Partida Rol por web

Más allá de las montañas de la locura

Capítulo 5 (viaje por aire): hacia el hielo.

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08/11/2014, 19:09
Guardián de los Arcanos

Me caguen la pu... Larry cortó con un golpecito en la cabeza de Miles el comentario que iba a hacer. Miles iba a replicar cuando las miradas combinadas de Gunnar y Nils le clavaron en el sitio.

Mejor dejemos estar los conflictos. Cuando Nils y Dominique vuelvan habréis tenido tiempo de pensar ambos. Entonces tendremos que hablar. Es malo tener palabras apresuradas en estas condiciones difíciles dijo Gunnar. En realidad la conversación se hacía a grito pelado, ya que el viento no dejaba otra opción. ¿Están preparados esos muros de defensa contra el viento? Tomás, Douglas, Larry, vosotros habéis hecho esa cosa que veo ahí, ¿verdad? Está mal. Como sople poco más de lo que está soplando ahora tirará el muro y caerá en la tienda mientras dormimos, ya veréis qué gracia nos hace. ¡Vamos, amigos! Os enseñaré cómo se hace.

Nils indicó la tienda ya preparada (él mismo había levantado el muro que la protegía) a Dominique en silencio y se metió dentro para dormir unas horas.

Los demás trabajasteis duro. Muy duro. Cuando os fuisteis a dormir Nils y Dominique todavía no se habían despertado. Cuando os levantasteis al día siguiente ya se habían marchado.

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08/11/2014, 19:17
Guardián de los Arcanos

Veinte kilómetros de ida y veinte de vuelta parecerían poca cosa en otras circunstancias, pero en el hielo, en un terreno traicionero, donde una veta de nieve blanda podía dejarte enterrado hasta dos metros, donde había que cuidar la ropa hasta extremos increíbles, eran mucho, mucho más.

Cuando despertasteis, Nils preparó café y comida. Mucha comida. En un par de pequeños trineos desmontables cargó todo lo necesario para cuatro días: combustible, la tienda pequeña, un par de esquíes, lonas, mantas, medicamentos, comida (solamente pemmican, que era más ligero y energético), la escopeta con munición, instrumentos de navegación... una serie de artículos (había más) que repasó concienzudamente tres veces, mientras terminabas el desayuno. Negó con la cabeza cuando intentaste ayudarle. El viento había cesado y todo estaba en silencio. Los ruidos parecían más altos de lo que en realidad eran.

El sol estaba en un largo amanecer. Nils te pasó unas pequeñas gafas ahumadas. Os cubristeis la cara. Te enseñó a calzarte las raquetas para la nieve y te enseñó a caminar.

Camina detrás de mi. Despacio. Sin sudar. Te entregó un silbato. Si te pierdes, sopla. Te señaló los instrumentos de navegación y el mapa, donde habíais señalado la que pensábais que era vuestra posición. Esperó a que indicaras la dirección que había que seguir.

Cada uno de vosotros arrastraba un trineo. Nils llevaba un bastón largo con el que tanteaba el terreno. En la dirección que habías señalado el terreno descendía abruptamente. Pensabas que llegaríais ahí en dos o tres horas. Tardasteis doce horas. En lo alto de una roca despedazada por los elementos, en lo que parecía el inicio de un fuerte desnivel hacia abajo, al abrigo del viento dominante, hicisteis el primer alto. Habían sido doce horas en completo silencio, esforzandoos o, mejor dicho esforzándote tú, porque parecía que Nils estaba tan fresco. Exactamente igual que antes. Tus piernas eran un puro dolor, ya que las raquetas para la nieve obligaban a los músculos a adoptar posiciones diferentes de las habituales.

En el horizonte, que ahora se había abierto ante ti, estaba, lejos, más allá de un brazo de mar, la Península Antártica. Bajo tus pies un inmenso valle que descendía al mar, completamente cubierto por un glaciar monstruoso. Usaste los anteojos, mientras Nils preparaba la comida. En la punta más lejana de la desembocadura del glaciar, hacia el norte de la isla, había una mancha roja. Parecía la bandera de señalización de los suministros. Vosotros habíais salido por la cabecera del valle, en la parte sur de un collado entre dos peñas peladas por el viento, torturadas por el frío. Para llegar, había que atravesar el valle y seguir luego a lo largo de la pared norte hacia vuestro objetivo.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Ojo con los destinatarios: postea solo para el master. Como te cueles, te quito un punto de cordura :)

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08/11/2014, 20:04
Guardián de los Arcanos

Habían pasado doce horas desde que marcharan Nils y Dominique. Ya quedaba poco que hacer. El día estaba ya muriendo, lo que significaba que el sol se acercaba al horizonte y comenzaba a rozar durante varias horas las lomas lejanas. Tras eso se escondía durante un par de horas o tres, casi dejando ver las estrellas. Las sombras alargadas iban rotando lentamente, obedientes al sol. En esas, Abermale se levantó alborozado.

¡Tormentaaaa! ¡Tormentaaaa! Casi como si lo hubiera ordenado él, el viento comenzó a soplar más fuerte, casi como "anoche" cuando llegasteis. Todo el día había estado silencioso. Todo el día había hecho buen tiempo: hasta habíais podido jugar un partido de futbol. Gunnar os organizó para reforzar los muros, los vientos de las tiendas y los cables que sujetaban los boeing.

Todo el mundo pensaba en los dos que se habían marchado, que ahora tenían que capear el temporal en soledad.

Notas de juego

Ojo con los destinatarios, no marquéis a Dominique. Al que la cague, le quito un punto de cordura :)

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08/11/2014, 21:37
Dominique Pickwell
Sólo para el director

Desde esta posicion elevada comenze a hacer anotaciones y estimaciones para la ruta de aproximacion a tomar tierra. me coloque mentalmente el mapa e imagine la orientacion y longitud que tendria que tener la pista. otra cosa que considere importante es hacer un duplicado de todas mis notas y darle una copia a Nils, por si acaso pense, quitandome de la cabeza que un porsiacaso significaba la muerte de alguno de nosotros.

Desde el primer momento hice participe de mis pensamientos y teorias a Nils, si este se veia en la tesitura de comunicar los resultados de esta mini expedicion le seria mas facil de explicar las notas que lleve consigo.

Notas de juego

Y si no me "cuelo" me devuelves uno?... jeje, es broma, virgencita, virgencita que me quede como estoy...

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09/11/2014, 20:08
Chester Field

La calma no había durado mucho tiempo, antes de que lo que parecía una típica tempestad antártica azotara el campamento que habían montado. Si hasta entonces había hecho frío, lo que les iba a caer ahora encima no tenía nombre...

Chester empezó a seguir las órdenes de Gunnar, ahora reforzando muros, ahora asegurando cables; toda aquella actividad le mantuvo la mente ocupada; no se podía asegurar un Boeing mientras tenías la cabeza en otro lado, o podría ser el último pedazo de metal gigante que aseguraras en tu vida. 

Fue cuando terminó sus tareas - de forma más que adecuada, según su propio criterio - cuando empezó a preocuparse por Nils y Dominique, ambos solos, allá fuera, con el viento y el frío. Esperaba que los dos pudieran regresar sanos y salvos.

- Tiradas (1)

Notas de juego

¡¡¡Nooo, Cordura no!!!

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09/11/2014, 20:29
(Starkweather-Moore, guía) Nils Sorensen

Nils se guardó los papeles. Escuchó (o eso parecía) las explicaciones. Se encogió de hombros y siguió con lo suyo.

- Tiradas (1)
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11/11/2014, 20:34
Guardián de los Arcanos

A Chester le sorprendió una súbita ráfaga de viento. Estaba terminando de sujetar una cincha que debía (con la ayuda del peso combinado de López y de Larry que estaban subidos en el ala) dar tensión a toda la estructura de vientos que habían instalado en el Enderby cuando se encontró rodando. Se levantó casi cegado por la nieve que levantaba el viento. Veía una banderita de las de señalización a un par de metros, pero no sabía dónde se encontraba el campamento, si a un lado o a otro. Con los nervios, olvidó una de las normas básicas en estos casos: no se debe uno mover, e intentó probar a hacerlo. Pronto se encontró en medio de la nada, mientras el frío pugnaba por penetrar las capas de piel de reno que le protegían. Poco a poco, procuró serenarse y se acordó de el silbato que todos llevaban. Pasó lo que le parecieron horas de angustia, helándose y reuniendo junto a sus pies un montón de nieve hasta que apareció Gunnar. Venía sujetando una cuerda, para no perderse, y soplando su propio silbato. Cuando lo escuchó Chester, gritó como un loco hasta que surgió de la nada, como un fantasma embozado. Le agarró del hombro y le arrastró hacia las tiendas.

Los demás también habían tenido problemas. De nuevo pequeños casos de congelación, algunos golpes. La misma ráfaga que había arrastrado a Chester había tirado a Sutton contra una de las tiendas, haciendo un agujero en la tela exterior y dejándola inservible. Todos tuvieron que apiñarse en la otra, mientras Gunnar iba a rescatar al fotógrafo e intentaba, al menos, trasladar parte de la impedimenta a la tienda inutilizada como habitación. Poco pudo conseguir. Pronto la furia de los elementos le obligó a buscar refugio.

Charlene exhibía un bonito ojo a la virulé, causado por una astilla de hielo más grande de lo normal. Abermale, no se sabía muy bien por qué, reía alborozado, sin pizca de miedo.

¡A lo mejor morimos todos! Parecía encantado con la idea, y a cada grito de alegría, la angustia calaba más y más en los que le rodeaban.

Larry se había caído del ala donde había estado subido, pero parecía estar bien. López se había agarrado al alerón como un mono, quedando casi vertical durante unos instantes.

En la tienda casi no cabía el hornillo que debía procuraros calor. La tela se balanceaba una y otra vez, como si fuera a salir volando de un momento a otro. Poco a poco, el lado donde estaba el muro de protección, fue siendo impulsado hacia abajo por el peso de la nieve que se iba acumulando. Tres veces a lo largo de la noche tuvo que salir Gunnar acompañado de algún otro insomne para retirarla. ¿Noche? En realidad era como un limbo violento y gris en donde la luz mortecina llegaba de todas partes y de ninguna, aun del suelo, dando una sensación de ingravidez parcial y engañosa. Se perdió una pala.

Casi nadie pudo dormir, hacinados como estabais. Os apretasteis como pudisteis. Pasó el tiempo. La luz aumentó. Os sorprendió entrando por la abertura que había abierto Gunnar para salir fuera. Parecía que hubierais cerrado los ojos hacía cinco minutos, pero debía haber sido más. Fuera todo era una planicie pura y blanca, el sol hacía brillar los cristales con millones de destellos de todos los colores ahí donde se reflejaba su luz. Nubes de formas fantásticas dominaban el cielo de un azul oscuro y profundo. Pestañeabais, cada destello era como una fina aguja en vuestros ojos, acostumbrados a la penumbra.

Por fin alguien hizo la pregunta.

¿Qué habrá sido de Nils y de Dominique?

Abermale no salió de la tienda. Parecía muy desanimado.

La frente de Sutton había amanecido deformada por una enorme ampolla, fruto de la congelación sufrida en el boeing. Miles también se había congelado, y ahora grandes vegigas agigantaban varios de los dedos de su mano derecha.

- Tiradas (7)

Notas de juego

Chester, un daño por contusiones.

Sutton, otro en la frente por agravamiento de la congelación anterior.

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11/11/2014, 21:14
Guardián de los Arcanos

Descansasteis un par de horas en la tienda medio montada, un apaño para poder recogerse al fuego del hornillo sin que el viento lo apagara y sin que el calor de disipara demasiado. Tomasteis lo que en cualquier otra latitud te habría parecido una prodigiosa cantidad de aquella sopa grasienta y grumosa, y que en las actuales condiciones te sabía a gloria. Tu cuerpo pedía a gritos grasa y algo caliente y ahí había en abundancia.

Estabais envueltos en un par de mantas cada uno, al estilo indio. Si por lo menos Nils fuera menos aburrido. En ese momento de placidez tras la comida, mientras intentabas averiguar cómo despertarían tus piernas tras una noche de sueño, el sonido maléfico del viento llamó tu atención. Era como un silbido agudo. La nieve que arrastraba golpeaba tu rostro, cuando llegaba, con más fuerza de la habitual. El semirefugio gualdrapeó violentamente una, dos, tres veces. Una ráfaga súbita y violenta hizo que los postes se doblaran hasta apoyarse contra vuestros cuerpos.

¡Tormenta!

Era la primera palabra que escuchabas a Nils desde hacía diez horas al menos. Estaba apagando el hornillo y ajustaba sus prendas para salir. Se lanzó a por los trineos. Tiró de la cuerda del suyo, el más cercano, para acercarlo a la tienda. El tuyo, que habías colocado demasiado al descubierto, había volcado. Cuando intentaste lanzarte a recuperarlo Nils te agarró de la capucha para impedirlo. Un segundo después tu trineo rodaba por la loma abajo arrastrado por la furia de la tormenta. Nils te arrastró hasta la tienda. Ahí, procuró sacar todo lo posible para calzar la lona del lado del que venía el viento. Tú estabas perdido. Todo lo que intentabas hacer para ayudar no era bien recibido. Un gesto severo o una mano que te agarraba te impedían siquiera comenzar. Tras una hora de trabajo el trineo desmontado parecía una maraña preparada para conseguir que al menos parte de la tienda no fuera derribada por el furioso vendaval. Un palo de la tienda ya se había astillado. Conseguido un mínimo habitáculo, Nils te señaló un pequeño rincón para que te instalaras, luego te puso delante el hornillo y las cerillas. Él salió fuera armado de una pala. Tuviste un atisbo de blancura cegadora antes de que cerrara la cremallera. La tienda vibró con cadencias diferentes a las que dictaba el viento. Nils debía estar acumulando nieve prensada a los lados de la tienda.

Cuando por fin volvió Nils te estabas quedando dormido. Se te había olvidado encender el hornillo. Un extraño sopor te había atacado, y ahora sentiste como bofetadas venidas de muy lejos. Abriste los ojos con dificultad para ver, igualmente lejana, la cara mortalmente seria del guía iluminada por una luz ámbar y sacudida una y otra vez por unas curiosas contorsiones.

Súbitamente la realidad volvió a tu cuerpo. Sentías hormigueos en los brazos y en las piernas. Te diste cuenta de que las bofetadas eran reales, y que las sacudidas y contorsiones de la cara de Nils eran provocadas por su mano sobre tu cara. Intentaba que no te durmieras. Había encendido el hornillo al máximo y había agua hirviendo en la pequeña perola. Una vez despierto, te hizo quedarte en ropa interior, mojó una gasa estéril en el agua caliente y comenzó a bañarte las manos, los pies, las orejas y la nariz. Pronto comenzaron a hormiguear más y más, hasta que el hormigueo se transformó en dolor. Parecía como si te clavaran agujas. Cuando logró que entraras en calor, te secó y te arropó en el saco de dormir añadiendo un par de mantas. El espacio de la tienda había quedado reducido casi a la nada por el peso de la nieve que se acumulaba contra ella. Ya no se oía el viento. De vez en cuando un crujido de la estructura. Lo último que viste antes de dormir fue su rostro serio iluminado por la luz del fuego, ahora cercano.

Fue eso mismo lo primero que viste al despertar. Parecía que hubieras cerrado los ojos hacía cinco minutos, pero debía haber sido más. La cremallera de la tienda estaba abierta. Fuera todo era una planicie pura y blanca, el sol hacía brillar los cristales con millones de destellos de todos los colores ahí donde se reflejaba su luz. Nubes de formas fantásticas dominaban el cielo de un azul oscuro y profundo. Pestañeabas, porque cada destello era como una fina aguja en tus ojos acostumbrados a la penumbra.

Algo te latía en las manos. Miraste: las tenías envueltas en gasa estéril. Bajo la gasa, tres enormes ampollas deformaban tus dedos índice, corazón y anular de la mano derecha. Casi te habías quedado dormido encima de ella la noche anterior.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tienes dos puntos de daño por congelación menor.

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11/11/2014, 22:04
Chester Field

Chester estaba de un humor de perros. Hacía frío, estaban estrechos, ayer casi sucumbió enterrado en la nieve y tuvieron que salir a rescatarle, y no parecía que la cosa fuera a mejorar a corto plazo.

Y además, le apetecía un cigarrillo. Pero ni por todo el mono de nicotina del mundo iba a sacarse los guantes.

Aunque su optimismo natural no le abandonó tampoco esta vez. Podría ser peor - pensó-. Podría tener la cara como Sutton - reflexionó con una media sonrisa de la que se avergonzó. Un poco. Casi de inmediato.

Observando el paisaje nevado y recordando la ventisca de la noche anterior, no pudo evitar preocuparse por el destino de Nils y Dominique. Partir en su búsqueda era probablemente una mala idea, pero si no regresaban pronto, bueno... mucho se temía Chester que entonces el eterno hielo sería su tumba.

Tratando de alejar tan sombríos pensamientos, Chester esperó que Gunnar les diera las órdenes del día. En el fondo, parecía el único que tenía alguna idea de cómo sobrevivir en aquel sitio. Y ahora mismo aquel era el principal objetivo de la expedición: llegar a ver otro amanecer.

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13/11/2014, 19:34
Lord Anthony Montagu-Sutton III

Sutton estaba agotado, sin dormir, frío como un tempano y atado permanentemente a Abermale que por otra parte parecía pasárselo estupendamente con aquella ventisca tremenda que casi parecía anunciar el fin del mundo.

Por suerte para él al menos el tiempo tuvo la decencia de amainar, mas el dolor provocado por la terrible ampolla que le deformaba el rostro no hacía mas que hacerse mas grande y repugnante. En definitiva, desde su punto de vista aquello no parecía mas que ir a peor. Y cada vez se arrepentía mas de haber partido en aquel viaje que solo parecía abatir toda clase de desgracias sobre los componentes de la expedición.

Las lluvias, las tempestades que casi abatían los aviones, los aterrizajes de emergencia, tipos sin escrúpulos que les drogaban para robarles el dinero para acabar muertos de forma terrible a manos de repugnantes "monstruos"... El solo pensar con las extrañas y extraterrenales criaturas que habían avistado a lo largo de su periplo por Sudamérica hizo que temblase aun con mas intensidad.

   - Bueno, al menos no habrá ningún monstruo acechando por este inhóspito lugar...- 

Y acto seguido tuvo una sensación de mal fario, casi como si con solo mencionar esa posibilidad estuviese atrayendo mas desgracias sobre ellos...

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13/11/2014, 21:35
Guardián de los Arcanos

A Sutton le mosquea un poco la actitud de Abermale. Le da la sensación de que hay un sistema en la emoción que ha exteriorizado durante la tormenta y después. No parece cosa de capricho.

- Tiradas (1)
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14/11/2014, 22:38
Dominique Pickwell
Sólo para el director

Solo con mirarme la mano ya dolia, intenta mover los dedos o se congelaran, me decia a mi mismo. El dolor era como si me estubiera mordiendo un lobo la mano, no me atrevia a soltar una lagrima por temor a que esta me congelase el parpado, pero ganas no me faltaron.

Al cabo de un buen rato de moverme en general parecia que el cuerpo empezaba a coger ritmo, haciendo que la mano apenas me doliera, o era yo que toleraba mas el dolor? en fin, por uno u otro motivo me aventure a salir de la tienda y admirar el paisaje, tan liso, tan blanco y tan calmado. 

De la tormenta ni rastro, asi que me dispuse a sacarle unas palabras a Nils...

Buenos dias Nils, que planes tenemos para hoy, explorar el lugar de la bandera, recuperar mi trineo... Tu decides, ya lo sabes.

Esperando respuesta, aunque solo sea una palabra me doy cuenta que no se quien es mas frio, el rostro de Nils o el paisaje.

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17/11/2014, 22:51
(Starkweather-Moore, guía) Nils Sorensen

Nils mira la mano, que ahora está vendada con gasa muy fina y suelta. Menea la cabeza en signo de negación. Te señala la tienda, indicando que debes entrar. Finalmente suspira y se decide a hablar.

Si eso coge más frío, será peor. Debes esperar. Descansar. Tomar líquidos calientes. Yo buscaré. Si no lo encuentro, hay que tomar una decisión: ir con lo que tengamos al depósito y hacer ahí acopio de provisiones para volver o hacer nuestro trabajo desde aquí y volver con un único trineo. La última frase que es más compleja le ha obligado a un prolongado silencio para ordenar sus ideas.

Él se pone enseguida a buscar. Afortunadamente, tarda poco en volver, con el trineo casi intacto. Se pasa un buen rato enderezando los esquíes mientras descansas, aburrido. La mano te late bastante, pero ahora que las venas y las arterias han recuperado la circulación, es más la quemadura lo que te hace sufrir. El resto de la piel está roja, muy roja, y los dedos se han hinchado ligeramente.

La opción, por tanto, es volver a descansar y retomar el viaje hacia el cargamento, donde se puede observar directamente si hay una buena pista para los aviones, e incluso se puede hacer uso de las palas y mejorar las partes que parezcan más peligrosas. Lleváis, por supuesto, banderolas con las que indicar el lugar que escojas.

- Tiradas (2)
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18/11/2014, 00:01
Guardián de los Arcanos

El trayecto fue largo y duro. En justa correspondencia por haber llevado en tus aviones a Nils al polo, parecía que ahora él era quien tenía la iniciativa, y te estaba llevando por zonas donde jamás habrías pensado que te meterías voluntariamente. Cruzar la cabecera del valle fue lo más fácil, aunque la nieve recién caída ocultaba grietas traicioneras. Ir a lo largo de la pared norte fue algo bastante más trabajoso. Parasteis dos veces a descansar, en las cuales Nils te curó la mano. Se empeñaba en que no estallaran las ampollas, y te obligaba a esperar horas mientras hacía factibles pasos para ti que no requirieran hacer fuerza, agarrar cuerdas... cualquier cosa que supusiera riesgos para tus heridas. ¿Frío? Era concienzudo, claro, tan parco en palabras que a veces creías enloquecer.

Durante gran parte del trayecto renunciasteis a las raquetas e hicisteis uso de unos pequeños esquíes de travesía: cortos y anchos, que permitían juego en los tobillos.

El viaje duró casi dos días. La mitad del segundo día fue la peor: un gélido viento sur os obligó a hacer prolongadas paradas para alimentaros. Consumíais cerca de 5000 calorías cada 24 horas, y vuestros estómagos pedían más. Por suerte el viento os empujaba contra la pared norte, y no al contrario. Fue entonces cuando aprendiste de verdad cómo hay que abrochar una prenda corta vientos, cómo instalar una tienda con casi un vendaval de aire helado. Poco a poco el cargamento estaba más cerca. Se empezó a distinguir con claridad el ruido de los pinguinos, que atestaban la costa, el de las aves que pescaban entre las olas. Llegasteis casi al filo de la noche Antártica y, sin llegar a acuerdo alguno entre vosotros, renunciasteis a cualquier trabajo, montasteis la tienda y dormisteis apretados el uno contra el otro a pesar del ya muy cercano ruido de los animales.

El silencio de Nils te estaba forzando a leer sus movimientos, a prestar atención. Durante todo el trayecto desde el campamento provisional, estabas aprendiendo rutinas que, te dabas cuenta, hacían inútil cualquier explicación. Pronto fue casi innecesario cruzar palabra alguna. Poco a poco ibas aprendiendo a conocer qué hacía falta en cada momento.

El cargamento había sido situado muy cerca de la costa. Lo habían subido poco a poco a un lado de un promontorio que hacía las veces de contención para el glaciar. Había llegado el momento de hacer tu trabajo. Te pasaste toda la mañana posterior a vuestra llegada indicando a Nils dónde cavar, dónde señalar el terreno. El lugar indicado quedaba algo lejos del depósito, y te desmayaba pensar cuánto iba a haber que trabajar para transportar los bidones de gasolina para llegar a los boeing, pero era el mejor sitio. Era un lateral del glaciar bastante estable, gracias a que el promontorio que lo contenía hacía de embudo, disminuyendo la anchura de la boca con respecto a la anchura de la corriente de hielo. Por tanto, ahí la nieve estaba muy prensada y dura y había pocas rocas. Bastaba con alisar las peores irregularidades y rezar porque los pilotos fueran hábiles. De cuando en cuando un enorme bloque de hielo se desprendía del glaciar para caer al agua. Un crujido acompañado de una vibración te daba, de vez en cuando, noticia de las inmensas fuerzas que actuaban bajo tus pies.

Terminado el trabajo, el regreso fue un poco más de lo mismo: una interminable y accidentada caminata. Tres días después, avistabais en la lejanía de la llanura central de la isla el bulto que formaban el Enderby y el Weddell. El viaje había durado algo más de cinco días, y la suerte os había acompañado en la vuelta, ofreciendo copiosas nevadas, cierto, pero dejando de lado ventoleras y tormentas.

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18/11/2014, 00:02
Guardián de los Arcanos

Más de cinco días tardaron en volver Nils y Dominique. Durante ese tiempo, aprendisteis por la vía dura cómo hacer un campamento, cómo coser una tienda, cómo hacer bien los muros de protección contra el viento y cómo asegurar una cincha para que tuviera justamente la holgura adecuada: ni más ni menos.

Se organizaban turnos para todo: cocinar, retirar la basura y las inmundicias, vigilar el clima, mantener las protecciones, quedarse de guardia por la noche, hacer curas para los heridos, cuidar de Abermale (Chester no). Gunnar era un buen tipo, pero quizá hablaba demasiado. Parecía estar en todas partes charlando por los codos. Dando información, se le pidiera o no. Era como una enciclopedia andante. Intentaba mantener alta la moral, estaba claro, pero quizá se esforzaba un poco demasiado.

Tras los dos primeros días, con el campamento ya consolidado, Miles insistió en que había que hacer el mantenimiento a los aviones. Coincidió con una gran nevada, y con un nuevo caudal de conocimientos que brotaba de Gunnar, demasiado rápido como para ser interiorizado. Se improvisaron dos pequeñas tiendas móviles que podían amarrarse al lugar donde estuvieran trabajando Douglas, Miles, Larry, López y Ralph. Durante este tiempo, aquel que no fuera abducido por el ingeniero aeronáutico para prestar ayuda con lo que fuera, pudo encontrar tiempo para hacer un poco el vago: leer algún libro que hubiera traído (pronto comprendisteis que la biblioteca personal de cada uno estaba abocada a fundirse en una única entidad comunitaria, y comenzasteis a mirar con interés qué había traído cada cual, pensando en cuando acabarais de leer lo que traíais), tocar algún instrumento, charlar.

Charlene, por su parte, había comenzado a trabajar en lo suyo: aunque la vida animal o vegetal parecían ausentes de la inhóspita llanura en la que estabais, se las arregló para cavar un hoyo en la nieve, con el que llegó a la capa de roca, tierra y grava que era la isla. Estuvo a punto de congelarse, tan animosa estaba: por culpa del sudor casi perdió las orejas. Pero parecía importarle poco. Exhibía ahora un vendaje en torno a la frente, destinado a proteger las ampollas que se le habían formado y no cejaba de buscar fósiles. Pronto hubo que señalizar sus agujeros para evitar que nadie se partiera las piernas caminando inadvertidamente cerca durante alguna de las circunstancias que entorpecían la visión. Sutton tuvo hartas oportunidades de ayudar a la paleobióloga en sus tareas, ya que su formación como arqueólogo le permitía datar estratos rocosos, limpiar muestras y clasificarlas de manera concienzuda y ordenada. Se acumuló una cantidad de muestras de un tamaño tal que Miles hubo de advertirles que ni en sueños iban a poder llevar eso en los aviones. El resto del tiempo Charlene se lo pasó intentando elegir qué debía dejar atrás.

Abermale siguió estando bastante taciturno. Se consiguió que consintiera en hacer pequeñas tareas, pero requería vigilancia. Por fin se pudo dedicar a hacer un grotesco muñeco de nieve: era una cosa informe, muy grande, con muchos ojos y muchas bocas, y muchas manos que parecían garras de pollo. Tiñó la nieve antes de que nadie pudiera impedírselo con heces que se había procurado por la vía más natural. Cuando acabó, fue completamente imposible limpiar sus guantes y convivir con él fue un poco más difícil, ya que cuando estaba al calor de las tiendas, los restos de porquería que quedaban en sus ropas se descongelaban y olían bastante. Cierto es que ninguno de vosotros olía precisamente a rosas, y en realidad, la gracia del meteorólogo no hizo más que añadir un acusado matiz a la fiesta olfativa que eran las tiendas cuando se encendían los hornillos.

Chester, por supuesto, tuvo hartas oportunidades para tomar fotos de cualquier cosa que se moviera. También era el encargado de llevar un diario periodístico de la expedición.

Por fin, un día...

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18/11/2014, 00:35
Guardián de los Arcanos

Por fin, un día, Chester vio dos puntitos en el horizonte. Gritó. Largo rato hubo que esperar a que los viajeros llegaran al campamento provisional, ya que se movían muy despacio.

Sin embargo, llegó el momento del encuentro. Los dos estaban más delgados. Una de las manos de Dominique había sufrido congelación, pero parecía conservar todos los dedos. En el campamento provisional, ya muy organizado y consolidado, se organizó una pequeña fiesta a base de café con leche condensada. El pequeño engendro de Abermale, un muñeco de nieve grande, tosco y grotesco, teñido con algo marrón claro y con demasiados ojos, bocas y manos que parecían patas de pollo dominaba la escena.

El día estaba claro. El cielo de un profundo azul oscuro. Era casi mediodía.

Notas de juego

Ale, ya estáis juntos.

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18/11/2014, 19:29
Chester Field

La estatua de Abermale parecía un presagio de lo que les esperaba... o de lo que ya habían pasado, Chester no estaba muy seguro. Pero en aquellos momentos su preocupación principal era saber cómo les había ido la excursión a Nils y a Dominique.

¿Y bien? - preguntó una vez ya habían entrado en calor, protegidos en el interior del precario refugio que habían logrado organizar. - ¿Cómo ha ido la exploración? ¿Qué habéis descubierto?

La monotonía de llevar a cabo las tareas de mantenimiento del campamento hacía que recibir cualquier tipo de noticias del exterior fuera un soplo de aire fresco, valga la redundancia. Los dos expedicionarios no parecían tener muy buen aspecto, pero al menos habían regresado. Vivos y enteros.

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18/11/2014, 21:11
(Starkweather-Moore, guía) Nils Sorensen

Nils contestó con un gruñido a la pregunta. Bebía ávidamente su café con leche condensada, aunque no lo había hecho antes de desempacar todo metódicamente. Examinar el campamento, señalar un par de fallos (sin hablar) y dar un buen vistazo a la obra de arte de Abermale.

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18/11/2014, 21:13
(Starkweather-Moore, guía) Gunnar Sorensen

Gunnar se acercó a Dominique y le dio la mano (con cuidado de no hacerle daño).

Felicidades por el éxito, amigos. Creo que pronto podremos deshacer el campamento y salir. Ni idea de cómo sabía eso, aunque la corriente de cuasitelepatía que corría entre los dos hermanos podía ser una explicación. Estaba claro que algo en la actitud de Nils había indicado a Gunnar que todo estaba bajo control.

Lo peor de todo era la perspectiva de tener que, otra vez, apilar y guardar las cosas en los boeing.

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18/11/2014, 21:16
(Starkweather-Moore, técnico) Patrick Miles

Los aviones están listos, jefe. El Enderby tiene todo el combustible. ¿Os pilló la tormenta? ¡La puta qué miedo pasamos!