Partida Rol por web

Más allá de las montañas de la locura

Capítulo 9: la ciudad de los Antiguos.

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12/05/2015, 20:53
Guardián de los Arcanos

Menez, intrépida, avanzó tal y como lo hacía por la vida: con mucha precaución y sentido común. Pasito a pasito, agarrándose a todo lo que podía, a pesar de que en una ocasión se vio literalmente colgada del cuello de Starkweather, cuando el suelo del avión se ladeó 90 grados, llegó a la puerta de la cabina. Ahí Miles había conseguido agarrar una de las bombonas que tenían estibadas sin deshacer demasiado el lío de cuerdas que las mantenían sujetas.

¡Por Dios, Aramiker, por San Patricio y por la Virgen! ¡Que no se te caiga! La imagen mental de una bombonita de esas golpeando todo y a todos a cada bandazo del avión daba miedo. Mucho miedo.

Starkweather, tras haber ayudado a estabilizar a Menez, suelto él también por ahí, pegó un salto mortal por obra y gracia de las dinámicas entre el avión y los fuertes vientos que lo rodeaban. A todo el mundo se le puso el estómago en los pies. Pero mientras Menez se había agarrado fuerte con las piernas al cuello de Miles, Rompehuevos golpeó el techo del aparato, luego la pared, y tras ello, acabó en los brazos de Nandan que, ayudado por los cordones de sus zapatos, había hecho un lazo y atrapado el botiquín mientras se encontraba momentáneamente encallado entre dos asientos.

Aramiker volvió al asiento. Starkweather, agarrado a su hijo, abrió el botiquín y consiguió atrapar una caja de jeringas, no sin antes lograr que el resto del contenido se desparramara por el avión. Sin cuidado alguno, clavó la aguja por las bravas en el brazo de Sikes e inyectó lo que contenía en su organismo.

Menez había llegado a su asiento, desconectado el latiguillo de la bombona de Sikes, conectándolo en la bombona que ahora aferraba entre sus piernas con fuerza.

Starkweather, sangrando por una brecha en su cabeza, consiguió volver a su asiento. Sikes ahora respiraba agitado.

Era cocaína. Dijo Starkweather. Se que la usan en América del Sur para ascender a las alturas. Pero ahora el oxígeno que pasaba por la mascarilla de Sikes obviaba la inyección, e incluso agravaba su estado que, aunque ahora no era de asfixia inminente, si que era de hiperventilación. Fue un largo rato el que estuvo así, sin poder recibir ayuda. Finalmente, agotado por el estress, se quedó inconsciente.

- Tiradas (5)

Notas de juego

dos puntitos de daño por encontronazo paterno, Nandan. Starkweahter también se ha hecho una buena brecha en la cabeza.

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12/05/2015, 21:19
Guardián de los Arcanos

Charlene apartó olímpicamente la mano de Chester que, por error, había ido a caer demasiado cerca de su trasero. Avanzó cauta y sin alharacas. Los que estaban en su camino intentaron hacer de apoyo para su travesía por el habitáculo destinado a los pasajeros. Aun así se encontró en una ocasión agarrada al doctor Hirsch, colgando en el vacío, cuando el suelo del avión se inclinó hacia la derecha casi 90 grados. El bandazo que vino de réplica la aplastó contra el buen hombre, aunque ambos consiguieron no lastimarse demasiado en el proceso. Una vez en la cabina, se puso en el asiento del copiloto. Desde ahí, atada, alcanzó el paquete de botellas estibadas ahí y consiguió sacar una sin que las demás se aflojaran demasiado. Ahora sonaban a cada bandazo.

Afianzó la bombona contra su cuerpo, metiéndola en el espacio entre sus pantalones lo mejor que pudo.

Entre Sutton y Moore habían conseguido dar la vuelta a Pickwell. Ahora estaba incómodamente encajado entre los dos, boqueando y poniendo todo perdido con el desayuno de esta mañana.

Charlene se desató del asiento del copiloto y acercó la bombona donde estaba el necesitado canadiense. Cuando Moore consiguió enganchar el latiguillo a la bombona que tenía un oxígeno menos viciado, Pickwell entró en la fase análoga a la que había sufrido Field. Sus jadeos hicieron entrar demasiado oxígeno en sus pulmones. La proporción de anhídrido carbónico y oxígeno en sus venas se alteró, comenzó a hiperventilar, y entró en una fase de histeria, aunque su piel, poco a poco, perdió el color azulado que había adquirido.

- Tiradas (1)
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12/05/2015, 21:37
(Starkweather-Moore, técnico) Douglas Halperin

Charlene, ponte a los mandos de copiloto, Dominique ahora no va a estar muy bien.

Hirsch estaba preparando más tranquilizante en el habitáculo. Con infinitas precauciones, lo inyectó en el organismo de Pickwell que, poco a poco, dejó de agitarse.

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12/05/2015, 21:39
Dr. Arthur Hirsch

En el otro botiquín dejé la cocaína. Creo que podremos ahorrar bastante oxígeno si la utilizamos con precaución. Pero van a dormir muy poco todos los que decidan probarla, me temo, gritó el médico, mirando por la ventana. Dios mío, miren. ¡Miren!

Notas de juego

Pickwell: en tu caso Hirsch ha estado algo más moderado. La dosis te tiene a -10, aunque soportarás peor los golpes que Chester.

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12/05/2015, 22:01
Dominique Pickwell

Notas de juego

No pienso mirar, que lo sepas... La ultima vez vi una medusa del tamaño de Manhattan

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12/05/2015, 22:08
Guardián de los Arcanos

Las crisis se estaban resolviendo en ambos aparatos cuando ya habían pasado la zona más alta del desfiladero y comenzaron a bajar.

En el último momento hubo un cegador destello de luz solar tras ellos, a unos 60 grados: dos halos gemelos que rodeaban el sol deslumbraron a todo el mundo, el astro pareció quedar dividido por una cruz brillante. También pudieron verse pequeños destellos rodeando la sombra de los aviones mientras se precipitaban sobre la oscuridad que reinaba más abajo.

Todos se inclinaron hacia delante en los asientos, o en los lugares en los que hubieran podido acomodarse, mirando hacia el fondo por encima de los pilotos, deseosos de ver una primera imagen del altiplano que había al otro lado del desfiladero. Con un grito repentino, en su boeing, Moore se volvió (sus gafas tenían un cristal roto, pero las había recuperado) gritando que filmaran con la cámara de cine.

El sol fue tapado por las montañas a estribor. Las brújulas y los giróscopos daban vueltas frenéticamente, sin dar muestras de que fueran a pararse.

Solamente habían pasado cinco minutos desde que entraran en el desfiladero.

Cruzando la cima, los dos aparatos atravesaron los remolinos de nubes, y descendieron hacia la meseta que había al otro lado. Brumas de brillantes partículas de hielo cubrían el horizonte que se divisaba al fondo, mientras finas capas del humo que surgía del hielo impedían que pudiera verse el suelo con detalle. Justo debajo de los aviones, unas largas zarpas de sombras alcanzaban la parte oeste, sumiendo en tinieblas las partes bajas de las montañas. También podían verse las sombras de los boeing, que parecían túneles oscuros proyectados sobre la niebla etérea como una ventana hacia los sueños.

Tras los aviones todavía podían verse los dos halos solares sobre los picos más altos, como brillantes arco iris de la más blanca pureza, aunque desaparecían lentamente a medida que los aviones descendían. Las brillantes marcas del cielo a la espalda y la oscuridad que reinaba abajo podrían representar presagios para algunos, pero ya no había vuelta atrás.

Con la mirada fija en la distancia, los pilotos hacían descender sus aparatos con cautela. El viento ya no daba tantos problemas. Un leve susurro de... algo... atravesaba el interior de los aparatos, haciendo que a todo el mundo se le erizara el pelo de la nuca, y trayendo breves recuerdos de los silbidos experimentados en el paso de las montañas. A la luz de los halos gemelos la superficie de la capa nublada que iban a atravesar parecía un remolino de color rojo sangre. Capa a capa, la densidad del remolino de luz rojiza aumentaba y disminuía como una sutil sustancia que se condensaba alrededor de los aviones en descenso. Durante un momento, los motores se estremecieron y ahogaron, y los aparatos temblaron como si hubiesen entrado en una zona de turbulencias, pero ante ellos las cosas parecían estar tranquilas.

Segundos antes todo volvió a ser como antes. La neblina que había debajo se disipó. Habían atravesado la capa protectora. Podía discernirse con total claridad la naturaleza de la meseta.

A muchos kilómetros de distancia, aunque parecía tan cercana que podía tocarse, se extendía una enorme ciudad enterrada en el hielo. Se extendía hasta donde llegaba la vista. Grande, antigua, real. Sus torres desmoronadas y su entramado de calles.

Allá donde se mirara, todo era un laberinto de siluetas cuadradas, curvadas y angulosas. Murallas derruidas y grandes áreas de cascotes incrustados en el hielo glacial. La capa de hielo parecía tener poco más de diez o quince metros de grosor. Dispersas por debajo de la superficie, grandes siluetas de color oscuro suponían un reto para la imaginación.

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13/05/2015, 09:40
Aramiker Menez

Sentada de nuevo en el asiento, con el corazón latiendo desbocado pro el terrible esfuerzo realizado, Menez observaba con preocupación a Sikes.

- Vamos campeón.- Aunque inconsciente trataba de hablarle como si pudiera insuflarle el arrojo necesario para resistirse a la muerte. Sacó un pañuelo y se secó el sudor del rostro y el cuello.- Estoy demasiado mayor para esto.- Sin embargo, a pesar de sus palabras, se sentía exultante pro la proeza realizada. Cruzó su mirada con la de Rompehuevos y, por primera vez desde que inició su aventura, pudo verse reflejada en ella una cierta empatía con su jefe.- Tiene una buena herida.- Simplemente recalcó la evidencia por no quedarse callada antes de que Starkweather pudiera ver en ella singo de una pequeña debilidad. Le tendió un pañuelo para que presionase la herida hasta que pudiera verle un médico.- Quédese quieto un rato presionando la herida.- Padre e hijo, acurrucados juntos, era una instantánea que le hubiera gustado inmortalizar.

El viaje se le antojó el más largo de su vida parecía llegar a su fin. Todos se agolpaban para ver lo que había detrás del ciclópeo muro natural que conformaban las montañas de la locura. La espera fue tensa pero entonces alguien señaló lo que a sus ojos no eran más que caprichosas sombras. Sin embargo, cuanto más se acercaban quedaba más claro aún.

- Ahí está...era cierto...- Las ruinas de la ciudad podían verse cláramente bajo sus pies. Por una vez en su vida, Menez se quedó sin palabras. Su subconsciente, a pesar de haber asimilado el texto de Dyer y darlo como verdadero, se había guardado una pequeña esperanza de que todo no fuera más que alucinaciones de dos científicos sometidos a la falta de oxígeno. Pero no era así. Allí estaba con sus misterios y peligros esperándoles.

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13/05/2015, 22:11
Dr. Arthur Hirsch

Antes de que se pudiera ver la ciudad enterrada en el hielo, Hirsch había estado mirando al frente. Durante todos aquellos segundos permaneció así, susurrando: el... el faro. El faro. El... faro. En el fin del...

Pero ese particular momento pasó. Las exclamaciones de asombro al ver las extensísimas ruinas de la ciudad casi no dejaron que se notara que Hirsch parecía algo más confundido de lo normal. Sin embargo, sacudiendo la cabeza como si hubiera visto visiones, adoptó una rutina natural (dadas las circunstancias) de estar apropiadamente ojiplático ante el panorama.

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14/05/2015, 17:23
(Starkweather-Moore, científico) Charlene Whitston

Había sido una verdadera locura, pero había salido bien. Con la confianza de quien ha llevado a cabo con éxito una gesta heroica, Charlene regresó con precaución al asiento del copiloto. Se abrochó con firmeza el cinturón, y se agarró a los mandos, manejados con notable habilidad por Halperin, con tanta fuerza que parecía necesitar más un punto de apoyo para mantener su mente en la realidad que para proporcionar una ayuda como copiloto.

La..., la ciudad... - acertó a decir únicamente, resaltando la obviedad que se mostraba a la vista de todos. Permaneció boquiabierta bajo la mascarilla por unos instantes, luchando por recobrar el control de sus caóticos pensamientos.

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14/05/2015, 17:38
Guardián de los Arcanos

Notas de juego

Por cierto: ver la ciudad de los antiguos cuesta una tirada de cordura 1/1d6 para quien no haya leído el texto Dyer aún.

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14/05/2015, 20:38
Guardián de los Arcanos

El Weddell y el Enderby viran ligeramente hacia la derecha y comienzan a descender en dirección norte sobre la superficie escalonada de las laderas. Cuando descienden por debajo del nivel del desfiladero, los potentes vientos que soplan disminuyen, convirtiéndose en apenas nada. Una vez los aviones se adentran en el altiplano algunos kilómetros desaparece la capa de bruma que han tenido que cruzar para bajar a esa altura, haciendo ver que se arremolina solamente sobre las partes más bajas de la Cordillera Miskatonic. Constantemente algunas hilachas son arrancadas y rotas en jirones alargados que flotan hacia la ciudad. Blancos grupos de nubes en forma de cirros cubren la mayor parte del cielo a modo de telaraña, a mucha altura. No obstaculizan la visión del sol, pero los diminutos cristales de hielo que flotan en el aire atrapan de forma ocasional la luz diurna del Antártico y la reflejan en sobrecogedores arcos y resplandores a través de la bóveda celeste.

Durante treinta minutos los dos aviones giran hacia el norte en un amplio ángulo y vuelven de nuevo cubriendo una sección de las ruinas de unos 15 kilómetros de anchura. Con asombro y miedo, los pasajeros contemplan los grandiosos trabajos de los ahora extintos Primordiales. El profesor Moore, con la mirada clavada en el paisaje, realiza frenéticamente bocetos y garabatos en su libreta. En el otro avión, James Starkweather se lamenta de que la radio no funcione: desea decir a Field una y otra vez que grabe todo. Todo.

El buen estado del viento a esta altura hace que los pasajeros puedan moverse por los aviones con seguridad. Se puede mirar por los ventanucos del avión, o levantarse y ver por la puerta de la cabina la más amplia perspectiva que pueden disfrutar los pilotos y copilotos.

Que la ciudad está desierta queda patente. Todo es desolación. Nada hay entero. Por encima del nivel del hielo apenas hay entero muro alguno. Algunas de las secciones que se revelan tienen inquietantes formas orgánicas, oseas, como si hubieran sido la parte fosilizable de algún remoto enorme organismo vivo. Otras construcciones parecen más "tradicionales": delirantes formas geométricas hechas de enormes bloques de piedra tallada que se atisban bajo el hielo. Hay edificios construidos en las laderas de las montañas, pero no son tan numerosos como los del altiplano. Abundantes entradas vacías de cuevas y las construcciones que las acompañan cubren las caras interiores de las cimas, dejando claro que las que había en la cara oriental de las Miskatonic formaban parte de la misma estructura.

Al ver desde el otro lado la forma que tiene la cordillera Moore anuncia que esas alturas increíbles "han sido talladas". No horadadas, ni construidos edificios en ellas. No solamente eso. La misma forma de la cordillera ha inquietado siempre a los observadores por su curiosa regularidad: pico tras pico ordenado como los dientes de una sierra. La misma forma de la cordillera, tras el inimaginable cataclismo que la originó, ha sido tallado ex profeso quién sabe con qué propósito.

Antaño un gran río fluía desde el noroeste, surcando la ciudad a través de un amplio canal artificial, y discurriendo entre dos enormes torres de perturbadoras formas, antes de desaparecer por un arco subterráneo con extraños grabados, situado a un kilómetro y medio al sudoeste del desfiladero de Dyer. Lo único que queda ahora para dar fe de su existencia es el curso vacío. Un examen de las torres gemelas, hecho con prismáticos o volando a poca distancia, revela que se trata de enormes cilindros con forma de barril, o de balón de rugby, muy estilizados, bellos, perturbadores. El tiempo y el clima han borrado todos los detalles, excepto los más obvios, pero no cabe la menor duda de que son los mismos monumentos centinelas descritos por Dyer.

Incluso desde el aire, el tamaño total y la variedad del lugar resultan asombrosos. Por doquier se levantan grandes estructuras en ruinas, todas diferentes. Los cimientos de murallas colosales dividen grupos menores de piedras. De las grandes calles de antaño solo quedan los vestigios de edificios caídos; las torres y los patios (generalmente pentagonales) están igualmente sumidos en ruinas.

A pesar de la desolación reinante, el interior de la ciudad dista mucho de ser inaccesible. Varias plazas, el lecho del río y algunas de las calles más amplias parece que pueden servir como zonas de aterrizaje, aunque la mayoría de estos lugares pueden resultar arriesgadamente cortos para los boeing, que están cargados en exceso.

Se puede ver una gran plaza circular de unos 750 metros de diámetro con un profundo foso vacío en el centro, a una milla de distancia del lecho del río, en dirección norte. La mitad noroeste de la plaza es una elevada masa de piedras derruidas, pero lo que queda apenas presenta escombros, como una brillante media luna reflejando el cielo plateado.

Una gran construcción oscura, que recuerda tres pirámides pulidas, colocadas en fila mediante sus esquinas se alza sobre una marisma de ruinas que la circundan a 8 kilómetros al sur del lecho del río y a casi 16 al oeste de las faldas de las montañas.

A 5 kilómetros al norte de la plaza, cerca del terreno escalonado del extremo oriental de la ciudad, una sinuosa avenida de casi cien metros de anchura discurre más de un kilómetro y medio entre edificios derruidos. La superficie parece cubierta de hielo, pero se adivinan bajo él grandes objetos oscuros situados a intervalos regulares todo a lo largo.

Desde esas alturas se puede divisar, puede que a unos treinta kilómetros, la estructura de un antiguo puente que todavía cruza el lecho del río. Solamente se ve el arco central, el resto parece perdido bajo el hielo glacial.

Tras un largo y silencioso examen de las ruinas, vuelven a verse el final del río y las dos estatuas con forma de barril. Moore carraspea y toca Halperin en la espalda.

¡Aterricemos!

¿Dónde, señor?

¡Allí! Responde. El profesor Moore señala hacia un área abierta muy amplia que está a unos tres kilómetros de distancia. ¡Aterriza allí si puedes!

Con una inclinación de las alas, el Weddell se aleja del Enderby y vira hacia el lugar escogido. Halperin vuela a baja altura sobre la zona para examinar el suelo antes de alejarse y volver a girar para la maniobra de aterrizaje. El boeing se mueve perezosamente, aletargado en el escaso aire del altiplano.

Moore ha elegido la plaza antaño circular a la que ahora los cascotes que la arruinan dan una apariencia de luna creciente. El aterrizaje es brusco y aterrador. El Weddell desciende en pendiente sobre los abruptos adoquines dirigiéndose a demasiada velocidad hacia unos montones de bloques desordenados y cubiertos de hielo. Ahora todos pueden observar los traicioneros trozos de piedra y las grietas que surcan una superficie que parecía lisa desde arriba. Después con un enorme ¡Crac!, el aeroplano golpea contra la tierra dando un bandazo, luego se desliza sobre el accidentado hielo, arañándolo con un chirrido metálico. Doscientos metros más adelante, el esquí derecho choca contra una piedra que sobresale y hace que el avión se agite con violencia hacia un lado. El avión recorre renqueante otros cien metros, entre más chirridos, y se detiene.

Un minuto más tarde el Enderby aterriza sin contratiempos. Se sitúa cerca del Weddell.

Los exploradores tardan diez minutos en examinar sus heridas y desempacar el equipo de supervivencia, y lo que es más importante: las pesadas mochilas que sujetan las botellas de oxígeno portátiles, y bajan con cuidado sobre la resbaladiza superficie del hielo.

Todo el grupo se junta en el espacio que dejan los aviones, excepto Sikes.

Se ha quedado inconsciente. Explica Starkweather. Tuvo muchos problemas con el oxígeno. Como se ahogaba, le administré una dosis de cocaína del botiquín que, por cierto, se desparramó por todas partes. Ahora tiene una botella de oxígeno de las buenas, pero debería mirarle, doctor.

Moore mueve la cabeza, preocupado. Tenemos que instalar el campamento. ¿Quién dirige las operaciones, sin Sikes? ¿Notan el frío? Creo que se me está congelando la piel de la cara.

En efecto, hace un frío mortal.

El termómetro del avión no podía bajar más, comenta DeWitt. Y la marca mínima está a -30 grados. Esto es peligroso. Muy peligroso. Tenemos que tomar una determinación. La calefacción de los aviones no puede mantenerse en marcha sin consumir combustible, y lo necesitaremos.

Los exploradores están pisando hielo antiguo, resbaladizo y transparente. Ellos y los aviones parecen estar suspendidos sobre una superficie acuosa y frágil que revela bajo ellos unas siluetas imprecisas, diseminadas aquí y allá, pero la oscuridad domina todo lo demás, descendiendo hasta quién sabe qué profundidad.

El lugar esta circundado por enormes y redondeadas masas de piedra resquebrajada, oscura y tremendamente melancólica. La débil luz rojiza penetra en los agujeros y oquedades de las piedras, que adquieren tonalidades ámbar y anaranjado. Muchos de los gruesos y macizos muros que quedan en pie son de pizarra oscura o esquisto, y parecen negros bajo la luz del sol antártico.

El sol, situado por debajo de las altas cumbres puntiagudas de las montañas del noroeste, continúa rodeado por un único halo. Bancos de nieve y escarcha brillan entre las sombras.

Nada se mueve, congelado en el tiempo durante eras inciertas. El peso denso y siniestro de los años pende con fuerza sobre la ciudad, abarcando generaciones que ya no se recuerdan.

Perturbar el lugar parece una blasfemia. Voces y pasos humanos, intrusos no deseados en el melancólico sueño de las piedras.

Los secretos, parece susurrar, los secretos me pertenecen.

Sobre la zona se levantan delgadas columnas de vapor. Son lo único que se mueve, como sutiles velos que cubren la ciudad, ocultándola de los ojos del tiempo. Sus leves desplazamientos y cambios sugieren un movimiento constante, pero prohibido, como si las mismas piedras regresasen lentamente a su posición original cada vez que los observadores giran la cabeza.

Lo único que se escucha, aparte vuestras voces y ruidos, son los agudos y débiles silbidos continuos, extraños, demenciales. El sonido del viento entre las altas cimas en la lejanía. Congela el alma incluso ahora, evocando horrores inimaginables e imágenes blasfemas.

- Tiradas (2)
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14/05/2015, 21:57
(Starkweather-Moore, líder) James Starkweather

Starkweather parece desentenderse de los problemas.

¡Caballeros!, su voz suena aguda a través de la máscara. (Y damas, añade galante), este es un día decisivo. Un día decisivo. Hoy hemos puesto el pie sobre una tierra desconocida. Bravo por todos. Un suave aterrizaje, Halperin, jajaja. A nuestro alrededor se encuentran las reliquias de una fabuloss ciudad olvidada. ¿Y quién sabe qué puede haber más allá?

El faro, susurra repentinamente Hirsch. El faro.

¿Qué tesoros esconde? Continúa Starkweather. Desde luego, yo no lo se, pero voy a averiguarlo, ¿no, compañeros? Tan pronto como nos establezcamos, así que manos a la obra. Arreglen todo mientras mi hijo y yo damos un vistazo preliminar a todo esto. ¿De acuerdo?

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14/05/2015, 22:02
Guardián de los Arcanos

Tienes una visión directamente llegada de tu niñez. Ese cuadro extraño en la casa de la Cabeza de Kingsport. Ese que parecía una ciudad petrificada y que tantos problemas causó. Ese cuadro donde algunos de vosotros entrásteis y casi moristeis congelados. No te extraña que casi murierais congelados. Esa ciudad del cuadro es la misma que ahora pisas.
 

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15/05/2015, 14:23
Timoty Pooster
Sólo para el director

Notas de juego

ya se cual es, alli entro carlos y volvio freio y congelado siii

una cosa, ni me dejaste ver las fotos ni leer el texto, te puse en un post que los queria leer y ver lo otro.

tiro la cordura que me digas, pero eso esta pendiente, aunque el texto lo he leido en persona.

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15/05/2015, 18:50
Guardián de los Arcanos

Notas de juego

Es que no hay fotos, mamón. ¿Por quién me tomáis? Jajajaja. El texto es la novela de Lovecraft: En las Montañas de la Locura. Dije bien claro en algún post que debíais ir leyéndola, pero como lees en diagonal...

Así que si tu pj se la lee, pues leela y rolea como que Pooster la ha leído. Te sumas los conocimientos que dije que teníais que sumaros y tiras la cordura que dije que había que tirar. Repasa, que está por ahí.

Taparles la nariz... , ains, Cthulhu, llévame pronto :)

PD: en todo caso, si se me olvida responder a alguna cuestión, por favor, repite, que a veces yo también tengo que leer en diagonal, por falta de tiempo, o lo dejo para otro día y me olvido.

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16/05/2015, 18:09
Aramiker Menez

Menez no veía llegar el momento de aterrizar y poner los pies sobre la...sobre el hielo. Todo lo que pudiera haberse imaginado en su cabeza distaba de lo que, al bajar del avión, se puso ante sus curiosos ojos.

- Esto es...- De nuevo se quedaba sin palabras. ¿Cuánto trabajo para los arqueólogos había allí?-...es enorme.- Con la boca abierta mirara en derredor fijándose en aquellas estructuras que llamaban más la atención. Las tres pirámides, el lecho del río, los dos enormes centinelas con forma de carambolos. No sabía ni por donde empezar. Afortunadamente para ellos, el ímpetu de Starkweather seguía intacto a pesar del testarazo sufrido en el avión.- Sí, sí, vaya a echar un vistazo.- Lo sentía por Nandan pero así Rompehuevos no estaría molestando a todos con sus chorradas.- Hirch debería ir a ver con urgencia a Sikes. Se puso terriblemente mal durante el trayecto. No respiraba por la mascarilla pro las arcadas.- Caminó hacia Picwell para interesarse por su equipo. - ¿Y bien? ¿Ustedes han tenido algún contratiempo? Empecemos a movernos o nos quedaremos congelados aquí mismo.

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16/05/2015, 20:11
Chester Field

A Chester no había hecho falta que le dijeran que tomara fotos; estaba medio KO por las drogas y la hiperventilación, pero una ciudad enorme emergida del hielo y rodeado de un muro congelado era algo que sin duda valía la pena retratar para la posteridad. Sacó sus cámaras, pero sus manos temblaban y no lograba un encuadro decente ni por casualidad.

Joder, Chester. Estás ante las fotos más importantes de tu vida, o de la vida de cualquier fotógrafo que jamás haya vivido, y estás demasiado drogado como para hacer bien tu trabajo.

El pobre hombre lo intentó con todas su voluntad, y rezó a los cielos para que sus esfuerzos hubieran servido para algo.

Cuando tras haber tirado tantos carretes como pudo dejó las cámaras en su bolsa, se dio cuenta de lo que estaba biendo.

Maldición, Dyer tenía razón. Esto es de locos, de locos...

¿Cómo podía existir una ciudad prehistórica enterrada en el hielo de la Antártida? ¿Cómo era posible que alguien hubiera construído todo aquello? Chester no se lo podía creer, pero no tenía más remedio que hacerlo.

Una vez hubieron aterrizado, la fría bofetada que le sacudió en toda la cara el helado viento acabó de quitarle las telarañas que aún enturbiaban su cerebro. Había que ponerse en marcha, y no había tiempo que perder. Chester dio dos pasos por encima del hielo en dirección al avión para sacar el material más importante en primer lugar y empezar a preparar el campamento. Pero el terreno resbaladizo y el mareo que aún sentía le hicieron caer de rodillas sobre el hielo, incapaz de dar un paso más.

Chester quería ser útil, dar consejos, aprovechar su experiencia en el ártico... pero no estaba en condiciones de casi nada.

Lo siento, chicos... Que alguien organice esto - dijo, avergonzado, mientras trataba de levantarse por su propio pie.

 

- Tiradas (1)

Notas de juego

Yo tengo cierta experiencia en técnicas de supervivencia en el ártico, pero arrastro un -20 a la tirada. Que se encargue alguien más.

 

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17/05/2015, 13:22
(Starkweather-Moore, técnico) Ralph Dewitt

Ralph estaba mirando pensativo bajo el avión que había aterrizado Halperin. No sin cierto desánimo, dijo: se ha roto un patín. Eso es algo que hay que arreglar de todas todas.

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17/05/2015, 13:24
Dr. Arthur Hirsch

Hirsch no había necesitado que Menez le animara a atender a Sikes. Fuera lo que fuera lo que había susurrado antes, o el efecto que había hecho en él la existencia de las ruinas, saber que había alguien herido le galvanizó. En ese momento, asomaba por la portezuela entreabierta del avión.

Sikes ha sufrido un paro cardiaco, aunque creo que vivirá. ¿Qué cantidad de cocaína le ha administrado... ? Comenzó a preguntar, obviamente a Starkweather, pero a mitad de la frase se percató de que se estaba alejando y no podía oírle. Dios... de acuerdo, no se preocupen. De momento necesitamos que este avión siga calefactado, me da igual el método, ¿me oyen?

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17/05/2015, 13:36
(Starkweather-Moore, técnico) Douglas Halperin

Halperin no abrió la boca. Miró sin ver el patín roto. Parecía haberse rajado a lo largo, en la dirección de la fibra. Procuró, luego, mirar al suelo. Parecía no querer encarar todo lo que había a su alrededor.