No, no hay espectáculo, entre otras cosas porque no hay escenario. Las chicas están a su bola, bebiendo o más bien, haciendo beber a los hombres, que es por lo que les pagan.
En ese caso, si no viene ninguna (que estaran ocupadas) este sitio estaria ya visto y empezaria a aburrirme. Si nadie mas quiere hacer algo aqui, yo casi que me iria a probar suerte(/a ver que hay) en el otro saloon.
Eh, compañeros, esto empieza a ser... aburridillo, no? Que tal si miramos el otro saloon?
Me parece bien ,la verdad no se nota mucho movimiento y esto empieza a ser bastante tedioso
bebe de un sorbo el whisky Creo que ya termine con la diversion sonrie Cuando ustedes quieran yo estoy lista para partir
OK, podéis salir del Saloon por la misma puerta por la que entrásteis, o por la del norte, que da a la calle Dodge.
Vale. Saldria por la puerta norte, a Dodge street. Luego seria cosa de seguirla, cruzando Washington avenue y Davis street hasta la puerta norte del saloon de Babe (edificio 150, no?)
Salís del Saloon por la calle Dodge y avanzáis unos metros por la misma hacia el oeste (hasta 121). Allí veis a un hombre intentando abrir a patadas la puerta posterior del edificio 75.
¿Qué hacéis?
De primeras observarle con atencion. ¿Esta borracho, iracundo o algo? ¿Dice/grita algo? Hay alguien mas por aqui? Y tambien importante... hay alguna reaccion desde el interior o desde algun lugar cercano?
Por la calle no se ve a nadie, y el hombre no parece borracho ni dice o grita nada.
En ese caso, tras mirar la casa (ventanas y tal) me acerco intrigado La curiosidad mato al gato, pero... Errr... no es por meterme donde no me llaman, pero... ¿es esta tu casa? ¿Has olvidado las llaves dentro? Por cierto, ¿lleva fusta?
La casa parece un almacén de algún tipo, y la puerta que veis es la de atrás. El hombre no lleva fusta y está algo acalorado (gajes de pegarle patadas a las puertas). Se vuelve hacia vosotros y farfulla: ¿Qué có** queréis?, antes de volverse de nuevo hacia la puerta y darle otra patada.
Intentando (sin mucho exito) ser diplomatico, suelto Nah, hombre, era pura curiosidad, saber si en este pueblo era costumbre entrar en las casas a patadas y ver si podia ayudarle en algo o si tenia que avisar al sherif... pero nada, usted siga a lo suyo.
¡Pero qué co** del sheriff ni de la madre que lo pa***! ¡Este es mi almacén y si quiero pegarle patadas a la puerta se las pego!
Se cruza de brazos observando la escena ,siempre atento ,esperando a lo que sucede
Pues por eso preguntaba, hombre, a ver si querias ayuda!
¡Nnno! [patada a la puerta], me basto [patada] y me sobro [patada] para abrir [patada] esta jodida puerta (jadea, agotado por el esfuerzo).
¿Y vosotros qué hacéis aquí como pasmarotes? ¿No veis que tengo trabajo?
Vale, vale, seguire mi camino... no se lo tome a mal, hombre, que solo le ofrecia ayuda. y me alejo tranquilamente. Ay que ver que gente mas curiosa se encuentra uno por aqui...
Proseguís vuestro camino por la calle Dodge en dirección a la calle Davis, y al llegar delante del edificio de la esquina (125) veis que se trata de una herrería. Hay luz y podéis oir un sonido metálico rítmico e inconfundible, del batir el hierro.
Podéis asomaros a la herrería o proseguir la marcha.
Bueno, ya que estamos por aqui... si hay una ventana o una puerta abierta, me asomaria a saludar. Si el herrero parece majete le comentaria lo del personaje que quiere tirar abajo la puerta de su propio almacen, a ver si tiene algo para ayudarle (como una palanca de metal).
El interior de la herrería está iluminado por diversas lámparas de aceite y una forja que brilla con el hierro al rojo, alimentada por un juego de fuelles que acciona un joven. Un hombre maduro, ataviado con un delantal de cuero, bate una herradura utilizando un yunque y un martillo. Ninguno de los dos parece ir armado.
En la parte delantera hay una estantería de madera con diversos utensilios metálicos a la venta, igual que las paredes. Algunos tienen incluso etiquetas indicando el precio.
El herrero os hace un gesto para indicar que esperéis a que acabe con la herradura y, efectivamente, al cabo de unos instantes la introduce en agua para que se enfríe y, tras limpiarse un poco, os atiende.
Cuando le contáis lo del pateador de puertas os pide una descripción del individuo y se ríe abiertamente: Ese es Sam Jackson, el dueño de la tienda de ultramarinos y efectivamente, ese edificio es de su propiedad. Debe llevar varias copas de más. ¿Hay algo más en que pueda ayudaros, vaqueros?