Partida Rol por web

¿Ven algo? -dijo Ekaitz al ver vuestras evidentes muestras de interés en la lejanía-. Venga sí, andemos, que mira qué nube tenemos sobre la cabeza -efectivamente, Gorka señalaba con su hacha al cielo, y se percibía "malamente" que aquello no era propicio para el viaje-.

Ekaitz suspiró, pues sabía que retrasaría su viaje, pero el temporal no permitía más de sí. Entonces fuísteis hacia la luz. Aquello no era lo más tranquilizador, al menos cómo sonaba, según pensábais alguno, pero aquella visión os deslumbraba, poco a poco (y no sólo en sentido figurado). Al acercaros tras andar unas buenas pocas varas y dejar algunos árboles atrás, la duda os llenaba y se acomodaba en vuestra alma ¿qué era esa especie de esfera de luz?

Delante de vosotros había una especie de bola, algo brillante, y os maravillásteis durante unos segundos. Gorka parecía extasiado, y Ekaitz no miraba con menor atención, tampoco. Entonces la luz comenzó a moverse rápidamente, y comenzó a alejarse. Como extasiado el tal Gorka (era un humilde campesino y cosas poco mundanas como esa les parecía "algo increíble"), comenzó a seguir la luz, corriendo, dejando atrás el grupo.

No parecía que aquella esfera lumínica hiciera mal alguno, es más, ¿quién no pensaría que era un prodigio? ¿un milagro de Dios con aquella blancura, aun sin saber qué era?

¡Espera Gorka! -le grito Ekaitz mientras veíais al horticultor alejarse-, ¡Espéranos!

Entonces Ekaitz se giró hacia vosotros.

¡Vamos!, ¡no podemos perder a nuestro guía!

corriendo como pudísteis (pues los tomos de nieve eran harto considerables), perseguíais a Gorka, aunque nunca dejásteis de verlo ni perdísteis la pista. A lo lejos vísteis que se paró delante de una especie de casa grande y planta única. La luz se introdujo en el interio de la misma, y Gorka permaneció mirando su fachada externa. Cuando llegásteis, os dísteis cuenta que era una especie de ermita, una iglesia pequeña.

- Caminemos, hace frío y no temo entrar en una morada de Dios. Encenderemos un fuego fuera para que nuestros acompañantes sepan donde buscarnos, se verá desde lejos cuando caiga la noche. Si aún tiene campanas, las haremos sonar...  

Si Alex hubiera tenido aguna duda acerca del propósito trascendental y místico de aquella empresa, este se disipó en cuanto vió aquella esfera de luz tras la que fueron. Desconocía el significado de aquella bola de energía, pero todas las preguntas pasaban por hacerse con ella, o al menos, entendía seguirla hasta donde fuera que los guiase. Aún no tenía la certeza de que fuera absolutamente divina en su naturaleza, y algunas dudas le asaltaron sobre ello, hasta que vió cómo se refugiaba en una antigua ermita. Sin duda, nada cuya naturaleza esencial no fuese divina y santa no habría podido buscar cobijo en aquel lugar. Agotado, pero sin temor en su corazón, asintió a las palabras de Juana, no era mala idea señalizar con una hoguera su posición, aquel lugar era santo, y no creía que ninguna otra criatura se atreviese a desafiarles allí.

Se acercó a la puerta principal, buscando la forma de entrar dentro, aunque, inconscientemente, no había dejado de sujetar la cruz durante toda la travesía.

La luz habíase introducido por la única puerta de la ermita, abriéndose y cerrándose en un instante y Gorka estaba como extrañado. Y cierto era que encender una hoguera en esos momentos era prácticamente imposible, pues era casi de noche y la ventisca ahora azotaba con más fuerza. Además, la ermita estaba en una especie de claro (pero aún dentro del bosque y alejado del camino principal) e intentar protar palos con presteza o usar yesca y pedernal os congelaría las manos. Bastante difícil diría yo.

Ekaitz permanecía de pie, e intentaba preguntarle a Gorka que qué era esa luz, a lo que el hortelano negaba como extasiado, creyendo que había sido algún tipo de milagro... Alex de Oleti, cruz aferrada en mano, se dirigió hacia la puerta de entrada, pero cuando fue a empujarla estaba completamente cerrada ¿A quién niega Dios el paso en su propia casa?

Sea como fuere allí no había forma de entrar, por mucho que empujárais. La puerta metálica era bastante portentosa, ciertamente. Tampoco había ventanas por ningún sitio; era una construcción bastante sencilla.

Entonces os dísteis cuenta que la puerta tenía una cerradura (¿sería por eso? ¿estaría cerrada con llave? ¡Pero si aquella esfera de luz acaba de entrar!),y el huequito de la llave era blanco por el reflejo de la esfera, pero enseguida tornó en un color más cálido, más marrón, más naranja incluso, algo mas tenue que aquella pureza e inmaculada blancura. Entonces Gorka se acercó al portón, se agachó, entrecerró un ojo y con el otro miró. Tras unos segundos, su boca se abrió, os miró anonadado y con la boca aún abierta y volvió a mirar.

Mientras observaba su garganta tragaba la saliva que íba haciéndosele.

Ahí hay... hay... -Gorka titubeaba-: ahí hay alguien... -Entonces miró al de Oleti, más bien sus ropas de clérigo, y volvió a mirar por la cerradura-. Fue como si estuviese comparando las prendas de Alex con algo que había en el interior...

¿Sería posible que no hubiera forma alguna de entrar en aquel lugar de Dios? Alex no podía resignarse a quedarse allí, al aire libre, y no sólo por las consecuencias lógicas que el temporal nocturno podría tener en todos ellos, sino porque... bueno, habían llegado hasta allí siguiendo lo que parecía una señal divina, una guía para el por qué de toda aquella singladura. El Señor no podía ahora simplemente dejarlos así, no... sin duda una nueva prueba era ante lo que se encontraban.

Gorka ojeó por la cerradura, mientras Alex seguía mirando posibles entradas factibles al lugar, cuando oyó sus murmullos.

- ¿Qué es lo que véis?, ¿de quién se trata?.- Alex estuvo tentado de ojear por la cerradura, pero hacer aquello en un lugar santo, un lugar en el que sin duda podían recogerse en el descanso de Dios, le parecía casi obsceno. Por ello alzó la voz y golpeó un par de veces la puerta.- ¡Abrid, buenos hermanos. Yo, Alex de Oleti y mis compañeros de viaje buscamos la hospitalidad del buen Señor para pasar la noche!

Justo salio corriendo en un primer momento e intento encontrar algun sitio donde esconderse. Dios santo a matado a mi buen amigo que daño le ha podido hacer un perro. Dios mio donde me he metido...

Juana se quedó expectante.

- Por favor -añadió poniendo una voz una nota más aguda de lo habitual para que se notase que era mujer- hace frío aquí y la noche está a punto de caer...

Os alejábais de allí como alma que lleva el... en fín... corrísteis todo lo que podíais, al parecer liderados por Pol, que intentó volver sobre sus pasos, seguidos por el resto. Aquel tipo de enorme envergadura, negro y de gran espada no hizo nada por perseguiros, sino que lo único que hizo pue elevar su brazo (todo esto lo veíais tras el rabillo del ojo mientras poníais pies en polvorosa), y el buitre que vísteis antes en las alturas, que algunos vieron (otros no) cómo devoraba los cuerpos de la muchacha desnudo y el perro de Justo colgados de un árbol cercano a la casa, fue a posarse en el brazo de éste, con el pico envuelto en sangre, y parció acariciarle el plumaje el tipo negro. Acto seguido se perdió tras la cabaña*.

Lo cierto es que se hacía de noche ¡y tanto que ya veíais en el cielo, sobre las copas de los árboles, las primeras estrellas!. Quizá se hiciese tan oscuro o más que la piel de aquel tipo tan extraño, que por cierto ¿acaso alguien le había visto por esa zona? ¿quién diantres era? El caso es que en vuestro regreso de huida, no volvísteis exactamente sobre vuestros propios pasos. Además, la ventisca diurna no cesó ni un sólo instante, y en medio de la carrera y el fuerte viento acompañado de copos golpeando en vuestra cara, os desviásteis un poco.

No es que cambiárais de rumbo cardinal (del todo), sino más bien que os internásteis por otra zona del bosque.

                   ¡BOOOOM!

                            ¡¡BBOOOOMMM!!

Entonces, un par de golpes, bien propciados, oísteis cerca de vosotros. Parecía como cuando un herrero golpea el hierro candente con martillo o cuando un escudo es golpeado por una maza. Sin embargo, sonaba como eco. Entonces oísteis algo más. Literalmente fue lo siguiente.

¡Abrid, buenos hermanos. Yo, Alex de Oleti y mis compañeros de viaje buscamos la hospitalidad del buen Señor para pasar la noche!

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(Reitero que es ya de noche)

¡Hay muchas velas! -decía Gorka aún agachado mirando a través de la cerradura- ¡Y... y... hay un cura! ¡Otro cura! ¡Como encapuchado! ¡Pero si no es cuaresma ni nada!

Entonces, ante los enormes golpes y muestras de súplica del bueno de Alex de Oleti, así como tal vez también las palabras de Juana, según las palabras de Gorka, que iba describiendo lo que pasaba en el interior entrecerrando un ojo y con el otro el doble de atento, comentó que el cura se había girado ante vuestros avisos.

¡Ahora mira para acá! ¡Ya viene! ¡Menos mal! -parecía un poco aliviado- ¡Que nos abre, bien, que nos abre!

Pero entonces, según palabras del hortelano, dijo que se paró en medio de la capilla, miró a la pequeña imágen del interior, hizo una reverencia y enseguida comenzó a hacer gestos, hablar, canturrear ¡Estaba dando misa! ¡Como si fuera el Santo Día del Señor! Gorka anunció que volvió a la especie de altar que había dentro y comenzó a hablar a los bancos, como si allí hubiera gente.

Bienvenidos, hermanos, estamos aquí para dar las gracias a Nuestro Señor Jesucristo, a Dios Padre y a su Palabra Preclara...

...

...

No hacía falta pegar mucho la oreja para oír cómo quien hubiera allí dentro parecía estar ofreciendo misa en el interior. Entonces comenzó a preguntar*, y Gorka, sin perder detalle, seguía la misa desde fuera, arrodillado y a través de un sólo ojo. Repetía en paráfrasis algunos salmos, retahílas eclesiásticas y otras fórmulas.

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Bien, ahora me tenéis que decir si vosotros contestáis a la misa del interior, siguiéndola desde fuera, como si estuviérais dentro. Sólo decidme si Sí o si No.

- Santísimo padre! - exclamo al ver que estamos lejos de peligro - Quién era ese moro! Y el cuervo, visteis el cuervo? Era el mismo cuervo de antes! Dios mío, si lo hubiera visto antes no me hubiera acercado. Allí hay algo diabólico y si estamos a salvo es por la gracia del señor que nos protege.

Luego de ver la escena del cuervo, que había pasado desapercibida para mi al comienzo, no podía evitar temblar por la impresión aunque por suerte el frío hacía que la causa de los temblores pudieran ocultarse.

Al ver que nos habíamos desviado me detengo, ya me encontraba a punto de pedir al señor que nos ayudara cuando escuchamos a Alex de Oleti.

- Señores, por allí! - digo señalando en la dirección en que llega la voz de Alex.

No entendía lo que había visto, pero era mejor no pensar en ello, habíamos escapado por poco. Sudado por la carrera para escapar del negro volví junto a mis compañeros, al menos, estabamos juntos cuando nos desviamos del camino.
La noche se nos echaba encima y no los habíamos encontrado aún.

A lo lejos escuchamos la voz del monje de Oleti y fuimos a su encuentro.