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Los Salones del Rey de la Montaña

Los Salones del Rey de la Montaña [Partida]

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22/03/2020, 23:47
Narrador

Los últimos rayos de sol se posan sobre los escarpados picos de las Montañas de la Bruma, llamadas así por la sempiterna niebla que parece cubrirlas durante gran parte del año. La luz de las primeras lámparas se enciende en la Hondonada y sus puertas se cierran al tiempo que sus habitantes se preparan para pasar la noche. Confían en que los muros que rodean la aldea la protejan de los peligros que se esconden en las colinas.

Una pequeña compañía, en número y en tamaño, se aproxima a las puertas en hora intempestiva. El portero, desde lo alto de los desvencijados torreones, ilumina con su lámpara a los recién llegados. Enanos.

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22/03/2020, 23:47
Sven Svenson

El hombre, de piel acartonada y barba cana, se apresura a bajar los escalones que le separan de las puertas. Con cierta dificultad consigue hacer girar el portón sobre sus goznes.

- Saludos, pequeños maestros - os recibe con media reverencia, una sonrisa arrugada y una voz carrasposa - Bienvenidos a la Hondonada. Si lo necesitáis encontraréis descanso para vosotros y vuestras monturas en “El Oso y la Lechuza”. Haréis bien en dormir. La sombra de las montañas es más larga por la noche.

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22/03/2020, 23:48
Narrador

Astrid

El viaje ha sido largo. Y más duro de lo que habías pensado. Con las prisas apenas cargaste con lo necesario para sobrevivir y ahora estás sucia, cansada y hambrienta. Y molesta. Aún queda en tu macuto parte de tus raciones de viaje, piensas, pero ¿cómo vas a comparar un pequeño trozo de queso mohoso y unas tiras de carne reseca con esa buena jarra de cerveza o esa jugosa pierna de jabalí que servirían en casa de tu padre?. La mera mención de la posada augura comida caliente y una cama mullida.

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22/03/2020, 23:48
Narrador

Kara

El viaje ha sido largo. Las Montañas de la Bruma se te antojan imposiblemente altas. Como si con su sola presencia te invitaran a volver por donde has venido. Pero no has llegado hasta aquí para regresar con las manos vacías. Debes demostrar a los ancianos que tomaron la decisión correcta.

Por un instante se te pasa por la cabeza preguntar al portero. Quizá no eres el primer Ashenstorm en atravesar aquellas puertas. Desistes, pues en aquellos momentos lo mejor era centrarse en la misión. Ya tendrás tiempo más adelante de preocuparte por la competencia.

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22/03/2020, 23:49
Narrador

Otto

El viaje ha sido largo. O al menos eso parecen opinar tus compañeros. De haber estado solo durante el trayecto en aquellos momentos te encontrarías acampando en el umbral de Durin-Dûm. Pero el éxito de esta misión no puede recaer en tus hombros y necesitas un grupo de recios enanos (o enanas) para enfrentarte a las profundidades de los Salones del Rey de la Montaña.

Ash olisquea el ambiente. Parece nervioso. No sabes bien si por encontrarse dentro de una zona amurallada o si es que ha captado el inconfundible aroma de su presa. De una forma u otra continuar el camino no era la opción más sensata en ese momento.

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22/03/2020, 23:50
Narrador

Hilda

El viaje ha sido largo. Pero las penas del camino pasaron al olvido en el momento en el que la silueta de las montañas se recortaron contra el cielo nocturno. ¡Las legendarias ruinas de Durin-Dûm se encuentran al alcance de tus manos! Y si las historias eran ciertas, aquellas galerías escondían secretos arcanos y artefactos mágicos de un poder inimaginable.

La mención de la posada hace que el cansancio vuelva a caer como una losa sobre tus hombros. Ciertamente tu cuerpo no está preparado para los rigores del camino, aunque tu mente diga lo contrario.

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22/03/2020, 23:50
Narrador

Amber

El viaje ha sido largo. Más largo que ninguno que hubieras realizado jamás. El mundo exterior era un lugar fascinante y caminar bajo los astros una experiencia sobrecogedora. Una peregrinación al hogar de tus ancestros cargada de emociones que el resto de tus compañeros no parece compartir.

La emoción da paso al cansancio cuando desciendes de tu montura y extingues el fuego que arde sobre tu yelmo. Los rigores del viaje han hecho mella en tu cuerpo, pero no en tu ánimo. Esta es una misión divina, al fin y al cabo.

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22/03/2020, 23:51
Olga Karlson

Os reunís frente a la posada mientras uno de los mozos se encarga de dar cobijo a vuestros ponies. Un edificio de dos plantas de aspecto recio y adusto, pequeño para lo que suele ser una posada, grande para los estándares de la Hondonada. Sobre el dintel, a buena altura, un cráneo de bestia. De oso lechuza, para ser más exactos. Os adentráis atraídos por el aroma de la comida casera.

- ¿Qué os sirvo, maestros enanos? - oís gritar a la tabernera por encima del bullicio de la gente - Tenemos una mesa libre junto al hogar. Por si queréis sacudiros el frío de la noche. Hay cerveza en la despensa y estofado en el fuego.

Notas de juego

¡Comienza nuestra aventura! La historia de vuestros personajes (salvo algún pequeño detalle) es vuestra a partir de ahora. Podéis describir vuestro hogar, el viaje o los encuentros y desencuentros que habéis tenido entre vosotros.

Reclamar las ruinas de vuestros ancestros comunes es igualmente importante para todos y cada uno de vosotros, pero eso no quiere decir que vuestros objetivos sean los mismos. A lo largo del camino habéis tenido vuestros más y vuestro menos. Ya diréis.

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23/03/2020, 16:37
Amber Hammersmith

-¡Øverste Ild entre en tu casa! -saludó educadamente Amber a la posadera, quien no pareció entender muy bien qué quiso decir, pero sonrió igualmente.- Una jarra de cerveza y un plato de estofado para mí, por favor. El viaje ha sido largo y nada fácil, pero con el favor del Señor de la Forja lo peor habrá pasado.

Se dejó caer pesadamente sobre una silla junto al hogar y estiró las piernas. La verdad es que el viaje había sido difícil, sí, pero tampoco tenía mucha experiencia en viajes largos, así que no podía comparar. Sin embargo, ahora había salido elegida como la representante del clan de los herreros, y eso suponía muchos cambios en su vida, muchos viajes por venir. Sus ojos pasaron distraídamente de su yelmo, ya apagado, al fuego del hogar, mientras sus dedos jugaban con el amuleto del yunque y martillo, símbolo de la orden de la Llama Sagrada.

Habían pasado varios días y aún no podía creer lo que había pasado. Thorik había salido elegido como representante, la mayor parte de los sabios había mostrado su inclinación por él. Incluso a Amber, aunque por su juventud no tenía derecho a voto, le parecía el más indicado... Pero al parecer Øverste Ild mismo tenía otros planes para su clan predilecto. Él, en su magnánima sabiduría, había iluminado con su Fuego Sagrado el yelmo de Amber cuando aún no había terminado la ceremonia, indicando su Voluntad de que ella fuera su ungida, su representante al frente de la Orden, su voz ante los creyentes y el azote de sus enemigos. 

A partir de entonces, y cada cierto tiempo, su garganta parecía cerrarse en un nudo de sentimientos encontrados: miedo a no estar a la altura, euforia por haber sido elegida, preocupación por tantas labores por cumplir, humildad porque aún tenía tanto que aprender de los sabios... pero sobre todo, su corazón ardía con la pasión del Fuego Sagrado, con la intención de cumplir la perfecta voluntad del Señor de la Forja.

Amber agradeció la comida que trajo la posadera a la mesa y susurró una breve plegaria de bendición. Ofreció un trozo de pan a Flint, sentado a su lado, y se dispuso a llenar el estómago. 

-Esta noche caeré en la cama como un bloque de granito -le dijo a su anciano compañero de viaje, que permanecía tan callado como siempre-. Más nos vale descansar bien. Queda un largo camino por recorrer...

Notas de juego

¡Ánimo y a ello, muchachos!

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23/03/2020, 19:11
Hilda Goldstaff

- Es increíble que sigan llamando a esto cerveza. ¿Tanto es pedir una cena acompañada de un buen trago? Pero Hilda reprime ese pensamiento antes de que brote de sus labios. Está agotada tras todo el día viajando y, para colmo, entre ese variopinto grupo de elegidos está ella. - Tranquila, Hilda, estás cansada y a tu estado de ánimo no le ayuda nada su presencia. Trata de relajarte y disfrutar del descanso, la cena y la… -Suspira con resignación arrugando la nariz mientras echa una ojeada al líquido ambarino delante de ella- Cerveza.

Tras dar buena cuenta del delicioso alimento que preparan en esa taberna y ya más relajada y somnolienta, se dedica a observar al grupo que le rodea. A algunos ya les conocía, por supuesto. El bueno de Otto…reconocería a ese granuja a leguas aunque no fuese siempre acompañado de Ash. Hilda se acaricia distraídamente la cicatriz de la mano mientras piensa en su primer encuentro, no demasiado fortuito, con el lobo. Hace ya tanto de eso…Parece otra vida.

Un constante repiqueteo hace que pose su mirada en Astrid, que tamborilea impaciente con los dedos sobre la mesa mientras mira alrededor buscando, supone Hilda, a la camarera. A lo largo del viaje ha ido mostrando una actitud que le hace pensar que no sabe aceptar un no como respuesta. Siempre tan ajena, siempre imponiendo su voluntad. No está muy segura de que le guste esa chica y no cree que eso vaya a cambiar.

En ese momento Amber se dirige a ella y le hace despertar de su ensoñamiento. Amber siempre le ha caído bien. Tiene algo que hizo que simpatizase con ella al momento de conocerla. Quizá sea esa fe tan arraigada y contagiosa, que hace que se sienta reconfortada cada vez que tienen una de sus conversaciones.

Ojalá hubiera sido tan fácil con Kara. Sin embargo, con ella es tan complicado todo... Su mera presencia irrita a Hilda hasta límites insospechados.

- No es momento para pensar en malos recuerdos- piensa sacudiendo la cabeza para quitarse esas imágenes de su memoria, y sonríe al comentario de Amber abiertamente.

Aún no se puede creer haber tenido la inmensa fortuna de ser elegida para esta tarea. Con un poco de suerte encontrará aquello que lleva tanto tiempo buscando. Siempre le han apasionado las historias, y su abuela siempre alimentaba su curiosidad con las acontecidas en Durin-Dûm. Estaba segura de que lugar tenía una magia que ni siquiera ella misma podía entender. Aunque confía en poder hacerlo…

Notas de juego

Here we go, my friends!

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23/03/2020, 19:38
Otto Ironwood

-Una jarra aquí y otra para mi peludo amigo – gruñe Otto mientras se quita de encima el grueso manto de color gris pardo, conocedor de mil aventuras y otros tantos remiendos. La tensa mirada de Otto no se relaja ni un instante, en una posada rara vez todo el mundo es quien dice ser, como para fiarse de tanto desconocido y "patas largas". Afortunadamente, parece que no hay ningún orejas picudas rondando por la zona. A Otto nunca le ha gustado el olor a elfo, tan pomposo y afrutado. Mejor el olor fresco del hielo, la roca viva y el martillo golpeando acero al rojo.

-Si sabes lo que te conviene -comenzó Otto mientras taladraba con sus fríos ojos grises a todo ser viviente de la posada- traerás sin mayor dilación una buena pata de cordero asado. Y algo similar para mi lobo, no quiero fruslerías ni huesos de pollo. Tiene sangre de huargo por sus venas, no se contenta con cualquier tontería... Ah, y por si no había quedado claro en los términos previos, aprovecho para aclarar a los presentes que Ash dormirá conmigo, para mí es más valioso que cualquiera de vosotros. Incluso que todos vosotros juntos.

Otto estaba de mal humor. Siempre había sido de decir las cosas claras, sin tapujos. Nada de adornarse ni medias tintas. A decir verdad, con la edad no había ido ni mucho menos a mejor, y todo empeoró desde aquel suceso desagradable. Nunca hablaba de ello, y prefería que siguiera siendo así. Generalmente ese sentimiento de inquina y apatía se agravaba al comenzar una aventura. No era malo, lo hacía estar más alerta, y su desconfianza le había salvado el pellejo en no exiguas ocasiones. Sólo se reprochaba haber estado más atento en aquella ocasión…

Quien le iba a decir hacía unos días que hoy iba a estar en la Hondonada, con un grupo de lo más variopinto, dispuesto a entrar en lo que alguno decía que eran las ruinas de Durin-Dûm. Otto pinta demasiadas canas en su lustrosa barba como para preocuparse en los tesoros de una vieja mina abandonada. Ni siquiera la gente del Clan prestó la más mínima atención a estos rumores. Hasta que alguien sacó a relucir ese maldito nombre que desde hace lustros lo atormenta. Esos mismos rumores y susurros lo localizaban por la zona, y llevaba años sin ninguna otra pista.

Diantres, si no fuera por esos lentos pomposos ya estaría acampando en el umbral de la mina, tanta parafernalia no hacía más que retrasar la expedición. Sin embargo, Otto era consciente de que en esta ocasión iba a necesitar más ayuda que la de Ash. Menos mal que no todo el grupo era tan patético. Dirk siempre consigue salirse con la suya, y sin duda alguna es mejor tenerlo de tu lado que en el contrario. Y la joven Hilda… no podía dudarse que tenía talento. Del resto mejor ni hablar, con un poco de suerte alguno caería en un oscuro pozo sin fondo.

-Bueno Ash -suspiró Otto tras apurar su jarra de cerveza y apartarse la espuma de la barba con un manotazo- ¿repetimos?

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23/03/2020, 20:11
Astrid Copperforge

Si algo llevaba mal Astrid en la vida es que se le adelantaran a la hora de pedir cena con cerveza y más tras tan larga caminata. Había empezado hacía ya muchísimas horas a andar con el brío que solo la ira y contrariedad otorgan pero poco a poco se había ido relajando la tensión de su ceño fruncido conforme fueron avanzando por el camino, al fin y al cabo, una buena caminata siempre le despejaba la mente. Su enfado ya parecía más lejano en el tiempo que en la distancia recorrida y es que desde que abandonara su aldea no dejó de repetirse "Lo hecho, hecho está" para convencerse así de que su arrebato estaba totalmente justificado y que no valía la pena amargarse. Astrid siempre encontraba motivos para gruñir aunque bajo su criterio, gruñir era, literalmente, ser la voz de la justicia y la razón (la cual pensaba que solía pertenecer siempre a ella). 

Pero no, esta vez no había sido una simple rabieta como las de todos los días. Había llegado su oportunidad, se había ofrecido voluntaria para adentrarse en los Salones del Rey de la Montaña y solo había recibido caras largas, reproches y burlas. El día de realizar su sueño y glorificar a los Mineros había llegado y nada se lo impediría. Era el momento de demostrar su valía. Tras una bronca que palideció a la más infernal de las tormentas dejó su hogar para dirigirse a su destino con tal portazo que tembló media aldea de los mineros confiando así que se rompieran por lo menos tres o cuatro de las figuritas de porcelana exótica que exhibían los ancianos para -según ella- darse importancia y finura. Empezaba así su aventura sin mirar atrás. Si había que correr peligro se correría peligro, si había que matar se mataría, si había que destripar se... Bueno, eso... Después de todo ¿acaso no era ella una princesa?.

Su gruñido mental se vio enmudecido por el gruñido de su estómago que demandaba un poco de atención a la vez que impresionaba a los allí presentes.

-¿Es estofado lo que huelo? ¿Creo haber oído cerveza? Quiero... no, necesito dos raciones de cada. De momento. Astrid estaba acostumbrada a ser servida y en su casa estaban acostumbrados a su enorme apetito pero la heredera al trono quemaba mucha energía entrenando su hacha y corriendo de aquí para allá.
-Y... posadera ¿podrías procurar que sobre lo bastante del estofado ese de rico aroma como para ponerlo mañana en un recipiente para resistir el camino a donde quiera que podamos volver a sentarnos a descansar? Solo me queda queso rancio y carne más tiesa que la garra de un dragón socarrado, gracias.- Podía llegar a parecerlo pero esto no era una educada petición. Astrid lo ignoraba pero la buena de Olga poniendo los ojos en blanco ya había tratado con demasiado enano refunfuñón y después de todo es verdad que su guiso era como para no querer probar otro bocado diferente en, por lo menos, una semana así que dispuso un poquito del guiso a parte para no tener que oír a esa enana a la mañana siguiente.

Astrid se sentó lo más cerca que pudo del hogar dejando caer su pesada hacha con ruido y sin dignarse a no molestar al resto aunque aspirando a su vez a no ser molestada mientras dedicaba su juicio, su gruñido interno y sus pensamientos a la clérigo, a la chispitas y a esa pareja de desaliñados (de la cual no tenía claro cual era el perro y cuál el dueño) que habían empezado a llenarse la panza antes que ella. "No he terminado de conocer del todo a esa beata de yelmo humeante pero acaba de tener un buen gesto con Flint ofreciéndole parte de su pan, de momento procuraré tener buena opinión de ella, Flint merece todo nuestro respeto." Respecto a la maga, su opinión no fue más allá de una mueca de asco, una enana que se queja de la bebida que le brindan? "BAH". Hilda no había dicho nada pero Astrid era una experta en mal humor y tomaba como ofensa que alguien osara expresar disgusto de forma más notable que ella. En cuanto a Otto... Otto le molestaba y punto, esta vez quizá porque en su afán de seguir pidiendo cervezas podría dejarle a ella sin una gota.

Llegó felizmente empachada y satisfecha a su habitación. Con la tripa tan llena sería fácil caer dormida y dejar de dar vueltas a aquella decisión de la que por una vez, realmente, se sentía orgullosa. Procuró atesorar ese pequeño momento de confort ya que desconocía todo lo que estaba por llegar, aventuras y quizá problemas que seguramente no iban a ser posadas de rico aroma decoradas por osos lechuza; Además debía cumplir la promesa que se hizo a si misma: Demostrar a los ancianos y a su padre de todo aquello de lo que era capaz.

-"Voy a llegar lejos padre, con bendición o sin ella" - Y cerrando los ojos empezó a soñar con ricos e interminables estofados de jabalí.

Notas de juego

¿Cuándo es el próximo turno? :D 

 

                                                                                                 SIN PRESIONES

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23/03/2020, 20:36
Kara Ashenstorm

“Como  todas las grandes historias, esta empieza en una taberna” - pensó Kara agarrando una cerveza- “Ya me estoy imaginando las odas que compondrán gracias a esta”. Se acercó a la lumbre, el viaje había sido largo pero nunca se negaba a una buena conversación y a una jarra de buena cerveza.Pensó en entretener a los borrachuzos de ese cuchitril a  cambio de unas monedas, pero estaba demasiado cansada del viaje. Optó finalmente por ocupar la mesa junto al fuego.

 

Observó a los viajeros mientras apuraba la jarra de un largo trago.Pese a su corta edad , la bardo se jactaba de captar rápidamente las intenciones de la gente a su alrededor. Tampoco había mucho que mirar, no parecía un lugar muy concurrido. Únicamente vío  Un grupo de borrachos que desollaba canciones populares con sus gritos estridentes,mientras, una pareja de amantes aprovechaba la intimidad que le otorgaba el estar rodeados de desconocidos. “¡Espera! ¡Allí!” Sí, allí estaba un viajero enfundado en una capa, con la sombras titilantes del fuego desdibujando sus rasgos  “Típico”- pensó- “Un viajero solitario con pretensiones. En menos de un mes será pasto de gusanos”.

 

Su mirada se fue posando en los diferentes miembros de su grupo. Se sentía segura entre ellos. Los ancianos habían escogido sabiamente a los representantes de cada clan, en especial los Ashenstorm. Miró a Astrid con cierta complicidad, pese a ser un poco altiva en ocasiones, no se dejaba dominar por nadie más que ella misma, al igual que Kara. Se iban a llevar muy bien. Continuó barriendo al grupo con la mirada. Pese a sus esfuerzos por evitarlo, miró desafiante a Amber. No la soportaba. Sus continuos moralismos y su impoluta manera de actuar enervaron a Kara durante todo el viaje. “No ha salido de esa cueva que llama templo en su vida”- pensó iracunda-”Y se atreve a darme lecciones de vida ¡A mí!.” Pero tendría que tolerarla por el bien de la misión.

 

Los borrachuzos empezaron a cantar de nuevo. Poniendo los ojos en blanco, Kara agarró su tambor y se acercó al grupo. Para cuando llegó su rostro había mudado en una amplia sonrisa.

“Chicos, parece que os hace falta un bardo”- y, entre vítores, comenzó a interpretar la sugerente canción de “La dama Esmeralda”.

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24/03/2020, 00:02
Narrador

La oronda tabernera frunce los labios con desagrado pero no abre boca. No es fácil acostumbrarse al hosco trato del enano medio, incluso cuando la mayor parte de los habitantes de la aldea se jactan de lucir una barba que barre el polvo de sus pies. Se limita a traer las comandas una a una y colocarlas sobre la mesa.

Sin contaros a vosotros no llegan a una docena los parroquianos que se resguardan en aquel lugar de mala muerte en aquella hora oscura. Sin embargo es evidente que la posada nunca había tenido tanta afluencia. La cerveza es amarga y la comida demasiado especiada, pero vuelvan los ancestros de sus tumbas si no saben mejor que la comida seca que guardáis en los zurrones. Incluso la bestia de lomo plateado parece disfrutar de su pierna de cabritillo, pues mordisquea los huesos con fruición.

Kara, haciendo gala de sus dotes para la percusión y las rimas subidas de tono, entretiene a los presentes mientras los demás saciáis vuestro apetito. Astrid es la primera en levantarse. No parece tener tiempo para formalidades y sin mediar palabra arrastra su pesada hacha escalones arriba. Un crujido sobre vuestras cabezas y un pesado ronquido os dejan claro sus intenciones para el resto de la noche.

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24/03/2020, 00:05
Karl Karlson

El igualmente orondo posadero, distraído de sus labores, aplaude junto al resto de los presentes al ritmo de las estrofas más picantes de La Dama Esmeralda. El sonoro carraspeo de su hermana a escasos centímetros de su oreja le hace dar un respingo y éste se apresura a servir una última ronda de cervezas.

- A estas invita la casa, maestros - dice saludando desde la barra - Vuestra camarada aquí presente sabe como animar al personal. ¡Ja!

Uno de los borrachos tropieza y cae mientras bebe. La música para y los parroquianos guardan silencio. Con un gruñido el desgraciado personaje alza su brazo desde el suelo: su jarra de cerveza no ha derramado una gota. Los vítores se alzan nuevamente y la música suena otra vez.

- Esto tiene pinta de ir para largo. Si lo deseáis tenéis colchones mullidos en la segunda planta. No tenéis más que seguir los ronquidos de vuestra compañera. El desayuno se sirve al despuntar el alba.

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24/03/2020, 11:32
Hilda Goldstaff

Desde bien pequeña, la joven maga había disfrutado de la música, como casi todo el mundo en su clan. ¿Qué mejor acompañamiento para el espumoso brebaje que con tanto talento preparaban que una alegre melodía? Aquella noche no iba a ser la excepción. Era difícil que algo perturbase su buen humor cuando tenía música y cerveza, por muy precaria que esta última fuera.

Estaba disfrutando de los acordes que desfilaban por los escasos instrumentos con los que contaba la improvisada banda cuando ella subió al escenario y la sonrisa de Hilda se congeló en su rostro, comenzando a apagarse cuando escuchó las primeras notas de aquella canción que tanto había amado, pero que ahora traía a su mente los recuerdos más dolorosos de aquella trágica tarde de muchos años atrás. La dama esmeralda, la canción favorita de su madre.

La melodía seguía evocando en su mente aquellas tardes de verano en las que su madre se dedicaba a tender la ropa tarareando distraída mientras dos diminutas figuritas se colocaban cerca de ella para poder admirarla mientras cantaba. Hasta su padre, cuando regresaba a casa, lo hacía en silencio para no interrumpir aquella magia que salía de la garganta de su esposa. Un don, el de cantar, tan poco común entre los enanos. Llegaba, besaba a Hilda en la mejilla, revolvía el oscuro cabello de su hijo y se sentaba junto a ellos a escucharla embelesado.

Hilda amaba a su hermano mayor. Garrim representaba todo lo que ella quería aspirar a ser, aunque solo le sacara dos años de diferencia. Dominaba la magia como nadie, el maestro siempre decía que era el mejor de sus aprendices. Ella, por aquel entonces, apenas sí conseguía hacer algún hechizo pequeño, magia blanca de lo más doméstica. Curioso que corriera por sus venas sangre mágica, cuando su padre era tan solo un humilde trabajador en los campos de cebada, y su madre se dedicaba a las tareas del hogar.

Sin embargo los dos hermanos pronto dieron muestras de ese talento. Ojalá Garrim hubiera podido ver la maga que era ahora. Ojalá pudiera escuchar de su boca lo orgulloso que estaba de ella. Ojalá nada hubiese pasado aquella noche hacía ya 3 años.

Una risotada proveniente de un grupo de borrachos que destrozaban a gritos la canción hizo que la enana saliera de sus pensamientos para comprobar que La dama esmeralda había concluido, y que Kara y sus nuevos y temporales acompañantes habían comenzado a tocar El elfo y la enana, una historia de amor que terminaba en una verdadera tragedia. 

- Evidentemente – le susurró Hilda a Otto - ¿A quién se le ocurre mezclarse con esos orejas puntiagudas? Solo pueden traer desgracias. Y esa bardo bien debería saberlo ya.

Ambos soltaron una carcajada, lo que hizo comprender a la maga que su compañero ya había tomado varias jarras. Y rió para sus adentros. El gruñón y bueno de Otto no cambiaría nunca.

Bostezando y desperezándose, decidió aceptar la oferta del tabernero y, tras acariciar a Ash entre las peludas orejas, se arrastró escaleras arriba. Guiada por los estridentes ronquidos de su compañera de viaje, eligió la habitación más apartada de esta y quedó dormida apenas su cabeza rozó la almohada.

 

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24/03/2020, 15:51
Amber Hammersmith

Amber apartó las piernas para dejar pasar a Astrid, que se movía pesadamente, claramente camino a una de las habitaciones. Estaban todos agotados. Menudo viaje...

Miró a su alrededor y pudo ver como Hilda ponía cara de haber mordido un limón. Probablemente estaría pensando en Astrid y el desafortunado encontronazo que tuvieron hace un par de noches. 

-No es momento para pensar en malos recuerdos -dijo Amber a la joven maga, que sonrió.

Se preguntó entonces qué habría inclinado a esta muchacha a dejar su hogar, posiblemente a sus padres, para recorrer mundo con a esta pandilla de ancianos. Desde luego, Amber no era la más indicada para hablar, pero es que en comparación Hilda era una chiquilla junto a sus compañeros de viaje. Sin embargo, eso no parecía quitarle el ánimo... hasta que de repente su cara se ensombreció. ¿Qué...?

Amber prestó atención a su alrededor y escuchó que la bardo había empezado a tocar una canción con unos borrachos en el centro de la taberna. ¿La dama esmeralda? ¿En serio? Menuda depravación de canción. La música debería usarse para dar gracias o alabar al Señor de la Forja. Incluso aceptaría canciones a dioses de los infieles. ¿Pero para contar historias soeces a cambio de risas alcoholizadas? Ahora sí que Kara había caído bajo. No le gustaba mucho esa chica, con sus tendencias paganas y sus malas costumbres de gente... bueno, menos educada. ¡Qué personaje!

-Supongo que Øverste Ild la habrá puesto en mi camino por alguna razón -pensó, y a continuación recitó en voz baja unas preces de la Orden-. No soy más que un mero metal sin trabajar en la Forja divina. Los golpes de su sacratísimo martillo moldearán mi alma con su Fuego Sagrado.

Flint se giró, creyendo que los susurros iban dirigidos a él. Amber negó con la cabeza al tiempo que la chabacana canción llegaba a su fin. Saludó con la cabeza a Hilda, que se marchaba a su habitación, y al poco tiempo ella subió también, no sin despedirse de Flint y Otto: Que el Señor de la Forja os acompañe esta noche. Los estruendosos ronquidos de Astrid amenazaban con no dejar dormir ni a la noche misma. Por desgracia, alguien ya había elegido la habitación más alejada, así que tuvo que conformarse con una junto a las escaleras.

Una vez dentro, se quitó la armadura y soltó sus trenzas.  Se descolgó el amuleto del yunque y el martillo y con él dibujó un círculo sagrado en el suelo. Entró y se puso de rodillas. Juntó los puños, con el amuleto firmemente apretado en uno de ellos, y agradeció a Øverste Ild por el día que habían tenido. Pidió a su dios por su familia, su Orden y su clan, y rogó por un viaje tranquilo para los próximos días.

Qué equivocada estaba...

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24/03/2020, 19:25
Otto Ironwood

Los últimos acordes de esa horrenda melodía conocida como La Dama Esmeralda terminaban de martillear los tímpanos de Otto. -Por favor, que acabe ya. Chico... no sé cómo haces para soportar esto- susurró al enorme animal. -Y eso que por lo menos me he quitado esa sed tan espantosa- comentaba Otto mientras posaba su ahora espesa mirada sobre la ristra de jarras y cuernos vacíos, llenos de espumoso mejunje no hacia ni un momento.

-Bueno, la verdad que no está tan mal una vez uno se acostumbra. Esa tonadilla es pegadiza, y la compañía podría ser bastante peor. Al menos la "princesita" ruidosa ha decidido seguir armonizando la velada desde su habitación. Ash, más vale que tengamos mucho cuidado a partir de ahora, esta gente no está preparada para este tipo de expedición, y no tengo intención de adelantar mi viaje al Valhalla por su culp…

Un súbito escalofrío recorrió la espalda de Otto. Una sensación hormigueante sacudió su cuerpo, provocando un calambre similar a una mala caída. Un reflejo hizo a Otto saltar del banco y derribar todas las bebidas del resto. La música pareció interrumpirse de golpe y Otto se plantó en la calle falto de aire, mientras el resto le miraban con rostro de asombro y estupefacción. Con cada latido del corazón parecía que la piel de su rostro ardía, y la sensación fue remitiendo hasta que poco a poco recuperó la respiración entrecortada. ¿Qué había sido eso? Algo extraño había en esa posada, pero no sabía el qué. Buscó la mirada de su lobo, quien estaba frente a él con cara de despreocupación, disfrutando de un estómago bien repleto.

- Me estoy haciendo viejo Ash, ¿dónde queda aquel espíritu joven que venció a Olaf Stonebreaker en el torneo de Cuernaquemada? -dijo con la voz todavía pastosa un Otto más relajado, aunque seguía escudriñando en la oscuridad. -Cuarenta y siete cuernos de cerveza y quince jarras del mejor hidromiel bastaron para eliminar a ese gigante bastardo. En fin, eran otros tiempos. Se va haciendo tarde ya, habrá que buscar dónde dormir. ¿Qué te parece esa leñera?

Otto no iba a gastar dinero en una habitación. Llevaba toda su maldita vida durmiendo al raso y esa noche no iba a ser una excepción. Además, algo le decía que había algo extraño en esa posada… Extrajo una manta de su saco y la extendió bajo el tejadillo de la leñera. Ash se acurrucó a su lado como de costumbre, eructó un par de veces y miró el estrellado cielo nocturno. Ithriel brillaba con fulgor rojizo esa noche, presagio de fortuna según algunos y de terribles desgracias para algunos otros.

Era el mismo maldito brillo que aquella fatídica noche…

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24/03/2020, 21:13
Kara Ashenstorm

 

Al contrario de lo que pudiera parecer, Kara no había escogido esa canción a la ligera. Después de unos días junto a Amber, sabía muy bien que canciones le eran más molestas. No aguantaría mucho sin irse a su habitación. 

Dicho y hecho. No estaba ni empezando la segunda estrofa cuando Amber levantó  la cabeza dando grandes muestras de incomodidad. Bien, la había reconocido. No faltaría mucho para que empezase la juerga de verdad. 

Mientras bailaba y cantaba, Kara iba escrutando los rostros de sus compañeros. El primero en quién se posó su mirada fue Dirk, su compañero de juerga por excelencia. Aunque seguía los compases con el pie, su rostro permanecía extrañamente sombrío. Daba la impresión de estar ya pensando en la infinidad de posibilidades que tenían de fracasar.

Decidida a borrar esos pensamientos, entonó la vieja tonadilla de El elfo y la enana.  Era una apuesta segura. El enano se la pedía cada noche y siempre reía complacido imaginando algunas de las escenas.Sin atisbo de discreción, Kara miró a su amigo. Su rostro seguía ensombrecido por las dudas.Decidió dejarlo con sus pensamientos...no pensaba dedicar su última noche antes de la misión en ser el paño de lágrimas de nadie. 

Ni se dignó a mirar a Hilda y Otto. Aunque Otto le intrigaba, el soportar los aires de superioridad de Hilda era un precio demasiado alto a pagar, Ya encontraría como entablar relación con Otto sin que la Goldstaff revoloteara a su alrededor. Aunque iba a resultar harto difícil. La maga parecía decidida a no despegarse de él.

Sus ojos marrones se encontraron con una mirada intensamente verde enmarcada por una ardiente barba rizada. “Bueno, bueno”-pensó- “parece que tendré que quedarme unos días a la vuelta de Durin-Dûm.”

-”El desayuno se sirve al despuntar el alba”. Estas palabras marcaban claramente el final de la fiesta. Sería mejor irse a la cama antes de que alguno de sus compañeros bajara a quejarse del espectáculo. Pero estaba dispuesta a sembrar una semilla que podría dar sus frutos a la vuelta de su incursión.

Mientras subía las escaleras miró al pelirrojo esbozando su mejor y más sugerente sonrisa. “Por cierto, soy Kara”- le dijo- “espero que volvamos a vernos pronto.”

No sabría decir su fue por el alcohol, la fiesta o el cansancio acumulado del viaje. Pero la realidad es que en cuanto tocó el colchón, Kara cayó dormida al instante.

Notas de juego

¡Hecho! !A por todas gente!

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24/03/2020, 23:11
Astrid Copperforge

Astrid llevaba horas arrastrándose por una mina que parecía no tener fin al compás de una melodía lejana. No se puede decir que en aquel inhóspito lugar ella sintiera miedo porque de no sufrirlo, la enana apenas sabía identificarlo pero tenía una sensación pesada y horrible puesto que cada vez que doblaba una esquina encontraba un plato de estofado hacia el que corría pero conseguía alcanzar ya que no avanzaba. Empezaba a hacer demasiado calor y le faltaba el aire. De repente notó una presencia pero no se giró lo suficientemente rápido como para esquivarla y echar mano de su hacha la cual había sido sustituida por una figurita de porcelana exótica descabezada. La presencia no era otra cosa que una colonia de murciélagos con aspecto de anciano que le gritaban "¡Impertinente!", "¡Irrespetuosa!", "¡Iracunda!", "¡Inmadura!", "¡Inepta!" y su enfado se desató de tal manera que la mina empezó a resquebrajarse mientras acababa con cada uno de ellos que estallaba en mil mariposas. Las rocas iban cayendo pero Astrid no podía alcanzar la salida, en menos de un suspiro de agonía, desde no se sabe dónde, apareció un cuerpo de aspecto sobrecogedor que con un gran chillido se abalanzó sobre ella, la impresión fue tal que la enana despertó en un charco de sudor sobre el cual su bello pelo negro había terminado siendo un nido de golondrinas de tanto moverse. "No debí haber cenado tanto". Abrió la ventana para que entrara el aire. "¿Ni el cielo puede estar normal esta noche?" algunos de los astros parecían diferentes, brillaban con más intensidad, pero Astrid no daba importancia a aquello que estaba arriba de no ser que fuera a caérsele encima. Lo que si notó fue un revuelo en la cocina. Un estruendo de torpeza o furia donde a esas horas de la noche, debería estar reinando el silencio y aunque deseaba volver a camastro sabía que si no paraban ahí abajo no podría volver a dormirse como si nada, y eso que ese era uno de sus mayores talentos. Arrastrando el cabello enmarañado por la estancia se ciñó el cinturón con las hachas arrojadizas a la cintura por si tenía que plantar cara a alguna alimaña de la noche.

La buena visión nocturna de Astrid le permitió deslizarse de la manera más sigilosa que pudo por aquel desconocido lugar sin tener que soltar improperios a viva voz por golpearse con algún mueble inesperado. El silencio reinaba salvo algún resoplido cantarín que atribuyó a Kara porque hasta afinaba bien resoplando. "Zzz... Hehe tiene la barba como el fuego.. Zzz...hehe..."
En menos de lo que tardaba en apurar una cerveza ya se había plantado abajo y los sonidos de la cocina fueron mucho más notables. Los movimientos y ruidos que de ahí provenían no parecían ser emitidos por ninguna de esas gentes "civilizadas" con las que había compartido el rato en la cena. Alguien estaba comiendo con tesón, lo único que se le pasó a la enana por la cabeza fue el estofado sobrante que se le había prometido, entró rauda a la cocina con intención de defender su legítimo bocado con un ligero tic en el ojo, ella tenía mal despertar. Enano, humano, elfo o troll pagaría con un corte de pelo de hacha voladora aunque por el ansia con la que comía el intruso puede que se tratara del pulgoso acompañante de Otto, en ese caso no iba a andarse con rodeos...
-¡Chucho! ¡Maldita bicho! Te tenía por una bestia por lo menos un poco más educada que el ruín mezquino que es tu dueño. Sal de ahí o te juro por mis ancestros que... 

Pero no fue Ash quien levantó la cabeza con molestia para ver quién había interrumpido su festín. Ojalá hubiera sido aquel molesto lobo.