Partida Rol por web

Más allá de las montañas de la locura

Capítulo 7: en las montañas.

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19/03/2015, 21:46
Timoty Pooster

Amiga, no dude que en cierta manera, eso ha sido asi, si que lo he visto y he estafo alli. No, no me creeria si le dijera como y cuando, por que todo aquello que podria dar verdad a esto, se ha desvanecido, ahora es humo y recuerdos.

Me gustatia podrr sincerarme con alguien algun dia y poder hacer participe de las terribles vivencias acaecidas, si de verdad nos acercamos a un final incierto, puede que no sea mal momento, señorita...

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20/03/2015, 12:56
Alexander Peabody

Alex tenía los ojos desmesuradamente abiertos, parecía intentar suplir así algún problema visual. Las pupilas, de tan contraidas, apenas se distinguían. Inspeccionó el entorno, aparentemente tranquilo, para tratar de asegurarse de que nadie podía oirles. Con intensidad, agarró los hombros de Tim, como queriendo mirar dentro de su alma. Al fin, decidido, comenzó a hablar:

Lo evitaremos, amigo, lo evitaremos. Creo que lo primero que debemos hacer es inutilizar la perforadora, ya que el mensaje es claro, "No caves demasiado". Creo que no será difícil, nadie le presta atención por el momento. Buscaré una pieza, quizá la bomba de inyección. Solo hay un recambio para ella, así que lo robaré y lo esconderé. Nadie sospechará, creo. Luego, la inutilizaré - continúo con voz monótona, exponiendo un plan que parecía haber elaborado a conciencia - trataré de conseguir un poco de ese ácido que usa el verdadero saboteador. Luego se descubrirá que el recambio no está, y se le achacará el incidente al infiltrado. No conviene hacerlo durante la noche, han puesto guardias. Y está "ella" - añadió, refiriendose a Maggie, dando a entender que no haría nada que pudiera perjudicarla - Mañana, lo haremos mañana. Tú los distraeras, en el momento en que me encuentre cerca de la máquina. No necesitaré mucho tiempo, apenas un par de minutos bastarán. Tengo localizado el lugar exacto donde está la bomba. ¿Me ayudarás?. Es necesario, es necesario, ¿Lo entiendes, verdad?.

Si esto funciona, veremos que hay en ese pasadizo. Tal vez tengamos que volarlo en mil pedazos, o quizá solo encuentren algunos fósiles inofensivos. Después lo pensaremos.

He pensado mucho en la expedición, el esfuerzo que hemos necesitado para llegar aquí - prosiguió, apenado - y cree que lo lamento. Pero al fin y al cabo hemos descubierto suficiente para justificar los gastos, los trabajos. Todos serán famosos, y probablemente ricos. No necesitan continuar, porque continuar nos mataría a todos, y ¿Quién sabe...?. Lo que despertemos no continuará aquí eternamente, quizá estemos condenando a toda la humanidad, para siempre...

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20/03/2015, 21:41
Guardián de los Arcanos

Pasó esa noche mientras un viento incesante y monótono hacía temblar las tiendas.

La voz del viento, el eterno aullido polifónico, un acorde del que se habían podido entresacar las características dominantes y que ya escuchábais en sueños, estaba formada por, más o menos, cuatro notas. Esas notas podían considerarse en la escala musical por quien supiera algo de solfeo como algo que no coincidía con proporciones armónicas al uso. Entre una y otra no había tonos "enteros" de la escala, sino siempre fracciones. Las dos primeras solamente estaban separadas por una fracción de tono, las otras dos igual, pero entre las dos parejas, la primera era mucho más grave y la otra mucho más aguda. Hablamos de proporción entre ellas, por supuesto, ya que si el viento soplaba más fuerte ascendían conservando la misma proporción entre si por la escala musical hasta tonos muy agudos, y si decrecía su fuerza el resultado podía llegar a situarse varias octavas por debajo.

Pero el conjunto del acorde... más que acorde podía considerarse como una frase musical. El ritmo era algo así como ta-ta... ta-ta.

A las 4:30 aproximadamente, del día 1 de diciembre el complejo aullido fue ensuciado por un sonido bronco.

El equipo que estaba de guardia ahora, Pickwell y Sorensen, tenía desmontada la radio que Pickwell quería examinar. El rediseño del aparato había sido hecho por alguien que sabía lo que quería y que tenía bastante habilidad, a todas luces, pero desconocía completamente los estándares en cuestión de piezas. A Pickwell se le ocurrieron al menos dos maneras diferentes de lograr unir las mismas piezas que se habían unido usando pletinas, arandelas, tornillos, tuercas o pasadores que cualquier granjero de mala muerte tendría siempre a mano para arreglar su camioneta, y era seguro que esas piezas tenían que haber estado a mano en el campamento Lake cuando ese engendro de radio fue reconstruído. Por otra parte no se le ocurrió para qué narices podía haber servido lo que tenía delante. Pero ni remota idea. Era algo eléctrico, eso lo tenía claro, porque se había añadido como fuente de alimentación la dinamo que se usaba para cuando fallaba la corriente y había que hacer funcionar el aparato a base de darle a una manivela. Sin embargo no habían añadido batería alguna, y algunos cables estaban unidos a lugares raros. Además, había más de dos polos en el esquema, sino una especie de cacao de calbes. Si. Había hecho rular la manivela. No había ocurrido nada. Que él supiera.

Fue más o menos en ese momento, cuando se rascaba la coronilla montando y desmontando el aparato siguiendo los dibujos de Nandan y el esquema de montaje eléctrico que él y un bastante más sosegado Peabody habían hecho antes de ir a dormir, cuando el sonido bronco llegó muy tenue a sus oídos.

Motores. Motores de aviones. Reconoció perfectamente el sonido de motores, aunque era mucho más gutural, profundo y grave que el zumbido de vuestros Boeing o la Belle de Acacia. Tenía el oído bien entrenado.

Tecnología alemana, pensó. Eso suena como un Junker. Como varios Junker, más bien.

Los alemanes habían llegado a las montañas.

FIN DEL CAPÍTULO 7

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