Partida Rol por web

El alivio que sintió el mediano al ser bañado por la luz de colores de la vidriera, hizo que una amplia sonrisa, que hacía rato que no tenía, alcanzara su rostro. No entendía las reacciones de Snorri, pero cuando se fue explicando, de a poco entendía... algo.

Pero la sombra que pasó por encima de sus cabezas, y que Franerick vio de reojo gracias al aviso de Bigotes, lo preocupó aún más. Tukk también lo había notado.

-Muchachos...- dijo el mediano, serio nuevamente, con el arco en la mano y mirando los cielos, ya que ahora la vidriera había perdido todo interés. Aún más que los potenciales pecados de Bertoldo.

-Esto no me gusta nada...- agregó, porque si era lo que había creído ver, no era un buen momento para estar al aire libre... ni adentro, si la Puana se decidía a perseguirlos.

Si era una Puana, no estaría sola, andaría seguramente con sus crías, y no estaba seguro de qué era más peligroso. Porque cuando una de esas salía a cazar con sus hermosos y peligrosos pichones, no había techo que protegiera...

-La vidriera, bajemos ya, no se puede romper- dijo apresuradamente, dando el lugar para que fueran bajando mientras él oteaba atento.

¿Por qué tenía tanto miedo Franerick? ¿Por qué una Puana y sus dulces retoños podían ser un peligro para ellos y especialmente para la vidriera? Porque la Puana lanzaba púas de una dureza extrema, dicen que aún mayor que el mejor acero, y las pequeñas crías son insaciables, porque buscan el reconocimiento de su madre persiguiendo sin cesar a las futuras víctimas de picotazos, perforaciones y arañazos. Si una de esas púas, en vez de traspasarlos a ellos, iban hacia la vidriera, tendrían que estar despidiéndose de todo...

-No sabemos si la maldición lleva tanto como la vidriera, contenida todos estos años gracias a su efecto. - Replicó el mago. - Lo que es seguro es que la ruptura reciente de la misma ha provocado la enfermedad. Puede que tengáis razón y esta enfermedad sea más reciente que la vidriera, lo que me hace pensar en que clase de conjuraciones hará el Geómetra. ¡Y la suerte que ha tenido el mundo de que no escapara nada más!

Las prisas repentinas de Franerick por alejarse de allí le llevaron a terminar la conversación y con ello la visita a la vidriera.

-Sí, será mejor que nos vayamos y busquemos una entrada alternativa. El tiempo juega en nuestra contra.

La luz que les bañaba seguía siendo reparadora, pero todavía había algo que les escamaba. Como una nota disonante que rompe la armonía.

Tanto Franerick como Tukk habían tenido un horrible presentimiento al subir al balcón. Aunque no habían sido capaces de encontrar la grieta de la vidriera en un principio, sabían que había algo extraño en la composición. Una sombra que les seguía de cerca. El enano no se había sentido tan extraño desde que a Snorri le había dado por invocar de forma accidental a aquella criatura a las afueras de Pasombrío.

El rey Virutas, por su parte, también parecía tener prisa por abandonar el lugar. En parte por el malestar, pero especialmente ante la perspectiva de poner su plan en marcha. A punto estuvo Bertoldo de explicarles los pormenores de la primera planta y la abominación, cuando los ojos se le pusieron en blanco.

El mediano perdió el sentido y su cuerpo empezó a derrumbarse peligrosamente cerca de las escaleras. Si no le ayudaban a tiempo, caería irremediablemente.

Snorri volvió a la escalera para tomar el camino de vuelta ignorando los peligros que turbaban la mente de sus compañeros y bastante satisfecho por haber aclarado uno de los misterios de aquel lugar. Se colocó junto al primer escalón e invitó al resto a pasar antes que él mientras echaba un último vistazo a la esplendida vidriera De pronto, el viejo Bertoldo se desvaneció justo cuando llegaba frente al mago, que estiró la mano para impedir que el mediano se rompiera la crisma escaleras abajo.

-¡Señor Bertoldo! ¡Cuidad...!

La manga de la chaqueta de Bertoldo se escurrió entre los dedos del mago, que llegó a rozarla pero no a sujetarla firmemente. La cara de Snorri, mezcla de horror y sorpresa, lo decía todo.

Tukk, aun confundido por todo lo que estaba pasando, observó como Bertoldo pasaba junto a él. No entendía porqué el viejo halfling se empeñaba en tirarse de cabeza escaleras abajo. Incluso se descubrió pensando en si era algún otro truco demencial de aquel desquiciado lugar. El caso es que no movió ni un músculo mientras su anfitrión se precipitaba como un muñeco de trapo.

Tukk no se lo pensó dos veces y se precipitó como una exhalación para ayudar a Bertoldo. Pero nuestro querido enano debía haber hecho algo para enfadar a alguno de los muchos dioses del panteón, porque la fortuna quiso que Snorri llegase antes para poder sostener a tiempo al inconsciente Bertoldo.

Por suerte, su armadura absorbió la mayor parte del impacto y el escudo le impidió desayunar doble ración de escalones.

A pesar de la pobre forma física del mago, el rey era bastante liviano. Años de mala alimentación le habían salvado, irónicamente, la vida.

Al examinar a Bertoldo, pudieron verle enormes las enormes ojeras, similares a las del leñador de Pasombrío. Y lejos de guardar silencio, balbuceaba incomprensibles galimatías que solo Snorri identificó como fórmulas matemáticas*.

Franerick estaba más pendiente de que no llegara la Puana, que ni cuenta se dio de Bertoldo. Pero ante el estruendo de Tukk cayendo, se dio vuelta.

-¿Qué pasa...?- preguntó, algo exasperado -¿No nos vamos?-

Pero su mirada, atenta y observadora, vio que había debajo de la piel del viejo, formas geométricas moviéndose como insectos de los Pantanos Engañosos, esos que se meten dentro de la piel y buscan anidar en las profundidades del cuerpo*. Una vez escuchó que hasta una inocente mariposa se había enrollado e ingresado a la piel de un semiorco incauto.

A duras penas el mago consiguió agarrar al desvanecido Bertoldo que comenzó a delirar inmediatamente. El mago escuchó con atención, la enfermedad estaba avanzando al siguiente estadio de gravedad en el pobre mediano, por lo que aquellos delirios matemáticos significaban que debían darse prisa para ayudar al pobre hombre. Curiosamente, Snorri, logró reconocer algo de lo que Bertoldo decía, pues el mago había estudiado un cursillo matemático en la universidad de Schwarzendorf para que le convalidaran unos créditos en la asignatura Teoría del lanzamiento de conjuros en trayectorias parabólicas III, una de esas materias ogros que van dejando más víctimas que la peor de las guerras.

-¡Por Bernardo Euclidico, padre de la geometría! ¡Que me aspen si Bertoldo no está calculando la derivada de una curva en un campo vectorial!

Tukk se incorporó doliéndose de los riñones sin entender nada de las revelaciones de Snorri. Pensando que le había dado otro aire como a Bertoldo, se acercó al mago con intención de darle un pescozón para hacerle volver a la realidad. Fue entonces cuando se percató de las formas geométricas que serpenteaban bajo la epidermis del viejo hafling ojeroso. Tukk se detuvo en seco horrorizado. Aquel debía ser el estadio final de la maldición, justo antes de pasar al otro barrio. No, él no pensaba acabar así. Enfrentarse a la bestia que tanto temía Bertoldo le parecía mejor idea que padecer en sus carnes aquella calamidad que aquejaba al viejo mediano.

—Bueno, creo que no podemos contar con más ayuda de nuestro anfitrión. Hay que ponerse en movimientos, no sabemos de cuanto tiempo disponemos antes de empezar a babear y proferir sandeces —señaló a Snorri como advertencia.

Si decir más bajó con cuidado las escaleras que le restaban para volver a la biblioteca.

—Hay que encontrar a ese Geómetra, ¡andando! —le oyeron gruñir.

Ya fuera por su aspecto —los patrones geométricos que parecían surgir bajo su piel— o por las extrañas ecuaciones que balbuceaba, era evidente que Bertoldo no iba a ser de mucha ayuda. Acababa de contraer la misma enfermedad que los desafortunados habitantes de Pasombrío, aunque de una forma más brusca. Quizá tuvo que ver su pobre estado físico.

A los estranguladores no les hizo demasiada gracia ver a su monarca prácticamente inerte en brazos de los aventureros. Solo la esposa de Bertoldo, que lo había observado todo desde las sombras, logró apaciguar los ánimos de sus súbditos. De esta forma, lograron atravesar los Salones con cuidado, procurando evitar las trampas del Attercopus y descendiendo con cuidado hasta la biblioteca.

Las líneas que conformaban el diseño geométrico del cuadro empezaron a vibrar. Franerick empezó a sentirse muy ligero, como si flotase en un gran tanque de agua. Y así, en apenas un instante, las líneas volvieron a su rigidez habitual. Aunque ahora, las formas se habían liberado de su marco y abarcaban toda la pared.

A su alrededor ya no estaban sus compañeros, sino un inmenso estudio plagado de instrumentos de medición y artefactos de lo más extraños. Construcciones esféricas de latón, colosales astrolabios, globos terráqueos de todas las formas y tamaños… Y en el centro de la estancia, despejada a propósito, una serie de dibujos trazados en el suelo. Composiciones circulares que le recordaron a círculos mágicos.

Iluminando el estudio, tiñendo cada rincón con vivos colores, la vidriera ocupaba la pared del fondo. Se trataba de una habitación semicircular completamente cerrada y tallada de una forma mucho más elaborada que los diseños de los pisos inferiores. 

Franerick acababa de entrar en la Sala de Conjuración.

Poco después, aparecieron Gronkar y Talan en apenas un parpadeo. Tanto el elfo como el semiorco se quedaron maravillados ante la extraña colección de artefactos del geómetra.

—¡Franerick! Me diste un susto de muerte, hermano. Fíjate si llevaré años estudiando la biblioteca del geómetra, pero el muy cabrón todavía es capaz de sorprenderme.

Cuando apareció Gronkar y Talan, Franerick estaba absorto viendo los dibujos mágicos, mientras Bigotes correteaba por las sala explorando qué podía encontrar. Parecía que sabía bien cómo encontrar cosas de valor, aunque todo allí parecía invaluable... en todo sentido.

-Fue una sensación genial- dijo casi como un niño -Miren, miren...- señaló los círculos -¿Y Snorri?-

Las líneas que conformaban el diseño geométrico del cuadro empezaron a vibrar. Empezaron a sentirse muy ligeros, como si flotasen en un gran tanque de agua. Y así, en apenas un instante, las líneas volvieron a su rigidez habitual. Aunque ahora, las formas se habían liberado de su marco y abarcaban toda la pared. Tukk y Snorri aparecieron en un parpadeo en la Sala de conjuración. 

Les rodeaba un inmenso estudio plagado de instrumentos de medición y artefactos de lo más extraños. Construcciones esféricas de latón, colosales astrolabios, globos terráqueos de todas las formas y tamaños… Y en el centro de la estancia, despejada a propósito, una serie de dibujos trazados en el suelo. Composiciones circulares que le recordaron a círculos mágicos.

Iluminando el estudio, tiñendo cada rincón con vivos colores, la vidriera ocupaba la pared del fondo. Se trataba de una habitación semicircular completamente cerrada y tallada de una forma mucho más elaborada que los diseños de los pisos inferiores.

Junto a ellos, Franerick, Bigotes, Gronkar y Talan se encontraban admirando la estancia.

Poco antes de desaparecer, a ambos les pareció ver una silueta oscurridiza y pelirroja en la pared, a su espalda, que se desvaneció al instante. 

Cuando todos hubieron cruzado por fin, el mago alzó la pesada baldosa por última vez y movió las manos junto a ella para deshacer el hechizo. Todavía tardaría unos segundos en que aquel trozo de azulejo dejara de reflectar la luz como un espejo, tiempo que Snorri aprovechó para mirar en él y atravesar el espacio hasta el otro lado del cuadro. Cuando la baldosa cayó al suelo en la estancia ya vacía, el espejo se había desvanecido.

-Vaya. - Dijo con una mueca mirando a Tukk en cuanto cruzó detrás de él. -Lo que me temía, uno de los efectos secundarios de la teleportación ha ocurrido con tu barba. Lamento mucho comunicarte que se ha vuelto de colorines y que no tardará en caerse. Cuanto lo siento, Tukk. - El mago guiñó un ojo al resto a ver si le seguían la corriente para mosquear al enano.

Al margen de aquella broma, el mago se sintió admirado por la sala de Conjuración del Geómetra. No pudo evitar resistir la tentación de echar un vistazo a los libros, artefactos, construcciones y demás cachivaches mágicos que allí se guardaban, con puro interés científico. Hasta que finalmente su metódico repaso de la sala le condujo hasta los dibujos del suelo.

-Para las invocaciones. - Le comentó al resto señalando los trazados con la cabeza.

Snorri no perdió el tiempo, una vez que hubo mirado todo se centró en el propósito que es había llevado hasta allí, que no era otro que encontrar la cura a la enfermedad que les afectaba. Por lo que empezó a mirar si entre las pertenencias del geómetra había algo que les pudiera dar alguna pista.

En cuanto la realidad recuperó la ortogonalidad, Tukk se palpó las extremidades para ver si todo estaba en su sitio. En enano suspiró aliviado y sólo entonces reparó en los demás y en el lugar en que se encontraban. Cuando Snorri apareció junto a él y mencionó el arreglo capilar de que supuestamente su barba había sido objeto, le miró enarcando sus pobladas las cejas, tanto que habrían podido dar las buenas tardes a su coronilla.

—¡¿Qué dices?! —gritó llevándose las manos a las barbas alarmado y lívido— ¡Maldito hechicerillo! ¡Te estrangularé con mis propias manos lenta y dolorosamente si...! —bramó hasta ver su barba en su desastrado aspecto habitual—. Ya veo, muy gracioso —barruntó enconado, destilando rencor—. Pero que muy gracioso.

Con una pose digna trató de ignorar al mago sin moverse un ápice de dónde estaba. Por lo visto le había tocado proteger al mago más insufrible del Reino del Norte, que suerte la suya. Las ganas que tenía de librarse su deuda con Snorri no podía ser medida en dimensiones de escala humana, pero los laboratorios mágicos no eran lugar para andar tocando lo que no se comprendía.

—Será mejor que hagas tu trabajo de mago —dijo a Snorri— y encuentres una cura a esto que nos pasa. Nosotros ya te hemos traído aquí —añadió cruzándose de brazos y mirando alrededor con suspicacia—. Aunque lo tuyo no tenga arreglo —masculló venenosamente.

Con una mano sobre su pico de combate observaba la Sala de Conjuración atento a posibles amenazas.

—¿Alguna idea de lo que pasó aquí? ¿Algún rastro del Geómetra? —preguntó a todos en general y a nadie en particular.

Tal y como había indicado, las runas y diseños circulares se correspondían con rituales de invocación poco comunes. Al parecer, el Geómetra utilizaba aquella sala para atraer y utilizar criaturas de otros planos. Lo normal en un mago.

La vidriera, por tanto, debía estar conectada con el propósito de aquella sala. Hasta los símbolos del suelo parecían conectarse de alguna forma con los trazados de esta. ¿Pero qué relación tenía con su enfermedad? Si la enfermedad provenía de otro plano —que tenía toda la pinta—, debía haber algo entre los pergaminos y tomos desperdigados en una de las mesas del fondo.

-Ya voy, ya voy. - Se quejó el mago tras los reproches del enano. -En eso estoy.

Desde luego que la presión de añadía Tukk no era nada buena para que Snorri se concentrara en el asunto. Por eso no pudo sacar mucha más información de la que obtuvo en un primer vistazo.

-Pero vosotros podéis ayudar también, ¿sabéis? ¿Por qué siempre os quedáis de brazos cruzados esperando que un mago os resuelva la vida? Venga, a trabajar. Os diré algo para que dejéis de mover el bigote y empecéis a buscar cosas. Estoy convencido de que la enfermedad llegó de un plano diferente al nuestro, esas runas del suelo son para realizar las invocaciones y atraer criaturas de esos planos. Seguro que el Geómetra atrajo algo más por error. Como buen mago que se precie dejaría constancia escrita de sus hallazgos y de los procedimientos llevados a cabo con la finalidad de replicarlos más tarde. Allí hay un montón de pergaminos, así que ya tenéis tarea. ¡Hale, a buscar!