Partida Rol por web

Cuando os acercáis más a las ruinas, observáis los muros defensivos que una vez se extendieron como brazos desde el risco para encontrarse en una puerta fortificada. Los cimientos marcan el lugar donde se levantaron, y varias secciones se levantan hasta la rodilla de un hombre. Solo en tres o cuatro lugares todavía se elevan por encima de vuestras cabezas. Tras los muros caídos, la mitad de la antigua casa del pozo permanece intacta. Cerca hay una piedra puesta en pie con unas runas inscritas.

—¿El camino termina aquí? —Pregunto a Rilwen girándose rápidamente— Parece, que quizás escogimos mal el camino. ¿Alguna idea de por dónde continuar? —Echó un rápido vistazo a los alrededores, una enorme piedra con signos llamó su atención—. Aquí hay algo —dijo y avanzó hasta la piedra de píe con runas inscritas— A ver... veamos, si soy capaz de comprender algo —y observó con cuidado. 

Tatharina se alegró de ver vegetación, tanto en el valle como en el nuevo camino. Pese a que las vistas desde lo alto de las montañas eran capaces de dejarte sin aliento, en la opinión de la joven, el entorno escarpado le hacía perder todo su encanto.

Cuando se comenzaron a divisar las ruinas en la lejanía, se comenzó a preguntar si sería una de esas granjas de las que hablaban sus compañeros y, aunque no quería hacerse muchas ilusiones, en su mente ya se estaba imaginando durmiendo en una cama mullida. Tal vez fuera con eso que, una vez confirmado el estado ruinoso de la edificación, su cara solo era capaz de revelar decepción y desinterés.

- Chicos, me llevaré a Sedoso a pastar aquí cerca. Creo que se merece reponer energías después de la subida que acaba de recorrer. Dijo mientras acariciaba el hocico de su poni. - No me importa llevar los vuestros conmigo, así no tendremos que hacer tantos viajes y os podéis centrar en revisar estas piedras tan curiosas.

-Pues si Gallind parace que hemos llegado hasta estas ruinas, y que aquí acaba el camino. Algo que era fácil que ocurriese dado que no hemos seguido el camino que nos recomendó Elrond, sino el que os ha parecido más conveniente.- Ella había querido seguir el camino que les indicó Elrond, pero no le habían hecho ningún caso y habían seguido el camino que mejor les había parecido. Y habían llegado hasta aquel lugar, que ahora tendrían que explorar. La inminencia de aventuras estimulo y alerto a Rilwen, que siempre estaba deseosa de estas. A ella el frío no la molestaba, no necesitaba comer demasiado, y tenía un gran aguante, por lo que vagar por las montañas no suponía ningún problema serio para ella. Y además prisa no tenían.

-¡Gracias Tatharina! Así los ponis podrán pastar y no alertarán a algún posible habitante de estas ruinas.- Preparo su arco y se acerco hasta el derruido muro, para ver que es lo que había en aquellas ruinas. Tal vez fueran el refugio del que les habían hablado. Trató de observar bien toda la zona, en busca de enemigos o pistas de que era aquel lugar.

—Encantado, Tatharina. Cuida bien del pobre Tempestuoso, se le nota fatigado —observó al pequeño pony, un poco con la lengua afuera tras tanto viaje—. Si me lo cuidas, estaré eternamente agradecido contigo. Y sabes que hablo con la verdad, porque eterna es mi vida —guiñó un ojo a la joven, en el fondo sabía que ella era la mejor persona en este grupo para cuidar de los animales. Sus suaves manos, y su dulce voz, no podían hacer otra cosa que no fuese calmar el cansancio y la nerviosidad a los pequeños. 

—Pues, lo siento, pero cuando te equivocas, debo decirte que te equivocas —respondió a las reprimendas y quejas de su amiga—. Sacaré el mapa, y te demostraré —señaló un muy poco visible camino que continuaba— que este sendero, obviamente también nos lleva hasta las melodiosas aguas del Anduin. —Luego de ello observó con esmero el mapa, mientras la semi-elfa intentaba descifrar las misteriosas inscripciones.

Rilwen ya estaba explorando aquellas ruinas, atenta a cualquier detalle que pusiese indicarle si allí había habido alguien recientemente y si se trataba de humanos, orcos, trasgos o incluso algo peor. Cuando escucho a sus espaldas a Gallind. Retrocedió hasta el unos pasos y en voz baja le contesto. 

-No se amigo, me da la impresión de que eta cuenca a la que nos ha traído este camino queda aquí cortada por esas montañas. Pero tal vez, una vez exploremos estas ruinas, podamos estudiar la cuenca con más detalle y ver si hay algún camino. Desde aquí no podemos verlo, y el mapa no lo deja muy claro. De cualquier forma, tampoco sería tan malo, tener que regresar hasta otro camino, a poder ser el que nos recomendó Elrond. Si que sería un retraso, pero tampoco tenemos tanta prisa, y estas ruinas podrían ser un lugar interesante. Centrémonos ahora en ellas.- Y volvió hasta aquellas murallas derruidas. Aquello era algo interesante, y que desde el punto de vista de la medio elfa, no debían dejar sin explorar. 

Chicos por favor no discutáis, puede que no sea el camino que nos recomendó Elrond pero aquí hemos llegado. Quizás encontremos algo útil, un lugar donde descansar o nada en el peor de los casos y seguiremos después con nuestro camino. Para ser sincero no me disgusta el cambio de escenario y tener algo que explorar para distraerme de todo lo que ya hemos hablado, aún así no nos separemos mucho, por favor.- No creía que fuese a más pero dado su último casi enfado se sentía en la obligación de hacer que loq ue parecía una discusión se quedase allí, sí que tenía ganas de explorar pero se sentía mas cauteloso que de costumbre.- Gracias Tatharina, te acompaño con los ponis para que no sea tanta tarea y los aseguremos más fácilmente.- Volvió con ella de las riendas de su poni Taburete, primero los animales y después el resto, esta vez no pasaría nada raro estaba seguro de ello.

—Como veas, Rilwen. Según los mapas debería haber un camino, ya sea por fuera o a través de la fortaleza. —Sentenció sutilmente el diálogo—. Eres más sigilosa que muchos de nosotros. Adelante, hecha un vistazo y cuando veas que es seguro te seguiremos. —Continúo pensando en las palabras de su amiga, parecía ignorar las notas y referencias en el mapa. Quizás aún, le atosigaba lo sucedido en el robledal, lo mejor era no molestarle. Al menos, parecía entusiasmada con la idea de poder explorar cautelosa el lugar. 

A sus pensamientos, interrumpió la voz de Tolman, mucho menos aventurero desde que abandonó aquel macabro sitio—. No estamos discutiendo, Tolman. Tranquilo. —Se giró para observarle pero éste ya se distanciaba presuroso con las riendas de su montura en la mano. El buen Taburete, no había sido inoportuno el nombre que le había dado.

Al contemplar las ruinas el corazón de Gláin saltó con furia contra su pecho. Si en verdad se trataba de un antiguo asentamiento enano aquella era la oportunidad de buscar información sobre su pueblo; una información sobre un tiempo pasado y las vicisitudes que pudieran haber padecido hasta dejar el lugar completamente abandonado y desierto. Y pensar en ello le producía honda tristeza al enano. Pero también podían tener la oportunidad de encontrar algún objeto, algún recuerdo abandonado que tuviera cierto valor, si no monetario al menos sentimental, que le recordara a los congéneres que allí habitaban.

Avanzó a pie ensimismado llevando a su montura cogido de las riendas al cual, al contrario que sus compañeros, no recibía más nombre que el de poni. Apartó la mirada de las piedras amontonadas que antaño debieron formar parte de grandes murallas para ver a Tatharina y a Tolman que reunían al resto de animales para llevárseloa aparte.

—Podéis llevar el mío también... —dijo, tendiéndoles las riendas—. Gracias.

No prestó atención a la aparente discusión entre Rilwen y Gallind sobre el camino elegido pues Gláin solo tenía ojos para las piedras que habían formado la entrada fortificada.

Me acerco a Tatharina y le tiendo las riendas de mi pony con una sonrisa después de sacudirme un poco el polvo de la ropa y del cabello. 

-Espero que no sea mucha molestia, pero me muero de ganas de echar un vistazo. Este debió ser un lugar magnífico hace tiempo. Hay en estas rocas ecos de una belleza perdida que me gustaría ver de cerca. Quizá pueda ser de alguna ayuda a Gallind. 

Dicho esto, dejando al pony a su cuidado, emprendo un ligero trote en pos del elfo que ya se dirige a la roca con inscripciones. De soslayo miro de reojo a Tolman que parece dispuesto a quedarse con las monturas.  Parece ir recuperando su humor habitual después de los acontecimientos del robledal. Ahora me siento muy indecisa a cerca de contarle lo que sé del final de nuestro padre gracias al relato de Gallind. Estoy muy agradecida por que el elfo confiase en mí, e igualmente abrumada por su sinceridad. Gallind siempre me pareció inteligente y capaz, pero tras nuestra conversación aún lo admiro más. He descubierto en él una sabiduría que deslumbra y estoy dispuesta a aprender de él. Quizá ese sea el motivo por el que ahora corro a su lado, y no solo por la curiosidad que me hubiese impulsado en cualquier otro momento. 

Aunque me siento alegre en compañía de mis amigos la sombra del relato de Gallind acerca de mi padre persiste. Es por ello que mi antigua sonrisa habitual franca y abierta  es ahora una media sonrisa algo desdibujada que me esfuerzo en completar cuando alguno de mis amigos está cerca.

- Espera Gallind! te acompaño. 

El hábito de la degradación que ejerce el tiempo, que se escurre y extiende impasible en este lugar, no es suficiente para derrocar a la pertinaz insistencia de los ciclos de naturaleza, a su carácter vibrante y vivificante que palpita en derredor en aquellas zonas más apartadas de las ruinas, imponiendo su temperamento agreste al orden que antaño tenían aquellos muros defensivos. Matas y hierbas disonantes se empeñan en asegurar que pese a que la muerte haya golpeado inmisericorde a la piedra, la tierra que pisáis no sea estéril. Musgos y líquenes indolentes colonizan la dureza de los cantos rodados. El verdor, aunque raquítico, se abre paso victorioso ante el ocaso y la inclemencia del lugar donde os encontráis.

Las monturas agradecen que os hayáis detenido en el camino. Tempestuoso se muestra ligeramente inquieto cuando Tatharina se encarga de guiarlo junto a Sedoso. Taburete se queda rezagado, estacionado y con pocas ganas de moverse hasta que Tolman tira de él para desperezarle y llevárselo hacia las áreas más asalvajadas, aquellas en las que el verdor impera a pesar de las adversidades. Los animales pronto se encargan de saciar su hambre con las raquíticas hierbas que asoman en derredor, lo cual va incrementando la despreocupación de los animales ante cualquier posible amenaza hostil. La estampa que se presenta ante vosotros invita a sumaros al sosiego que os transmiten mientras rastrean y olisquean el suelo en busca de hierbajos.

Observáis cómo Tatharina y Tolman se alejan con vuestras monturas. Tempestuoso suelta un ligero resoplido y echa una última mirada a Gallind antes de volverse para obedecer la voluntad de Tatharina.

Un halo de decadencia palpita en todo el área. El viento roza las piedras sin piedad, remueve y despierta ecos latentes y etéreos de sucesos guardados tras unos muros que se presentan deslavazados desde donde os encontráis. El mismo aire que os rodea y que danza parece contener los secretos de las voces de quienes antaño darían vida al lugar. Recuerdos que se perdieron, vestigios de hábitos que se han quedado adheridos aún en cada piedra que conforma los muros de lo que antaño fuera una fortaleza. En ese momento recordáis las palabras del oráculo, aquellas palabras que os hablaban de ecos de voces que responden a otras voces y se reconocen entre sí.

Durante el ínterin en el cual Rilwen y Gláin ejercen de avanzadilla hacia la entrada, de nuevo, hobbit y elfo compartís un espacio de comunión rodeados de la reberveración crepitante de aquello que habéis compartido, la visión en el robledal, el foso abierto hacia el pasado de Tolman Pulgaverde padre, un pasado cuyos ecos se han expandido para revelaros un fondo de verdad, su verdadero destino, sus últimos días, su prisión y sus intentos de liberación.

El silencio que compartís se hace casi pétreo. Introspectivos, el lugar parece una puerta abierta para hallar respuestas a unas preguntas que aún no se hubieran formulado.

Se suele decir que la decadencia de la piedra es la decadencia de un imperio. No hay muro que no acabe por claudicar al paso del tiempo, no hay resistencia posible ante los dominios de lo inexorable. Impasible, avanza y dilapida las civilizaciones sin encontrar oposición ni resistencia, mas hay veces que los señores de la guerra consiguen anticiparse a estos deseos, otra forma de caída, establecida por enarbolar hostilidades, una destrucción forjada a base de palabras, de ideas, principios y valores contrapuestos, de ostentación de poder o de ambición desmedidas.

Vestigios pétreos de voces, de gestos, de hábitos que se diluyeron y que pese a su abandono, exhánimes y agónicos, se niegan a que su legado sea silenciado, más al contrario, se adhieren soberbios a la piedra, envueltos en un resplandor caduco, se niegan a coartar un último diálogo para quien se pare a escuchar el eco latente del pasado, oportunidad que tenéis delante al avanzar hasta la entrada, movidos tanto por la premura, como por el valor intrínseco que éstas destilan, una memoria grabada en aquellos descendientes de los enanos, un llamamiento a sus orígenes.

Cuando os acercáis, observáis que poco ha sobrevivido de la puerta fortificada. Su gran rastrillo de hierro hace tiempo que se convirtió en herrumbre, que acabó llevándose el viento. Su estrecha escalera de caracol se inclinó y luego se derrumbó contra el suelo, bajo la embestida de las rocas de los amenazantes riscos. El musgo crece en la cara norte del muro que se levanta hasta la rodilla y que perfila los cimientos de la estructura. Profundos hoyos de punzón en la piedra que tenéis bajo los pies indican dónde penetraron una vez en el suelo las barras verticales del rastrillo.

El sitio no trasmitía tranquilidad, esas piedras que antaño se irguiesen orgullosas por todo el lugar no eran más que un recuerdo de que nada podía sostenerse permanentemente, a menos que, fuese insuflada en ella la voluntad divina. Sin embargo, a pesar del pesado vació del lugar, la presencia de Lily trasmitía un poco de paz. Esa paz que solo los hobbits podían dar. El elfo se giró al oír los pequeños brincos y apartó sus ojos del antiquísimo papiro—. Ah, Lily, —exhaló al observar como se acercaba— Rilwen y Gláin se han internado en la fortaleza a ver si consiguen sacar algo en claro. ¿Cómo te encuentras? Te veo más animada, pero tienes un espíritu fuerte que hace difícil saber lo que hay tras esos cándidos ojos. —La observó desde lo alto, lleno de preguntas y preocupaciones, con la esperanza de comprender más sobre su pequeña amiga—. ¿Se lo has contado a Tolman ya?

La imagen de los ponis pastando transmitió a la joven una paz que no sabía que necesitaba. Habían sido unos días duros, y no solo por la subida entre las escarpadas montañas y el tiempo inclemente. Sin embargo, ahora que los rayos del sol iluminaban su rostro y el aire fresco mecía su melena, Tatharina se permitió ser optimista respecto a su futuro.

Con esta sensación en el corazón, la joven se sentó en una piedra cercana y rebuscó entre sus pertenencias unas hogazas de pan y las untó en mermelada. Si algo había aprendido conviviendo tanto tiempo entre hobbits es que cualquier momento es bueno para un desayuno. - ¡Tolman! Llamó a su amigo que aún estaba entretenido con su Taburete. - ¡Acércate aquí conmigo, te he preparado unas tostadas! Sin duda sus compañeros estarían entretenidos un rato más levantando cada piedra de las ruinas, tenían tiempo de sobras para hacer una pausa.

Cuando los dos amigos estaban disfrutando juntos de la comida y la compañía del otro. La beórnida aprovecho para sacar un tema del que hacía tiempo que no se hablaba. ¿Y tú cómo te encuentras después de descubrir en tan poco tiempo tantas novedades sobre tu padre? En Rivendel Lily parecía muy afectada, incluso llegando a sospechar de nuestro amigo Gallind. Tú pareces haberlo llevado con más entereza, pero me preocupa que sea todo una fachada para no preocupar más a tú hermana. Tatharina le puso la mano en el muslo y le miró directamente a los ojos. - Ahora solo estamos tú y yo, estoy aquí para escucharte y apoyarte en lo que necesites, ahora y siempre, y quiero que lo sepas Tolman Pulgarverde.

Antes de avanzar hacia lo que quedaba de la puerta fortificada, Rilwen trató de ver algo desde la derruida muralla. Mas no fue mucho lo que pudo observar, así que junto a Glain se dirigió hacia la puerta. Se trataba sin lugar a dudas, de las ruinas de una otrora imponente construcción enana, a la que el paso del tiempo había degradado de forma notable. Aun así, aun quedaban algunas zonas en pie, y cerca de la entrada había varios lugares en los que podría esconderse algún enemigo. Orcos y trasgos, no gustaban de la luz, pero allí había numerosas sombras y escondrijos, desde los que podrían caer encima de incautos viajeros.

Antes de continuar avanzando hacía la puerta, le comento en voz baja a su amigo. -Andemos con cuidado y alertas, es posible que no estemos solos. Hay rincones y escondrijos, que bien pudieran ocultar orcos, trasgos, o incluso enemigos mayores.- Tras lo que continuó con su cuidadosa aproximación, aguzando vista y oído, tratando de anticiparse a una posible emboscada. 

Interrumpo mi trote alegre al llegar junto a Gallind. Su pregunta me sorprende y no soy capaz de ocultar mi abatimiento. Incluso se me rasga un poco la voz al hablar.

- oh, Gallind ¿cómo contarle eso después de lo afectado que lo hevisto?¿y si contándole tu visión le empujo hacia el destino que yo he visto? Pase lo que pase debo cuidar de mi hermano. Por ahora esperaré el momento adecuado y lo mantendré vigilado de cerca, es lo que madre me diría que hiciese.

Con la mano echo hacia atrás un mechón de pelo que me cubría un ojo y el gesto me permite rehacer la sonrisa perdida. Señalo las ruinas que nos rodean intentando alejar los pensamientos que me abruman. Mi voz vuelve a sonar con la musicalidad y jovialidad infantil habitual.

- Dime, Gallind, ¿son enanas estas piedras? ¿o son de los hombres? -sin apenas dejar tiempo a la respuesta continúo preguntando.- ¿y que idioma es ese que está grabado en la piedra? ¿puedes leerlo? Este lugar me parece un poco triste, ¿no crees? No todas las ruinas me lo parecen, pero es como si la tristeza habitase entre estas piedras ¿tú lo notas?...

Aún me da tiempo a lanzar varias preguntas más mientras nos acercamos a las runas en busca de algo de luz sobre el origen del lugar.

Al ver la preocupación y tristeza en la voz de Lily, Gallind le responde—. Tranquila, solo lo preguntaba para saber como tratar con Tolman. —Le observó de reojo, sonriendo, mostrándole su lado más amable. Ya la había preocupado demasiado en el pasado. — Me parece muy bien, no abriré la boca hasta que lo consideres oportuno. Es un gesto muy noble cuidar así de tu hermano. —Concluyó con una cándida sonrisa. 

—Creo, es la ruina enana que nos señaló Elrond en los mapas. Aquellos mapas que hallamos ocultos en la fortaleza de los bandidos. —Le respondió—. Pero desde aquí no logro ver las inscripciones. Como no estoy seguro de si es peligroso avanzar, estoy esperando que Rilwen eche un vistazo. Sus ojos son muy agudos. —Hizo una mueca de desconcierto— Aún así dudo que pueda leer las runas, muy probablemente estén en algún antiguo dialecto enano. Habrá que ver si Gláin es capas de comprender su significado. —Observó otra vez a la pequeña, era sorprendente lo suspicaz que podía ser—. Yo también lo noto. Hay algo extraño, melancólico y misterioso en este lugar. —Tras ello acompaña a Lily despacio acercándose a la entrada para comprender un poco más este sitio. 

Incluso los trovadores enanos callarían ante el peso de aquellas rocas. La decadencia que el tiempo, el abandono o la guerra podía dejar su sello en las piedras talladas, en los vestigios de un tiempo de esplendor ya olvidado para muchos. Gláin miraba embobado lo poco que quedaba de aquel antiguo emplazamiento enano, pensando en aquellos que habían tenido que abandonarlo espoleados por la ruina, el hambre o la simple necesidad de supervivencia.

El corazón del enano se encogía al imaginar la riqueza y belleza que antaño podía haber exhibido el paraje. Pero ahora solo eran despojos, símbolo de decadencia, escombros de un tiempo mejor que seguramente ya no volvería. Su pueblo no era numeroso; los enanos no procreaban a la velocidad de los humanos y pocos eran los que quedaban para hacer florecer de nuevo los antiguos enclaves que los habían hecho famosos en toda la Tierra Media. Quizás el lugar que pisaba en esos instantes no fuera uno de los más importantes, pero no dejaba de ser una huella de su pueblo en el mundo.

Fueron las palabras de alerta de su compañera las que lo sacaron de las ensoñaciones en las que había caído y, tras asentir en silencio, imitó a Rilwen pendiente de que en ningún rincón de los muchos que había no hubiera enemigos al acecho. O al menos descubrir si algún indicio les pudiera indicar que fuera zona de paso para los seres salidos del abismo.

—Tienes razón. Mantengámonos en alerta hasta que estemos convencidos que el lugar es seguro —dijo Gláin bajando ligeramente la voz—. Si no hay peligro, éste sería un buen lugar para descansar.

Dejáis a los ponis pastando y os sentáis para comer alguna cosa. Habláis de vuestras confidencias mientras veis como los demás se despliegan por las ruinas. Gallind y Lily se acercan despacio a la derruida muralla que hay en el suroeste, mientras que Gláin y Rilwen hacen lo propio por lo que parece ser la puerta principal. En su día, este complejo debió de ser grandioso, dada la habilidad constructora de los enanos. Alguna edificación aún parece tener algún destello de su gloria pasada, como la casa que bordea un pozo o una enhiesta roca llena de símbolos. Desde donde estáis, podéis ver que el camino bordea las ruinas y continúa más allá, girando hacia el sureste. Al llegar aquí no se veía muy bien por las rocas y pedazos de edificaciones que lo tapaban. El atardecer muy pronto dará paso a la fría noche, por lo que deberíais ir pensando en donde hacer el campamento...