Partida Rol por web

Los ojos color miel de la muchacha se empañan al oír la petición del chico.
- Ojalá pudiera ayudaros a hacer realidad vuestro deseo, pero la Nada que avanza por Fantasía me ha arrebatado el nombre.- La niña se acerca un poco y le señala al caballero andante.- Sin embargo, ¿Veis a ese anciano caballero, aquel que camina junto a la hermosa dama y su consorte? Doy por seguro que alguno de ellos será capaz de ayudaros con el cordero que buscáis. Venid, acercaos conmigo.

En un rincón de la sala, Arya observa detenidamente a los presentes que se congregan a su alrededor. Es un cúmulo de una gran variedad de personajes: Hombres y mujeres mayores con pintas de faltarles más de un tornillo, jóvenes altos, fuertes y musculosos,- Sansa estaría encantada de verse rodeada de ellos- piensa, las típicas doncellas remilgadas recién sacadas de la corte...y sorprendentemente niños como ella. 

Arya examina a todos y cada uno de ellos, con gesto desconfiado, sin dejarse engañar por las apariencias. Sabe que si quiere salir viva de ahí, tendrá que conseguir algún aliado, por mucho que le pese. De los adultos desconfía desde un principio. En su corta vida, son pocos los que han sabido ganarse su confianza y aprecio. Esboza una leve sonrisa al venir a su mente la imagen de los rostros de su padre, Ned Starks, decapitado por culpa de las órdenes de un maldito crío al que el peso de la corona le había quitado los pocos sesos que tenía, y de su hermano bastardo, Jon Nieve, quien había sido su mejor amigo hasta que se lo llevaron los cuervos. El resto de adultos que habían conformado su existencia habían sido mayormente seres despiadados, sin ningún reparo en dañar a sus semejantes para conseguir sus fines. Dos de los rostros varoniles de la sala, le provocan un ligero escalofrío, que reprime inmediatamente, al tiempo que recuerda las enseñanzas de su maestro. El miedo hiere más que las espadas. No debe olvidarlo. 

Ignora a las mujeres con pintas de damisela y se centra en los niños. La experiencia le ha enseñado que los niños pueden ser tanto o incluso más crueles que los adultos. Sólo tiene que mirar atrás en el tiempo y pensar en Joffrey. Se merecía la muerte que tuvo. Metiendo la mano en el bolsillo de su camisa, rebusca la moneda que hace tiempo le dio Jaqen H'ghar. Valar Morghulis.Todos los hombres deben morir... 

Su mirada permanece ausente durante un tiempo, perdida en los eventos de su pasado, pero una voz a su lado le saca de su ensimismamiento. Se maldice a sí misma- Deberías estar más atenta. Un despiste como este en los Siete Reinos te habría costado la vida.- y se vuelve para mirar al extraño hombre que le habla. Lo que más llama su atención es el sombrero puntiagudo que lleva. Tras intercambiar unas escuetas palabras con él, dirige su atención hacia el discurso del hombre del pelo color de fuego- Un hombre nacido en el verano, seguro. Si quiere dejarse matar, que lo haga.- Con una pequeña mueca, que si se hubiese mirado con atención podría haber sido identificada como una expresión de pena, piensa en las palabras que habría pronunciado su hermana mayor. En la vida real, los monstruos vencen. Lo único que tiene claro en esos momentos es que todo aquel que decida tocarle, morirá. 

Una pequeña figura se dirige a ella presentándose. Tras un breve escrutinio, procede a contestarle. 

Sin mudar la expresión desconfiada de su cara, Arya mira de arriba a abajo al curioso hombrecillo que parece pertenecer al mismo lugar que ella. Se trata de un tipo desaliñado con unos ropajes rojos no muy bien cuidados, barba y un sombrero de lo más curioso. A Arya le recuerda a uno de los bufones de la corte de Desembarco del Rey. 

Está a punto de responder que es Arya de la casa Starks, de los Starks de Invernalia, pero ¿realmente esa es ella?. Ella que ha sido tanta gente y a la vez ninguna: Arya, Arry, Comadreja, Nan, Gata de los Canales... Recordando su estancia en el templo del Dios de Muchos Rostros, responde:

- Yo no soy nadie. - y adivinando la incertidumbre que asomará a la cara de su compañero añade- pero me llaman Nan. ¿Qué propones?- Deja escapar la pregunta para tantear el terreno y ver si el tal Rincewind es de fiar. 

Julieta se acerca a Romeo con un brillo titilante en sus pupilas y mirando a su amado con una pequeña sonrisa en los labios, sujeta sus manos entre las suyas antes de hablarle en tono tenue, sabiendo que él probablemente estará pensando en lo mismo que ella. - Amado mío, por fin nos encontramos alejados de las persecuciones y no debemos esconder nuestro amor a los ojos de nadie. - Hace una pequeña pausa antes de fruncir levemente el ceño, con una cierta preocupación mitigada por la tranquilidad de encontrarse junto a Romeo. - Pero temo que otros peligros nos acechen en este aciago lugar... Sabéis que nada me asusta nada estando a vuestro lado, pero quizá podamos encontrar algunos amigos entre los presentes, en los que poder apoyarnos en las adversidades. ¿A quién os parece que deberíamos acercarnos? - La joven mira a su alrededor brevemente entonces, antes de volver a buscar los ojos del muchacho. - ¿Qué opináis del hombre de los cabellos rojos? Mi espíritu se elevó con su discurso pero temo que peque de inocencia al creer que todos se unirán a su causa.

Arya observa con atención a la figura que se acerca a ella con atención. A simple vista, parece una Sansa más, pero alguien como su hermana no podría haber acabado en ese lugar. Tiene que haber algo más bajo esa apariencia infantil e inocente. Cuando la Emperatriz Infantil abre la boca para presentarse y ofrecer su ayuda, Arya abre los ojos por la sorpresa, pero controla el gesto antes incluso de que la emperatriz pueda percatarse de su fugaz existencia- Tranquila como las aguas en calma- piensa, como si fuera una letanía que no pudiese dejar de repetir. Adoptando una expresión neutra, aunque algo desconfiada, responde. 

- Yo no soy nadie. - y, aunque sabe que con eso habría bastado, la actitud de la joven le da cierta confianza, así que decide proporcionarle algo más de información - pero me llaman Nan.- añade,utilizando uno de los muchos nombres que le han acompañado en los últimos e intensos años. Ella era Arya de la casa Stark de Invernalia. Pero, como bien le enseñaron en el templo, ella ya no es nadie. No es Arya, no es Arry, no es Comadreja, no es Nan, no es Gato de los Canales...no es Nadie. Aunque esa mentira siempre le fue detectada. 

-Umm... verás. Sé que no va a sonar muy... umm.. ¿Cómo es la palabra?... Digno, eso es, digno. Pero mi mejor habilidad radica en huir, y no, no soy un escapista. Me refiero a que se me da bien huir como si no hubiera mañana... Bueno, el caso es que pareces pequeña y rápida. Yo sé cosas de magia, y tu... bueno, no se que haces. Pero tal vez podamos trabajar juntos. Coger algo de la Cornucopia y, bueno, correr antes de que nos maten.

La joven observa al grupo de gente que se le acerca y su mirada vuela a Romeo, del que no quiere separarse. Escucha sus palabras, pero enseguida estira su mano, para llamar la atención de su amado y que pueda unirse a la conversación junto a ella.

Una vez lo siente a su lado, respira más tranquila y sonríe a Don Quijote amablemente. - La pureza del alma de Romeo es tan indiscutible como la blancura de la leche, o la calidez del sol. Pero por favor, gentil caballero, contadnos más detalles, ¿cuál es vuestro plan para proteger nuestras vidas de ese mal que decís que nos acecha? ¿Cómo podremos engañar al destino cruel si esos que decís están marcados por el diablo deciden acabar con nuestras vidas?

La joven sonríe ante la respuesta de la muchacha, pues su respuesta reafirma lo que pensaba desde un principio.

- Yo no tengo nombre, Nan. La Nada me lo arrebató.- Observa a la chiquilla, que trata de mantener el rostro lo más inexpresivo posible.- Pero puedes llamarme como quieras. Te ayudaré en todo lo que me sea posible, si me lo permites, pues yo no saldré viva de aquí. Pero tu corazón es bueno, y tus sueños grandes.- La Emperatriz Infantil hace una leve reverencia.- Nada me gustaría más que ayudarte a cumplirlos.

- Habremos de hablar con ellos. Pero primero debemos decidir a quiénes queremos de nuestro lado. El doctor Jeckyll y Kvothe son cosa fácil. Pero los demás puede que no, además algunos quizás no quiera separarse de sus parejas. Robin por ejemplo, puede que no quiera separarse de su lunática pareja pero una mujer tan devota de los dioses no es de confianza. Dime tú a quiénes crees que debamos convencer.

Medito durante unos instantes las palabras de la mujer, asintiendo levemente de vez en cuando. Sin embargo, cuando llega al final, tardo algunos segundos en contestar.

- Por mi parte no puedo darle más que mi palabra. - respondo - Al menos por ahora. Y realmente eso no tendría por qué servir de mucho. - añado, haciendo un gesto con las palmas de mis manos apuntando hacia el techo - Aún así, creo que nos necesitamos unos a otros para poder sobrevivir a algunos de ellos. - explico, haciendo un leve gesto con la cabeza para señalar adonde se encuentran los demás, sobre todo a los profesionales. - Y ni siquiera hablo de acabar con nadie, sino de aguantar.

Dicho esto, suspiro. No me gusta hablar de estas cosas, ni muchos menos pensar en si tendré o no la necesidad de matar a alguien, pero tratar el tema parece algo necesario.

- Muy bien, estoy dispuesto a intentarlo y creo poder convencer a Yocasta también. Primero deberé hablar con ella sin embargo. Pero no creéis que deberíamos intentar atraer a alguien más? Sin embargo la prioridad debería de ser su lealtad, no creo que sea buena idea el aliarse con un demente y dicho sea de paso tampoco con alguien cuya debilidad sea un problema y que no haya demostrado interés en una alianza real. También hay varios que creo yo serían demasiado cobardes o taimados como para resultar de confianza, la cobardía lleva a la traición tanto como la naturaleza taimada de un hombre.

Durante unos instantes medito las palabras de Kvothe, valorándolas. Me da la sensación de que estoy a punto de precipitarme a un abismo del que no sé si lograré salir vivo. Pero no por mis dos compañeros, sino por la situación general.

- Siempre es buena idea colaborar. - asiento más seguro, antes de suspirar. Luego, un poco más convencido miro al chico con una leve sonrisa - Aunque espero que sepas hacer más que tener ideas disparatadas, chico. - le digo en tono amistoso.

Luego me dirijo al otro hombre.

- Eres alguien sensato, Ulises. - digo a modo de cumplido - Espero no tener que enfrentarme a ti.

Finalmente, tras sus últimas palabras, medito un instante más antes de responder.

- Entonces, si lo he comprendido, se trata de una alianza por la supervivencia. - respondo - Dejando de lado toda idea revolucionaria al menos hasta estar seguros de que somos suficientes. - digo despacio - Disculpad si lo repito, pero creo que todos debemos tener las cosas claras.

- Sobre nuevos compañeros, he tratado de hablar con mi compañera de distrito, pero por ahora no la conozco demasiado. En cuanto sepa más os lo diré.

Me quedo sorprendido cuando el hombre se dirige a mí en diminutivo y con ese tono de voz, pero probablemente sea algo cultural. Tomo aire, meditando las mejores palabras, mientras me paso una mano por el pelo un poco nervioso.

- Verá, señor. - le digo - Es complicado encontrar cómo empezar. Pero digamos que hasta ahora usted es el único del que no dudo que haya sido completamente sincero de todos los que he escuchado. Parece tener un corazón noble. ¿Es usted caballero? - pregunto, sin tener muy claro aún cómo tratarle.

Niño listo, ha sabido identificar en seguida el bien dentro de tanta maldad. Tomo aire, orgulloso por las palabras del niño antes de hacer mi habitual presentación.

-Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil.-Miro al Dr. Jekyll henchido de orgullo.-Dígame, buen paisano, qué le trae a mí?

Me acerco con mi habitual porte honorable a los dos niños. Por sus ropajes deben de ser nobles por lo que les hago una reverencia.

-Un cordero ha dicho, mi príncipe? No tardaré.-Digo mientras busco algo para pintar y le dibujo un cordero algo bizco.-Aquí tiene su majestad, un cordero como usted pidió.

Le tiendo la hoja y cuando la coge hago otra reverencia.

"No pude evitarlo. Cada segundo que pasaba allí me preguntaba por qué no me había retirado unos meses atrás. Este tipo de trabajos no me eran rentables, y hacia demasiado que no sentía placer por este tipo de trabajos... o recompensas. Encima, antes de que Bryant me obligara a venir, olvide pasar por Taffy Lewis a comprar tabaco y cerillas. Tantas eran las prisas del maldito Bryant que solo fui enviado con lo puesto. Y allí estaba yo, rodeado de cuantos desconocidos como si de un mal bar de los bajos fondos de San Francisco se tratara, dispuesto a estudiarlos"

Rick volvió la vista hacia los presentes, mientras abría la chaqueta, sacando el ultimo cigarro, y la ultima cerilla que llevaba encima. Raspando el fosforo contra el cuero de la chaqueta, consiguió que el fosforo comenzara a arder, mientras acercaba el fuego a la punta del cigarrillo, tomando aire por este y consiguiendo que la punta se iluminara como un árbol de navidad. Trago el humo, inundando los pulmones del placer de la nicotina, y solo lamentaba no tener un buen licor para poder acompañarlo. Apago la cerilla valiéndose de sus propios dedos, y la guardo en uno de los bolsillos de su cazadora.

Deckard ya no recordaba cuanto tiempo llevaba en aquel tipo de trabajos. Pero sabía que este vez era diferente, esta vez alguien estaría evaluando sus acciones, estudiando que hacía, y sin la ventaja de poder estudiar a sus presas con mas antelación. Se obligo a rebuscar en el interior de su chaqueta, sacando unos folios doblados, con algunas fotos de escasa calidad. Tras observar la primera foto, paso a la segunda, y de esta a la tercera. Miro de reojo a quien estaba más próximo a él, Susan Calvin. Dejo las fotos en segundo plano, leyendo algunas líneas de información sobre los demás.

"¿Cuantos pasarían la prueba Voight-Kampff? Tenía la seguridad de que la mayoría. Todos habían demostrado ser mas humanos que muchos de los que se autodenominaban humanos en el corazón de San Francisco. Pero por algún motivo, debía retirarlos. "Retirar", menudo un eufemismo para decir "asesinar". Quien se lo invento, debía ser alguien con unos terribles remordimientos. Lástima que no puedan vivir... ¿Pero quién vive?"

Aquellos documentos, aquellas suposiciones sobre cuantos le rodeaban siempre le habían demostrado que los policías de oficina rara vez acertaban en lo más simple. Pero algo, siempre era mejor que nada. Y nada tenía, y algo contenían aquellos documentos. Aquellas fotos. El calor en la lengua le hizo descubrir, que el final del cigarro estaba próximo. Los últimos momentos de placer y tranquilidad que tendría antes de ponerse a trabajar. A su alrededor, la gente se movía, hablaba, conspiraba, actuaba, y decidía. Pero el buen caza recompensas siempre hace algo antes que todo eso. Y era observar, estudiar y juzgar a sus rivales... y sus presas.

Calvin, Susan Calvin. Compañera y hasta donde conocía y sabia de ella, mujer de confianza. Había superado el test de empatía, y tenía cierta seguridad que era tan humana como él, o como cualquier otro humano que pudiera llamarse como tal. No habían compartido excesivas líneas de dialogo, lo suficiente como para saber que era una mujer inteligente. Acabó el cigarro, dejándolo caer al suelo y pisándolo con el talón, apagándolo, y permaneciendo junto a Susan.

"Para mí, seguía sin tener sentido, orden o concierto. La mayoría de nosotros parecíamos traídos de las más distantes colonias, de los lugares más apartados propios de los viejos videos no consumidos por el tiempo o la radiación. Me veía obligado una vez más a plantearme la naturaleza de todo aquello. Si aquello, no era más que un nuevo juego de Tyrell Corporation. Y qué hacer si lo era... y qué hacer si no lo era."

Deckard sacó aquella cerilla apagada del bolsillo de la chaqueta, y la observo. Recordó a aquel hombre que lo homenajeo con salvarle la vida y permitirle un tiempo de paz y tranquilidad. Recordó aquel hombrecillo hecho con las astillas de la madera de una cerilla, abandonado en una mesa de la comisaria. Y rompió la cerilla, formando un pequeño hombrecito, que abandono sobre una superficie cercana.  

En memoria a Gaff.

"¿Esta falda me hace el culo gordo?"

No sé cómo puñetas he llegado hasta aquí. Vale que estaba teniendo un año de mierda, y que mi relación con los hombres sigue siendo pésima, y que el trabajo no me va tan bien como esperaba, y que no consigo dejar de beber, fumar y tener estos kilos de más que me acompañan hasta el mismo infierno, pero eso no explica cómo he acabado aquí. Salvo los tobillos enormes que tengo. Seguro que todos se están fijando en que estas botas me hacen parecer llevar patas de mesa en vez de piernas.

"Lo sabía... Sabía que tenía que llevar mis Manolos para una ocasión así"

La gente se mueve de un lado a otro de la sala. Hay de todo: cretinos, chulos, insensatos, aventureros... Todos son iguales, aquí y en donde sea. Incluso hay quién tiene afán de pregonero.

"Oh, piénsalo. Una alianza de ese tipo significaría poder vivir siempre. Aquí, pero vivir. ¿No es mejor eso que morir?"

Aunque no sé qué significado tiene la vida sin tabaco, ni alcohol, ni la película mala de serie Z que dan los viernes por la noche en el canal público. Espero que aquí tengan TV y palomitas o perderé la cabeza...

"No seas hipócrita. No tiene por qué ser palomitas. Con cualquier aperitivo o chocolatina me bastaría"

Mientras pienso eso, me quedo donde estoy, esperando poder charlar con alguien. Aunque no seré yo quien dé el primer paso. O sí. Quién sabe.

"O no... O... O vaya"

Un hombre con bastante buena percha se dirige haca mí. Lleva un sombrero, gafas, pipa, una gabardina... Me suena de alguna parte. Ah, vaya, el típico Lord Inglés, seguro que está forradísimo. Miro hacia mi alrededor, para ver a quién quiere acercarse en realidad, pero no veo a quién más puede estarse dirigiendo. Y me mira. Me mira fijamente.

"¿Seguro que es a mí? Me... ¿me está sonriendo? ¡Oh, dios mío, me ha besado la mano!"

¡Todo sucede tan rápido...! Aunque para mí es como si hubieran detenido el tiempo. Seguro que mis redondeadas mejillas están sonrojadas, pareciéndose a dos tomates generosos, y se me empieza a trabar la lengua de lo nerviosa que estoy. Eso si consigo articular palabra, dado que es, ni más ni menos, ¡que Sherlock Holmes!

Acalorada como me siento, empiezo a abanicarme con la mano libre de manera frenética. Si Daniel estuviera aquí para verlo, seguro que se moría de celos. ¡Cómo me gustaría que eso pasara! Por capullo, por mentiroso, por...

"¡Por favor! ¡Sherlock Holmes! ¿Y quién narices es ése tal Dédalo? Bah, qué más da, seguro que es un Don Nadie... ¡No como Sherlock Holmes! Buen partido, soltero, de Londres, y cómo no, famoso"

- G-g-gracias por la bienvenida, es usted muy amable -consigo balbucear. ¿"Es usted muy amable"? ¿Qué mierda de frase es esa? Vamos, Bridget, si te lo quieres ligar debes de ser más brillante. Aunque al ver las claras intenciones de Sherlock una lucecita, la de la ilusión precisamente, se va apagando.

"No se acercaba a mí por mis claramente escasos encantos... ¡quiere una alianza! ¡Pues claro! ¡Como todo el mundo! Qué tonta he sido al pensar... Al imaginar que... "

Suspiro pesadamente y sonrío resignadamente.

- ¿Cómo iba a negarme a tan grata compañia? Proviniendo del mismo país y de las mejores cosechas, lo ideal sería que nos aliáramos una vez nos arrojen a nuestra peculiar fortuna... ¿En qué habiáis pensado, Señor Holmes?

-Vale, hablaremos con Jeckyll y Kvothe. Si les tenemos al lado seremos más fuertes. Había pensado en Julieta, si la tenemos de nuestro lado a lo mejor Quijote o Romeo también se pueden juntar con nosotros, aunque yo prefeririía Quijote, pero un enemorado por su chica puede hacer bastantes cosas, asi que no le subestimemos. Sherlock tambien sería un buen aliado, tiene una buena mente. Y Robin será diícil de separarlo de tu pareja, como tu dices, per esa loca de Juana de arco a lo mejor nos vendría bien, aunque si nos juntamos con Jeckyll ella lo querra matar, ya sabes lo santurona que es y cree que es una representación del diablo... Por ahora no se me ocurre nadie má, pero tendremos que seguir analizando.

-Iré a hablar con Julieta, tu mientras puedes ir hablando con otros. Y nos vamos contando lo que vamos consiguiendo, mi querido Odiseo.