Partida Rol por web

Los últimos romanos (Privada)

Gaius Tertius

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12/02/2017, 10:59
Magister

Las murallas de Teodosio se alzan imponentes en la distancia, con sus tres niveles, y durante un tiempo es lo único que puedes ver. El foso lleva directamente al bajo muro, poco más que una barrera sobre el nivel del mar, convertida en muralla por la profundidad del foso. Este es el primer nivel que todo asaltante debe cruzar en un asalto a Constantinopla. Una vez superado el bajo muro está la muralla exterior, una muralla al uso, no la más grande que has visto, pero que a su vez sirve de elevación de terreno para construir, detrás de esta, la muralla interior. Comparada con las murallas ruinosas de Roma, ésta te da ganas de llorar.

Quizá las de Rávena se puedan acercar al nivel de magnificencia de las murallas de Teodosio. Pero la Historia es incuestionable: Rávena había caído, y Constantinopla no.

Es duro ser un latino en la corte ostrogoda. Aunque es verdad que los nuevos señores de Italia han asumido muchas de las comodidades del modo de vida romano y que hablan en latín, la promoción de los latinos dentro de la administración ostrogoda es limitada. Sólo hay una carrera en la que los nativos italianos pueden medrar realmente: la eclesiástica. Y no todo son rosas.

Es el año 527, y un nuevo obispo de Roma ha sido elegido. Félix IV camina sobre huevos, como suele decirse, porque no se ha olvidado de lo que le pasó a su predecesor, Juan. Enviado por Teodorico el Grande a Constantinopla para negociar el fin de las persecuciones a arrianos, acusado de no haber desempeñado bien su papel, encarcelado, martirizado.

Pero Teodorico ha muerto, y su nieto, Atalarico, parece un pánfilo. Es el año 527, y no puedes dejar de pensar en los paralelismos entre tu situación, enviado a Constantinopla por el rey y el obispo, y la de Juan, enviado a Constantinopla por el rey. Tu superior, Marco Valerio, te toca el hombro con cariño, adivinando lo que piensas. Dentro de la férrea disciplina eclesiástica, él parece ser el único ser humano, menospreciado por todos por débil, demasiado tolerante. Y ostrogodo.

Avanzáis en la mañana en dirección a la ciudad, de momento sólo una cuña de edificios que se hunde en el mar. A lo lejos puedes ver, cerca del vértice, una construcción alargada e imponente: el Hipódromo. Tienes pendiente unas cervezas con alguien cerca de allí.

Pero eso será mañana. Esta noche debes conocer al chico. Marco Valerio te habla entusiasmado de él, un muchacho parsi, un hereje zoroastriano. Claro que tú, en teoría, no lo sabes. En lo que a ti respecta, es un cristiano, y como tal debes tratarlo.

Es un chico que va a conseguir grandes cosas. De ahí el interés de Valerio en que lo conozcas.

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14/02/2017, 22:35
Marco Valerio

— Los dioses del pensamiento arcaico son conceptualizaciones primitivas de las fuerzas cósmicas. Los grandes dioses de Mesopotamia y Egipto eran las grandes fuerzas de la naturaleza. No hacía falta fe para creer en ellos; para creer en el Sol, la Luna, la lluvia, el viento, la tempestad, el tiempo, la tierra o el mar. Era obvio que existían y que ejercían influencia en cuanto sucedía. Como no se sabía nada de esas fuerzas naturales, se las personalizaba de un modo arbitrario, se las antropomorfizaba, se las psicologizaba y se les atribuían emociones e intenciones, como si fueran seres humanos. También se les atribuían relaciones familiares o políticas entre ellas o con los hombres, justificando así, por ejemplo, el origen de la dinastía reinante, cuyos reyes descenderían del Sol, como en Egipto.
>> Los judíos eliminaron lo que los dioses tenían de profundo y protocientífico, su identificación con las fuerzas de la naturaleza, y se quedaron con lo más absurdo y supersticioso: su presunto carácter psicológico y personal. ¿Entiendes por qué es tan difícil tener fe? No hace falta fe para creer en lo que puedes ver a simple vista. La fe es, por definición, irracional.
>> Con suerte, uno nace con una pulsión natural hacia ella. Otros, como tú y como yo, debemos llegar a la fe de manera consciente, suspender nuestra incredulidad para aceptar los designios de Dios.
>> Los persas, una cultura en muchos aspectos más sofisticada que la nuestra, también tienen un único Dios. Se refieren a él como Mazda, y lo identifican con el fuego. Esa es la razón por la que muchos de sus sacerdotes, los Magi, están obsesionados con encontrar la Llama Sagrada, la presencia última encarnada de Dios, como Moisés ante la zarza. Ormuz es uno de ellos.
>> Durante el exilio en Babilonia, los judíos tomaron prestados muchos de los mitos del zoroastrismo. Entre ellos están los ángeles, los demonios, el Oscuro y, quizá, la propia unidad de Dios. Atiende a tu Biblia, joven. En Génesis, Dios se refiere a sí mismo como el dios de Israel, no como el único, el todopoderoso Dios de todos los hombres.
>> Un mito, no obstante, es anterior al exilio: le habló el Señor a Moisés, y le dijo que construyese un arca, y que guardase en ella las Tablas de la Ley. Es más, dijo “Allí ciertamente me presentaré a ti, y hablaré contigo desde más arriba de la cubierta, desde entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio”.  (Éx 25:22) El arca de la alianza contiene, al igual que la Llama Sagrada del zoroastrismo, La Presencia.
>> Los cristianos no creemos en estas cosas, por supuesto. Sin embargo, en estos tiempos que corren la pureza es un lujo. En otras partes del mundo, los sacerdotes asimilan los credos locales a la doctrina revelada por el Libro. ¿Hacen mal? Sólo Dios sabe esas cosas.
>> Nos corresponde a nosotros, los que carecemos de fe ciega, guardar la borrosa frontera entre la ortodoxia y el sincretismo, entre el mundo del Señor y las herejías. Por eso no puedo permitirme dejar pasar la oportunidad de descubrir qué hay de cierto en las palabras sonadas del joven Ormuz.
>> Pero soy viejo, y mis articulaciones duelen con el frío. Tu tarea es acompañar a Ormuz, al menos durante un tiempo, y asistirle en su empresa, e informarme si tiene éxito.
>> Ah, y una cosa más... —dice entre bostezos, pero se queda dormido.

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15/02/2017, 13:38
Marco Valerio

A la mañana siguiente, de camino al palacio imperial, Valerio te cuenta el resto de la historia. Lo hace en latín y en voz baja, aunque la precaución parece innecesaria porque cruzáis un bazar ruidoso, en el que se resbala por los pétalos caídos de los rosedales. Los olores a incienso, especias y maderas exóticas llenan el aire agradablemente, pero compiten con otros olores como el del cuero, la fruta podrida y los animales. Como si estuvieses en cualquier feria comarcal, pero diez, cien veces más grande. Allí en Constantinopla todo es más grande, como si la propia ciudad fuese una lente de aumento.

— Pensaba en los señores que encontramos ayer: el viejo disfrazado y el capitán. Si no recuerdo mal, se dirigían a Cólquida, al otro lado del Ponto Euxino. Está en la dirección general en la cual debe dirigirse Ormos, y por lo tanto tú. Conozco a algunas personas de la administración imperial que me deben algunos favores, así que creo que puedo conseguiros un pasaje en ese barco. Espera y verás.

>> Lo que me recuerda. Esto no es una misión a título propio, como la de informarme periódicamente de los avances del joven —a partir de cierta edad, todo el mundo con menos de cincuenta años es joven— persa. Esta misión es para Roma; la de verdad, no la versión idealizada que tienen estos griegos. Necesito que me informes de los movimientos y del éxito de la embajada del emperador en las tierras de Lázica. Escríbeme cartas, pero por favor sé discreto. Recuerda todas las cifras que te he enseñado para ocultar información en un texto incluso si el texto ha sido robado.

>> Si te preguntan, vas a fortalecer los lazos entre la comunidad cristiana occidental y los cristianos íberos exiliados por la guerra con los persas. De hecho, podrías intentar hacer eso mismo, en el tiempo que tu tarea te deje libre.

>> No puedo confiar en nadie más esta tarea. Eres mi mejor discípulo.

Notas de juego

Puedes escoger cualquier criptosistema (un sistema criptográfico) que quieras, supondremos que te lo ha enseñado Valerio. Todos de clave privada (la clave pública es un invento de los 1970's). Si no se te ocurre ninguno, puedo darte algunas ideas.

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18/02/2017, 15:18
Director

Notas de juego

Te dejo el programa que hice: http://www.codeskulptor.org/#user42_QORJD24IvG_1.py

Primero está el código, y al final están las pruebas. Los nombres son bastante clarificadores. El método ToString(array) lo único que hace es convertir el array (o vector) de letras en un texto legible: de ["a", "b", "c"] a "abc"; es básicamente estético.

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19/02/2017, 19:12
Gaius Tertius

-La casa verde junto a la iglesia de los cuarenta mártires. Es aquí.-Me digo a mi mismo.

Con un suspiro, me aliso la ropa con las manos. La última vez que vi a Severo, estaba huyendo de Rávena sobre un destrero de guerra robado, con la guardia ostrogoda de la ciudad pisándole los talones. En retrospectiva, lo que hicimos con las naranjas y las prostitutas no fue buena idea, pero éramos chiquillos y nadie salió herido... Nadie importante, al menos. 

Lo de entrar en la casa del gobernador, quemar sus cuadros y robar su caballo, por otra parte...

En fin, han pasado diez años y por las cartas que me ha ido enviando parece que está contento con su nueva vida como auriga de los azules. 

Me acerco a la puerta y la golpeo con el picaporte. Se escuchan los ladridos de un perro en el interior de la casa.

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20/02/2017, 22:18
Magister

Jezabel, silencio. Calla, calla —oyes tras la puerta. El perro calla. Se oyen varios cerrojos al descorrerse. Las carreras de carros son un oficio peligroso. Abre—. Por el amor de Dios, ¡Cayo! ¡Cuánto tiempo sin verte! —dice mientras te abraza.

Al separarse, y mientras te conduce al interior del hogar, tienes tiempo de percibir que los años no han pasado en balde para tu antiguo compañero de juerga. El pelo ha desaparecido casi por completo de su cabeza, y ahora se lo rapa. Está en una forma física impecable, por supuesto, por las exigencias de su trabajo. Lleva un pequeño gorro de tela blanca.

Esther, mira quién está aquí. Es Cayo, del que tanto te he hablado. Mi antiguo amigo en Rávena. Sal, ven a saludarlo.

Una mujer hermosa, de pelo negro y facciones oscuras, sale a recibirte. Es un poco mayor que tú —es un poco mayor que él—, y está algo entrada en carnes. Pero lo lleva bien. Lleva un pañuelo en la cabeza, y viste colores sufridos. Te saluda con timidez y murmura unas palabras. Algo así como "alabado sea Dios", pero no consigues entenderlo. Habla muy bajo.

Samuel, Josué, Débora, Daniel, Rut. ¡Venid, venid! Venid aquí.

>> Íbamos a comer. He hecho unas empanadas de cordero. Por favor, quédate  con nosotros, te presentaré a la tropa. Estos son mis hijos —te los presenta con un ademán.

Vaya con el pequeño Severo, el mayor putero de Rávena, el terror de madres e hijas por igual. Parece que ha sentado la cabeza. Y de qué manera.

Veo que tú también has encontrado a Dios, Cayo. Y me alegro. Te has unido a los bautistas, ¿eh? —dice alegremente. Está contento por verte, casi se le saltan las lágrimas. "Bautistas", dice, el tío, como si el cristianismo todavía fuese una secta judía.

Severo —o Joel, como ahora insiste en hacerse llamar— no quiere ni oír hablar de que no comas allí. Al final accedes, y los dos acabáis hablando a solas tras la comida, bebiendo un poco de vino (aunque sea pecado, el encuentro entre dos ex pecadores lo merece) y recordando viejos tiempos. Pasáis por encima del accidente de las naranjas y del caballo del gobernador; no es por vergüenza, pero sigue tan presente entre los dos que no merece la pena mencionarlo. Aún así, lo dejáis caer con gran jocosidad entre comentario y comentario.

Finalmente, el tema de la religión sale a colación. Por supuesto que él, por tus cartas, sabía que te habías convertido en un sacerdote cristiano "de los buenos", como dice él. Los Azules siempre se han identificado con el cristianismo oficial, no como las tendencias monofisitas de los Verdes. Por eso el emperador apoya a los Azules.

Y tú, claro, sabías que se había convertido al judaísmo. Aunque, más que saberlo, lo intuías por sus tímidas menciones a su familia —no tenías ni idea de que tuviese cinco hijos y una perra llamada Jezabel— y a sus amigos. Parece avergonzado, es evidente que ha tenido que soportar humillaciones por su conversión. Sin embargo, contigo parece sentirse cómodo.

¿Te acuerdas de Teodosio, el maestro? —dice— Qué tío. Desde religión hasta geometría. Todavía me acuerdo del uso que le daba a la regla euclídea. Cuando lo pienso me duelen las palmas de las manos.

>> Todavía pienso en él. Lástima lo de su accidente. Cuando nos hablaba de Arrio, con esa pasión... No lo sé, a mí me convenció. Pero el arrianismo está prohibido en el Imperio. Por eso soy judío.

>> Estos son tiempos oscuros, Cayo. Las matanzas se multiplican en tierras de los gentiles. Los rabinos del este, en Babilonia, dicen que el Mesías ha llegado, y está reuniendo a sus ejércitos en el desierto. Pero yo no le doy mucho crédito a esas noticias. Pero sí te digo algo: el mundo está cambiando. Y si el Mesías no ha llegado aún, llegará pronto. Lo noto.

>>  Aunque claro, no quiero ofenderte. Tú piensas que ya ha llegado, y que murió en la cruz. ¿Qué nuevas traes de la vieja Italia?

Notas de juego

Una de las primeras recetas de panades como las entendemos en Mallorca se encuentra en el Talmud. Aunque, por supuesto, llevan cordero y no llevan manteca.

Iba a poner que bebíais leche en lugar de vino, pero creo que un pecado casi peor que beber alcohol es beber leche tras comer carne de cordero, y viceversa. Porque "no puedes comerte a madre e hijo al mismo tiempo."

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28/02/2017, 20:26
Gaius Tertius

Me río.

—¿Noticias? ¿De la península? Los ostrogodos siguen siendo ostrogodos, como siempre; los mercaderes se quejan por los impuestos, como siempre; los soldados se quejan por su paga, como siempre; y el papa sigue siendo viejo y cascarrabias, como siempre también. 

Termino la copa de vino.

—Joel, este vino le da mil vueltas a la mierda que nos dan en las iglesias y los conventos. Supongo que son ventajas de ser el auriga preferido del emperador.—Digo, riéndome.—Me alegra ver que la vida te trata bien.

El tema de conversación cambia a banalidades: Cuándo nacieron sus hijos, dónde encontró a Jezabel, la vez que los verdes le tiraron huevos en mitad de la carrera... Al final, surge el tema del viaje. Bajando la voz, le explico a grosso modo lo poco que me ha contado Valerio. "Espero poder contar contigo, Joel. Te traeré una botella de vino persa"