Partida Rol por web

"Genial... Aquella cosa les había seguido..." pensó el semielfo con amargura. Probablemente era esperable, pero aún así, tenía esperanzas de que se hubiera dado por vencida y les dejara en paz. Cosa que, visto lo visto, parecía improbable. Al menos, ahora estaba en tierra firme, y tenía la espada en las manos. Aunque no tuviera ni idea de manejarla. Aún así, la interpuso entre la sombra y ellos, procurando sonar amenazador.

-Escucha, yo sólo quiero salir de aquí. Lárgate y déjanos tranquilos-se limitó a decir, sabiendo que quizás, en un discurso más extenso, la voz le traicionaría y revelaría su debilidad. Dudaba mucho que aquello fuera a dar resultado, pero debía intentarlo. 

El lobo se mantuvo también a la espera, con el pelo del cuello erizado ante la presencia de aquella cosa, y mirando con desconfianza en su dirección. Estaba seguro de que había vuelto para intentar matar a su amigo y a él mismo, pero el druida parecía intentar razonar con aquella cosa. Iba a ser inútil. Colmillo lo sabía. La única manera de interactuar con otros depredadores, o con manadas rivales, era pelear. La alternativa a pelear por mantener lo ganado era escapar y ceder ese terreno al rival. Pero no había nada más. 

La draña había conseguido lo que quería, aguardó unos instantes a que aquellos animales pasaran y después trepó por las mochilas para volver a encaramarse al puente.

Después sonrió satisfecha al ver como se abalanzaban sobre los demás contrincantes. Recogió el espadón del puente, junto a las mochilas y se dispuso a meterse en la jaula.

Una vez dentro usó el espadón para atrancar la puerta y sacó la ballesta y los virotes. Todo el que quisiera llegar hasta ella acabaría agujereado mucho antes.

La semiorca que esperaba que saliera de debajo del agua la enana para acabarla nunca la vio salir, al parecer habia muerto ahogada, aprovechando el descuido de la semiorca el forjado la ataco, enfurecida corrió desde donde estaba hacia donde el forjado se encontraba y al llegar lo suficientemente cerca de el, lanza y escudo en mano, con fuerza lo ataco intentando atravesarlo con la lanza y acabarlo en un solo golpe.

¿Seguiremos matándonos entre nosotros o vamos a unirnos para salir de aquí?

El gnomo se puso en pie de nuevo y volvió a tratar de subir por aquella pared, pero las piedras estaban muy resbaladizas y no parecía una tarea muy sencilla, así que, desgraciadamente quedó a merced de la sombra.

Mientras tanto la forjado volvió a apuntar de nuevo a la semiorca, con tan mala suerte que el virote pasó aún más lejos que antes. La flecha se volvió a perder por la sala, dejándola con una menos para aquella batalla.

La sombra continuó tratando de acabar con aquel gnomo, y esta vez tuvo algo más de suerte que antes, pues logró, una vez más, succionar parte de su energía vital y así dejar a su enemigo cada vez más débil.

El error del forjado le supuso el principio de su muerte, la semiorca se giró sobre sí misma, para encontrarse con aquella que le había atacado, al verla armada con la ballesta, salió corriendo para atravesarla con la lanza que poseía. La forjado cayó al suelo inconsciente, aunque no se pudo ver ni un hilo de sangre salir de su herida... ¿Seguiremos matándonos entre nosotros o vamos a unirnos para salir de aquí? Dijo de forma general para quién quisiese oirla.

La draña había conseguido lo que quería, aguardó unos instantes a que aquellos animales pasaran y después trepó por las mochilas para volver a encaramarse al puente. Después sonrió satisfecha al ver como se abalanzaban sobre los demás contrincantes. Recogió el espadón del puente, junto a las mochilas y se dispuso a meterse en la jaula.

Los tigres despedazaron y arrancaron las tripas del semiorco dejándolo completamente descuartizado en un abrir y cerrar de ojos. Un enemigo menos del que cualquiera tendría que preocuparse. El canarconte tuvo un poco más de suerte, pues los lobos no lograron acabar con él a la misma velocidad, aunque de todas formas, cayó gravemente herido e inconsciente.

La sombra se acercó al lobo y esta vez si que logró tocarle, el compañero animal del semielfo sintió como le succionaba su energía y como poco a poco se hacía más débil. Un toque gélido le heló todo el cuerpo haciendo que sus pelos se volviesen de punta.

Ambos permanecieron estáticos, y lo único que alcanzaron a decir fue: -Escucha, yo sólo quiero salir de aquí. Lárgate y déjanos tranquilos

Yo también quiero salir de aquí dijo La Sombra pero para ello sólo yo puedo quedar viva

No siguió la conversación, no hacía falta, no había más que decir. Se acercó de nuevo e intentó tocar al perro.

La orca había acertado y a sus pies yacía inconsciente el forjado, al cual no había logrado sacar ni una gota de sangre, era un ser extraño, entonces marco con la punta de su lanza la cabeza del forjado y la levanto lo mas alto que pudo y con fuerza la hizo descender directo a su cabeza diciendo.

Tu forjado ya no eres de confianza, has osado atacarme aun cuando les hable para unirnos y salir de este lugar, vine hasta aquí para ayudarte a acabar con la enana y así es como pagas mis buenas intenciones, ahora muere maldito.

El virote habia fallado de nuevo, de pronto la semiorca se abalanzó sobre ella. No sintió dolor, solo como se quedaba sin fuerzas y de pronto dejó de ver.

La draña usó el espadón para atrancar la puerta. Dispuso delante suya el bastón y agarró la ballesta a la espera del primer enemigo que allí se acercara.

Quedaba claro que aquella cosa no estaba dispuesta a dejarles ir esta vez. El dolor del animal se clavó en el semielfo casi como si fuera el suyo propio, y tomo la resolución de acabar con aquel engendro espectral. Dio un paso para alejarse de la sombra, manteniendo el contacto con su amigo, ya que sabía que necesitaría algo de espacio para lanzar conjuros, del mismo modo que su compañero necesitaría su apoyo en esta tarea. 

Invocando las fuerzas de la naturaleza, encarnadas en el aspecto divino de Obad Hai, el druida empezó a concentrar energía en su mano, energía que reflejaba el poder de la naturaleza y su capacidad de plantar cara a cualquier artificio que la civilización o las aberraciones mágicas pudieran lanzar contra ella. Cuando el conjuro estuvo listo, lo descargó sobre su compañero, cuyos dientes se volvieron aún más peligrosos, justo a tiempo para contraatacar a aquella sombra. 

El lobo soltó un gañido de dolor al notar como aquel toque terriblemente frío le debilitaba, pero no se acobardó, sabiendo que su amo y él lucharían hasta el fin. Tenían derecho a salir de allí, y éso harían, le pesara a quien le pesara. Por eso, al escuchar a su amo pronunciar aquellas familiares palabras de poder, contuvo su ataque hasta sentir como las energías divinas se concentraban en su boca, momento en el que se lanzó con un ladrido en busca de las sombras, mordiendo lo que se ponía a su alcance. 

La forjado había caído inconsciente y lentamente sus fuerzas se iban desvaneciendo, a pesar de que la sangre no salía de su cuerpo, sí que lo hacía la esencia que le había dado la vida. Pero la semiorca se encargó de rematarlo, marcó con la punta de su lanza la cabeza del forjado y la levanto lo más alto que pudo y con fuerza la hizo descender directa a su cabeza diciendo: Tú, forjado, ya no eres de confianza, has osado atacarme aún cuando les hablé para unirnos y salir de este lugar, vine hasta aquí para ayudarte a acabar con la enana y así es como pagas mis buenas intenciones, ahora muere maldito. Y la forjado dio su último soplo de vida.

Mientras tanto, la draña usó el espadón para atrancar la puerta. Dispuso delante suya el bastón y agarró la ballesta a la espera del primer enemigo que allí se acercara.

Una vez había caído el semiorco, los tigres quisieron continuar probando aquel tipo de carne, vieron que la siguiente presa más sencilla y más vulnerable era la otra semiorca y se relamieron. Segundos después salieron corriendo hacia ella, y para cuando la pobre desgraciada se quiso dar cuenta, ya tenía a ambos felinos encima suyo. La semiorca sintió como aquellas dos bestias le desgarraban el pecho y la herían a conciencia, para cuando se quiso dar cuenta se había unido al mismo sitio al que había enviado a la forjado. Ambas yacían muertas.

Por último el canarconte no corrió mejor suerte, los lobos también le despadazaron haciendo que se uniera a las dos últimas víctimas que acababan de caer.

El plan de la draña estaba teniendo éxito, había logrado liberar a aquellas bestias que ahora se estaban encargando de matar a todas las víctimas que había allí presentes. Por el momento se estaban librando los que quedaban en el centro de la cornucopia, pero ellos tampoco se lo estaban pasando tan bien como para poder relajarse.

El problema era el semielfo y la otra sombra, que nadie sabía dónde estaban y eso sí que podría suponer un verdadero peligro para todos.

Las bestias le estaban quitando la diversión, uno tras otro sus "compañeros" morían necesito armas con un gran esfuerzo de voluntad dejo al gnomo en el fondo del agujero y avanzo donde la semiorca y el forjado yacían aún sangrando, recordaba que la enana recogió una ballesta de modo que sin dudarlo ni un instante se sumergió en el agua buscando el cuerpo de la ahora ya muerta enana.

Maldito chucho pensó La Sombra, apartando su cuerpo con velocidad, y buscando tocar de nuevo a esa criatura

Una vez el lobo estuvo listo para defenderse, el semielfo agarró con fuerza aquella maldita espada con ambas manos, y avanzó para atacar a su vez a aquella sombra. Apretó los dientes con furia, decidido a compensar con celo y fiereza, y con la pura desesperación de la supervivencia, su carencia de destreza con aquel arma, y su relativa escasez de fuerza. Debía lograrlo, para salvarles el pellejo a su lobo y a sí mismo. Si no tumbaba aquella cosa, no saldría de allí de ninguna manera. Y éso no estaba dispuesto a permitirlo. 

El lobo gruñó al incorpóreo antes de lanzarse de nuevo al ataque, esta vez reforzado por el ímpetu de su dueño. Entre los dos, con algo de suerte, serían capaces de acabar con aquel ser y la amenaza que representaba, y quizás salir enteros de aquel sitio. Desde luego, Colmillo ya había probado su gélido toque, y no estaba dispuesto a sentirlo de nuevo. Y con los colmillos que su amo le había proporcionado, bastaría con lanzarse de nuevo a por aquella cosa, y quizás esta vez sus fauces se cerraran sobre algo que doliera a la sombra. 

La sombra sobrevoló al gnomo y al mediano que aún quedaba en pie, y después pasó por encima de los tigres y los cadáveres que estos habían dejando y que se estaban comiendo. Después llegó al río, y desde allí arriba oteó la zona en busca de algún arma.

Después de aquello los animales rodearon la zona en busca de encontrar una forma por dónde bajar al centro de la cornucopia, para así poder dar caza a los que aún estaban allí.

La sombra estaba en clara desventaja numérica, aunque su incorporabilidad y su oscuridad estaban de su lado. Así que, en cierto modo no tendría por qué preocuparse. Ahora que ambos enemigos estaban tan cerca, fue muy sencillo rozar al peludo y succionar parte de su fuerza. Poco a poco lo iba debilitando aunque era cierto, que a ese paso, iba a tardar mucho.

Mientras tanto, el semielfo y su compañero se empeñaban en atacar a la sombra. Pero la sorpresa se la llevó cuando, el lobo pareció casi rozarle, aunque por suerte la sombra hizo un gesto rápido que le sirvió para esquivarla. El semielfo iba también armado con una enorme arma, aunque sus movimientos eran torpes y lentos, y para él ya era suficiente el hecho de moverla de un lado a otro.