Partida Rol por web

Oh, sí, es una gran idea, bajemos de nuevo a la Gran Sala... - suscribió Charlene a las palabras de Pooster, con un poco más de entusiasmo de la cuenta - quiero decir que encontrar a nuestros compañeros es nuestro deber; pobre Nandan - añadió, un poco más comedida.

Debemos considerar, sin embargo - añadió, al parecer a su pesar, ya que era evidente su deseo de regresar cuanto antes a sumergirse en todos los misteriosos secretos que se ocultaban bajo sus pies - que hemos tardado una hora larga en recorrer el camino de vuelta, lo que podría convertirse en más tiempo aún si nos perdemos, aunque hemos hecho todo lo posible para señalar la ruta con seguridad. Hemos de prepararnos bien, más aún si deseamos permanecer allí por un tiempo. Me refiero a llevar provisiones, combustible, etc. El frío, además, es infernal.

Todo el mundo llevaba alimentos, combustible y varios de vosotros un hornillo Nansen, aparte de sacos de dormir, cobertores, cuerda, municiones... el tiempo corría. Aun así, se revisó todo de nuevo. El cielo recortado por el borde del pozo aparecía ahora vestido de un delicado color azul turquesa, atravesado por varias franjas de níveos cirros.

El interior de la ciudad parecía un dédalo de túneles. Vuestras pisadas despertaban ecos, aun las más leves, que rebotaban una y otra vez, y que regresaban a vosotros transformados de muy sutiles maneras. Siguiendo las marcas tomasteis un corredor de sección pentagonal en el que se abrían numerosos pórticos tanto a los lados como arriba y abajo.. La integridad de la estructura parecía comprometida en algunos tramos, donde los movimientos telúricos habían retorcido la treyectoria que en otro tiempo fue recta o, quizá, ligeramente curva. Sin embargo todavía se mantenía en pie, y no parecía a punto de venirse abajo, a pesar de que en muchos sitios los escombros casi impedían el paso. Todo estaba cuajado de grabados. Fue muy complicado avanzar al principio, parando a cada momento para ver zonas donde se conservaban mejor, pero pronto Moore ordenó no parar a no ser que se encontrara algo muy significativo.

Necesitamos encontrar un centro de enseñanza. Estos escritos no nos van a ayudar hasta que hayamos sentado unas bases sólidas.

Tomasteis un corredor lateral que ahora apuntaba ligeramente hacia abajo. Tenía sección trapezoidal, con la parte más pequeña del trapecio hacia abajo, de manera que la perspectiva a lo largo del recorrido se veía singularmente distorsionada. Olvidados cataclismos habían comprometido su rectitud, como en el caso anterior. Desembocaba en un área circular cuyo suelo aparecía cegado por escombros: era el fondo de una sala con el techo tan alto que casi no se hubiera podido vislumbrar, de no ser por que tenía ventanas, y las más altas aparecían abiertas. Las demás (todas las ventanas tenían formas diversas) estaban cegadas por algún tipo de material poroso.

Charlene se lanzó hacia una grieta que cruzaba la sala, no muy profunda. Ahí os enseñó unos curiosos amontonamientos de material orgánico completamente congelado.

Huesos y pieles de pingüinos y focas, pero no son las especies que conocemos. Y no están fosilizados, añadió, son recientes, muy recientes.

Sutton se inclinó sobre los restos. Menez, querida, esto es cosa nuestra. Ven... Vaya, miró a la periodista. ¿Ves estas marcas? Curioso, ¿verdad? Sutton había tomado entre sus dedos un hueso y se lo mostraba a Menez.

Los pocos trozos de carne que todavía tenía el hueso ni siquiera mostraban signos de podredumbre. Pensaste, nada más verlos, que si los descongelábais permanecerían frescos. Sutton mostraba unas muescas que conocías bien: eran marcas de cortes hechos con objetos afilados tal como pudiera ser un cuchillo. Típico material que un arqueólogo interpretaría nada más verlo. Por otra parte, examinando otros de los huesos, viste que no solamente había muescas de cortes, sino que también tenían rozaduras y desgastes que te parecían propios de algún tipo de diente muy pequeño y afilado.

Seguisteis camino mientras Menez y Sutton susurraban pasándose el hueso uno a otro, señalando aquí o allá.

Retrocedisteis de nuevo por el pasillo (Charlene os había llevado aquí a propósito) y tras penetrar por otro, vagásteis por varios sistemas de salas octogonales y pentagonales parecidos a una colmena para salir al fin a un área inmensa, techada a una asombrosa altura por enormes cúpulas de piedra y nervaduras que muy bien podían ser de ese extraño marfil del que estaba hecha la torre de la plaza. El suelo era un caos inconmensurable de piedra y escombro. Tiempo ha el complejo en el que estábais debía haber tenido más de una planta que ahora se habían venido abajo. Los amontonamientos pétreos desafiaban cualquier descripción. Tras la elegante estructura de las nervaduras de la cúpula, que recordaban lejanamente las catedrales góticas, se podía ver el cielo. El viento soplaba pronunciando lamentos más profundos y complejos, y se escuchaba también el lamento de las montañas.

Costó mucho caminar por ese cementerio, y la ausencia de referencias casi os hizo perder el camino de marcas hechas con tiza más de una vez. Todos habíais tenido la oportunidad de recoger aquí o allá esas pequeñas y curiosas estrellas de cinco puntas de esteatita blanquecina que habían abundado también en la caverna del tesoro.

Encontrasteis, por fin, asomando por entre la ruina, una fortaleza de factura sencilla y sin ornamentos que recordaba las construcciones militares del siglo XVI y en adelante, en los que la invención de la artillería había obligado a construir muros inclinados y perímetros en forma de estrella.

El edificio estaba muy bien conservado. Las pocas aberturas que había, estaban selladas con aquel material poroso que, visto de cerca, parecía madera petrificada. Una de las aberturas, no obstante, estaba abierta.

Las paredes interiores estaban, cómo no, cuajadas de grabados en un excelente estado de conservación. Dentro de esta fortaleza el estilo era muy diferente al del pozo y zonas aledañas. No tan recargado, elegante, de un realismo equilibrado y, en su tratamiento de las perspectivas, muy perturbador. Los seres entrevistos durante la breve carrera por los pasillos parecían contar su eterna historia en un moderno formato de tebeo sin añadidos ornamentales ni frisos o medallones que, deseando comunicar más, embrollaran la interpretación de la obra.

Las secciones de todos los pasillos eran cuadradas o rectangulares. A partir de una encrucijada en la que convergían cinco pasillos de diferentes tamaños, tomasteis uno oscuro, de sección cuadrada, muy amplio. Lo poco que se podía ver del pavimento, era una serie de mosáicos hechos de piedras encajadas a la micra donde, con un colorido fascinante, se representaban motivos geométricos derivados del número cinco.

El corredor bajaba poco a poco. Tenía pocas tallas y las que tenía, parecían meras decoraciones sin más sentido que el ornamental. No había rupturas del pavimento, paredes o techo y muy pocos escombros. A pesar de que el edificio en el que estabais parecía más íntegro que el resto  teníais el pálpito de que era más, mucho más antiguo. Desembocaba, tras un prolongado descenso, en una enorme sala: la pared por la que accedisteis estaba tallada con elegancia suprema. Se observaba que, a pesar de que las proporciones y las medidas os eran extrañas, no había manías o excesos por parte de los creadores, no un exceso de espacios vacíos, ni un exceso de tallas por doquier, como en otros lados, donde estaba aprovechado hasta el más mínimo rincón, no una estilización artística, sino una serenidad patente en las composiciones que palpitaba en las medidas de las columnas, en los medallones rodeados de filigranas de escritura puntuada formando figuras claras y concisas, en las imágenes representadas en huecograbado.

No se veían otras paredes aparte. Al daros la vuelta visteis que habíais accedido por un portal grande, cuadrado, con un friso semicircular adornado con una estrella de cinco puntas y con molduras complicadas en las que se combinaba la escritura con las formas.

No se veía el techo, aunque de las columnas que lo sustentaban alcanzabais a adivinar dos, muchos metros por delante de la puerta. Las luces de las linternas descubrían de nuevo pocos cascotes en el suelo, y mucho polvo. No se veía el pavimento.

-  Falta el perro. Debería estar aquí. Pero claro, tampoco debería estar el pobre Gedney enterrado de esta manera.-Eso decía Menez cuando Chester y Charlene hicieron su aparición. Los nervios estaban a flor de piel y algunos les apuntaron con sus armas como acto reflejo. Menez, pro su parte, lo único que hizo fue constatar que venían solos, sin los Starkweather.- Claro que estábamos preocupados.- Y ocupados tratando de asimilar la cantidad ingente de información que les proporcionaba aquella ciudad maldita y opresiva. La periodista no pudo evitar lanzar miradas cargadas de reproche hacia Moore, culpándole de ser incapaz de controlar a su socio. Por su culpa Nandan debía estar perdido en aquel horrible lugar.

- No parece que sean seres extraplanares, como usted, mi querido Timoty.- Se sorprendió no riéndose de sus propias palabras. Era difícil saber si Menez bromeaba con la peculiar personalidad de Pooster o si se había vuelto loca y hablaba en serio.- Aunque habría que investigar más , claro está. Puede que esos "saltos" sean viajes entre planos existenciales diferenciados.-  Espoleados por Moore y por los descubrimientos de la pareja de exploradores el grupo se aventuró, tras recogerlo todo, hacia la gran sala de la que hacían referencia. Menez no perdía la esperanza de, por el camino, escuchar la jovial voz de Nandan. Los sonidos de sus pasos le jugaban malas pasadas rebotando pro las paredes y devolviendo distorsionados ecos. Siempre que podía traba de marcar el camino en caso de que los Starkweather les siguieran los pasos.

- Está claro que la geometría es importante. Las matemáticas podrían ser parte importante de su lenguaje. Lástima que yo sea de letras.- Cuadrados, pentágonos, trapecios, círculos, rectángulos..La cabeza le daba vueltas.- No puede ser arbitrario estas formas geométricas de los pasillos. Tienen que significar algo, teniendo en cuanta que el 5 está presente en todas partes.- Teorizaba mientras sujetaba una de las múltiples piedras estrelladas encontradas por doquier. Cuando Charlene les desvió el camino para enseñarles los restros de animales, Menez no daba crédito.

- Estos restos, aunque congelados, son frescos. Tienen muescas del filo de un cuchillo y de pequeños dientes. Vamos que los han roído.- No hacía falta ser muy listo para comprender que no estaban solos. De pronto sintió la boca realmente seca. Ya en la sala a la que se habían dirigido, Menez se permitió descansar física y metalmente. Tras el breve respiro se puso a investigar la zona. 

- Deberíamos coger muestras de ese material tan raro de las ventanas. Qué curioso...

Bueno, pues aquí estamos - dijo Chester tras la larga caminata. Y poco antes había otro pasillo que llevaba a una sala de la que parecía emanar una luz, pero no tuvimos tiempo de explorarla. Una vez llegamos aquí y vimos que no había ni rastro de Nandan o del Jefe, decidimos volver.

Chester descargó su pesada maleta y echó un vistazo a su alrededor. Era un sala condenadamente grande, terriblemente extraña y jodidamente vieja. Probablemente ya era vieja cuando los dinosaurios eran jóvenes.

Bueno, expertos en cosas raras y viejas, ¿qué deberíamos hacer ahora? - Chester no se refería a nadie en concreto y a todo el mundo en particular. No tenía ni idea de dónde estaban los otros dos... de hecho, tampoco tenía ni idea de dónde estaba él. ¿Qué era aquello? Era... antediluviano, o más viejo aún. Era más viejo que el resto de la ciudadela, si aquello era posible. Y ante todo, era inseguro.

Hagamos lo que hagamos, deberíamos montar guardias. Estar siempre atentos a lo que pueda ser o a lo que pueda llegar. Si, como algunos decís, no estamos solos, no queremos que nos cojan desprevenidos.

Dicho esto, Chester cogió su fusil y se puso a patrullar por la Gran Sala.

La luz de una linterna desde la pared no llegaba al techo, ni a nada más que a esas dos columnas. El grupo se comenzó a mover unido a lo largo de una de las paredes para hacerse una idea de cómo era el perímetro... pero, como era natural, el caminar fue lento, muy lento, ya que las paredes contaban historias.

El tema de los grabados aquí parecían ser diferentes formas de vida. Por lo pronto, y por pura casualidad, parecía que la puerta por la que habíais entrado era el inicio de uno de los posibles recorridos: el reflejado en la franja más cercana al nivel del suelo. A pesar de que gran parte de lo que se veía era incomprensible, hasta los más ignorantes comprendieron que lo que parecían visto de pasada diseños abstractos, eran representaciones de microorganismos. Había infinidad de ellos, todos derivados de una esfera primigenia con muchísima información escrita inscrita en ella, de la que parecían derivar clasificados rigurosamente los diversos reinos. Cada uno de ellos tenía su linea de lenguaje inscrita artísticamente en él.

A pesar de la multiplicidad de formas, este primer segmento parecía muy esquemático. Muchas formas recordaban los diseños en pasillos y zonas sin importancia que os habían parecido puramente ornamentales confirmando la sospecha de que el tratamiento de la información de manera reiterativa era típico de esta raza. En todos los sitios, hasta en el más mísero pasillo, los mensajes eran globales, solo que aparecía magnificado el segmento que más interesaba al lugar.

Las siguientes series representaban multitud de criaturas: gusanos, seres insectoides, seres parecidos a batracios... Tras el de los microorganismos había un segundo monográfico sobre unas criaturas que parecían conos con una serie de tentáculos de diferentes tipos en la cúspide. Cada uno de los tentáculos soportaba diversos órganos: ojos, trompetillas que podían servir para captar sonido, dos pinzas de aspecto cuasivegetal. Aparecían desplazándose mediante contorsiones cuidadosamente descritas de ciertas rugosidades en la base de su cuerpo. Estaban asociados con épocas del planeta muy antiguas, relacionándose de manera aparentemente amistosa con los Antiguos y las esferas carnosas de muchos tamaños que siempre les acompañaban. Su territorio parecía haber sido una Australia sumamente deformada y poblaban gigantescas ciudades de piedra con enormes bibliotecas donde se escribían idiomas escritos muy diferentes. Parecía haber una secuencia repetida muchas veces en el que una de esas criaturas variaba de estatus tras realizar complicados manejos no muy claros: pasaba un tiempo en un estado de esclavitud escribiendo algún idioma ignoto, muy diferente del de la escritura de puntos, y, luego, tras otra serie de manejos, volvía a recuperar su anterior posición social. Pero cada una de esas criaturas arrojada a una condición de inferior escribía siempre un idioma diferente: no había uno que fuera igual, aunque algunos parecían tener ciertas semejanzas. Cientos de breves frases de cientos de idiomas aparecían representados ahí.

El final de esta raza estaba descrito mezclado con la descripción de la siguiente en el ciclópeo mural: una miríada de pólipos voladores que parecían parcialmente inmateriales arrollaban a los seres con forma de cono y sus ciudades en medio de terribles huracanes y tormentas con aparato eléctrico. Los seres en forma de cono, previamente a su extinción, realizaban curiosos manejos parecidos a los anteriores: los que venían relacionados con una variación de su estatus social, y tras ese proceso ofrecían una débil resistencia a su enemigo. Perecían en masa, indefensos, vulnerables.

El descubrimiento de esos gigantescos pólipos surgiendo en los grabados de enormes torres circulares sin ventanas ni ornamentos arrancó un grito de pánico de Pickwell y de Chester.

Reconocéis en los pólipos que acabaron, según lo que relata el mural, con la raza inteligente en forma de cono, a los "dragones" que encontrasteis viajando hacia el cielo en medio del huracán que capeasteis en el viaje por el mar del Caribe. Esos que casi os hicieron naufragar y que trastornaron tanto a vuestro meteorólogo, Abermale.

Antes de llegar al momento en el que el mural relataba el final de la raza en forma de cono, casi por casualidad (Chester estaba en ese momento dejando la labor de vigilancia a Pickwell para fotografiar la escena) los tres descubristeis que uno de los cartuchos de los muy diversos idiomas representados en la fase de "bibliotecarios esclavos" estaba escrito en un idioma reconocible. En la pequeña pero detallada talla aparecía un ser ya en su condición de inferior escribiendo el encabezamiento de un libro de forma rectangular, mucho más ancho que alto y bastante grueso:

La historia de Nathaniel Wingate Peaslee, redactado por petición de la Gran Raza de Yith.

El grito fue lo unico que articule, me notaba frio, helado. El escalofrio que recorrio todo mi ser derivo en sudores frios que rapidamente se congelaron en mi espalda, notaba como los temblores que siguieron despues arrancaban pequeños trozos de carne congelada.

Pero no sentia dolor, todo mi ser temblaba incontroladamente, tras unos instantes que parecieron siglos logre levantar un brazo, al señalar a la criatura vi que mi mano estaba deformada por terribles calambres... estos..., estos son los que vimos.

Un instante despues, cae sobre mi una gravedad de mil toneladas que me hace doblegarme contra el suelo, consigo hacerme un ovillo cubriendome la cara con mis manos deformes, un instante despues todo es oscuridad y silencio...

Me parece bien, Además encaja con que haya encontrado texto en inglés y con que Menez haya sido una farsante anteriormente.

La linterna de Chester cayó de sus manos inertes, emitiendo aún su luz amarillenta mientras rodaba por el suelo de la sala. Parecía que el fotógrafo había visto algo que le había causado un gran impacto.

Aquí hay dragones... ¡Lo sabía! Lo sabía, y no nos creían, ja ja ja... lo vé, ¿Ménez? ¿Nos cree ahora? Estos seres - dijo señalando a los pólipos que habían acabado con la raza de conos, la supuesta Gran Raza de Yith, como parecía llamarles Nathaniel Wingate Peaslee. - ¡son los que atacaron nuestro avión!

Chester agarraba a la pobre Ménez con las dos manos, mirándola con los ojos a punto de salírsele de las órbitas. Si no cree en mis fotos, quizás sí se crea un huecograbado encontrado en la Antártida, claro que también tendría huevos la cosa, je je.

Chester soltó a Ménez y volvió a fijarse en el mural y el mensaje que habían descubierto, ignorando por completo el resto del grupo. Su linterna no parecía preocuparle lo más mínimo, igual que su propia seguridad o la de la expedición en general.

Ellos estuvieron aquí, y después desaparecieron, y ahora estamos nosotros, y me da que también nos va a tocar desaparecer, je je je...

Pero lo que más preocupaba a Chester era que ese tal Nathaniel había escrito su historia en una era reciente, pues su inglés era comprensible y no tenía giros idiomáticos que a Chester se le hicieran extraños.

O quizás no se fueron, quizás solo estaban... hibernando, o escondidos, o algo, pero está claro que aún rondan por aquí, o lo hicieron hasta hace pocos años, je je je...

- ¡Quíteme las manos de encima, hombre!- Le dijo a Chester cuando la tomó entre sus brazos con esa mirada entre intensa y perdida.- Me está diciendo que esos seres, según lo expuesto aquí, fueron capaces de exterminar una raza entera pero, claro...- Hizo un gesto despreciativo señalando con el dedo de los pies a la cabeza del hombre. Si al menos fuera musculoso y fuerte, con el porte del Sr. Pooster.- ...no fueron capaces de acabar con...¿con ustedes dos?- Preguntó con sorna. Los hombres se creían siempre los más valientes, lo más fuertes. ¡Qué soberbia!Le dieron ganas de abofetear al fotógrafo para que entrara en razón. Cada vez les iba más al pelo el mote de los Dementes.- De todas formas esto es una soberana majadería. ¿Es que no lo ven? He de reconocer que casi me pillan jeje. Los muy cabrones lo han preparado todo muy bien. No sé aún cómo ni cuánto habrán tardado. PEro son pacientes y cuadriculados. Siempre han sido muy bueno para eso, sí, de siempre.- ¿De quién hablaba la periodista? Comenzó a caminar en círculos, como ausente, sin preocuparse de Picwell y centrándose más en Pooster y Moore.-Pero esto ya es demasiado. No lo sabré yo bien. ¡JA! Si yo hacía esto cuando aún muchos de ellos eran niños de teta. ¿Acaso no saben a quién se enfrentan? Cuando me vean me van a oír, sí Señor. Y cuando lo cuente y lo sepa toda la población serán unos apestados.- Tiró de Moore para que viera lo que Pooster, Chester y ella habían descubierto.- Fíjese, ahí, ¿no lo ve? Se lo leeré "La historia de Nathaniel Wingate Peaslee, redactado por petición de la Gran Raza de Yith". ¿Es que no se da cuenta? Todo esto es una jodida farsa pero bien hecha, eso sí. Un texto en inglés contemporáneo. Se les ha colado. Han metido la pata bien hasta el fondo esos alemanes, pero no contaban con Menez, no Señor.- Sólo acordarse del bigotudo alemán ese que parecía que comía limones permanentemente le hervía la sangre.- ¡Claro! Qué casualidad que fueran ellos quienes nos dieran el texto de Dyer. Sí sólo tuviera aquí a todo mi equipo no tardaría ni medio segundo en desenmarcararles.

Lo que Menez señalaba era uno de los cartuchos de los muy diversos idiomas representados en la fase de "bibliotecarios esclavos", que estaba escrito en un idioma reconocible. En la pequeña pero detallada talla aparecía un ser ya en su condición de inferior escribiendo el encabezamiento de un libro de forma rectangular, mucho más ancho que alto y bastante grueso. Lo que escribía estaba representado aparte mediante un "cartucho" muy parecido a los que los egipcios tallaban y donde inscribían sus ideogramas. En el cartucho aparecía escrito en perfecto inglés del siglo XX:

La historia de Nathaniel Wingate Peaslee, redactado por petición de la Gran Raza de Yith.

Sutton examinó atentamente la pequeña pero muy detallada talla con una lupa.

Asombrado, manifestó: esto es auténtico. Esto no ha sido tallado hace tres años, queridos. Esto tiene millones de años. Se que parece una locura pero es así. Creedme, es mi oficio.