Hiroaki-sama me enseñó creo poder aguantar su maldad hasta encontrar nuestro sino en la batalla contra en Innombrable”.

La mirada del samurái de la pesada armadura negra posó su mirada sobre las inmediaciones del Daimio Dragón. –“Nos falta un pergamino, ¿Sabéis dónde se encuentra? ¿Podéis ayudarnos a encontrarlo?” Comentó sin antes ofrecer una profunda reverencia al protector del Clan al que pertenecía Kaori.

“Nos falta un pergamino, ¿Sabéis dónde se encuentra? ¿Podéis ayudarnos a encontrarlo?”

Con la tormenta se escuchaba la voz del daimyo como si viniera de los mismos truenos sé donde se encuentra y Kaori también, pero hasta llegado el momento oportuno no lo tendréis y tampoco debéis usarlos contra él hasta que los tengáis todos. 

Cuando su mirada se cruza con la tuya oyes de nuevo su voz en tu cabeza recuerda, si yo caigo deberás arrancármelo del corazón e inmediatamente leerlo y usarlo