Partida Rol por web

No digan tonterías. Juraría que el único rastro de esos seres que hemos visto era esa franja limpia de escombros en la Gran Sala. ¿No se dan cuenta? Esos Soggot no visitan los niveles superiores. Alguien dijo algo sobre que soportaban mal el frío, ¿verdad? Apuesto a que si cometiéramos la locura de intentar visitar el mar interior, o bajar a los niveles más profundos de la ciudad, estaríamos en un apuro, pero si nos quedamos aquí, no pasará nada. En lo tocante a posibles Constructores vivos, siento decirles que debemos arriesgarnos a seguir aquí unas horas. Si mis cálculos no son erróneos, según el texto de Dyer solamente puede haber cuatro de ellos vivos en la actualidad. Nosotros tenemos armas y podemos utilizarlas. Recopilar información es vital. Lo mejor será fotografiar todo lo que se pueda, y aprender todo lo posible sobre su escritura, para luego tener material de trabajo, cuando ya estemos lejos de aquí. Piensen que solamente son veinticuatro horas.

O sea, que si no se puede bajar a los niveles inferiores, no hay pingüinos ni focas de esas que decís. Mierda, dormir con la calefacción de los aviones supondría tener los motores en marcha. No me gusta. Un motor al ralentí en un vehículo sin movimiento no se refrigera igual, y no se si esta temperatura bastaría para hacerlo como debe ser. Podríamos griparlos. En todo caso, gastaríamos mucho combustible que luego nos haría falta para volver. O sea, que en el aire necesitamos tener combustible extra, leches, para no tener que aterrizar en cualquier picacho si nos metemos en algún marrón, ¿entendido?

Vamos a ver, Sykes, cómo hacemos el iglú, porque con el forro de los asientos no me parece a mi que... ¿Y decís que tenemos cuchillos para cortar hielo? Sacad todo aquí, Douglas, Charles, Dominique... pero qué narices te pasa, tío. ¿Tienes frío? ¿No puedes dejar de temblar, o qué?

Dominique temblaba todo el rato, y el caso es que parecía abrigado y caliente, bebiendo como podía líquido a temperaturas agradables, y bien vestido.

Por un momento Chester se planteó encabezar una expedición hacia los niveles inferiores para tratar de encontrar las pieles de los pingüinos albinos y poder usarlas para montar las tiendas... pero enseguida se lo pensó mejor. Quizás era a los niveles inferiores donde había llegado Dom por error, y mira tú en qué estado había vuelto. Deplorable.

No, más valía quedarse allí cerca.

Aunque quizás... 

En una de las salas encontramos diversos cuerpos momificados, y también recuerdo haber visto - si no me equivoco, que los expertos en bichos me corrijan si no es así - restos de pingüinos congelados, o disecados o algo así. ¿No es cierto? Quizás podríamos usarlos para hacer la tienda esta que dicen.

Por otro lado, lo de no volver a separarse le parecía una obviedad, aunque era necesario decirlo en voz alta por si Starkweather no se daba por aludido. El muy maníaco...

Mientras esperaba a que los que sabían de animales decidían si podían usarse los restos congelados para hacer tiendas, Chester se dirigió hacia donde estaba Dom y trató de animarle y hacerle sentir seguro. Estaba claro que en aquel estado no podía pilotar, y era probable que necesitaran de sus habilidades más pronto que tarde.

Dom, ¿Qué has visto, compañero? Mira que nos hemos topado con cosas raras, no creo que esto lo supere, ¿No? Dime, ¿Con qué te has topado?

A Chester le da la sensación de que hay un terror más allá de su capacidad de control que impide que Dominique hable de lo que ha visto. Sencillamente le mira como si no comprendiera lo que le dicen y luego se tapa los oídos mientras niega con la cabeza. Más presión en ese sentido, piensa Chester, provocará reacciones violentas en contra: ataques o carreras estúpidas. Mejor dejarlo como está.

La habitación pentagonal donde se habían metido las cosas de la expedición era suficientemente grande como para hacer dentro un iglú o alguna otra estructura. Un iglú se podía hacer estanco, según Sykes, si se tapaban bien las juntas con nieve o con agua que, en esos lares, se derretía nada más ser vertida en cualquier lado, haciendo un pegamento estupendo con cualquier cosa que fuera de hielo. El problema era calefactar esa habitación, que era muy alta, y luego cerrar la puerta de manera adecuada, pero no parecía una completa locura intentarlo. Bastaba con conseguir rebajar la temperatura a unos cómodos -20 grados para que se pudiera dormir, vestido, por supuesto, y cortos periodos, para no arriesgarse a congelaciones.

Dos horas después, con la colaboración de todos (con Pickwell haciendo trabajos sencillos, a pesar de sus constantes temblores) excepto Starkweather, que se perdió con su hijo otra vez para "dar un paseo por los alrededores, sin alejarnos mucho", se tenía preparado un habitáculo donde se esperaba que durmierais de cuatro en cuatro, para daros calor unos a otros, en turnos de cuatro horas.

Sykes había dirigido la construcción. El hielo se había cortado aprovechando una veta bastante gruesa que los vientos dominantes habían formado en el recodo entre suelo y paredes, no muy lejos. Aprovechasteis también cascotes de piedra para hacer una especie de hormigón tosco y feo, que fortaleciera la estructura. Una vez los cuatro primeros durmientes entraran dentro con su bombona de oxígeno y sus sales (para absorber el co2 y la humedad condensada), la puerta se sellaría con una capa fina de nieve. Una vez sellado el iglú, se sellaría de igual manera la entrada a la cámara pentagonal, que ya estaba tapiada con una pared de bloques de hielo dejando solamente espacio suficiente como para que pasarais agachados y de uno en uno.

Todas las armas se probaron. Las armas de fuego que no se iban a usar de momento se dejaron en el interior de la cámara. Las que cada uno llevaba encima debían estar bajo las capas más gruesas de ropa, para que la congelación no impidiera la ignición de la pólvora ni bloqueara las juntas de los mecanismos que debían percutir las balas o cartuchos.

Los sucesivos turnos de exploración de seis de vosotros armados hasta los dientes se sucedieron también "sin alejarse mucho de la plaza", como había dicho el capitán, una vez que Nandan os hubo enseñado la clave para moverse por las ruinas: como en el metropolitano de Nueva York, había referencias y planos muy esquemáticos a cada paso donde vuestra plaza estaba debidamente referenciada.

Estabais, según todas los signos, en la localización de la primera de las ciudades construidas por los Antiguos, que llegaron, más o menos, en el Precámbrico. La mayoría de las otra ciudades de esta raza en aquellos tiempos fueron construidas bajo el agua, pero pocas de las otras ciudades eran tan grandes como esta.

Durante el comienzo de la división de Godwana, el supercontinente primordial del planeta, se produjo la llegada de seres los gigantescos seres octópodos acuáticos, que obligaron a los antiguos a retirarse a las cotas más profundas casi por completo hasta que la isla capital de sus enemigos, en algún lugar del océano Pacífico, se hundió en medio de extraños acontecimientos cósmicos. Los seres octópodos entraron en letargo.

Otras invasiones se sucedieron con los milenios. En todas ellas se hacían uso de muchos recursos para la defensa, pero había uno que rara vez se utilizaba, y que terminaba con todos los problemas. Este arma, usada solamente en las circunstancias más extremas, parecía estar relacionada con un faro o una alta torre. Por ejemplo durante la invasión de seres insectoides que tanto tiempo tuvo en jaque a la raza.

Por algunos indicios supisteis que se evitaba la región situada al noroeste de la ciudad, donde podría estar el faro.

En el tiempo en el que se formó la supermeseta, en la que ahora se alzaba el marasmo de complejos que explorabais, una serie de cataclismos, que también formaron las dos cadenas montañosas que la rodeaban (la Cordillera Miskatonic y la que se suponía que había más allá), la ciudad original quedó casi totalmente destruida, y se formaron las cavernas que posteriormente contuvieron el mar interior.

Siempre según Moore o Nandan, con sus conocimientos de geología y astronomía respectivamente, la ciudad que ahora pisabais se fundó tras estos cataclismos sobre las ruinas de la primigenia, al principio del Cretácico. Mediante una asombrosa ingeniería, se construyeron "templos" en las cimas de las cordilleras que mantuvieron el aire a presión constante y el clima cálido y benigno. Durante esa época se fundaron muchas otras ciudades terrestres cuya localización podría ser posible tras estudiar las fotografías que se hicieran de los mapas. La más cercana debería estar en Tierra del Fuego, en Sudamérica.

Tras eones de pacífica servidumbre, alrededor del Mesozóico, los Soggots comenzaron a volverse peligrosos, desarrollando cerebros parcialmente estables y participando en una serie de rebeliones que fueron mejor o peor sofocadas por sus amos mediante extrañas armas energéticas de naturaleza mecánica. Ver las imágenes de las partes carnosas de edificios enteros destruir todo a su alrededor, una vez sabíais lo que significaba, era estremecedor. Lo que antes habían sido sistemas orgánicos que proporcionaban calor, alimento, reciclaje de deshechos, atmósfera respirable, productos químicos, prohibidos placeres... todo lo que se pudiera imaginar de un ser orgánico maleable y obediente, se volvió tema casi tabú durante eras, y la vida gloriosa de los Constructores se volvió más miserable, al menos en relación con épocas pasadas.

Aparecieron las primeras representaciones de primates en murales que narraban hechos sucedidos en el Mioceno, creados para ser usados como esclavos en sustitución de los poco fiables Shoggot a partir de evoluciones en laboratorio de estos últimos.

Durante el Plioceno se comenzó a formar el casquete polar, y la Ciudad, aunque mantenía un clima aceptable merced a los increibles sistemas creados eras antes, redujo su población. Muchas áreas fueron abandonadas y se comenzó a habitar el mar interior. En esa época, dada la necesidad de crear nuevos hábitats, se recurrió de nuevo a los Shoggot.

La caída de un enorme meteoro en el Mar de Bellinghausen, durante el Plioceno provocó extinciones masivas y problemas por doquier a los Antiguos, incluyendo la destrucción de ciudades por todo el orbe. Tras esta catástrofe solamente quedaron la ciudad en Tierra del Fuego y la que estabais visitando sobre la superficie terrestre, y ninguna submarina que estuviera por encima de los 50 grados de latitud sur.

El verdadero éxodo sucedió durante el Pleistoceno, en plena fase decadente. Todas las tallas de esta época eran muy complicadas de comprender: numerosos amaneramientos, sofisticaciones absurdas, corrientes culturales contrapuestas, el uso de materiales pobres, técnicas no tan depuradas como en otras eras... todo contribuía a dar la sensación de que en esos tiempos la raza estaba degenerando. El clima obligó a trasladar más y más enseres al mar interior y se perdió noticia de otras ciudades (o no habíais sido capaces de interpretar los dibujos) hasta que la Ciudad quedó abandonada.

Horas después de haber terminado de montar el campamento y de hacer un turno de sueño, con los ojos arenosos, salís de nuevo a la plaza tras acabar una de esas inspecciones que os están facilitando conocer mucho de la historia de la Tierra: "historia, que no prehistoria, ya que parece que hay registros escritos" dice a veces Sutton, con una risita histérica.

Ha pasado la noche antártica. En la plaza hay una extraña quietud. Muy rara. Se escuchan los pasos de Sykes caminando de un sitio a otro entre los aviones, hasta que os ve y se dirige hacia donde estáis.

Sykes parece preocupado.

¿Han visto a Hirsch por alguna parte? Dice sin preámbulos, nada más llegar. Creo que se ha perdido, y él no tenía deseo alguno de investigar: todo el tiempo ha estado junto a los aviones, por si venía alguien herido.

Cuando termina de hablar por fin os dais cuenta de qué es lo raro que tiene el ambiente: el sonido de las Montañas de la Locura ha cesado. Completamente. No corre ni una ráfaga de aire a vuestra altura. El cielo parece mucho más oscuro, de un azul marino profundo, como si la humedad en forma de cristales de hielo que antes le daba un tinte lechoso, teñido del matiz que el sol le diera, ahora se hubiera esfumado y pudierais adivinar el vacío del espacio exterior tras él. El sol, comenzando su ascenso por el horizonte, parece un punto deslumbrante, y las sombras que crea son duras y nítidas.

Desde que se confirma la espera de todo un día, en contra de sus recomendaciones y las de Pooster, el entusiasmo de Charlene por los nuevos descubrimientos parece haber dado paso a una profunda tristeza, como si estuviera preparándose para una catástrofe inevitable e inminente.

Tratando de que no se notara demasiado, aunque sin conseguirlo del todo obviamente debido al exiguo espacio que compartían ahora todos los miembros de la expedición, aprovechaba casi cualquier circunstancia para acercarse a Chester. Parecía complacerse, de una manera silenciosa y algo distante, de su cercanía. Si él se quitaba los guantes por cualquier motivo, por ejemplo, a su lado estaba ella, que le imitaba con alguna excusa para poder rozar por un instante su piel, sin intercambiar palabra alguna al respecto.

Pero la desaparición de Hirsch fue demasiado para ella. A falta de Starkweather, descargó con contundencia y gruesas palabras toda su ira en Moore, con lindezas como: ¿Dónde estaban ahora esas estúpidas teorías?. Aquí estaremos seguros..., malditos sean los obtusos hijos de Nueva Inglaterra. ¿Es que no se daba cuenta, era su miopía intelectual ademas de sensorial?. Su incompetencia nos matará a todos. ¿No ve que estamos ahora en la base de la cadena evolutiva, no somos más que cobayas para esos seres?. ¿Con esa mierda de armas pretende que nos defendamos, es usted estúpido además de enano?.

Así prosiguió con su retahila durante un buen rato, hasta que consiguieron convencerla (que no calmarla en modo alguno) de que no iba a alterar la sangre fría del co-líder y tampoco servía de nada seguir allí de cháchara. Tocaba equiparse y buscar algún rastro del buen doctor.

¡Oh, sí! Menez daba la puntilla a cada ataque de Charlene. Metía baza para doblegar el imperturbable carácter del co-líder de la expedición. Si no quería poner los puntos sobre la íes a su amigo, tendría que soportar sus constantes quejas y, cuando quería, Menez podía ser muuuuy pesada. ¿Un motín? No del todo, era algo mucho más sutil. Pero pro lo que había leído de las expediciones de Starkweather, si  no tomaban ellos más el mando puede que no salieran de allí con vida. Sin embargo, dejó que Charlene llevara todo el peso de las críticas para añadir unos "totalmente de acuerdo", "habráse visto", "eso es".

- Los que somos cobayas, me temo amiga mía, somos nosotros. Y ahora, ¿dónde demonios se ha metido Hirch? La última vez iba balbuceando "el faro, el faro" con la mirada perdida. ¿Creen que haya sido capaz de...- No le cabía en la cabeza la razón pro la que el psiquiatra, aburrido y tan soso como era, hubiera tomado la iniciativa de ir por su propia cuenta a investigar el faro. Pero no podían descartarlo ahora que Nandan había explicado a todos cómo orientarse.- Veamos si se ha llevado algo comprometido.

Chester se levanta con unas marcadas ojeras. Ha pasado la noche al lado de Dom, vigilándole, preocupado porque pudiera cometer alguna insensatez sin siquiera ser consciente de ello. 

Al ver que el piloto sigue allí se siente algo más tranquilo, aunque no tarda en llegarle la preocupante noticia de la desaparición de otro miembro de la expedición.

Ah, eso sí que no - piensa. La última vez que dejaron a alguien solo, regresó completamente tarumba. Chester no piensa cometer el mismo error dos veces.

Si alguien ha desaparecido, tenemos que ir a por él - anuncia. Mientras dice eso, empieza a recoger el equipo que cree que les hará falta. - Quien quiera acompañarme será bien recibido. Lo más probable es que se haya dirigido hacia el faro, o sea que deberíamos empezar por ahí. ¿Quién se apunta?

Yo ire contigo, fue lo unico que consegui pronunciar sin mas. no me veran meterme de nuevo en esos tuneles en la vida.

Cuanto mas frio y mas alto mejor...

Mas como un acto reflejo que por otra cosa comence a revisar la ropa de Chester para prepararnos a los rigores del clima. No esperaba, ni deseaba, que se uniera nadie mas. La amistad y camaraderia que habiamos trabajado entre ambos era inquebrantable.

Moore se quedó mirando en silencio a las dos mujeres mientras le llovían invectivas e insultos. Aguardó unos segundos más sin hablar.

¿Han acabado? Preguntó, para terminar de asegurarse. Bien, entonces haremos algo constructivo, si no les parece mal. Seguiremos saliendo en grupo, solamente un grupo bien armado. Sikes, supongo que podrá rastrear usted, ¿verdad? Eso es lo que hacen los exploradores. Pues rastree. Y ustedes revisen sus armas. Nada de pistolas. Rifles, fusiles o escopetas del mayor calibre, y algunas de esas bombas incendiarias que habían fabricado con keroseno. Protejan todo lo que lleven bajo la parka, para que no se congele. Veremos si nuestras armas les hacen cosquillas o qué cuando nos los encontremos. No hay otra manera de averiguarlo.

El tipo era frío como un pescado.

Sykes asintió a las órdenes de Moore, pero él mismo ya estaba siguiendo el ejemplo del tembloroso Dominique y revisaba las ropas de todos.

La temperatura ha ascendido mucho. Creo que hemos llegado a los treinta bajo cero. Esa era una buena noticia, al menos. Y sin viento, mejor todavía.

El que la temperatura esté ascendiendo a ti no te hace tanta gracia. Has oído decir a los demás que los a Shoggots no les gusta el frío. En realidad tú ni siquiera eres capaz de pensar en el nombre, ni de visualizar al ser que viste abajo, pero tu cerebro de reptil si que lo intuye, y los temblores arrecian hasta impedirte siquiera abrochar un botón.

Un rápido reconocimiento de las ruinas cercanas desveló a la perspicaz mirada de Sykes que las huellas de las botas de Hirsch avanzaban hasta un lugar al otro lado de la plaza, desde donde el campamento no se veía. Ahí, a la vista de una serie de edificios sin techo ni las curiosas planchas de madera fosilizada en las ventanas, las huellas desaparecían en una confusión de marcas que sugerían algo que se arrastraba, como si alguien, en una carrera de sacos, se arrastrara utilizando cucharas flexibles de dos metros de mango. Las huellas del médico alienista no volvían a verse, pero el otro rastro avanzaba hacia uno de esos edificios que dominaban el sector de la plaza hasta perderse tras una ominosa entrada con forma de arco parabólico casi cegada por escombros.

-Con un susurro apenas audible... La temperatura sube, no es bueno. Y de pronto las convulsiones se hacen cada vez mas descontroladas, hasta tal punto que tengo que dejar a Chester porque corre riesgo de que le dañe la ropa.

Mi cara de panico no la puedo disimular. No quiero temblar, no quiero hacer daño... Atenme donde haga mucho frio. No quiero morir. Lentamente retrocedo en direccion contraria a las marcas de hundimientos que vio Sykes.

- Relájese, hombre.- Le decía Menez en tono amigable a Picwell mientras sujetaba torpemente, con la mano enguantada, una pistola de bengalas.- Si de lo que tiene miedo es de que uno de esos seres informes salga porque hace bueno para dar un paseo, no se preocupe, le meteremos una bengala por su deforme culo, si es que tiene alguno.- La mujer agitaba la mano de la pistola despreocupadamente, apuntando sin consideración y ajena al peligro al rostro del piloto.- Denme uno de esos artefactos explosivos, puedo cargar con un par de ellos.- Lo que no entendía es cómo Hirsch había conseguido irse sin que nadie se diera cuenta.- ¿Es que nadie le ha visto irse? Ah....claro.- Ella misma se contestó.

Las indicaciones de Sykes fueron suficientes para elaborar una teoría, si su experiencia en el campo no era lo bastante extensa como para interpretar lo que estaba pasando. Muy científicamente, indicó:

¿Hay algo que interprertar aquí, excepto que esa..., cosa - hizo un ademán que pretendía abarcar todo el arco zoológico, y prosigió - esa cosa ha engullido a Hirsch?, ¿Qué más podría haber pasado?. ¿Y pretendemos combatirla con fuego?..., - continúo, aún más azorada - es al frío al que temen, el frío que ahora nos abandona. ¿Con qué demonios la ahuyentaremos cuando venga, con bolazos de nieve?. Siento ser agorera, pero si entramos ahí todo podría estar perdido...

No quiero, sin embargo, abandonarle sin más - buscó con la mirada a Chester, tan decidido al rescate - Pero pensemos un plan, busquemos un sitio lo bastante frío como para que podamos huir a él en caso de necesidad, con o sin el doctor. Tal vez en las estructuras que se conservan más intactas la temperatura aún no haya subido lo suficiente, quizá no quiera entrar...

¿Y ahora qué? Por un lado, Dom estaba cada vez peor. Por otro, tenían que ir a rescatar a Hirsch; además de ser un compañero expedicionario, también era el único con la suficiente habilidad profesional como para tratar a Dominique. 

Y la última vez que habían abandonado a alguien a su suerte, se había vuelto completamente majara. Chester no podía dejar de culparse por la zozobrante cordura del piloto.

El fotógrafo cruzó su mirada con la de Charlene; sí, quizás meterse allí dentro significara que todo estaba perdido, pero era mejor ir al encuentro de tu destino de frente que esperar a que viniera a por ti de noche, a tus espaldas.

Quizás Hirsch está vivo; quizás no se lo ha tragado, solamente se lo ha llevado a su guarida para... devorarlo luego.

Chester tuvo que admitir  para sí mismo que a su razonamiento le faltaba base, pero la posibilidad de que Hirsch siguiera vivo, bueno... haberla, habíala. Y no pensaba renunciar a esa esperanza. Algo más animado - o autosugestionado - cogió una de las escopetas y se preparó para dirigirse hacia el edificio.

Bien, Ménez... nosotros contra el mundo, ¿verdad? O contra el otro mundo, mejor dicho. 

Bueno, si aún puedo hacer chistes, es que no estamos tan mal. ¡Al loro!

Pickwell retrocedió hacia el centro de la plaza, temeroso de meterse en cualquier edificación donde el objeto de su terror pudiera estar. Los demás se quedaron indecisos, excepto Field y Menez, que avanzaron hacia la oquedad bajo la cual nada se veía.

Moore y Sykes discutían en voz baja sobre las diversas posibilidades de acción...