Partida Rol por web

Creo, Menez, dijo Greene a quien parecía más o menos despejada, que podemos dar por terminada la cuarentena, ¿no le parece?

No se volvió a hablar ya de misiones de rescate. Las negociaciones con los alemanes, a la vista de las caras que ponían en todo momento Moore y Lexington, fueron duras. El doctor Franz Uhr, segundo al mando de su expedición, era un tipo puntilloso hasta el extremo. Muy educado. Muy civilizado, pero insistente y frío como un témpano. Carecía del saber estar o del buen humor de Meyer.

Pero también, al fin, era razonable, y Moore anunció a los iniciados que había compartido toda la información con él.

No deseo una guerra en este lugar desolado, comentó. Bastante tienen con haber perdido a todos los hombres que enviaron al otro lado.

Pocos días después, llegaba toda la ayuda que podían prestar los alemanes de una manera que nadie había esperado:

Un día de cielo claro, apareció una manchita en el horizonte que se fue haciendo cada vez más y más grande. Los germanos no habían reparado en gastos para su expedición.

Moore, un buen día, se acercó a la tienda donde Peabody estaba preso y ordenó que le soltaran.

Creo, Peabody, que le comprendo perfectamente. No comparto lo que hizo, pero lo comprendo. Espero que acepte estar en libertad bajo palabra. Si necesita ayuda médica, sabe que el doctor Greene está a su disposición

La cruel noticia de las muchas muertes y desapariciones ya le había sido transmitida. Muy especialmente la de su querido amigo Pooster.

El capitán del Graf Zeppelin bajó en persona, una vez hubieron anclado el monstruoso vehículo, a saludar a los expedicionarios de los tres grupos. Traían numeroso material, y ayuda médica.

Cualquierra de los prresentes que deba serr trrasladado a tierras civilizadas, serrá bienvenido en el Graf Zeppelin, ¿ya? Dejarremos a todo el que lo desee en Arrgentina.

Una de las opciones principales era Chester, que no se había recuperado de la impresión, aunque Moore quiso preguntar a Charlene, su prometida.

No pocas lágrimas se derramaron por los desaparecidos. Al final la conclusión: fuera de las muchas complicaciones que pudiera haber, fuera de detalles engorrosos: el universo se los había tragado. Se habían llevado a Aldsair McDonald, a Meyer, a Rucker, a Baumann, a Hirsch, a Sutton, a Nandan, a Pooster, a Kleiver, a James. A Chester y a Abermale les había helado el alma, que a saber por dónde iría, dónde andaría extraviada. El universo se había llevado no pocas inocencias. Y algunas extremidades congeladas, de propina.

El entusiasmo investigador del campamento, ese que antes parecía algo tímido ante los descubrimientos más inquietantes, ahora se había esfumado, apagado. Seguían trabajando, por supuesto. Los últimos días al pie de las Montañas de la Locura, nombre semi oficial ahora de la cordillera Miskatonic fueron de mucho trabajo. Muchas idas y venidas de los dos aviones que quedaban.

A pesar de las protestas de Menez, Moore se había hecho fuerte cerca de la tienda de la radio y no dejaba que nadie hiciera comunicados imprudentes. Intentaba contemporizar con la periodista, no se negaba a revelarlo todo, pero "todavía no", decía. "Todavía no. No antes de pensarlo bien."

Al trauma producido por la visión del soggoth se había unido la extrema preocupación por el estado de Chester. Tras recuperarse un poco, Charlene se limitó a afirmar, con un lacónico "A donde vaya él, iré yo" al ofrecimiento de Moore de acompañarle hacia Argentina, en una primera etapa para la vuelta a casa. No se separaba para nada de su prometido, e incluso las frecuentes discusiones sobre qué contar y a quién parecían no producirle demasiada curiosidad.
 

Con seriedad y discrección, Peabody se ofrece para colaborar en lo necesario. Salvo unas graves y sentidas palabras de consuelo a Menez, apenas habla con nadie. Vigila, eso sí, a O´Connel por el rabillo del ojo, pero sin atreverse siquiera a compartir la misma estancia que ella ocupe.

Insiste, eso sí, a Moore, en la responsabilidad y las implicaciones referentes a evitar compartir todo lo descubierto con el resto de la humanidad. Nada ni nadie podría evitar que las Montañas se llenaran de expedicionarios locos en busca de gloria, y quién sabe lo que podrían llegar a despertar. En términos generales, parecía bastante cuerdo la mayor parte del tiempo.

Menez, aparte de bregar con Moore por el uso de la radio, que tampoco es que hiciera mucha falta, pudo poner en orden todas sus notas, y pasar a limpio todos los escritos en lo que sería una historia personal de la expedición.

De entrada, le chocaron varias cosas, haciendo sus repasos.

Por un lado, del texto de Pym se deducía que los salvajes, que debían vivir en la costa, cerca de alguna exhalación de vapor calorífero que haría factible su supervivencia, hacían sacrificios humanos a los Antiguos. Estos Antiguos procesaban esos sacrificios en la torre. Eso parecía claro. Y los procesaban de una manera inquietantemente similar a como habían tratado a Pooster.

Entonces... comenzó a sumar tiempos. Desde la desaparición de Hirsch hasta el comienzo de los cambios de temperatura. Desde la desaparición de Nandan hasta los estallidos espacio temporales o lo que hubieran sido (el primero cuando ella misma salió en persecución de los Antiguos con los demás, que les había pillado en el avión). Añadir el terremoto, acompañado de una lluvia de piedras negras, cuando Sutton (había dicho Chester cuando todavía estaba cuerdo) puso una carga de dinamita en las instalaciones de la torre... Otro, más o menos, cuando Pooster fue "procesado" y se calmó el terremoto y otro más cuando volvían, momento en el que (presumiblemente) pudieron haber sido procesados también Meyer y Sutton.

Y, en la ciudad, también habían notado esos periodos de desasosiego. Además, en la ciudad habían brotado nubes de calor, de vapor...

Y todo esto tras mucho tiempo de inactividad, dado que al llegar, toda la ciudad estaba tranquila. Y, según los arqueólogos, había estado mucho tiempo tranquila.

¿Qué habría ocurrido? ¿La torre era una especie de calefacción central de escala geológica? ¿Y, además, un arma? ¿Para qué necesitaban sacrificios humanos que procesar en la torre los últimos descendientes de los Antiguos? ¿Por qué la torre tendría tan funesta fama, aun entre los Antiguos de todas las eras? ¿Qué sacrificios habían tenido que hacer, en ausencia de razas inferiores, en el pasado? ¿Cuál era el motor que movía eso, que pervertía vuestra percepción de la realidad cuando se ponía en marcha?

Poco a poco se formó una secuencia de hechos en su mente. Los Tsasalianos ofrecían sacrificios. Dejaron de hacerlo. Algo pasó. Entonces se abría un vacío desde principios del siglo diecinueve o finales del dieciocho, posible datación del relato de Poe hasta nuestros tiempos. Cuando la primera expedición Miskatonic se puso en marcha, despertaron a ocho Antiguos, de los que sobrevivieron cuatro.

Esos cuatro Antiguos visitaron la torre, eso estaba claro. Tres años después, llegásteis vosotros, y los cuatro antiguos os raptaron, y os usaron para alimentar la torre, a la manera de sus degenerados descendientes (recordemos que estos antiguos despertados procedían de una caverna antiquísima en millones de años, una época clásica en su cómputo del tiempo).

Estaba claro que faltaban muchos datos, pero el conjunto era sugerente.

- ¡Espere!¡Pero qué hace hombre!- Gritó Menez al único hombre que parecía mantener la cordura en aquella terrorífica cuarentena. ¿Acaso no era una expedición de científicos? Acababa de tirar la única prueba de la existencia de los Soggothss. Como una loca, sin atender aún el estado mental de Field, le interpeló para que buscara su cámara.- Oiga...- Se cortó de inmediato al ver el estado del fotógrafo.- Nada, déjelo hombre...- Se le partió el corazón al ver que Charlene había caído también en un estado comatoso provocado por el estrés y su estado físico. A partir de ese momento ayudó a Green todo lo que pudo y, cuando éste le preguntó, contestó con una sonrisa y quitándose el sudor de su perlada frente.

- Pues sí. Apunte la hora y el día del fin de la cuarentena.

Acabada la cuarentena la periodista se dedicaba a acosar a Moore en la radio y a discutir con todo aquel que pretendiera ocultar lo ocurrido tras la cadena montañosa de los Antiguos.

- ¡Pensarlo bien, dice! No me lo creo. Científicos de pacotilla es lo que son ustedes.- Lindezas de esas gritaba Menez a unos y otros toda acalorada, tanto que parecía un tomate, achatado y colorado. Pero luego a la vez cambiaba de humor como de chaqueta y se interesaba por el estado de sus amigos y compañeros, mostrando su carácter embaucador y carismático que la había hecho llegar a donde había llegado.- Lo que no quiero es cargar toda la vida con esas muertes.- Le dijo a Moore.- Ni que lo haga usted. ¿Qué va a decirle a sus familias? ¿Dejará que pase lo mismo que con la antigua expedición Miskatonik?- La llegada de más alemanes fue endulzada por la posibilidad de apreciar los increíbles medios con los que contaban. Menez apreciaba su habilidad en el campo de la ingeniería, pro eso se había quedado con la mascarilla de respiración economizadora de oxígeno del difunto Rucker.

Vio con mucha pena y dolor en el corazón la partida de Charlene y Field. Él estaba destrozado y ella...

Bueno mejor que no te hubieras casado antes, Ahora aprovecha tu oportunidad y sal corriendo o te destrozará tu prometedora carrera.- La periodista, como buena feminista, no consideraba la opción de que se perdiera el talento de Charlene cuidando de un loco que pasaría el resto de su vida en el manicomio. ¿Cómo había podido terminar así el vivaracho Field?

En cuanto pudo pasó tiempo repasando sus notas y, cuando sacó algo en claro, reunió a sus más cercanos: Picwell, Peabody y Moore entre ellos.

- Me alegro de que le hayan dejado libre Peabody.- Menes no había sentido su encierro pues lo que había hecho le pareció imperdonable en su momento. Ahora lo veía con otros ojos..- Bueno, voy al grano. Repasando mis notas he llegado a una conclusión. Según el relato de Pym los salvajes esos hacían sacrificios humanos en la torre maldita. ¿Con qué fin? Aún se me escapa, pero creo que estaremos todos de acuerdo si afirmo que los Carambolos han hecho lo mismo y que, si repasan mis notas...- Les tendió un cuadernillo manuscrito.- ...verán que cada sacrificio tiene que ver con acontecimientos  cuanto menos "extraños".- Sr. Moore. Tenemos aún la piedra que cayó del cielo durante el terremoto, la que recogí cuando huía. Creo que deberíamos someterla a un cuidadoso estudio. Eso sí, tomando todas las precauciones posibles para...mmm, no sé,¿no tocarla?

Hay..., algunas pruebas que podría hacer, si me la confía - se decidió por fin Peabody, tras dudar dolorosa y visiblemente si intervenir- Naturalmente, comprenderé que no estén seguros de hacerlo, claro - prosiguió, inseguro - Les indicaré lo que deben hacer, o se lo explicaré paso a paso. Pensaba en un comprobar su polarización electromagnética, tomas de temperatura..., cosas de ese tipo - continúo, animándose visiblemente, quizá por tener algo que hacer después de tanta inactividad - es mi especialidad - terminó, con timidez.

Campamento Lake. 9 de diciembre.

Se preparó de manera muy sentida la despedida a los que se marchaban con los alemanes: Charlene y Chester. Ambos estaban muy afectados, pero Charlene se iba recuperando. Chester, sin embargo, no parecía mejorar con el descanso: sus cabellos se habían vuelto blancos, y parecía haber envejecido diez años de golpe. No hablaba con nadie, ni se movía por voluntad propia. Se vestía solo, y hacía notar cuándo necesitaba ir a hacer sus necesidades. Nada más.

Las noticias del exterior, por mucho que Moore hubiera callado los peores detalles, proclamaban expectación y conmiseración a partes iguales. El destino de las expediciones combinadas era objeto de debate en el mundo entero. Cada uno de los hombres y las mujeres que cruzaron las Montañas de la Locura era una celebridad. El relato del terremoto y de las penurias, y el descubrimiento de los científicos del Campamento Lake estaban en boca de millones.

El pequeño Soggoth, cuya rápida descomposición detuvo Greene tirándolo al frío exterior, se conservó con mucho cuidado en un recipiente hermético, mucho más robusto que la pequeña caja de plomo que se había improvisado al principio.

Aparte del Graf Zeppelin, varios Junker-52 alemanes iban y venían desde el campamento Lake para traer y llevar personas.

La sorpresa del día fue el profesor Moore y su crisis nerviosa. Su carácter retraído había ido poniendo a prueba su salud. Si, le había permitido superar las crisis con ecuanimidad aparente, pero pronto comenzó a pagar, y muy cara, toda esa tensión. Tras los últimos rifirrafes protagonizados por Menez se vino abajo. Tuvo una crisis nerviosa en forma de temblores incontrolados. Se le trató con calmantes.

En su lecho de dolor, Moore recibió a Dominique, Menez, Peabody, Packard y Sykes. Packard estaba ahí como encargado de todos los asuntos materiales de la expedición: contratos, personal, fondos... Sykes estaba en calidad de experto en supervivencia. Los demás eran "iniciados" en los terribles misterios del otro lado de las montañas.

Estaba pálido, delgado. Los ojos más saltones que nunca. Por fortuna tenía gafas de repuesto, así que ya no parecían partir sus globos oculares, pero el cuadro, igualmente, parecía penoso.

Greene me ha dicho que no puedo hablar mucho, así que seré claro: tengo que marcharme con los alemanes a Buenos Aires, donde disfrutaré de asistencia médica especializada. Estoy enfermo. Todo esto ha terminado por precipitarlo todo. Ha sido demasiado para mi.

Les dejo a cargo de todo. Menez, le nombro jefa de la expedición junto a Packard y  a Sykes. Los tres deberán tomar las decisiones que crean convenientes para llevar a cabo la retirada en orden. Sin perder especímenes, ni datos, ni nada. Menez, no se apresure, en cuanto me de la vuelta, a largar todo lo que sabe. Creo que es necesario, primero, poner todo en conocimiento de nuestro gobierno. Todas esas historias contadas de manera irresponsable podrían, en mi opinión, tener dos efectos: producir hilaridad o, en el peor de los casos, pánico. No se apresure y espere a llegar a Nueva York donde, me imagino, estaré esperándolos. ¿Me ha escuchado bien?

Los demás: Pickwell, Peabody, ustedes saben mucho, y serán un apoyo esencial en las decisiones que se deban tomar. No tomen su responsabilidad a la ligera y ayuden a los jefes en todo momento.

Nada más. Si tienen alguna pregunta, háganla, si no, creo que tendré que despedirles, porque hay muchos preparativos que deben hacer, y yo me iré en el zeppelin.

Tus primeras tentativas de experimentar con la piedra negra se cruzan con bastantes problemas de tipo práctico: los laboratorios se están empaquetando y deshaciendo. No obstante, lo primero que ves es que el contenedor en el que está (una lata donde se guardan las bengalas) no es adecuado. Cuando la abres, descubres que la piedra se ha pegado a uno de los lados. La retiras con unas pinzas y ves que el metal está corroído.

Un triunvirato...

Menez asintió a las sorprendentes palabras de Moore. Por un momento había pensado que ella había sido la que le provocó su locura. A veces podía ser un poco pesada, por decirlo suavemente.

- Pero, por favor, tenga cuidado con esos alemanes.- Al difunto Rucker ya le había escuchado algún comentario odioso hacia el ex-líder de la expedición Starkweather-Moore. Una vez finalizadas las despedidas la periodista no tardó mucho en organizarse.

- Peabody, haga lo mejor que pueda pero con mucho tino. Tiene mi total confianza. Considere el objeto como algo potencialment epeligroso. vaya ustéd a saber si pudiera ser un huevo de carambolo. No queremos otro parto difícil como el de Rucker.- Sin embargo, cada paso que daba Alexander era vigilado muy de cerca por la periodista. Se había tomado como algo personal ese hallazgo y no iba a dejar que un ataque de locura de su compañero lo llevara al traste.

- Que alguien llame a Greene por favor. Creo que el podrá examinar los restos de esa cosa. Ah y a Sykes, Todo examen deberá hacerse en las condiciones más bajas de temperatura posible para que no se dañe la muestra. El podrá asesorarnos.- Se giró hacia el aviador.- ¿Usted qué quiere hacer Sr. Picwell? ¿Se encuentra...con ánimos?

Moore sonrió irónicamente (y muy pálido) a Menez. Estaba claro que se le había notado en la cara que pensaba que Moore estaba tarumba, así que le aclaró:

Una úlcera, Menz, una úlcera. Espero que no le parezca extraño. Pero está usted a punto de afrontar las nueve décimas partes de la causa de mi padecimiento. En realidad, las montañas han sido solamente la guinda. Aquella ironía, con voz seca y segura, aunque débil... Moore parecía haberse tragado dos o tres kilos de acero del bueno. Había cambiado su carácter tan, así. Si hasta escribía con letra grande y vigorosa, no con esas filas de hormiguillas diminutas con las que antes anotaba todo.

Bueno. Lo pensó mejor. No. Algunas de esas causas de padecimiento ya no existen. Falta James. Y lo dijo, esta vez, desviando la mirada, con lágrimas en los ojos.

Peabody no se encontraba bien del todo, eso estaba claro. A veces tenía breves ausencias durante las conversaciones, o temblaba físicamente antes de tomar una decisión, por nimia que fuese. Pero la confianza de Menez parecía haber causado en él un efecto balsámico, y se notaba que realmente quería colaborar. Así que se dedicó más o menos animosamente a su tarea, analizando la piedra negra, importunando para ello a quien fuera menester para encontrar un embudo de sólidos o un tubo para desecante entre le pequeño caos que era en aquel momento un campamento en proceso de embalaje.

Se centró sobre todo en garantizar la seguridad de la muestra, ya que parecía ser capaz de corroer el metal. Había que buscar un material seguro; tanto que hacer y tan poco tiempo.

- Espere, espere...¿Corroer el metal dice?- Eso sí que hizo abrir de par en par los ojos a Menez y apartar todas las gestiones que la marcha de Moore hacían reposar sobre sus hombros. Esto era importante.- ¿Se refiere a como el ácido o el agua-ardiente?- Le preocupaba el estado mental de Peabody y que no pudiera atar cabos pro sí mismo, pero ahí estaba ella y su cuaderno de notas. Hizo un gesto a Picwell para que se acercase.- Extreme las precauciones. Recuerda el Waraloo. En el diario de a bordo del capitán se mencionaba una piedra negra que siempre me recordó por su descripción a esta. No hace falta que le diga como acabó el Waraloo, ¿verdad? Usted estaba conmigo cuando subimos a bordo.- De pronto se acordó que el Demente no estaba allí por ese entonces.-Oh, disculpe Picwell. Eche un vistazo también a esta parte de mis notas.

Tras repasar las notas Menez meneaba la cabeza de un lado a otro en una primera reacción de negación.

- No,no,no,no. Yo no viajo con eso. Creo que un recipiente de vidrio podría servir, pero la tapa también de vidrio, ¿eh? No vayan a ser zopencos. El corcho no servirá para contenerlo. ¿Ha tomado la temperatura de la piedra? ¿Está fría?- Como arqueóloga dominaba esas cosas así que, si no lo hacía Peabody, lo haría ella misma.