Partida Rol por web

El joven seguía prendado de aquellos ojos vivaces, escuchando con inocultable alegría las buenas nuevas. Aún seguía siendo un misterio el paradero del hobbit, pero al menos había encontrado una pista, y eso era todo un logro.

A decir verdad, aunque nunca había manifestado abiertamente sus sensaciones, Bledwyn abrigaba pocas esperanzas de encontrar al pequeño personaje. El mundo era demasiado grande y peligroso para un viajero solitario, y mucho más para alguien de la estatura de un mediano.

Por otro lado, nadie ignoraba la oscura reputación de aquella ciudad. Lo más probable era que el pobre de Tom terminara esclavizado de por vida por algún patrón detestable… o incluso algo peor. De ahí las precauciones con que el joven bardo había abordado al posadero.

Finalmente sus sospechas parecieron infundadas. Aquel establecimiento no era tan terrible después de todo, en gran medida gracias la muchacha que tenía ahora frente a él.

- ¿Un hombre de Gondor? – murmuró pensativo – No es común que se aventuren tan lejos hacia el norte… ¿Recuerdas su nombre? ¿O si tuvieron tratos con alguien? No se cuanto tiempo ha pasado desde que partieran, pero tal vez aún podamos ponernos en contacto con algunas de las gentes que hablaron con ellos.

- Aunque tal vez esas gentes prefieran guardar silencio. No deben ser muchos los lugareños que tienen tratos con gondorianos ¿verdad? ¿Cómo están las cosas con ellos y con los “Cabezas de Paja”?

La muchacha fruncía el ceño intentando recordar, desbordada por la cantidad de preguntas que Bledwyn le lanzaba.

No lo se... Dijo tras pensar un rato. Entiendelo, pasa mucha gente por aquí, y todos tratan con todos, yo intento no meterme en los negocios de los demás. Su rostro se mostraba apenado, notaba que aquello era importante para el joven muchacho y lamentaba no poder ayudarlo.

La muchacha reflejó un hilo de esperanza en sus ojos, aguardando que la siguiente frase sirviera a Bledwyn, y comenzó a decir con dulzura las palabras. No hay "cabezas de paja" en esta zona. Eso te lo aseguro, no cruzan las Tierras Brunas. Aquí más o menos nos es indiferente, salvo a la población que es dunlendina, pero las Tierras Brunas son territorio de los dunlendinos y los cabeza de paja son sus enemigos. No cruzan estas tierras. Los de Gondor tampoco lo suelen hacer, pero cuando lo hacen son tratados como un viajero más.

Bledwyn sintió que las palabras de aquella muchacha le quitaban un peso terrible de encima. Quizás Tharbad tuviese sus peligros, como seguramente lo debían de tener todas las ciudades de los hombres, pero los odios de la guerra habían quedado apagados por el momento.

Tal vez aún sintieran cierto recelo por los extraños, pero al menos parecía que tanto el orgulloso Edrran como sus compañeros rohirrim podían andar tranquilos, sin tener que esperar una daga traicionera en cada esquina.

El muchacho sentía que bien podía quedarse allí parado para siempre, perdido en aquella dulce mirada y hablando de todas las cuestiones que lo preocupaban del mundo. Había miles de motivos para pasar los días junto a la camarera, y no era su belleza el menor de ellos. Pero en un descuido los ojos del cantor se posaron en la mesa de aquellos compañeros que había abandonado al otro lado de la taberna, y el sentido de lealtad apareció de nuevo en su corazón afiebrado.

- Has sido de gran ayuda para nosotros. – dijo casi a modo de disculpas – Espero que vuestro padre haya encontrado también algún beneficio con nuestra presencia… Aunque has sido tú quien más ha hecho por nosotros. Sin duda estaremos en deuda contigo para siempre, hermosa Arofë.

Bledwyn besó con ternura las manos de la muchacha, que aún tenía aferradas en gesto de gratitud.

Arofë se resistió a soltar las manos del joven. Su mirada tierna y dulce cambió a una llena de pena y sorpresa.

¿Pero cómo? ¿Te vas? Sus tiernos ojos azules quedaron humedecidos y su rostro dulce, fino y suave quedó consternado. Arofë sin embargo lo entendía, pero se resistía a dejar marchar a aquel juglar que había cautivado su ser desde el primero momento.

¿Te volvere a ver? Preguntó.

- Imploraré cada noche a los dioses para que así sea. – contestó con un hilo de voz, incapaz de ocultar el nudo que oprimía su garganta.

El novato juglar permaneció largo rato en silencio, solo mirando aquel rostro. Trataba de que las hermosas facciones quedaran grabadas por siempre en su memoria, aunque bien sabía que el tiempo era un enemigo impiadoso. Hizo un esfuerzo por aclarar su voz, y luego de inspirar profundamente continuó.

- Debo continuar mi camino. Hay juramentos que no puedo romper… ni siquiera aunque realmente lo quisiera. Y ellos me imponen partir.

- Ahora mismo le pediría a tu padre que te dejara venir con nosotros… o te raptaría en la noche si supiera que de esa forma encontrarías la felicidad. Pero la vida en el camino no es todo lo romántica que cantan los poetas, y estoy seguro de que solo conseguiría ponerte en peligro. Créeme, yo le he averiguado… de la peor manera. 

- Pero esta es mi tierra, así que pronto estaré de vuelta. O eso espero. Mientras tanto, voy a componer una canción en tu nombre. Así, cada vez que alguno la oiga, aunque sea de labios de otros cantores, siempre recordará este día… y la espera no se volverá tan terrible.

- Arofë… - murmuró con la mirada perdida en algún lugar de aquellos profundos ojos oscuros. En su mente ya comenzaban a aparecer los primeros acordes de una melodía dulce pero triste.

Arofë se sintió enormemente halagada por aquel gesto de Bledwyn y le dió un fuerte abrazo. Mientras permanecían abrazados, lejos de las miradas del resto puesto que estaban en las escaleras algo apartados y en las sombras, Arofë besó los labios del joven juglar. Sus labios apenas rozaron los de él durante un breve instante pero eran suaves, como de terciopelo y estaban ligeramente humedecidos. Su contacto fue tierno y fugaz.

Después la muchacha se separó de él y se quitó un colgante que llevaba en al cuello y se lo entregó a Bledwyn, atandoselo a su cuello.

Perteneció a mi madre, que ahora ya no está entre nosotros. Te lo entrego a ti para que me recuerdes y regreses a devolvermelo y podamos ser felices juntos.

El avezado rompecorazones había quedado atónito ante la intempestiva reacción de la muchacha. Solo atinó a quedarse allí parado y en silencio, observando a la joven con una sonrisa medio bobalicona y los ojos como platos.

Ni siquiera prestó atención al presente que le habían obsequiado, y mientras la camarera intentaba ajustarlo a su cuello él solo se limitaba a palparse la chaqueta y los costados del pantalón en busca de algo.

- Ehhh… pero… no necesitas… yo... te recordaré y… - su murmullo era un balbuceo incoherente, que apenas si escapaba de sus labios. La muchacha solo podía escucharlo porque aún seguía ubicando aquel colgante en su lugar, y ambos rostros se hallaban casi pegados el uno con el otro.

- Además, no puedo regalarte nada. – dijo por fin, cuando se recuperó un poco de la sorpresa. – Apenas si tengo la ropa que uso.

De repente, una idea se abrió paso en la perturbada mente del juglar. Miró fugazmente hacia los costados, asegurándose que nadie vigilaba aquella zona, y luego, aprovechando que Arofë aún tenía ambos brazos en torno a su cuello, la tomó por la cintura y la acercó contra su cuerpo. Se movió algunos pasos hacia un rincón, y protegido por las sombras de aquel lugar apartado, la besó.

No era un beso ligero y suave de dama, ni tampoco uno casi tímido como el que le había regalado la camarera. Era un beso apasionado y visceral, uno largo y profundo, que sirviera para decir todo lo que no había sido dicho con palabras. Un beso que bien podía ser el último.

Finalmente, apelando a toda la fuerza de voluntad que aún le quedaba, consiguió apartarla de su lado.

- Aquí tienes tu regalo. Y yo también quisiera que me lo devolvieras... cuando regrese.

Arofë no añadió nada más, simplemente sonrió tras el apasionado beso y acarició con su delicada mano la mejilla de Bledwyn mientras asentía a su petición.

Su mirada en cambio decía que sabía que tenía que dejarlo partir y que esperaba volver a verlo. Le estaría esperando.

El colgante que le había dado tenía forma de media luna y era oscuro, parecía algo tosco y feo. pero al muchacho no le importó.

Ambos permanecieron fundidos en aquel abrazo durante largo rato, completamente en silencio, sus miradas enlazadas en una despedida tan amarga como eterna. Finalmente, el joven inspiró un par de veces con vigor, intentando quitarse aquella opresión que sentía en el pecho. Habló con una fortaleza que no sentía en realidad, pero procuró ocultar sus sentimientos tras una sonrisa pícara.

- Tengo que irme. Tú debes continuar con tu trabajo y yo… yo tengo negocios con tu padre, niña. – dijo intentando darse aires de gran señor. La mascarada apenas si duró unos instantes, pues el bardo no pudo sostener aquella imagen de seriedad y rompió a reír con ganas. La risa siempre era una vía de escape para momentos como esos… la risa o el llanto.

Bledwyn tomó el colgante con forma de media luna y lo besó cariñosamente. Luego, lo ocultó bajo sus ropas antes de girarse hacia la barra.

-  Cuídate. - dijo mientras guiñaba un ojo con complicidad. – Pronto nos volveremos a ver…

Justo cuando sus ojos comenzaban a anegarse, el muchacho se dio vuelta y se alejó de aquella zona apartada. En ningún momento miró hacia atrás. Sabía que su voluntad era débil, y que cualquier cosa que encontrara en aquel rostro la haría flaquear. Realmente sentía que esa posada bien podía ser su lugar en el mundo… pero aún no. Todavía tenía juramentos que cumplir.

Y un hobbit que encontrar.

El posadero sonreía satisfecho por la recaudación, mientras contaba las monedas apoyado en la barra.

Enhorabuena muchacho. Toma tu parte, tres monedas de bronce. Ha ido muy bien, ¿no podrás pasarte por aquí más a menudo verdad?

Bledwyn no estaba seguro de que aquel hombre le diera lo que realmente habían acordado pero tres monedas de bronce eran bastante dinero, con ello podía pagarse el alojamiento en la posada por varios días.

El joven trovador tomó las monedas y luego permaneció un largo rato mirando como descansaban solitarias en su palma abierta. El gesto de Bledwyn pasó de la sorpresa a la satisfacción por el inesperado botín conseguido, pero pronto comenzó a cambiar de nuevo. Una media sonrisa cargada de astucia comenzó a abrirse paso en sus facciones a la vez que sus ojos se entrecerraron con socarrona malicia. Miró alternativamente al posadero y a las monedas que tenía en la mano, varias veces a cada uno, como si ambos objetivos estuvieran inevitablemente entrelazados.

Aunque Bledwyn aún era todo un novato en el arte de conocer a las personas, y todavía mantenía aquella inocencia tan propia de los que nunca han salido a recorrer el mundo, a esta altura ya podía hacerse una idea bastante acabada sobre aquel sujeto.

No podría aún confirmar que se trataba de una mala persona, y ni siquiera estaba del todo seguro que fuese ruin o deshonesto. Pero estaba claro que la cándida ingenuidad de Arofë no provenía de aquella rama de la familia. De hecho, Bledwyn se preguntó por un momento si aquella muchacha realmente podía ser su hija.

El bardo no estaba del todo desacostumbrado a cantar frente a un auditorio, y ya había aprendido algunos de los fundamentos de su oficio. Y uno de los principales era saber calcular la concurrencia que había asistido a su espectáculo, tanto en la cantidad de asistentes como en su clase, ambos elementos absolutamente imprescindibles para hacerse una idea de sus posibles ganancias.

En este sentido, si bien nunca antes había tocado para un auditorio semejante, Bledwyn había imaginado una recompensa bastante superior, sobre todo teniendo en cuenta que aquella posada parecía infinitamente más importante que su antiguo y apartado hogar de Bree.

- Bien, veo que ya has descontado los gastos de mis compañeros. Buena idea. Me gusta la gente con iniciativa. Nada como tener las cuentas claras para conservar la amistad. – dijo sonriendo con satisfacción mientras guardaba sus monedas en la bolsa.

- No ha sido un mal día, después de todo. Al menos como comienzo. Quizás podríamos organizar algo, pero tendría que estudiar un poco la clientela… ya sabes, pulir mi repertorio y eso. Este es un excelente lugar para hacer negocios. – sentención con estudiada complicidad.

- Sin embargo… - continuó de inmediato, sin dejar a su interlocutor el menor margen para la réplica -… primero tendría que resolver algunos asuntos. Todavía estoy al servicio de esos extranjeros de allí. – dijo señalando con un gesto de cabeza a la mesa donde se hallaban sentados sus compañeros.

- He oído que no hace mucho pasó por aquí una pareja bastante curiosa. Un mediano junto a un hombre de Gondor. Un hombre mayor, de aspecto respetable. Dicen que estuvieron en la posada, y que luego partieron hacia el Sur, aunque nadie sabe los asuntos que trataron.

- Mis patrones están siguiendo sus pasos, creo que uno de ellos es familiar o algo. ¿Conoces a alguien que sepa algo del tema? No son mala gente, pero ya me empiezo a cansar de hacerles de guía. Cuanto antes se pongan en camino, antes podré dedicarme a mis negocios. – concluyó con una pícara sonrisa, palpándose  afectuosamente la bolsa que llevaba colgada a la cintura.

El posadero torció el gesto molesto cuando Bledwyn insinuó que lo servido a sus compañeros ya estaba pagado. Pero no pudo recriminarle nada. Tan solo se limitó a mirarle molesto. Como quien descubre a un buen rival que antes había subestimado a mitad de una partida.

Bueno... Serás bienvenido siempre que desees incrementar mis arcas. Se limitó a decir.

Cuándo Bledwyn contó la historia sobre los viajeros escuchó atentamente. Y miró a los que había creidos niños preguntandose si serían también medianos.

Sí, algo me suena. Un mediano estuvo aquí hace tiempo. Me resultó curioso. Después partieron, no se hacía donde. No me parecían de confianza. Esas criaturas que salen de pronto de los cuentos de los niños... Fingió un escalofrio. Si por mi fuera lo hubiera encerrado en cuanto piso Tharbad. Por seguridad, ya sabes. Pero el negocio es el negocio.

Bledwyn no pudo evitar que una profunda sensación de frustración se apoderara de él, y ello quedó reflejado en su rostro y en su actitud. Incluso maldijo por lo bajo. Parecía que aquellos misteriosos viajeros iban a ser todo un desafío.

Luego de las palabras de Arofë, había puesto algunas esperanzas en lo que pudiera sonsacarle a su padre. Si alguien podía saber algo del pequeño Tom y su misterioso acompañante, seguramente era aquel hombre, pues pocas cosas escapaban de su escrutinio en aquella posada. Sin embargo, si el padre de Arofë no sabía nada o no quería decir nada, que en la práctica era exactamente lo mismo, poco más podía hacerse en aquel lugar.

- Lástima… - dijo finalmente, encogiéndose de hombros como si no quisiera darla mayor trascendencia a la cuestión. - Pensé que podía darles alguna pista. Tal parece que tendremos que seguir preguntando por ahí.

- Ah, por cierto, casi lo olvidaba. – dijo de repente – También están buscando víveres y esas cosas. Algo que dure lo suficiente, y que pueda resistir los rigores del camino. ¿Sabes de alguien que tenga buenos precios y cuya mercancía no se pudra a los 20 pasos de haber traspasado la muralla exterior? Conozco a varios de los comerciantes del mercado, pero la mayoría son unos tramposos y estafadores, no les daría mi oro por nada del mundo.

Id al mercado del sur, cruzando los dos puentes del río. Allí está el mercado de las clases altas de la ciudad. Es algo más caro pero los productos tienen mejor calidad. Le respondió el posadero.

- Bien, probaré suerte por allí, entonces. – respondió el cantor ya casi girándose para abandonar la barra. - Espero poder resolver todo cuanto antes y liberarme de esta carga. Ha sido un placer hacer negocios contigo. Mantén todo en orden hasta mi regreso.

- Y cuida a la niña... si la haces trabajar demasiado te las verás conmigo.

Con una sonrisa y un ligero guiño, Bledwyn saludó afectuosamente al posadero y se retiró hasta el rincón donde aguardaban sus compañeros. Casi se había encariñado con aquel sujeto…

Un rato después de que Bledwyn actuara para toda la posada regreso a la mesa con los demás, y por su mirada, que reflejaba una especie de ansia en hablar con ellos, adivinaron que traía nuevas que contarles.

 Benjamin todavía continuaba agazapado en su asiento. Se sentía un poco avergonzado por su pérdida de control, pero al ver que aparentemente no había tenido consecuencias negativas fue recuperando confianza por momentos. Se acercó un poco a Amy para comentar con ella, de forma distendida y en voz baja, mientras miraba alrededor buscando indicios de su hermano

La verdad que esta bebida es excelente, ¿no te parece Amy? después de tantos días de camino se agradece la verdad. Por cierto, Pooka ha estado formidable. No sabía que tenía tanta habilidad. Ves a ese hombre de la esquina, tiene la nariz tan enorme que debe usar manteles para sonarse...la verdad me parece bastante com

Ben hablaba de forma continuada y relajada con su amiga, pero sin perder detalle de lo que ocurría en la posada. Era consciente de que estaban allí para encontrar al hobbit. Al ver que se acercaba Bledwyn calló al momento para escuchar las noticias que traía

El antiguo mozo de cuadras/camarero/fregador de la vieja posada de Bree encaminó finalmente sus pasos hacia la mesa donde estaban sus compañeros. El muchacho no podía ocultar su sonrisa, a pesar que de los notorios esfuerzos que hacía por mantenerse serio y reservado.

- ¿Y bien? ¿Qué les pareció la atención del lugar? No se preocupen por buscar sus bolsas…- dijo señalando a los diversos recipientes que descansaban sobre la mesa – Obsequio de la casa.

Bledwyn tomó una silla de otra mesa cercana y se acomodó junto al resto. Comenzó a hablar en voz más baja, aunque solo por una cuestión de educación. No parecía particularmente temeroso de algo en especial y tampoco se mostraba cauteloso o furtivo.

- Tal parece que vuestro hermano ha pasado por aquí. – dijo finalmente, dirigiéndose a la pequeña Amy. – No puedo confirmar que sea realmente Tom, pues nadie recuerda bien su nombre, pero no son muchos los hobbit que se llegan hasta la ciudad. De hecho, la mayoría os ha confundido con simples niños.

- Dicen que estuvo en la posada no hace mucho, y que hablaba todo el tiempo. Tal vez eso os diga algo. Nadie sabe de los asuntos que lo trajeron aquí, pero varios coinciden en que se dirigía al Sur, y que parecía viajar en compañía de un hombre de Gondor. Un sujeto de pelo cano y aspecto respetable. No parecían simples compañeros de viaje, sino amigos o algo así.

- En fin, eso es todo lo que he podido averiguar. Pasa mucha gente por este lugar, y ha sido un verdadero milagro encontrar una pista tan pequeña. Al menos es algo.

- Creo que si seguimos hacia el Sur su rastro puede volverse más claro. Dos extraños pueden pasar desapercibidos en una ciudad como Tharbad, pero de seguro serán recordados en comunidades más pequeñas.

 - Hombre de gondor...- susurro Edrram mientras aguzaba el oido.

- Podria ser mi viejo amigo Bolgen, es una pista, podria ir al sur, ademas parece acompañar a tu hermano - dijo el guerrero mirando a Amy y a Bledwyn. Se animó, al fin recibia noticias del paradero de su compañero. Suponiendo que fuese ese y sin demasiado medios para preguntar a los lugareños, debia aferrarse a esa pista.

Bledwyn tenia razon, si seguiamos hacia el sur, quizas en alguna de las aldeas mas pequeñas recordarian a una pareja tan singular.

- Si, no debemos perder mas tiempo, compremos algo de comida y salgamos de la ciudad, con suerte podremos dormir en alguna aldea cercana. - dijo el comandante reafirmando la propuesta del musico.

Despues acaricio su copa ya vacia, no desaba pedir mas, oues queria salir de esa angustiosa ciudad cuanto antes.