Partida Rol por web

Si, si...a ver....cuevas...cuevas...Ya sé...hay una cueva muy grande...Está...yendo a la derecha hasta el tejo grande. Luego a la izquierda y lluego arrastrarse por debajo de dos acebos seguidos de otro tejo. 

La garduña daba instrucciones confusas mientras daba pequeños saltitos y enseñaba los dientes. Para el pequeño animal las instrucciones estaban muy claras porque se conocía muy bien el bosque pero los niños lo tenían algo más complicado. En n momento dado pareció darse cuenta de aquello y exclamó con voz aguda Yo os guiaré  antes de correr entre los matorrales.

¿Qué es un... te-jo? -dijo el pequeño Uzo mientras cogía ya su mochila para continuar la marcha. Y es que el pequeño andaba cansado (y también algo desorientado, sólo había que ver la pifia de novedades que tenía en su mente), pero quería deshacerse de ese veneno que portaba cuanto antes.

- El tejo es un árbol venenoso, no sabía que hubiera tejos por aquí.

Recordó orgulloso su colección de novelas de Agatha Christie, realmente era una colección de su padre, pero se las había leído casi todas desde pequeño y se conocía todos los personajes y venenos. Eran libros de una edición antigua, de bolsillo, muy manoseados por el uso y el tiempo pasado en maletas y mesitas de noche.

- Lo leí en una novela de Agatha Christie... añadió Guillermo a modo de explicación.

No sabía de qué hablaba Guillermo y nunca había oído el nombre de la tal Agatha, así que Lucía lo único que hizo fue encogerse de hombros. Lo que más le preocupaba era encontrar los huevos a tiempo y ahora lo único que estaban haciendo era perderlo.

- Si nos acompaña el animalito seguro que los encontramos. Venga, vayámonos ya.

Ahhh- respondió panes a la explicación de Guillermo sobre qué era un tejo, pues él tampoco lo sabía. Lo que estaba claro es que no era en ninguna que el pequeño José había leído pues no sabía quien era esa tal Agatha ni le sonaba absolutamente de nada.

No creo que le gusté que le llamen animalito. Seguro que tiene un nombre y prefiere que le llamemos por el. -Reprendió a Lucía ya corriendo tras la garduña.- ¿Cómo te llamas? - Preguntó al animalito cuando se puso a su lado.

A la pequeña garduña le brillaron los ojos de emoción cuando el niño le preguntó el nombre. Parecía que le hacía mucha ilusión que uno de los niños quisiese saberlo, más allá de los problemas que tenían. Inmediatamente trepó por la pernera del pantalón del niño y se posó en el hombro. Me llamo Fiztyneco —dijo muy contenta— Pero podéis llamarme Fiz. Todo el mundo lo hace. Ahora seguidme. El hechizo de la anjana no durará mucho y si no podemos hablar será casi imposible comunicarnos.

Dicho y hecho la garduña se lanzó a la carrera atravesando el bosque, segura de que los niños la seguían.

¿Fiztyneco? Que nombre tan curioso pensó la niña, parecido a los nombres de los viejos de pueblo como Filiberto, Eustaquio o Bonifacio. Una amiga mía también tiene un diminutivo de su nombre dijo la niña caminando detrás de la garduña. Ellas se llama Eugenia, y no le gusta el nombre, porque dice que es nombre de vieja, así que todo el mundo la llama “Euges”.

Fiz. Era un diminutivo de su nombre. Uzo tambien, o más bien era una forma de decir su propio nombre, medinte un balbuceo. El pequeño Uzo se mostró contento de tener al animalillo en su pequeña compañía, y todo refuerzo era bienvenido.

Pues no esperemos más -espetó Uzo-, vayamos ya a por esos huevos, que no quiero quedarme envenenado para siempre... Fiz, ¿alguna vez viste... un basilisco?

El muchacho, ya con la mochila puesta sobre sí, esperó impaciente su respuesta.

Hola Fiz.- Le dijo Panes mientras le acariciaba el lomo. Una vez Fiztyneco bajo de su hombro y se lanzó a la carrera atravesando el bosque, el niño le siguió corriendo todo lo rápido que pudo, completamente seguro de que un animal tan simpático no les llevaría a ningún lugar peligroso.

Guillermo se mantuvo callado durante la presentación del animal, no estaba muy dispuesto a hacer amistad con un bicho de ese pelaje pero sí que prestó atención a su aviso sobre la duración del conjuro de la anjana. Apretó el paso al oírlo y dijo en voz alta:

- Si se pasa el hechizo solo podremos seguirte sin ton ni son.

Nunca se había planteado que los animales también tuvieran nombre así que, cuando escuchó al animalito decir el suyo se quedó un tanto sorprendida, ni por asomo se le hubiera ocurrido preguntar.

- ¿A qué esperamos entonces? Venga Fiz, llévanos hasta los huevos.

La garduña andaba realmente rápido, y el pequeño Uzo era muy pequeño, en comparación con sus compañeros. Sin embargo, aún recordaba la bella melodía de las anjanas que había oído antes de camino a la cueva con Panes. ¿Y si canturreando la canción se andara más rápido? Uzo no supo porqué unió tales conceptos, pero desde que escuchó aquella melodía y su llegada a la cueva, parecía que el tiempo le había pasado antes.

Asique el muchacho comenzó a canturrear dicha canción (no exacta, por supuesto) mientras seguía al animalillo, y parecía que sus pies eran como más ligero. Una de dos: o sus pies andaban ahora más rápido o bien su cuerpo pesaba menos. ¿Sería aquella flauta mágica?

La sorpresa de los niños fue mayúscula cuando, como por arte de magia, vieron como Uzo, el más pequeño de ellos y que casi no podía correr les adelantaba a toda velocidad con una facilidad sorprendente. ¡Incluso tatareaba una musiquilla, como si no le costase nada el ejercicio! Lucia, la más rápida de los niños se encontró de pronto rebasada por el pequeñajo que incluso llego a estar a punto de pisar la cola a la garduña en un par de ocasiones. 

No tardaron en llegar a lo que la garduña consideraba un sitio propicio para coenzar a buscar. Un pequeño terreno, escondido entre los arbustos donde se abría un agujero, tan pequeño que ninguno de los niños podía entrar por allí. Disgustados comprendieron que aquello era "una enorme cueva" pero solo para una garduña. Para ellos era pequeñisima.  Estaban ya a punto de desesperarse cuando de pronto el aleteo de un animal les hizo girarse...allí estaba, la cueva de verdad. La cueva de la que había hablado la garduña. Y era enorme.

Guillermo se empezó a mover cuan rápido pudo buscando por cada rincón, acuciado por el tiempo. No quería quedarse sin el hechizo y su don de lenguas.

- Aprisa, nos podemos poner en fila dejando huecos entre cada uno intentando cubrir de pared a pared de la cueva. Y, Fiz, ¿cómo hay que destruir los huevos del basilisco?¿hay que hacer algo especial con ellos?

El veloz Uzo se dispuso a entrar en la cueva, y miró a la garduña mientras ésta aún se sorprendiá del soberano tamaño de la cueva. Esuchó la pregunta de Guillermo y se puso a su lado, observando a su alrededor cuanto podía, para no perderse posibles detalles.