Partida Rol por web

La Taberna del Goblin Risueño es bastante popular dentro de Phlan.

Ubicada en la zona del puerto es un lugar que atiende principalmente a marinos, mercenarios y aventureros. El lugar ideal para conseguir algún que otra pelea por borrachera.

Así y todo, la taberna ha visto mejores tiempos que los que cursa actualmente. Al ingresar al lugar se puede apreciar las maderas desgastadas y despintadas, el yeso de las paredes y los detalles en el techo que una vez fueron blancos hoy pueden verse saltados y amarillentos, como así también pueden ver las lámparas y candelabros carcomidos por la sal y oxidados.

Detrás de la barra puede apreciarse a una mujer de largos cabellos negros recogidos con una sola coleta en la base de su cuero cabelludo limpiando tarros de cerveza, hablando con un hombre pelado y con claro sobrepeso sentado en una de las banquetas de la barra.

Cuando abren la puerta de la taberna sus fosas nasales se llenan de un potente olor a sopa de repollo y sardinas. A pesar de que todavía no es mediodía la taberna no se encuentra vacía y hay un par de mesas ocupadas con gente dispersa entre sí.

Llevaba un tiempo caminando y comenzaba a sentir hambre, el intenso olor a comida y a alcohol me hizo salivar.

Necesito un trago.

Al entrar en la taberna, echo un rápido vistazo alrededor y me aproximo a la barra. Al llegar, me dirijo a la tabernera:

-Tabernera, una cerveza aquí.Dame un plato de carne caliente también, tengo tanta hambre que me comería un cerdo.

Me encontraba aburrido el la taberna bebiendo una cerveza en mi soledad, cuando entró un Dragonborn al que reconocí de inmediato. 

"Al parecer no me aburriré tanto como esperaba creia" Pensé divertido. Al escuchar lo que pedia y como lo decia, pensé en gastarle una broma. Me concentré y conjuré una ilusión menor, que imitaria la voz de Garranegra a la perfección. 

- ... como yo. Grasiento y apestoso.  - Dije con la voz de Garranegra, enfocando la voz donde él mismo estaba, para que pareciese que lo decia él. - Llámame canibal si quieres, pero me gusta comerme a mis congéneres porcinos. - Dejé de conjurar esa voz mientras trataba por todos los medios de aguantarme la risa. Deseaba ver la cara que estaba poniendo al escucharse a si mismo decir eso. 

al estar sentado en una de las mesas de la taberna, la cual no es de mi entero agrado, algo me saca de mis pensamientos, observo la escena y pienso:

vaya gente ruidosa hay por aquí, si bien mi misión en servir a quien lo pida, veo difícil hacerlo con alegría si fueran ellos ¿por qué los demás no aprenden un poco de autocontrol?

después de eso no les doy  mas importancia y sigo tratando de disfrutar un plato de sopa y un tarro de aguamiel.
 

Osrik está sentado cerca del fuego. Peligrosamente cerca del fuego. Tiene una taza en las dos manos, y una llama de color azul juega entre sus nudillos. Pese a todo, el enano todavía siente un escalofrío de vez en cuando.

No había prestado atención a su alrededor hasta escuchar la risa del tiefling. Sus ojos azules se posaron un momento en los protagonistas de la chanza, pero sacudiendo la cabeza volvió su atención a las llamas. Sabía que en algún momento necesitaría volver a socializar de nuevo, pero estaba tratando de posponerlo lo más posible.

Me giro rápidamente al escuchar mi voz, comenzando a enfadarme.

-Pero qué dem...Cruzo la mirada por la habitación y veo a Morthos, esbozo una amplia sonrisa y suelto una carcajada.-Ese cabrón.-Morthos, maldito bribón, algún día te cerrare esa boca JAJAJA.

Me acerco a donde está.

-¿Qué hace un tiefling andrajoso como tu en un sitio como este?

Viperia estaba sentada en un rincón oscuro de la taberna, con Velenia, una rara serpiente venenosa con un extraño símbolo parecido a una calavera ¿tatuado? en la frente. Revisaba unos pergaminos y un libro cuando la broma del Tiefling la sacó de su ensimismamiento. Bueno tal parece que no somos las únicas que usamos magia aquí muchacha- pensó para la serpiente que le respondió del mismo modo-  Tan zzólo ezz un vil truco menor. 

Velenia tenía razón pero puede que quién lo haya hecho pudiera hacer más cosas, sería mejor no quitarle el ojo de encima Tiefling.

Viperia continuo observando al pequeño Tiefling que aparentemente era un viejo amigo del enorme Dragonborn al que le había gastado la broma.

No quería meterse en sus asuntos ni que ellos se metieran en los suyos, pero tenía la sensación de que no podría evitarlo, estaba allí buscando algo por lo que dieran una buena paga al fin y al cabo.

Una figura sombría entra en la posada, en ese momento los habituales callan y miran un segundo al extraño antes de seguir con su rutina y fornido hombre empieza a andar, al hacerlo bajo su poncho resuena el ruido de metal contra metal y por las protuberancias puntiagudas de su capucha se nota que no es precisamente un humano. Una empuñadura sobresale de su espalda y algo más abajo se nota la forma de un escudo nada oculto por lo que es fácil distinguirlo como algún tipo de combatiente.

El encapuchado avanza con paso tranquilo y seguro sin reparar en ninguno de los presente hasta que finalmente llega la barra de la taberna, una vez ahí alza la cabeza y golpeando con una moneda en la repisa dice con voz una voz ronca -Un poco de agua y algo de comer... gracias acto seguido agarra uno de los taburetes cercanos y se sienta frente al mostrador a la espera de que le sirvan...

La tabernera, ni lerda ni perezosa, al escuchar el pedido del Dragonborn desaparece en la cocina y vuelve unos minutos después con un buen plato de carne mechada y verduras hervidas junto con tarro de cerveza y se lo deja en la mesa.

Al escuchar la voz gutural se sobresalta, pero no logra distinguir quien fue el que casteo el hechizo.

- Para el gracioso que hizo eso, por si no sabe leer, tenemos dibujitos - dice mientras señala un cartel situado en el costado de la pared. En el mismo se puede observar una varita cruzada con una barra de color rojo.

Dicho eso vuelve atrás de la barra donde, una vez aparecido el siguiente cliente, se apresura a llevarle lo mismo que al anterior cliente aunque esta vez con una jarra de agua.

-Gracias repite el tifling mientras se quita la capucha para empezar a comer acto seguido señala el cartel de la varita con el pulgar y pregunta a la tabernera -Problemas? 

- No, para nada. Alguno que se quiso pasar de listo. Demasiados muebles quemados por el exceso de alcohol en los magos. - dice con una sonrisa y se da vuelta para volver atrás de la barra.

El tifling arquéa una ceja ante la respuesta de la mujer y sin mediar palabra deja una moneda de oro frente al plato para que esta se cobre cuando le vaya bien, acto seguido se pone a comer con tranquilidad...

Iba a responder a Ladón cuando la tabernera me llamó a atención. Y vi el cartel. Vaya, ultimamente prohibian magia en todas partes. Pasé por el lado del Dragonborn para acercarme a la tabernera. 

- Lo siento, bella flor. No vi le cartel, pero de todos modos no estoy lo bastante boracho como para tratar de hacer punteria contra las paredes. Desde ahora trataré de contenerme en demostrar mis grandes habilidades arcanas. Un placer. - Dije con tono amable. Le guiñé un ojo y me di al vuelta, advirtiendo que pasaba junto a otro Tiefling, desconocido. Me encogí de hombros y volví con Ladón. 

- Disculpa la interrupción, amigo. Tenia asuntos urgentes que atender con esa belleza. Aunque está un poco pálida para mi gusto. Hago lo que hacemos todos, pasar el tiempo. Que te parece si mas tarde buscamos algo de trabajo? Tal vez ofrezcan alguna recompensa jugosa. Mis fondos empiezan a escasear... 

Mientras hablo con mi compañero, me acerco a la barra a coger mi comanda y comienzo a comer y beber. Tras escuchar lo que me dice, le respondo.

-No me vendría mal algo de dinero.-Bajo el tono, y hablo más seriamente.-Por cierto, ¿sabes algo del hombre del que te hablé?

Una chica menuda entró en la estancia con la espalda encorvada e inclinada sobre un cayado. Caminó hacia una mesa con pasos lentos y medidos, como si cada uno le representase un enorme sufrimiento y esfuerzo. Así también lo indicaban los leves quejidos que emitía al compás del toc toc de su bastón contra el suelo de madera.

Al llegar a la mesa se dejó caer pesadamente en una silla, dejó el bastón a un lado y exhaló un suspiro de cansancio.

Levantó una mano temblorosa, para llamar la atención de la posadera y habló con una voz quebrada y ronca que desmentía la losanía de su aspecto adolescente. Su rostro era el de una muchacha quinceañiera, pero su expresión severa y su mirada penetrante parecían darle un aspecto de mayor edad. Mucha mayor edad, de hecho.

—Un baso de leche, por favor, jovencita.

Cuando la posadera se dio media vuelta, la llamó con una voz completamente distinta, aflautada y cantarina, como la que se podría esperar de alguien de su edad aparente.

—No, no, espera… he cambiado de opinión, una pinta bien grande de cerveza.

La chica ahora mostraba una sonrisa de oreja a oreja.

Cuando la posadera intentó alejarse nuevamente, la chica adoptó otra vez su expresión ceñuda.

—¡Nada de eso! —volvió a escucharse su voz aguda y carraspeante—. ¡Un baso de leche, he dicho!

Esta vez la posadera se alejó y la chica pareció decepcionada. Se apoyó con un codo sobre la mesa y una mano bajo la barbilla.

—Nunca dejas hacer nada divertido. —se la escuchó quejarse, esta vez en su voz juvenil.

De pronto sus ojos se dilataron con asombro, y se puso a observar con interés a uno de los comensales.

—¿Qué es esa cosa? —preguntó en voz alta.

—Es un Dragonborn —se contestó en su otra voz, quejumbrosa—. Deja de mirar así.

—¿Y qué es esa cosa que está con él? —volvió a preguntar la voz infantil.

—Es un tiefling —contestó la otra voz—. Y ya te he dicho que dejes de mirar así.

—¡No estoy haciendo nada malo! —se quejó la voz joven y luego miró alrededor y hacia arriba como si buscara algo.

—¿Estás allí?

Tras unos instantes se le dibujó una amplia sonrisa y, cuando vio que la posadera pasaba cerca, le dio un tirón a su falda para llamarle la atención. Cuando la muchacha se dio la vuelta le habló en voz baja.

—Una pinta de cerveza con la leche…

Sacó un pedazo de papel de su mochila y una piedrecilla negra y comenzó a dibujar unas figuras, con la lengua entre los labios, por el esfuerzo. Alternativamente miraba al papel y a los dos comensales que tanto le habían llamado la atención. 

Tomé un sorbo de mi cerveza mientras veia a Ladón tragar. Era todo un espectaculo ver esos colmillos de dragón desgarrar la carne de cerdo. Uno se pona a imaginar como seria un dragón de verdad comiendo y te entraban ganas de salir huyendo. A menos que conocieras al dragón y fueras amigo suyo. 

- No, amigo. Me temo que se ha enfriado al pista. Pero tranquilo. Lo cogeremos. - Mientras hablabamos, observé a la vieja que hablaba consigo misma con dos voces distintas. La miré unos instantes. - Oye... Conoces a esa vieja que nos mira? - Le comenté al Dragonborn.

Preocupado, exclamo:

-¡Maldita sea! Creía que estaba a punto de pillar a ese malnacido.

Tras esto, miro a la vieja y le digo a mi compañero.

-No la he visto en mi vida, pero parece que me conociera...

Me acerco a la vieja.

-¿Algún problema conmigo señora?

Digo mientras sonrío mostrando mis dientes.

desde mi mesa observo al Dragonborn acercarse a la mujer de las dos voces Espero esto no termine mal, y simplemente observo las reacciones de ambos.

Bueno Velenia esta puede ser la distracción que quería ve a comer. Pensó la maga y la serpiente bajó discretamente del su brazo y se fue a cazar a la cocina mientras tanto Viperia se dedicó a subir un par de grados la temperatura para que nadie notara a la serpiente, así que sin mirar fingiendo seguir en sus libros imitó el truco del Tiefling, la voz del Dragonborn sonó de nuevo.

Porque si tiene algún problema la mataré, la violaré y me la comeré como a este cerdo, le queda claro vieja loca!

Todos creerían que era otro chascarrillo del Tiefling excepto la vieja que recién llegaba, quizás esto fuera divertido y nadie sospecharía de ella que seguía revisando sus papeles con el arco colgado de la silla y la espada en la cintura.

Me giro y me dirijo a Morthos, enfadado.

-¡Deja de hacer eso! No soporto que nadie hable por mi.

Suelto un bufido y vuelvo a la comida.