Partida Rol por web

El chasquido de las riendas que Dwarin hizo provocó que el poney comenzara a moverse. Al no controlar muy bien el arte de la conducción de cuadrigas, el poney se lanzó a trote rápido y los enanos tuvieron que sujetarse fuerte para no caerse del sitio y perder la compostura y la dignidad.

El traqueteo era rápido y molesto y les agitaba hacía arriba y abajo en un incomodo vayven al que no estaban aconstumbrados. Pronto echaron de menos que sus pies no tocaran suelo firme, y temieron irse contra hacía el pavimento de bruces.

Salieron, así pues, precipitadamente del pueblo y a punto estuvieron de atropellar al joven Barín que cargaba unas patatas de su huerto cuando salieron por la puerta del asentamiento. Pidieron perdón por no pedir socorro y el enano pensó que habían perdido el juicio y se limitó a recoger las patatas que se le habían caido con el sobresalto.

Poco a poco Dwarin fue cogiendole el truco y consiguió controlar al poney y ponerlo a un trote suave que hizo que la carreta se deslizara por el suelo de manera más suave que antes.

Dirigieron una última mirada atrás, y vieron su asentamiento alejarse rapidamente a sus espaldas. Una extraña sensación que nunca habían sentido antes les invadió de pronto. Se marchaban de casa.

- ¡Bueno pues allá vamos!. No se tu Dorndaggan, pero esto es algo que no esperaba. Yo, viajando a modo de embajador para hablar con los gobernantes de otra ciudad, aunque sean esos hoscos Dunlendinos – Confesó Dwarin a su compañero.

Y prosiguió con la conversación – Cuéntame, ¿qué haces para ganarte la vida Dorndeggan? -.

-Yo tampoco me esperaba que ayudaría a los nuestros haciendo negocios con hombres salvajes…Mi oficio es el de herrero, me encargo de armar a nuestro ejército, por ejemplo esta cota de mallas que llevo la hice yo al igual que muchas de las armas que transportamos.- contestó mientras se cogía su armadura con una mano, como para que Dwarin se fijase en ella y después señalaba al cargamento.

Luego muy amablemente preguntó.- Ahora que sabes mi oficio, si no es molestia, ¿podría saber a qué te dedicas?

- Jajajajaja -, rió potentemente Dwarin. - Pensaba que conocía a la mayoría de los herreros de la ciudad, jajaj. Yo también soy herrero, y aunque en ocasiones también realizo encargos para nuestro Jefe, fundamentalmente mi trabajo se reduce a fabricar y arreglar herramientas para la mina y utensilios de labranza -, le explicó Dwarin a su compañero mientras seguía sonriendo. También le detalló la fragua que tenía en su casa donde realizaba su trabajo, y como allí le ayudaban su madre y, hasta su muerte, su padre.

– Por cierto, bonita cota de maya. Estos últimos meses habrás tenido mucho trabajo para el encargo, ¿no? -.

¡Un herrero!- exclamó sorprendido. Luego dio un apretón de manos a Dwarin.- Es grato conocer a otro en el oficio.-

-Sobre tu pregunta, sí, he estado día y noche en la fragua durante estos últimos meses para cumplir con el trato y que nuestro asentamiento no fuera deshonrado por no cumplirlo.- Hizó una pausa a causa de un bache cogido por la carreta, y al mirar que se estaban desviando de su trayecto por haber estado hablando, dijó señalando con el dedo índice al horizonte en la dirección que estaba Cillian-o-Cilstrem.-Creo que debemos ir por allí.-

Mientras corregía el rumbo del carro, Dwarin continuó con la conversación. – Pues pronto verás recompensado tu trabajo, no tardaremos mucho en llegar a nuestro destino -, comentó Dwarin. – Por cierto, ¿has tratado antes con esta gente? -.

-No, nunca he tratado con esta gente, pero sí que lo he hecho con algún que otro elfo Sindar y los hombres de Rhovanion. Y por lo que he oído sobre los dunledinos, no creo que se diferencien mucho en costumbres respecto a estos últimos.- contestó Dorndaggan.

- Me alegro de tener alguien con cierta experiencia en estos tratos a mi lado -. Y tras decir esto quedó pensativo mirando al horizonte y arreó las riendas. Tras largo rato en silencio Dwarin comentó – Ya debemos haber recorrido más de la mitad del camino, todo parece indicar que será un viaje tranquilo -.

-Sí, y así espero que sea el resto del trayecto.- contestó a Dwarin.

El silencio se hizo durante una hora más o menos entre los enanos, hasta que Dorndaggan por primera vez inició una conversación mientras observaba como empezaba a ponerse el sol.- Volviendo a retomar nuestra última conversación, ¿has tenido alguna vez una experiencia de combate real?- tratandose de un enano, la respuesta parecía clara, pero Dorndaggan quería saber que podía confiar en Dwarin si sufrían un ataque, y saber su nivel de eficacia en lo que a combatir se refería.

- Pues al margen de los palos y las lecciones que recibí en el entrenamiento del campamento, que no son pocos, he participado en al menos una decena de cacerías en el interior de las Montañas Nubladas, en las que unos cuantos orcos y trasgos inmundos han perdido la cabeza por mi martillo, jejeje –, rió ampliamente como reviviendo la situación, mientas acariciaba el martillo que tenía sujeto a la cintura y sujetaba las riendas con la otra mano. – La última cacería a la que acudí fue antes de la concentración de tropas para la guerra contra los orcos, a la cual también hubiera acudido si mi padre no se hubiera opuesto - hizo una pequeña pausa y continuó - Claro que posiblemente no estaría aquí en estos momentos, con mi nuevo compañero y en estos lindes -. Dwarin sonrió y miró a Dorndaggan y pensó que este parecía más experimentado en la batalla que él y que sobre el pesaban bastantes más años que los que él soportaba sobre sus hombros.

- Dime Dorndaggan, cuál es tu experiencia en lances de batalla, pues parece que además de ganarme en años me ganas en número de estas -

-Cierto es que tengo bastante más años, pero tampoco creo que haya combatido muchas más veces que tú, quizás contra más variedad de enemigos. Pues aparte de luchar contra orcos, he combatido contra bandidos humanos y hombres del este.- dijó Dorndaggan II.

-Sobre lo que hizó tu padre fue lo mejor, ya que te puedo asegurar que la batalla de Azanulbizar fue intensa y peligrosa para los novatos como yo, que sólo seguimos en este mundo a causa de la suerte  y de la ayuda en los combates de los enanos más experimentados, y por supuesto de Aulë.- opinó el enano mientras su tono fue tornándose más triste al recordar tales acontecimientos.

Lo que había contado Dorndaggan, le hizo recordar que su padre le dijó una vez que en estos momentos de tranquilidad, en que ningún peligro se esperaba, y se contaban historias de combates y luchas, era en el que el destino decidía sorprender. Por lo que escudriño el horizonte mayoritariamente en busca de algún peligro y ya de paso también para mirar si ya se veía Cillian-o Cilstrim.

Dorndaggan no vió ningún peligro aunque las sombras alargadas de los árboles y las piedras del camino en esos momentos de creciente oscuridad, le hicieron temer encontrarse con cualquier enemigo. La noche poco a poco cubría con su manto todo lo que les rodeaba, y aunque en el lado oeste del camino podían ver como los tonos anaranjados se mezclaban con los azulados dejando una franja amarilla donde hacía rato había desaparecido el Sol. En el lado Este del camino las amenazantes Montañas Nubladas cubrían todo con su profunda negrura.

De frente, al poco caminar vieron unas luces de antorchas sostenídas sobre algún tipo de soporte. Las antorchas iluminaban en una hilera buena parte del camino hasta llegar a una pequeña puerta de madera. Dos hombres hacían guardia a ambos lados del camino, que se adentrataba tras la puerta. Habían llegado a Cillian-o-Cilstrem.

La carreta tirada por el poney y conducida por el joven Dwarin, pronto llegó a la hilera de antorchas y los guardias se pusieron firmes, sujetando su lanza con buen pulso pero con la punta de la pica todavía mirando al cielo.

Una vez Dwarin hubo detenido la carreta, Dorndaggan de forma tranquila dijó.- Buenas, venimos en nombre de Tharin Caramarcada con el cargamento de armas que pidió vuestro señor a cambio de que más tarde ustedes nos manden agua.-

Uno de los guardias miró al otro y se dirigió con desconfianza hacía los enanos. Ya que no era normal que nadie transitara aquel camino a aquellas horas de la noche.

¿Qué llevais en la carreta? Dijo dirigiendo su mirada hacía la lona que cubría la carreta.

Aquellos hombres eran robustos y de rasgos fuertemente marcados, la dureza de las tierras donde vivían les habían convertido en gentes hoscas e igual de duras que aquella tierra.

- Como mi compañero ha dicho, sólo venimos a cumplir la palabra de nuestro pueblo. Traemos las armas y herramientas prometidas en el acuerdo que nuestros señores cerraron -, dijo Dwarin mientras miraba al guardia y asentía con la cabeza. Y seguidamente le dio un pequeño golpe con el codo a Dorndaggan y continuó, - Traemos el documento firmado que prueba nuestras palabras, comprobadlo si deseais -.

Dorndaggan se giró lentamente sobre el asiento de la carreta para coger el documento de uno de los bolsillos de su mochila, y una vez que lo tuvo en las manos dijó.- Aquí esta si lo quereis comprobar.-

El guardia que había hablado se acercó a los enanos mientras el otro se mantuvo en su posición quieto y en silencio.

El hombre apoyó la lanza en el hombro para liberar sus manos, tomó el pergamino y lo estuvo leyendo cuidadosamente, después se lo devolvió a Dorndaggan y miró de uno a otro enano mientras hablaba:

¿Puedo revisar bajo la lona? Preguntó al tiempo que volvía a tomar su lanza de manera correcta.

-Claro que puede, ya que no tenemos nada que esconder, lo único que encontrarás es lo especificado en el contrato- dijó el enano mientras guardaba el pergamino en la mochila.